Las supuestas bases "documentales" del antisionismo
El libro más ambicioso de Chomsky acerca de Israel, publicado en 1983, se titula The Fateful Triangle: The United States, Israel and the Palestinians (El Triángulo Fatídico: Estados Unidos, Israel y los palestinos). Trata de analizar la historia y la situación actual de la disputa entre árabes e israelíes, así como el papel que desempeña Estados Unidos en la misma. Como otros escritos políticos de Chomsky, el que nos ocupa ha sido elogiado ampliamente por sus seguidores, que aplauden su riqueza de "hechos" y su base documental. Además, como ya hemos visto, es un trabajo muy valorado en muchos de los catálogos de libros del antisemitismo organizado.
La violencia entre árabes y judíos –quién hizo qué a quién y cuándo- es, naturalmente, un campo de controversia entre los que escriben desde cada uno de los dos bandos. Hay dos sucesos en la historia reciente de las relaciones entre ambos que siempre han llamado especialmente la atención de investigadores y propagandistas: los disturbios de 1929, en Hebrón y en todas partes, y la Guerra de Independencia de 1948. Se sabe lo bastante de estos sucesos como para que sirvan de piedra de toque a todo el que se dedica a escribir racionalmente acerca del conflicto entre árabes y judíos. Propongo que examinemos el tratamiento que Chomsky dispensa a ambos incidentes, no sólo para estudiar su punto de vista, sino para comprobar si los métodos que emplea son los propios de una mínima objetividad intelectual, o no.
La violencia de 1929
Chomsky dedica dos párrafos, uno en el texto principal y el otro en una larga nota a pie de página, a los hechos que tuvieron lugar en 1929. El texto de la página 90, dice lo siguiente:
[Los musulmanes] nunca aceptaron la legitimidad del punto de vista [de Balfour] y se opusieron a él de distintas formas. Recurrieron repetidamente a la violencia terrorista contra los judíos. El caso extremo ocurrió a finales de Agosto de 1929, cuando 133 judíos fueron masacrados. El "incidente más espantoso" sucedió en Hebrón, donde 60 judíos fueron asesinados, la mayor parte de ellos miembros de una vieja comunidad especialmente antisionista. La policía árabe "se mostró indiferente mientras sus correligionarios musulmanes irrumpieron en la población y llevaron a cabo atrocidades que habrían sido repugnantes incluso para los animales"; y la matanza habría sido todavía mayor, de no haber sido por la valiente intervención de un miembro de la policía británica, cuerpo que padecía una aplastante falta de personal. (4). Muchos judíos fueron salvados por vecinos musulmanes*.
He mostrado las referencias a pie de página, una de ellas marcada con un (4) y la otra con un asterisco. La primera de ellas se encuentra en la página 169 y dice "Ibid, pp. 109-110, 123", una referencia a Crossroads to Israel (Israel en la encrucijada) de Christopher Sykes. La nota marcada con el asterisco se desarrolla entre las páginas 90 y 91 y su texto es el siguiente:
* La masacre fue la respuesta a una manifestación organizada ante el Muro de las Lamentaciones, como oposición a la "arrogancia árabe" "una enorme provocación, incluso para la opinión pública judía" (Flapan, Zionism and the Palestinians, p. 96). Véase Sheean, in Khalidi, From Haven to Conquest, para más información acerca de los informes detallados de algunos testigos. La provocación fue orquestada por Betar, el movimiento juvenil de la organización revisionista de Vladimir Jabotinsky, la precursora del Herut de Begin, el elemento central de la coalición del Likud. El propio nombre "Betar" refleja el cinismo de este movimiento de corte fascista que, en palabras de Flapan, describía a Hitler "como el salvador de Alemania, Mussolini como el genio político del siglo" y, frecuentemente, actuaban de forma coherente con estas proclamas. El nombre es el acrónimo de "Brith Yoseph Trumpeldor" ("El pacto de Joseph Trumpeldor"). Trumpeldor murió defendiendo el asentamiento norteño de Tel Hai, del ataque de un grupo de beduinos; Jabotinsky "se oponía al llamamiento laborista en busca de una movilización para ayudar a los colonos amenazados" (Flapan, p. 104).
Chomsky reconoce aquí que hubo una matanza de judíos en Hebrón y cita a Sykes cuando afirma que fue algo "espantoso". Escribe la palabra "espantoso" y, su uso de la misma, a pesar de que se trata de una cita de Sykes y que la pone entre comillas, pudo servirle más tarde, a él y a sus amigos, como prueba de su sensibilidad ante el sufrimiento de los judíos. Como ya hemos visto, a Chomsky le gustan mucho este tipo de maniobras auto-exculpatorias.
Pero el profesor también se apresura a darnos dos grupos distintos de justificaciones de la matanza de Hebrón a cargo de los árabes. El primero aparece al principio del párrafo principal: los asesinatos eran parte de la "resistencia" de los musulmanes al Plan Balfour, que pretendía establecer una nación judía. 73. El segundo está más elaborado, y comprende a toda la nota marcada con el asterisco: parece ser que la masacre fue "provocada" por una organización juvenil "de corte fascista" llamada Betar.
¿Cómo documenta Chomsky esta acusación de "provocación"?
Cita tres referencias en su nota: a) Simha Flapan, acerca de la importancia de la manifestación de Betar en Jerusalén, b) Vicent Sheean, "testigo presencial" de dicha manifestación y, finalmente, c) Flapan, de nuevo, esta vez en lo que concierne a la naturaleza de Betar.
a) La manifestación de Betar en Jerusalén: Flapan contra los historiadores
Simha Flapan, fallecido recientemente, era un polémico escritor y editor israelí de izquierdas que afirmaba que la manifestación de Betar en 1929 "… condujo a los disturbios y a los sangrientos incidentes". Sin embargo, Flapan menciona dichos incidentes sólo de pasada, no proporciona evidencia alguna para su aseveración y, en cualquier caso, no es ningún historiador experto. Al igual que Marlen, Chomsky cita aquí la opinión no contrastada de un escritor de segunda fila, como si fuera una prueba fehaciente.
Resulta, además, que ya existen estudios acerca de los sucesos de 1929, y que todos ellos toman, como uno de sus puntos de partida, el Informe de la Comisión de Investigación Shaw, creado por el Gobierno Británico. Chomsky no menciona dicho Informe, a pesar de que, probablemente, se trata de la más certera descripción de los hechos que se ha podido realizar, entonces, o ahora.
El libro The Emergence of the Palestinian-Arab National Movement, 1918-1929 (El surgimiento del Movimiento Nacional árabe-palestino), de Y. Porath, puede considerarse como una guía bastante fiable para el estudio de las diferentes afirmaciones sobre el tema. Chomsky profesa un gran respeto a esta obra, y la cita con frecuencia, en su trabajo (página 169), como el texto de una autoridad. Porath se esfuerza en dar una relación de todas las provocaciones, tanto de los judíos como de los árabes, en el periodo anterior a los incidentes de 1929. En lo que respecta a las manifestaciones de Betar, esta es la opinión de Porath:
Aunque es cierto que la manifestación de Betar en el Muro de las Lamentaciones, en Tishea Be-Av (el 15 de Agosto de 1929) provocó una contra-manifestación de árabes al día siguiente, en el mismo lugar, los sangrientos incidentes [de Hebrón] ocurrieron una semana más tarde, y no necesariamente como respuesta a la manifestación judía. (p. 269.)
