¿Y el “No a la guerra” en Costa de Marfil?
EDITORIAL
La de Costa de Marfil es una de esas innumerables guerras olvidadas contra las que nadie se manifiesta por la simple razón de no estar implicadas en ellas los Estados Unidos de América" El ataque aéreo de Francia, en respuesta a la muerte de nueve de sus soldados por un bombardeo del Gobierno de Costa de Marfil, ha reavivado con crudeza la tensión en el país y ha puesto sobre el tablero de la actualidad, aunque sea fugazmente, una de esas innumerables guerras olvidadas contra las que nadie se manifiesta por la simple razón de no estar implicadas en ellas los Estados Unidos de América.
Aquí vemos en estado puro la hipocresía de las dos varas de medir del antiamericanismo en general y de la izquierda muy en particular. El Gobierno de Chirac, que exigía en 2003 una nueva resolución de la ONU —resolución que su Gobierno se encargaría de impedir— como conditio sine qua non para que los aliados emprendieran su intervención militar contra el régimen genocida de Sadam Husein, era el mismo gobierno que enviaba tropas francesas a su ex colonia en una decisión mucho más “unilateral” que la que trataba de llevar a cabo en esos momentos el conjunto de países democráticos que secundaron a Bush contra la dictadura de Sadam Husein. Ahora —es verdad— su presencia militar en su ex colonia tiene el apoyo de la ONU, pero como también la tiene, y de manera mucho más nítida y reiterada, la presencia de tropas aliadas en Irak.
Esa doble moral ha resultado igualmente repugnante en el caso de esos pseudo-pacifistas y la mayoría de los medios de comunicación, cuyo silencio en el conflicto marfileño y su apoyo al eje franco-alemán deja en evidencia que lo del “no a la guerra” sólo lo utilizan como una irresponsable pero eficaz arma electoral que ellos administran cuando y donde quieren.
Por nuestra parte, no estamos dispuestos a arropar con los dignos ropajes de la palabra “resistencia” a quienes han decidido romper el acuerdo de paz de Linas-Marcoussis, ni vamos a secundar la demagogia antiimperialista de quienes son capaces de asesinar a civiles indefensos por el mero hecho de ser franceses o de saquear e incendiar colegios por esa misma razón. Lo que, desde luego, sí vamos a denunciar es la inmensa hipocresía mediática de quienes, con tal de desgastar a Aznar y Bush, sólo ondean el “no a la guerra” dependiendo de si están o no en la oposición y dependiendo de quién libre las guerras.
CONFLICTO EN EL PRINCIPAL PRODUCTOR MUNDIAL DE CACAO
INFORME: Costa de Marfil, una ex colonia francesa en guerra
El pasado mes de marzo, los antiguos rebeldes de Costa de Marfil y varios partidos de la oposición política se retiraron del Gobierno de "reconciliación nacional" del presidente Gbagbo. Desde entonces el desarme, previsto para el pasado 15 de octubre, está paralizado por la denuncia contra el presidente de incumplir los acuerdos de paz firmados en París en 2003, tras dos años de guerra civil. Al margen de la fuerza multilateral de la ONU, Francia tiene desplegados en su antigua colonia cuatro mil soldados. Ocho de ellos murieron este sábado en el ataque a una base militar. La reacción de Chirac no se hizo esperar y ordenó el derribo de los medios aéreos marfileños. Desde entonces, la tensión sigue en aumento.
(Libertad Digital) Costa de Marfil disfrutó de una economía boyante hasta que a principios de los 80 los precios del cacao, su principal producto de exportación, cayeron, lo que originó el progresivo empobrecimiento del país. Las tensiones crecieron hasta que en las elecciones de 2000 salió elegido el actual presidente Laurent Gbagbo. El jefe de la Junta Militar, Robert Gueï, no acpetó los resultados y dio un golpe de estado pero a los pocos días se exilió.
Entre 2001 y 2003 el país vivió una guerra civil entre los guerrilleros leales al golpista Cgueï y los partidarios del presidente Gbagbo. A mediados del año pasado se firmó una paz, bajo supervisión de la ONU, que todavía está por fraguar en Costa de Marfil.