Porath es bien conocido por sus simpatías hacia el movimiento nacionalista árabe, y Chomsky le cita, dándole su aprobación en lo concerniente a la guerra del Líbano, en las páginas 200, 260 y 334 de su libro. Sin embargo, cuando Porath escribe sobre su mayor especialidad profesional, esto es, la historia árabe-israelí, el profesor prefiere ignorarle.
Es también digno de crítica el hecho de que Chomsky no mencione a Christopher Sykes. El profesor se refiere a él en su texto principal, diciendo que es una autoridad en el estudio de las revueltas de Hebrón, pero no dice nada de la opinión que Sykes mantiene acerca de la relación entre éstas y la supuesta "provocación" de Betar. Lo cierto es que el escenario que pinta Sykes es muy parecido al que describe Porath. En Jerusalén, un chico judío fue asesinado pocos días antes de las gravísimas revueltas. Tanto los judíos como los musulmanes habían estado involucrados en provocaciones. En lo que se refiere a los días inmediatamente anteriores a la manifestación de Betar, Sykes escribe: "el ambiente en Jerusalén se volvía más tenso cada día, y la política del Consejo Supremo Musulmán acerca del Muro de las Lamentaciones, que se basaba en aguijonear a los judíos, tuvo, como se deseaba, el efecto de llevarlos a la exasperación" (p. 136).
El hecho es que todos los historiadores están de acuerdo en que árabes e israelíes se provocaron mutuamente, pero Chomsky, que ignora todo testimonio y favorece sólo el obiter dictum de un periodista, parece que sólo ve culpa en los judíos.
b) Vicent Sheean, testigo presencial
Por supuesto, la manifestación de Betar contó con cientos de "testigos presenciales". Uno de ellos, un periodista norteamericano llamado Vicent Sheean, afirma que su presencia en la manifestación le legitima para emitir un juicio acerca de lo que sucedió una semana más tarde en Hebrón, donde no estuvo. Sheean asegura que, antes de los incidentes de 1929, se consideraba pro-sionista, pero que las manifestaciones de Agosto de aquel año, las cuales, según él, fueron las responsables del baño de sangre que vino después, le convirtieron en un antisionista convencido.
La Comisión Shaw (véase la página 52 de su Informe) interrogó a más de veinte testigos presenciales de los acontecimientos de Jerusalén. Sheean, según él mismo dice en sus escritos, era uno de ellos. Escribe, también, que su testimonio estaba en contradicción con los de otros testigos entrevistados por la Comisión, lo cual tampoco es sorprendente, dado lo poco fiables que suelen ser las narraciones de los testigos oculares. Aún así, el profesor Chomsky cita a Sheaan, y sólo a él, como testigo presencial; la pregunta surge en el acto: ¿por qué lo hace?
Antes de continuar, un breve comentario acerca de cómo Chomsky conoció a Sheean.
Sheean incluyó sus recuerdos de los incidentes de 1929, bajo el título Holy Land (Tierra Santa), en un libro formado por una colección de ensayos de 1935 que llamó Personal History (Historia personal) 74 El libro fue publicado por importantes editoriales norteamericanas y británicas, y está disponible en cualquier biblioteca de investigación. Pero Chomsky no hace referencia a este libro, sino que cita una reedición muy abreviada del trabajo del periodista, en una antología titulada From Haven To Conquest (Del refugio a la conquista), editado por el profesor Walid Khalidi y publicado por el Instituto de Estudios Palestinos de Beirut, en 1971.
Al contrario que Chomsky, el profesor Khalidi no finge una postura neutral entre árabes e israelíes. Dedica su libro "a todos los árabes palestinos bajo la ocupación israelí" y explica cómo hizo la selección de fragmentos de textos para su obra, del siguiente modo: "Cualquier antología es, por definición, selectiva. Los fragmentos de texto en esta antología han sido seleccionados para ilustrar el tema central de la tragedia palestina: el proceso que los sionistas han seguido para arrancar de los árabes el control de Palestina y sus alrededores" (p. xxiv). Naturalmente, en el libro de Khalidi no aparece nada que no "ilustre el tema central". Chomsky usa este trabajo, en su obra, como una de sus fuentes principales, y lo menciona una y otra vez.
Una de las maneras de evaluar la fiabilidad del testimonio de un testigo presencial es determinar la credibilidad de éste. Sheean quiere que le crean, obviamente, no sólo por lo que dice que vio con sus propios ojos, sino por su agudeza y perspicacia a la hora de relacionar lo que vio (Jerusalén) con lo que no vio (Hebrón). Y la versión completa de su testimonio proporciona pistas muy valiosas para determinar su credibilidad.
Entre las páginas 409 y 411, Sheean habla de lo que llama la "herencia de los pogromos" en el pueblo Judío, que observó tanto en Palestina como en cualquier otro lugar: el miedo increíblemente irracional que aquellas gentes tenían a que pudieran hacerles daño por el simple hecho de ser judíos. "Era un estado mental que no había visto nunca antes, y comprenderlo exigía un verdadero esfuerzo de imaginación". (p. 409). Se ve que él no lo comprendió y, lo que consideraba "miedos irracionales", tanto en Palestina como en cualquier otra parte, acaban siendo las razones que esgrime para justificar su sorprendente conversión repentina, del pro-sionismo al antisionismo. Sheean publicó estas observaciones en 1935, antes del Holocausto, pero después de que Hitler llegara al poder en Alemania. Y, por supuesto, no era el único que no fue capaz de apreciar el realismo excepcional del Sionismo de 1929. De cualquier manera, y fuera el único o no, su punto de vista en aquel entonces no dice gran cosa a favor de su calidad como observador bien informado. Quizás por este motivo, estos párrafos no aparecen en la versión de Khalidi del ensayo.
En su texto sin expurgar, Sheean muestra también una gran admiración por Al-Hajj Amin al-Husayni, el Gran Mufti de Jerusalén: "Pero el Gran Mufti mantuvo la calma; cuanto más lo iba conociendo, más cuenta me daba de que se trataba de un hombre de un notable carácter, una extraordinaria serenidad interior y de gran seguridad. Nunca se exaltaba, siempre estaba abierto al razonamiento y nunca rechazaba una sugerencia o un argumento sin antes haberlo examinado cuidadosamente". Cuando publicó estas líneas, en 1935, quizás no sabía que, dos años antes, inmediatamente después de que los nazis llegaran al poder, el Mufti había hecho público su apoyo y admiración al Gobierno de Hitler, especialmente en lo que hacía referencia a sus políticas antisemitas.
Debería haberlo sabido, sin embargo, ya que, como afirmaron todos los testigos bien informados, el Mufti jugó un papel muy importante en el azuzamiento de la violencia de los musulmanes contra los israelíes en la década de los 20.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el Mufti se convirtió en un incordio para los partidarios del bando musulmán. El texto original de Sheean fue, posiblemente, una de las últimas publicaciones en la que un reputado escritor occidental expresaba su admiración por él. En la versión del texto que hizo Khalidi, la citada por Chomsky, se elimina toda alabanza al Mufti. Sin esos párrafos, el lector de Sheean se ve privado de una de las pistas más importantes que conducen a la demostración de la falta de credibilidad de éste.
Resumiendo: Chomsky ignora la bibliografía académica acerca de los disturbios de 1929. Si hubiera mostrado los contenidos de dicha bibliografía a sus lectores, su posición pro-árabe y sus acusaciones antijudías no se tendrían en pie. Cita la declaración de un solo testigo presencial cuando podía haber consultado las de muchos otros y, además, escoge al testigo en cuestión por el hecho de que cuenta con toda una antología de escritos pro-árabes. Para terminar, elimina cualquier información que permita al lector poner en tela de juicio la credibilidad del testigo.
¿Es este el tipo de investigación que se enseña en el MIT?
c) La "fascista" Betar
Chomsky acusa a Betar, una organización juvenil del Revisionismo Sionista, no sólo de que tenían un "estilo fascista", sino de que incluso dedicaban elogios a Hitler, supuestamente como parte de su postura política en 1929 (por supuesto, en aquel año, Hitler aún no había llegado al poder, y apenas se le conocía fuera de Alemania, pero pasemos eso por alto). El profesor cita de nuevo al escritor izquierdista israelí Simha Flapan que, aunque no tenía gran cosa que decir acerca de los incidentes de Hebrón, en una ocasión dedicó un capítulo entero al Revisionismo Sionista.
En el párrafo reproducido antes, Chomsky describe a Betar como "ese movimiento de estilo fascista que, en palabras de Flapan, describía a Hitler como el salvador de Alemania y a Mussolini como el genio político del siglo". El profesor se muestra algo olvidadizo en este tema y no nos cuenta dónde Flapan dice tal cosa. El asunto es que, el israelí, escribió algo ligeramente distinto:
"La violenta campaña anti-laborista, acompañada por una propaganda ponzoñosa, reyertas y violencia física en los dos bandos, creó, en 1930, una situación de preguerra civil [entre el Laborismo y el Revisionismo sionistas]. Los revisionistas trataron de oponerse a la hegemonía laborista, pero les salió el tiro por la culata. Se ganaron la fama de fascistas a fuerza de utilizar una virulenta propaganda antisocialista, por su irrefrenable odio hacia el kibbutzin, sus "asesinatos de reputaciones", la nada velada simpatía de algunos de sus miembros hacia ciertos regímenes autoritarios (describían a Hitler, por ejemplo, como el salvador de Alemania y, a Mussolini, como el genio político del siglo)". Flapan, pp. 111-2.
Chomsky dice que Flapan acusa a toda la organización Betar de apoyar a Hitler y a Mussolini, pero, sin embargo, el escritor israelí sólo dice que las simpatías venían de "ciertos miembros". Esa expresión, "ciertos miembros", que marca la diferencia en el contexto del párrafo y cambia por completo su significado, no aparece en la cita de Chomsky.
¿Es este el tipo de investigación que se enseña en el MIT?
Dejando al margen esta manipulación indignante, sí que es cierto que Flapan mantiene que existía cierta simpatía por Hitler en Betar. ¿Cómo lo sabía? ¿Hasta qué punto podemos considerar a Flapan como un experto en Betar y en el Revisionismo Sionista? Al igual que sucede con Chomsky, el escritor israelí aparece con frecuencia en las citas de propagandistas árabes y antisionistas. Sus artículos se han publicado en revistas que mantienen una opinión hostil a Israel. Sin embargo, a Flapan parece gustarle contar a sus lectores cómo ha llegado a saber lo que dice que sabe, y su obra mantiene cierta integridad. Así, adjunta una breve nota al final de su capítulo sobre los Revisionistas:
"Por falta de tiempo, no he podido examinar y leer detenidamente las fuentes principales. He tenido que basarme en los recuerdos que tengo de hechos que viví y experimenté como miembro del Movimiento Sionista-Socialista, Hashomer Hatzair… He contrastado esos recuerdos con la bibliografía oficial del Partido Revisionista".
Quienes aún tengan recuerdos del movimiento juvenil Sionista de hace cuarenta años, sabrán, como Flapan, que los miembros de Hashomer Hatzair llamaban "fascistas" a Betar, desde luego, y que Betar sabía cómo corresponderles empleando sus propios epítetos. Lo que Flapan pueda recordar sobre aquella niñería de cruce de insultos, nos dice tanto acerca de Hashomer Hatzair, como de Betar. El escritor israelí no cita directamente fuente alguna, ni Revisionista, ni de ninguna otra clase, para respaldar su afirmación de que "ciertos miembros" de Betar admiraban a Hitler. Y podemos estar seguros de que, si hubiera encontrado algún elogio explícito a Hitler en la "bibliografía oficial del Partido Revisionista", la habría mencionado. Pero no lo hace.
Aunque la acusación de Flapan es bastante endeble, se mantiene dentro del polémico estilo de las juventudes sionistas de los años 30. Chomsky va aún más lejos. Elimina la palabra crucial "ciertos", proyecta, hacia los años 20, lo que Flapan describe como que tuvo lugar en los 30, e ignora lo vago de unas evidencias que más parecen rumores. Así, estas maniobras, seguramente mucho más osadas que cualquier cosa que Marlen intentara jamás, proporcionan a Chomsky la prueba de que los judíos que se manifestaron en Jerusalén, en 1929, eran, realmente, iguales que los nazis.
"Los Sionistas son como Hitler", y la cuestión del Mufti
En el libro de Chomsky The Fateful Triangle hay doce referencias a Hitler. En cada una de ellas, se cita alguna actuación judía, comparándola con las del dictador alemán, o se menciona algún rasgo del Estado de Israel o del movimiento Sionista, en términos similares.
En el libro, que trata, ostensiblemente, de la historia de Palestina con Israel y con los árabes, queda claro que a Chomsky le fascina Hitler. Con todo esto, es sorprendente que el profesor haya pasado por alto completamente la corriente política palestina que, por antonomasia, declaró abiertamente su lealtad a Hitler: el Movimiento Nacionalista Árabe liderado por Al-Hajj Amin al-Husayni, el Gran Mufti de Jerusalén. A estas alturas, cualquier colegial sabe del enorme prestigio y poder que el Mufti tenía entre la población musulmana de Palestina en la época del protectorado británico, de su admiración por Hitler, de su destierro por orden de los británicos durante la Segunda Guerra Mundial, de su intención de visitar a Hitler en 1943, de las distancias que, incómodos, los líderes musulmanes actuales tratan de guardar con respecto a cualquier cosa que evoque su nombre...
En el libro de Chomsky no se menciona ni al Mufti ni a su organización, ni tampoco el hecho de que este movimiento podría muy bien haber justificado el miedo entre los judíos; nada que pueda sugerir al lector que existió un Mufti de Jerusalén que colaboró con los nazis. Chomsky hace como el Ministerio de la Verdad en el libro 1984, de George Orwell: ha tirado el nombre del Mufti por un agujero en el que, sin duda, tiene la esperanza de que sea consumido por las llamas. 76
Deir Yassin y otras atrocidades
Chomsky dedica cuatro páginas, de la 94 a la 98, a una sección que titula "La guerra de la Independencia / Conquista" que, en su mayor parte, no contiene nada que pueda asociarse con las refriegas de 1948. Los informes sobre actos violentos se limitan a ciertos fragmentos en las páginas 95 y 96. El profesor plantea el debate mediante la observación imparcial (y autoexculpatoria, por su talante juicioso) de que hubo "terror y violencia en los dos bandos". Pero tal imparcialidad termina desvaneciéndose muy pronto, porque resulta que los dos únicos casos concretos de violencia que comparte con los lectores, tienen a los judíos como culpables. Primero, menciona brevemente una operación de Haganah en Khissas, en diciembre de 1947, indicando que la organización "asesinó a 10 musulmanes, incluyendo a una mujer y cuatro niños". El resto de la sección está dedicada a los acontecimientos en la aldea árabe de Deir Yassir.