Presencia de Francia en la ex colonia
En el siglo XVIII, los franceses se establecieron en diferentes puntos de Costa de Marfil. En 1842 crean el Protectorado francés en la región, pero no será hasta 1893 cuando Francia la convierte en una colonia que pasará a ser declarada Sección del África Occidental Francés.
Tras la II Guerra Mundial, comienza la lucha de Costa de Marfil por su independencia y en 1944 el líder político Felix Houphouët-Boigny funda la Unión Democrática Africana para canalizar los esfuerzos independetistas, que fructificaron 16 años después tras el proceso de descolonización que puso en marcha la ONU a finales de los años cincuenta.
En 1960, Felix Houphouët-Boigny proclama la independencia de Costa de Marfil, que deja de ser colonia francesa, y se convierte en el primer presidente del nuevo estado. Desde su nombramiento, mantuvo estrechas relaciones con Francia y se alineó firmemente con los paises del bloque occidental, convirtiéndose en un adversario democrático contra la gran mayoría de nuevos paises africanos que optaban por posiciones socialistas.
Durante los veinte años siguientes, Costa de Marfil mantiene un crecimiento anual medio cercano al diez por ciento llegando a ser el primer productor mundial de cacao y el principal país exportador de piña y aceite de palma. Pero esta bonanza se trastoca en 1980 por la caida de los precios internacionales de dichas materias. El país entra en una grave crisis económica de la que no vuelve a recuperarse.
Del golpe de Estado a la guerra civil
La situación social comienza a deteriorarse a comienzos de 1990. Ese año se celebran elecciones parlamentarias y legislativas con la participación de los partidos de la oposición. Pero es en 1993 cuando muere el presidente Félix Houphouët-Boigny y es sucedido por Henri Konan Bédié, que hereda una situación interna que ya se ha vuelto explosiva.
En 1994, Bédié apoya la devaluación del Franco CFA, decisión que empobrece al país. Ante la inseguridad sobre la limpieza de las elecciones presidenciales de 1995, en las que sale reelegido Bédié, la oposición opta por el boicot. Cinco años más tarde, el 22 de octubre de 2000, y con participación de todos los partidos se celebran nuevas elecciones. Sale elegido el actual presidente Laurent Gbagbo.
Sin embargo, Robert Gueï, jefe de la Junta Militar gobernante rechaza los resultados y en un golpe de estado se autoproclama presidente del país. La represión de las manifestaciones en favor de Laurent Gbagbo causan 180 muertos en Abidjan. Tres días después, el General Robert Guei abandona el cargo y huye con destino desconocido. Laurent Gbagbo retoma el poder y crea un Comité de Mediación para la Reconciliación Nacional, con la presencia de representantes de partidos políticos y religiosos católicos y musulmanes.
Presencia francesa al margen de la fuerza de la ONU
Las tensiones crecientes entre norte y sur cada vez son más importantes y los enfrentamientos durante el 2001 se transforman en guerra abierta durante 2002. Los incidentes violentos se suceden sin tregua y en septiembre del mismo año el enfrentamiento entre los rebeldes y las fuerzas gubernamentales provoca la huida de un millón de personas y la intervención de Francia "para proteger a sus súbditos".
La guerra civil concluye tras dos años con la firma, en enero de 2003, de un acuerdo de paz. Es entonces cuando se crea un Gobierno de Reconciliación Nacional integrado por funcionarios del anterior ejecutivo y representantes de la oposición y los rebeldes leales al golpista militar Robert Gueï. Este Ejecutivo de transición debería desembocar en la convocatoria de elecciones en el año 2005. Antes, el pasado quince de octubre, se tenía que llevar a cabo el desarme definitivo de los leales a Gueï, que no se materializó.
CIENTOS DE MARFILEÑOS PROTEGEN LA CASA PRESIDENCIAL
Residentes españoles en Costa de Marfil piden ayuda a la embajada para ser evacuados
La embajada de España en Costa de Marfil ha informado que un número indeterminado de residentes españoles en la ciudad de Abiyán han pedido ser evacuados ante el aumento los saqueos y la violencia. En otra zona de la capital económica de ese país africano, cientos de seguidores se mantienen frente a las tropas francesas para tratar de proteger la residencia del presidente Laurent Gbagbo.