Aunque existen multitud de informes sobre lo que sucedió en aquel lugar el 8 de abril de 1948, los hechos fundamentales no admiten discusión. Facciones de dos movimientos de extrema derecha judíos, el Irgun Tsvai Leumi ("Etsel") y el Lokhamei Kherut Yisrael ("Lekhi", también conocido en el extranjero como "la Banda Stern") asaltaron la aldea y, en los acontecimientos que se desarrollaron después, 254 musulmanes, hombres, mujeres y niños, perdieron la vida. La conducta de los dos grupos fue condenada por los órganos oficiales de la comunidad judía y Ben Gurion envió un telegrama al rey Abdullah en el que le pedía perdón y le expresaba sus condolencias.
Todos los escritores que tratan la historia de Israel mencionan los sucesos de Deir Yassir, pero, como cabría esperar, los interpretan en función de sus tendencias y predisposición. Ninguno de los escritores judíos o sionistas con los que he hablado, han tenido nunca la intención de ocultar el horror del incidente. 77. El más o menos neutral, Sykes, recomendado por Chomsky como lectura complementaria, escribe un artículo bastante equilibrado y muestra la intención de estudiar las razones militares detrás de los hechos. Sykes no justifica o excusa a los asaltantes, ni mucho menos, pero les cree cuando aseguran que su ataque iba dirigido a un emplazamiento militar que se alzaba en medio de la aldea, y que habían conminado a los civiles a marcharse antes de que la acción tuviera lugar (p. 416).
Sea como sea, todos los escritores razonables ubican los eventos de Deir Yassir en el contexto de una situación de hostilidades, contexto que Chomsky omite completamente. No menciona, por ejemplo, que, tres días después de los hechos, 77 médicos judíos, enfermeras y personal universitario adjunto, que viajaban en un convoy de la Cruz Roja, fueron emboscados y asesinados por musulmanes. En el mismo periodo ocurrieron muchas otras atrocidades similares, y cualquier observador neutral puede ver que hay parte de culpa en ambos bandos. (Nadie, en el Mundo Árabe, al menos ninguna fuente oficial, expresó nunca sus condolencias por la muerte de los médicos, ni por ningún otro ataque musulmán sobre civiles judíos).
El discurso de Chomsky acerca de Deir Yassir muestra al menos tres rasgos que lo diferencian de lo que debería ser un comentario imparcial. En primer lugar, y en agudo contraste con su forma de tratar el terrorismo islámico en Hebrón o en cualquier otro lugar, describe los acontecimientos de Deir Yassir como una atrocidad sádica, sin provocación previa, por parte de los judíos. A lo largo de su libro, menciona tal "atrocidad" en todo tipo de contextos, pero siempre para tratar de demostrar la completa depravación del movimiento Sionista. En segundo lugar, como acabamos de ver, elimina totalmente el contexto de acciones y reacciones violentas en el que se enmarcan los sucesos de Deir Yassir. Y, en tercero, trata dichos eventos como si fueran la única acción militar digna de mención, durante toda la Guerra de Independencia, lo que convierte a Deir Yassir en un mito y en todo un emblema de la relación árabe-israelí.
Deir Yassir es, para Chomsky y sus colegas, lo que Dresden es para los que tratan de justificar el nazismo. Para los apologistas del Tercer Reich (que, por supuesto, se solapan con muchos "antisionistas"), sólo existe un hecho importante en toda la Segunda Guerra Mundial: el bombardeo aliado de Dresden, en 1945, y las enormes pérdidas de vidas civiles alemanas que acarreó. Los neo-nazis negadores del Holocausto hablan de Dresden como del único Holocausto de toda la guerra. Tanto la de Dresden como la de Deir Yassir fueron terribles tragedias, pero los negadores del Holocausto y los antisionistas, por separado o conjuntamente, conmemoran aquellos hechos, como si su narración mitificada sirviera de castigo para los judíos modernos, y de victoria sobre ellos.
Chomsky termina su Fateful Triangle abrazando la idea del "Complejo de Sansón". Afirma que el mayor conflicto en toda la Tierra, por encima de cualquier otro, es el problema entre palestinos e israelíes. 78. El gobierno y el pueblo del Estado Sionista, dice, se basan en los "textos genocidas de la Biblia" 79 y podrían estar dispuestos a cometer un suicidio nacional y la destrucción del planeta, arrastrando al mundo a una guerra nuclear. "Este ‘Complejo de Sansón’ es algo que no debe tomarse a la ligera". 80
La idea que tiene Chomsky del "Complejo de Sansón", muy al estilo de la de Howard Stein, al que ya mencionamos anteriormente, es, en muchos aspectos, muy parecida a las calumnias medievales contra el pueblo judío. Stein y Chomsky sugieren, implícita y explícitamente, que los judíos son seres terriblemente peligrosos, que no tienen las cualidades humanas del razonamiento y la compasión, y que están poseídos por un odio ciego hacia el resto de la Humanidad. Incluso, a uno de los seguidores de Chomsky, semejante doctrina le pareció demasiado radical. 81
El profesor es algo más cauto que Stein en este asunto. Para Stein, al menos hasta donde he podido entenderle, el "Complejo de Sansón" aflige a los judíos de todo el mundo. Para Chomsky, hay que temer a Israel y a quienes lo apoyan, no a todos los judíos en general. Pero, al igual que Stein, el profesor culpa a las tradiciones religiosas judías, y no al Sionismo, del mencionado "Complejo".
Hemos alcanzado el final de la historia de Chomsky, pero aún queda un asunto en el aire, que quizás algunos lectores encuentren molesto. He descrito la política del profesor en su relación, hasta donde la conozco, con el nazismo, y también he hablado sobre algunos de sus socios: Faurisson, Guillaume, Thion, el Institute for Historical Review… La propaganda de Chomsky es, en sí misma, detestable y, ciertamente, hostil hacia los judíos, pero aún así, no tiene el mismo carácter que la de sus socios. Cuando ellos se muestran abiertamente neo-nazis y anti-semitas, Chomsky se escabulle y se escuda tras fórmulas auto-exculpatorias. Si no fuera por sus socios, estaríamos seguramente tentados de buscar una línea que le separa del antisemitismo organizado.
Tendrá que ser el propio lector el que juzgue, por sí mismo, la opinión que le merecen los amigos políticos de Chomsky. Mi conclusión al respecto es que, sus socios, forman parte de la corriente que trata de justificar el nazismo y que el profesor les ayuda a llevar adelante tal empresa, no como un mero defensor de la libertad de expresión, sino más bien como un entrañable y fiel amigo.
Se han escrito muchas tonterías acerca de la llamada falacia de la "culpabilidad por asociación". Es cierto que, si Chomsky estuviera asociado con Faurisson y Thion en un club de tenis, no se convertiría, por eso, en un neo-nazi. Pero el caso es que hemos visto cómo el profesor ha justificado el discurso revisionista de Faurisson, cómo ha publicado algunos de sus libros con editoras neo-nazis, cómo ha escrito para una revista neo-nazi, cómo los neo-nazis han promocionado algunos de sus libros y cintas, junto con las obras de Joseph Goebbels… Es este entramado de actividades antisemitas y asociaciones neo-nazis, y no sólo las ideas que profesa, las que constituyen el fenómeno Chomsky.
El libro más ambicioso de Chomsky acerca de Israel, publicado en 1983, se titula The Fateful Triangle: The United States, Israel and the Palestinians (El Triángulo Fatídico: Estados Unidos, Israel y los palestinos). Trata de analizar la historia y la situación actual de la disputa entre árabes e israelíes, así como el papel que desempeña Estados Unidos en la misma. Como otros escritos políticos de Chomsky, el que nos ocupa ha sido elogiado ampliamente por sus seguidores, que aplauden su riqueza de "hechos" y su base documental. Además, como ya hemos visto, es un trabajo muy valorado en muchos de los catálogos de libros del antisemitismo organizado.
La violencia entre árabes y judíos –quién hizo qué a quién y cuándo- es, naturalmente, un campo de controversia entre los que escriben desde cada uno de los dos bandos. Hay dos sucesos en la historia reciente de las relaciones entre ambos que siempre han llamado especialmente la atención de investigadores y propagandistas: los disturbios de 1929, en Hebrón y en todas partes, y la Guerra de Independencia de 1948. Se sabe lo bastante de estos sucesos como para que sirvan de piedra de toque a todo el que se dedica a escribir racionalmente acerca del conflicto entre árabes y judíos. Propongo que examinemos el tratamiento que Chomsky dispensa a ambos incidentes, no sólo para estudiar su punto de vista, sino para comprobar si los métodos que emplea son los propios de una mínima objetividad intelectual, o no.
La violencia de 1929
Chomsky dedica dos párrafos, uno en el texto principal y el otro en una larga nota a pie de página, a los hechos que tuvieron lugar en 1929. El texto de la página 90, dice lo siguiente:
[Los musulmanes] nunca aceptaron la legitimidad del punto de vista [de Balfour] y se opusieron a él de distintas formas. Recurrieron repetidamente a la violencia terrorista contra los judíos. El caso extremo ocurrió a finales de Agosto de 1929, cuando 133 judíos fueron masacrados. El "incidente más espantoso" sucedió en Hebrón, donde 60 judíos fueron asesinados, la mayor parte de ellos miembros de una vieja comunidad especialmente antisionista. La policía árabe "se mostró indiferente mientras sus correligionarios musulmanes irrumpieron en la población y llevaron a cabo atrocidades que habrían sido repugnantes incluso para los animales"; y la matanza habría sido todavía mayor, de no haber sido por la valiente intervención de un miembro de la policía británica, cuerpo que padecía una aplastante falta de personal. (4). Muchos judíos fueron salvados por vecinos musulmanes*.
He mostrado las referencias a pie de página, una de ellas marcada con un (4) y la otra con un asterisco. La primera de ellas se encuentra en la página 169 y dice "Ibid, pp. 109-110, 123", una referencia a Crossroads to Israel (Israel en la encrucijada) de Christopher Sykes. La nota marcada con el asterisco se desarrolla entre las páginas 90 y 91 y su texto es el siguiente:
* La masacre fue la respuesta a una manifestación organizada ante el Muro de las Lamentaciones, como oposición a la "arrogancia árabe" "una enorme provocación, incluso para la opinión pública judía" (Flapan, Zionism and the Palestinians, p. 96). Véase Sheean, in Khalidi, From Haven to Conquest, para más información acerca de los informes detallados de algunos testigos. La provocación fue orquestada por Betar, el movimiento juvenil de la organización revisionista de Vladimir Jabotinsky, la precursora del Herut de Begin, el elemento central de la coalición del Likud. El propio nombre "Betar" refleja el cinismo de este movimiento de corte fascista que, en palabras de Flapan, describía a Hitler "como el salvador de Alemania, Mussolini como el genio político del siglo" y, frecuentemente, actuaban de forma coherente con estas proclamas. El nombre es el acrónimo de "Brith Yoseph Trumpeldor" ("El pacto de Joseph Trumpeldor"). Trumpeldor murió defendiendo el asentamiento norteño de Tel Hai, del ataque de un grupo de beduinos; Jabotinsky "se oponía al llamamiento laborista en busca de una movilización para ayudar a los colonos amenazados" (Flapan, p. 104).
Chomsky reconoce aquí que hubo una matanza de judíos en Hebrón y cita a Sykes cuando afirma que fue algo "espantoso". Escribe la palabra "espantoso" y, su uso de la misma, a pesar de que se trata de una cita de Sykes y que la pone entre comillas, pudo servirle más tarde, a él y a sus amigos, como prueba de su sensibilidad ante el sufrimiento de los judíos. Como ya hemos visto, a Chomsky le gustan mucho este tipo de maniobras auto-exculpatorias.
Pero el profesor también se apresura a darnos dos grupos distintos de justificaciones de la matanza de Hebrón a cargo de los árabes. El primero aparece al principio del párrafo principal: los asesinatos eran parte de la "resistencia" de los musulmanes al Plan Balfour, que pretendía establecer una nación judía. 73. El segundo está más elaborado, y comprende a toda la nota marcada con el asterisco: parece ser que la masacre fue "provocada" por una organización juvenil "de corte fascista" llamada Betar.
¿Cómo documenta Chomsky esta acusación de "provocación"?
Cita tres referencias en su nota: a) Simha Flapan, acerca de la importancia de la manifestación de Betar en Jerusalén, b) Vicent Sheean, "testigo presencial" de dicha manifestación y, finalmente, c) Flapan, de nuevo, esta vez en lo que concierne a la naturaleza de Betar.
a) La manifestación de Betar en Jerusalén: Flapan contra los historiadores
Simha Flapan, fallecido recientemente, era un polémico escritor y editor israelí de izquierdas que afirmaba que la manifestación de Betar en 1929 "… condujo a los disturbios y a los sangrientos incidentes". Sin embargo, Flapan menciona dichos incidentes sólo de pasada, no proporciona evidencia alguna para su aseveración y, en cualquier caso, no es ningún historiador experto. Al igual que Marlen, Chomsky cita aquí la opinión no contrastada de un escritor de segunda fila, como si fuera una prueba fehaciente.
Resulta, además, que ya existen estudios acerca de los sucesos de 1929, y que todos ellos toman, como uno de sus puntos de partida, el Informe de la Comisión de Investigación Shaw, creado por el Gobierno Británico. Chomsky no menciona dicho Informe, a pesar de que, probablemente, se trata de la más certera descripción de los hechos que se ha podido realizar, entonces, o ahora.
El libro The Emergence of the Palestinian-Arab National Movement, 1918-1929 (El surgimiento del Movimiento Nacional árabe-palestino), de Y. Porath, puede considerarse como una guía bastante fiable para el estudio de las diferentes afirmaciones sobre el tema. Chomsky profesa un gran respeto a esta obra, y la cita con frecuencia, en su trabajo (página 169), como el texto de una autoridad. Porath se esfuerza en dar una relación de todas las provocaciones, tanto de los judíos como de los árabes, en el periodo anterior a los incidentes de 1929. En lo que respecta a las manifestaciones de Betar, esta es la opinión de Porath:
Aunque es cierto que la manifestación de Betar en el Muro de las Lamentaciones, en Tishea Be-Av (el 15 de Agosto de 1929) provocó una contra-manifestación de árabes al día siguiente, en el mismo lugar, los sangrientos incidentes [de Hebrón] ocurrieron una semana más tarde, y no necesariamente como respuesta a la manifestación judía. (p. 269.)
Porath es bien conocido por sus simpatías hacia el movimiento nacionalista árabe, y Chomsky le cita, dándole su aprobación en lo concerniente a la guerra del Líbano, en las páginas 200, 260 y 334 de su libro. Sin embargo, cuando Porath escribe sobre su mayor especialidad profesional, esto es, la historia árabe-israelí, el profesor prefiere ignorarle.
Es también digno de crítica el hecho de que Chomsky no mencione a Christopher Sykes. El profesor se refiere a él en su texto principal, diciendo que es una autoridad en el estudio de las revueltas de Hebrón, pero no dice nada de la opinión que Sykes mantiene acerca de la relación entre éstas y la supuesta "provocación" de Betar. Lo cierto es que el escenario que pinta Sykes es muy parecido al que describe Porath. En Jerusalén, un chico judío fue asesinado pocos días antes de las gravísimas revueltas. Tanto los judíos como los musulmanes habían estado involucrados en provocaciones. En lo que se refiere a los días inmediatamente anteriores a la manifestación de Betar, Sykes escribe: "el ambiente en Jerusalén se volvía más tenso cada día, y la política del Consejo Supremo Musulmán acerca del Muro de las Lamentaciones, que se basaba en aguijonear a los judíos, tuvo, como se deseaba, el efecto de llevarlos a la exasperación" (p. 136).
El hecho es que todos los historiadores están de acuerdo en que árabes e israelíes se provocaron mutuamente, pero Chomsky, que ignora todo testimonio y favorece sólo el obiter dictum de un periodista, parece que sólo ve culpa en los judíos.
b) Vicent Sheean, testigo presencial
Por supuesto, la manifestación de Betar contó con cientos de "testigos presenciales". Uno de ellos, un periodista norteamericano llamado Vicent Sheean, afirma que su presencia en la manifestación le legitima para emitir un juicio acerca de lo que sucedió una semana más tarde en Hebrón, donde no estuvo. Sheean asegura que, antes de los incidentes de 1929, se consideraba pro-sionista, pero que las manifestaciones de Agosto de aquel año, las cuales, según él, fueron las responsables del baño de sangre que vino después, le convirtieron en un antisionista convencido.
La Comisión Shaw (véase la página 52 de su Informe) interrogó a más de veinte testigos presenciales de los acontecimientos de Jerusalén. Sheean, según él mismo dice en sus escritos, era uno de ellos. Escribe, también, que su testimonio estaba en contradicción con los de otros testigos entrevistados por la Comisión, lo cual tampoco es sorprendente, dado lo poco fiables que suelen ser las narraciones de los testigos oculares. Aún así, el profesor Chomsky cita a Sheaan, y sólo a él, como testigo presencial; la pregunta surge en el acto: ¿por qué lo hace?
Antes de continuar, un breve comentario acerca de cómo Chomsky conoció a Sheean.
Sheean incluyó sus recuerdos de los incidentes de 1929, bajo el título Holy Land (Tierra Santa), en un libro formado por una colección de ensayos de 1935 que llamó Personal History (Historia personal) 74 El libro fue publicado por importantes editoriales norteamericanas y británicas, y está disponible en cualquier biblioteca de investigación. Pero Chomsky no hace referencia a este libro, sino que cita una reedición muy abreviada del trabajo del periodista, en una antología titulada From Haven To Conquest (Del refugio a la conquista), editado por el profesor Walid Khalidi y publicado por el Instituto de Estudios Palestinos de Beirut, en 1971.
Al contrario que Chomsky, el profesor Khalidi no finge una postura neutral entre árabes e israelíes. Dedica su libro "a todos los árabes palestinos bajo la ocupación israelí" y explica cómo hizo la selección de fragmentos de textos para su obra, del siguiente modo: "Cualquier antología es, por definición, selectiva. Los fragmentos de texto en esta antología han sido seleccionados para ilustrar el tema central de la tragedia palestina: el proceso que los sionistas han seguido para arrancar de los árabes el control de Palestina y sus alrededores" (p. xxiv). Naturalmente, en el libro de Khalidi no aparece nada que no "ilustre el tema central". Chomsky usa este trabajo, en su obra, como una de sus fuentes principales, y lo menciona una y otra vez.
Una de las maneras de evaluar la fiabilidad del testimonio de un testigo presencial es determinar la credibilidad de éste. Sheean quiere que le crean, obviamente, no sólo por lo que dice que vio con sus propios ojos, sino por su agudeza y perspicacia a la hora de relacionar lo que vio (Jerusalén) con lo que no vio (Hebrón). Y la versión completa de su testimonio proporciona pistas muy valiosas para determinar su credibilidad.
Entre las páginas 409 y 411, Sheean habla de lo que llama la "herencia de los pogromos" en el pueblo Judío, que observó tanto en Palestina como en cualquier otro lugar: el miedo increíblemente irracional que aquellas gentes tenían a que pudieran hacerles daño por el simple hecho de ser judíos. "Era un estado mental que no había visto nunca antes, y comprenderlo exigía un verdadero esfuerzo de imaginación". (p. 409). Se ve que él no lo comprendió y, lo que consideraba "miedos irracionales", tanto en Palestina como en cualquier otra parte, acaban siendo las razones que esgrime para justificar su sorprendente conversión repentina, del pro-sionismo al antisionismo. Sheean publicó estas observaciones en 1935, antes del Holocausto, pero después de que Hitler llegara al poder en Alemania. Y, por supuesto, no era el único que no fue capaz de apreciar el realismo excepcional del Sionismo de 1929. De cualquier manera, y fuera el único o no, su punto de vista en aquel entonces no dice gran cosa a favor de su calidad como observador bien informado. Quizás por este motivo, estos párrafos no aparecen en la versión de Khalidi del ensayo.
En su texto sin expurgar, Sheean muestra también una gran admiración por Al-Hajj Amin al-Husayni, el Gran Mufti de Jerusalén: "Pero el Gran Mufti mantuvo la calma; cuanto más lo iba conociendo, más cuenta me daba de que se trataba de un hombre de un notable carácter, una extraordinaria serenidad interior y de gran seguridad. Nunca se exaltaba, siempre estaba abierto al razonamiento y nunca rechazaba una sugerencia o un argumento sin antes haberlo examinado cuidadosamente". Cuando publicó estas líneas, en 1935, quizás no sabía que, dos años antes, inmediatamente después de que los nazis llegaran al poder, el Mufti había hecho público su apoyo y admiración al Gobierno de Hitler, especialmente en lo que hacía referencia a sus políticas antisemitas.
Debería haberlo sabido, sin embargo, ya que, como afirmaron todos los testigos bien informados, el Mufti jugó un papel muy importante en el azuzamiento de la violencia de los musulmanes contra los israelíes en la década de los 20.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el Mufti se convirtió en un incordio para los partidarios del bando musulmán. El texto original de Sheean fue, posiblemente, una de las últimas publicaciones en la que un reputado escritor occidental expresaba su admiración por él. En la versión del texto que hizo Khalidi, la citada por Chomsky, se elimina toda alabanza al Mufti. Sin esos párrafos, el lector de Sheean se ve privado de una de las pistas más importantes que conducen a la demostración de la falta de credibilidad de éste.
Resumiendo: Chomsky ignora la bibliografía académica acerca de los disturbios de 1929. Si hubiera mostrado los contenidos de dicha bibliografía a sus lectores, su posición pro-árabe y sus acusaciones antijudías no se tendrían en pie. Cita la declaración de un solo testigo presencial cuando podía haber consultado las de muchos otros y, además, escoge al testigo en cuestión por el hecho de que cuenta con toda una antología de escritos pro-árabes. Para terminar, elimina cualquier información que permita al lector poner en tela de juicio la credibilidad del testigo.
¿Es este el tipo de investigación que se enseña en el MIT?
c) La "fascista" Betar
Chomsky acusa a Betar, una organización juvenil del Revisionismo Sionista, no sólo de que tenían un "estilo fascista", sino de que incluso dedicaban elogios a Hitler, supuestamente como parte de su postura política en 1929 (por supuesto, en aquel año, Hitler aún no había llegado al poder, y apenas se le conocía fuera de Alemania, pero pasemos eso por alto). El profesor cita de nuevo al escritor izquierdista israelí Simha Flapan que, aunque no tenía gran cosa que decir acerca de los incidentes de Hebrón, en una ocasión dedicó un capítulo entero al Revisionismo Sionista.
En el párrafo reproducido antes, Chomsky describe a Betar como "ese movimiento de estilo fascista que, en palabras de Flapan, describía a Hitler como el salvador de Alemania y a Mussolini como el genio político del siglo". El profesor se muestra algo olvidadizo en este tema y no nos cuenta dónde Flapan dice tal cosa. El asunto es que, el israelí, escribió algo ligeramente distinto:
"La violenta campaña anti-laborista, acompañada por una propaganda ponzoñosa, reyertas y violencia física en los dos bandos, creó, en 1930, una situación de preguerra civil [entre el Laborismo y el Revisionismo sionistas]. Los revisionistas trataron de oponerse a la hegemonía laborista, pero les salió el tiro por la culata. Se ganaron la fama de fascistas a fuerza de utilizar una virulenta propaganda antisocialista, por su irrefrenable odio hacia el kibbutzin, sus "asesinatos de reputaciones", la nada velada simpatía de algunos de sus miembros hacia ciertos regímenes autoritarios (describían a Hitler, por ejemplo, como el salvador de Alemania y, a Mussolini, como el genio político del siglo)". Flapan, pp. 111-2.
Chomsky dice que Flapan acusa a toda la organización Betar de apoyar a Hitler y a Mussolini, pero, sin embargo, el escritor israelí sólo dice que las simpatías venían de "ciertos miembros". Esa expresión, "ciertos miembros", que marca la diferencia en el contexto del párrafo y cambia por completo su significado, no aparece en la cita de Chomsky.
¿Es este el tipo de investigación que se enseña en el MIT?
Dejando al margen esta manipulación indignante, sí que es cierto que Flapan mantiene que existía cierta simpatía por Hitler en Betar. ¿Cómo lo sabía? ¿Hasta qué punto podemos considerar a Flapan como un experto en Betar y en el Revisionismo Sionista? Al igual que sucede con Chomsky, el escritor israelí aparece con frecuencia en las citas de propagandistas árabes y antisionistas. Sus artículos se han publicado en revistas que mantienen una opinión hostil a Israel. Sin embargo, a Flapan parece gustarle contar a sus lectores cómo ha llegado a saber lo que dice que sabe, y su obra mantiene cierta integridad. Así, adjunta una breve nota al final de su capítulo sobre los Revisionistas:
"Por falta de tiempo, no he podido examinar y leer detenidamente las fuentes principales. He tenido que basarme en los recuerdos que tengo de hechos que viví y experimenté como miembro del Movimiento Sionista-Socialista, Hashomer Hatzair… He contrastado esos recuerdos con la bibliografía oficial del Partido Revisionista".
Quienes aún tengan recuerdos del movimiento juvenil Sionista de hace cuarenta años, sabrán, como Flapan, que los miembros de Hashomer Hatzair llamaban "fascistas" a Betar, desde luego, y que Betar sabía cómo corresponderles empleando sus propios epítetos. Lo que Flapan pueda recordar sobre aquella niñería de cruce de insultos, nos dice tanto acerca de Hashomer Hatzair, como de Betar. El escritor israelí no cita directamente fuente alguna, ni Revisionista, ni de ninguna otra clase, para respaldar su afirmación de que "ciertos miembros" de Betar admiraban a Hitler. Y podemos estar seguros de que, si hubiera encontrado algún elogio explícito a Hitler en la "bibliografía oficial del Partido Revisionista", la habría mencionado. Pero no lo hace.
Aunque la acusación de Flapan es bastante endeble, se mantiene dentro del polémico estilo de las juventudes sionistas de los años 30. Chomsky va aún más lejos. Elimina la palabra crucial "ciertos", proyecta, hacia los años 20, lo que Flapan describe como que tuvo lugar en los 30, e ignora lo vago de unas evidencias que más parecen rumores. Así, estas maniobras, seguramente mucho más osadas que cualquier cosa que Marlen intentara jamás, proporcionan a Chomsky la prueba de que los judíos que se manifestaron en Jerusalén, en 1929, eran, realmente, iguales que los nazis.
"Los Sionistas son como Hitler", y la cuestión del Mufti
En el libro de Chomsky The Fateful Triangle hay doce referencias a Hitler. En cada una de ellas, se cita alguna actuación judía, comparándola con las del dictador alemán, o se menciona algún rasgo del Estado de Israel o del movimiento Sionista, en términos similares.
En el libro, que trata, ostensiblemente, de la historia de Palestina con Israel y con los árabes, queda claro que a Chomsky le fascina Hitler. Con todo esto, es sorprendente que el profesor haya pasado por alto completamente la corriente política palestina que, por antonomasia, declaró abiertamente su lealtad a Hitler: el Movimiento Nacionalista Árabe liderado por Al-Hajj Amin al-Husayni, el Gran Mufti de Jerusalén. A estas alturas, cualquier colegial sabe del enorme prestigio y poder que el Mufti tenía entre la población musulmana de Palestina en la época del protectorado británico, de su admiración por Hitler, de su destierro por orden de los británicos durante la Segunda Guerra Mundial, de su intención de visitar a Hitler en 1943, de las distancias que, incómodos, los líderes musulmanes actuales tratan de guardar con respecto a cualquier cosa que evoque su nombre...
En el libro de Chomsky no se menciona ni al Mufti ni a su organización, ni tampoco el hecho de que este movimiento podría muy bien haber justificado el miedo entre los judíos; nada que pueda sugerir al lector que existió un Mufti de Jerusalén que colaboró con los nazis. Chomsky hace como el Ministerio de la Verdad en el libro 1984, de George Orwell: ha tirado el nombre del Mufti por un agujero en el que, sin duda, tiene la esperanza de que sea consumido por las llamas. 76
Deir Yassin y otras atrocidades
Chomsky dedica cuatro páginas, de la 94 a la 98, a una sección que titula "La guerra de la Independencia / Conquista" que, en su mayor parte, no contiene nada que pueda asociarse con las refriegas de 1948. Los informes sobre actos violentos se limitan a ciertos fragmentos en las páginas 95 y 96. El profesor plantea el debate mediante la observación imparcial (y autoexculpatoria, por su talante juicioso) de que hubo "terror y violencia en los dos bandos". Pero tal imparcialidad termina desvaneciéndose muy pronto, porque resulta que los dos únicos casos concretos de violencia que comparte con los lectores, tienen a los judíos como culpables. Primero, menciona brevemente una operación de Haganah en Khissas, en diciembre de 1947, indicando que la organización "asesinó a 10 musulmanes, incluyendo a una mujer y cuatro niños". El resto de la sección está dedicada a los acontecimientos en la aldea árabe de Deir Yassir.
Aunque existen multitud de informes sobre lo que sucedió en aquel lugar el 8 de abril de 1948, los hechos fundamentales no admiten discusión. Facciones de dos movimientos de extrema derecha judíos, el Irgun Tsvai Leumi ("Etsel") y el Lokhamei Kherut Yisrael ("Lekhi", también conocido en el extranjero como "la Banda Stern") asaltaron la aldea y, en los acontecimientos que se desarrollaron después, 254 musulmanes, hombres, mujeres y niños, perdieron la vida. La conducta de los dos grupos fue condenada por los órganos oficiales de la comunidad judía y Ben Gurion envió un telegrama al rey Abdullah en el que le pedía perdón y le expresaba sus condolencias.
Todos los escritores que tratan la historia de Israel mencionan los sucesos de Deir Yassir, pero, como cabría esperar, los interpretan en función de sus tendencias y predisposición. Ninguno de los escritores judíos o sionistas con los que he hablado, han tenido nunca la intención de ocultar el horror del incidente. 77. El más o menos neutral, Sykes, recomendado por Chomsky como lectura complementaria, escribe un artículo bastante equilibrado y muestra la intención de estudiar las razones militares detrás de los hechos. Sykes no justifica o excusa a los asaltantes, ni mucho menos, pero les cree cuando aseguran que su ataque iba dirigido a un emplazamiento militar que se alzaba en medio de la aldea, y que habían conminado a los civiles a marcharse antes de que la acción tuviera lugar (p. 416).
Sea como sea, todos los escritores razonables ubican los eventos de Deir Yassir en el contexto de una situación de hostilidades, contexto que Chomsky omite completamente. No menciona, por ejemplo, que, tres días después de los hechos, 77 médicos judíos, enfermeras y personal universitario adjunto, que viajaban en un convoy de la Cruz Roja, fueron emboscados y asesinados por musulmanes. En el mismo periodo ocurrieron muchas otras atrocidades similares, y cualquier observador neutral puede ver que hay parte de culpa en ambos bandos. (Nadie, en el Mundo Árabe, al menos ninguna fuente oficial, expresó nunca sus condolencias por la muerte de los médicos, ni por ningún otro ataque musulmán sobre civiles judíos).
El discurso de Chomsky acerca de Deir Yassir muestra al menos tres rasgos que lo diferencian de lo que debería ser un comentario imparcial. En primer lugar, y en agudo contraste con su forma de tratar el terrorismo islámico en Hebrón o en cualquier otro lugar, describe los acontecimientos de Deir Yassir como una atrocidad sádica, sin provocación previa, por parte de los judíos. A lo largo de su libro, menciona tal "atrocidad" en todo tipo de contextos, pero siempre para tratar de demostrar la completa depravación del movimiento Sionista. En segundo lugar, como acabamos de ver, elimina totalmente el contexto de acciones y reacciones violentas en el que se enmarcan los sucesos de Deir Yassir. Y, en tercero, trata dichos eventos como si fueran la única acción militar digna de mención, durante toda la Guerra de Independencia, lo que convierte a Deir Yassir en un mito y en todo un emblema de la relación árabe-israelí.
Deir Yassir es, para Chomsky y sus colegas, lo que Dresden es para los que tratan de justificar el nazismo. Para los apologistas del Tercer Reich (que, por supuesto, se solapan con muchos "antisionistas"), sólo existe un hecho importante en toda la Segunda Guerra Mundial: el bombardeo aliado de Dresden, en 1945, y las enormes pérdidas de vidas civiles alemanas que acarreó. Los neo-nazis negadores del Holocausto hablan de Dresden como del único Holocausto de toda la guerra. Tanto la de Dresden como la de Deir Yassir fueron terribles tragedias, pero los negadores del Holocausto y los antisionistas, por separado o conjuntamente, conmemoran aquellos hechos, como si su narración mitificada sirviera de castigo para los judíos modernos, y de victoria sobre ellos.
Chomsky termina su Fateful Triangle abrazando la idea del "Complejo de Sansón". Afirma que el mayor conflicto en toda la Tierra, por encima de cualquier otro, es el problema entre palestinos e israelíes. 78. El gobierno y el pueblo del Estado Sionista, dice, se basan en los "textos genocidas de la Biblia" 79 y podrían estar dispuestos a cometer un suicidio nacional y la destrucción del planeta, arrastrando al mundo a una guerra nuclear. "Este ‘Complejo de Sansón’ es algo que no debe tomarse a la ligera". 80
La idea que tiene Chomsky del "Complejo de Sansón", muy al estilo de la de Howard Stein, al que ya mencionamos anteriormente, es, en muchos aspectos, muy parecida a las calumnias medievales contra el pueblo judío. Stein y Chomsky sugieren, implícita y explícitamente, que los judíos son seres terriblemente peligrosos, que no tienen las cualidades humanas del razonamiento y la compasión, y que están poseídos por un odio ciego hacia el resto de la Humanidad. Incluso, a uno de los seguidores de Chomsky, semejante doctrina le pareció demasiado radical. 81
El profesor es algo más cauto que Stein en este asunto. Para Stein, al menos hasta donde he podido entenderle, el "Complejo de Sansón" aflige a los judíos de todo el mundo. Para Chomsky, hay que temer a Israel y a quienes lo apoyan, no a todos los judíos en general. Pero, al igual que Stein, el profesor culpa a las tradiciones religiosas judías, y no al Sionismo, del mencionado "Complejo".
Hemos alcanzado el final de la historia de Chomsky, pero aún queda un asunto en el aire, que quizás algunos lectores encuentren molesto. He descrito la política del profesor en su relación, hasta donde la conozco, con el nazismo, y también he hablado sobre algunos de sus socios: Faurisson, Guillaume, Thion, el Institute for Historical Review… La propaganda de Chomsky es, en sí misma, detestable y, ciertamente, hostil hacia los judíos, pero aún así, no tiene el mismo carácter que la de sus socios. Cuando ellos se muestran abiertamente neo-nazis y anti-semitas, Chomsky se escabulle y se escuda tras fórmulas auto-exculpatorias. Si no fuera por sus socios, estaríamos seguramente tentados de buscar una línea que le separa del antisemitismo organizado.
Tendrá que ser el propio lector el que juzgue, por sí mismo, la opinión que le merecen los amigos políticos de Chomsky. Mi conclusión al respecto es que, sus socios, forman parte de la corriente que trata de justificar el nazismo y que el profesor les ayuda a llevar adelante tal empresa, no como un mero defensor de la libertad de expresión, sino más bien como un entrañable y fiel amigo.
Se han escrito muchas tonterías acerca de la llamada falacia de la "culpabilidad por asociación". Es cierto que, si Chomsky estuviera asociado con Faurisson y Thion en un club de tenis, no se convertiría, por eso, en un neo-nazi. Pero el caso es que hemos visto cómo el profesor ha justificado el discurso revisionista de Faurisson, cómo ha publicado algunos de sus libros con editoras neo-nazis, cómo ha escrito para una revista neo-nazi, cómo los neo-nazis han promocionado algunos de sus libros y cintas, junto con las obras de Joseph Goebbels… Es este entramado de actividades antisemitas y asociaciones neo-nazis, y no sólo las ideas que profesa, las que constituyen el fenómeno Chomsky.