LD (Agencias) La embajada de España en Costa de Marfil está buscando los medios necesarios para que algunos de los 210 residentes españoles en Abiyán sean evacuados de ese país africano ante el aumento de los saqueos y la violencia.
La delegación diplomática, encabezada por Francisco Elías de Tejada, indicó previamente que un número no determinado ha pedido ayuda a la embajada para ser evacuados. De los 210 residentes españoles registrados, 150 viven en la capital y los 60 restantes habitan en otras zonas del país. Según fuentes diplomáticas, no hay constancia de incidentes graves sufridos por ninguno de los 210 españoles que viven en este país.
En otra parte de la ciudad, cientos de seguidores del presidente Laurent Gbagbo han respondido a un llamamiento de la radio ivoriana para que formen un "escudo humano" que proteja la vivienda del presidencial. Los manifestantes se han situado frente a los soldados y vehículos franceses que rodean la residencia. Según un reportero de la agencia de noticias Reuters, se han oído tiros, al parecer procedentes de las tropas francesas han disparado al aire para dispersar la concentración.
La capital económica había amanecido bajo una tensa calma, incluso en el denominado barrio administrativo y de negocios, Le Plateau. Tampoco se registraba circulación de taxis y autobuses, salvo algunos vehículos militares. En la zona cuatro, un barrio mitad residencial mitad industrial situado cerca del puerto y muy afectado por la ola de pillajes de los días anteriores, no se registraba ninguna actividad.
Los seguidores de Laurent Gbagbo creen que los soldados franceses están apoyando a los rebeldes que preparan un golpe de Estado. La radio de Estado marfileña, estrechamente controlada por el poder, sigue pidiendo a los habitantes que se dirijan "masivamente" a hotel que se encuentra a un kilómetro de la casa presidencial.
Análisis: Francia pierde influencia en la convulsionada Costa de Marfil
La antigua metrópoli podría quemarse, y mucho, tras haber quedado atrapada entre dos fuegos en su "patio trasero" africano.
El rápido y eficiente ataque militar en Costa de Marfil, un país en crisis, ha calmado la situación y ha impedido, de momento, la guerra civil. Pero en París no se hacen ilusiones: Francia pierde influencia en el Africa negra y Costa de Marfil es un buen ejemplo de ello.
"El divorcio", titula "France Soir" hoy al referirse a los disturbios antifranceses.
Todavía impresionados por las imágenes de violencia, muchos franceses se preguntan qué va a pasar ahora. El líder de partido liberal UDF, Fran‡ois Bayrou, instó al gobierno a "clarificar" su proceder. Hasta el diario "Figaro", próximo al gobierno, exigió un fin a la autoritaria política exterior del presidente y un verdadero debate sobre la política africana.
Casi 11.000 soldados tiene Francia desplegados en Africa, desde Senegal, paraíso turístico, hasta Gabón, tierra rica en petróleo, pasando por la estratégicamente impotante Yibuti, en la entrada del mar Rojo. La mitad de las tropas se encuentran ahora en Costa de Marfil que, de lejos, es una de las naciones más importantes (ligada al euro) del Africa Occidental.
Los franceses fueron siempre bien recibidos, aun después de la independencia en 1960. Dos tercios de las empresas privadas se encuentran en manos galas. Crearon un milagro económico que atrajo a millones de inmigrantes de los países vecinos y en los años 90 a los marfileños les gustaba llamarse "los franceses de Africa".
Pero la situación ha cambiado desde entonces. Como reacción a los millones de inmigrantes de Mali y Burkina Faso, más de un cuarto de habitantes, entre los marfileños fermentó un nacionalismo de tintes racistas que también ha descompuesto los lazos con Francia.
De repente lo "marfileño" se ha convertido en un argumento importante en la disputa por puestos de trabajo o cargos políticos. "París todavía no ha entendido el surgimiento de esta corriente nacionalista, especialmente entre las clases más pobres en el sur", afirma el politólogo Michel Galy.
Además, la relación también se ha visto lastrada por las disputas internas en Francia. Cuando en 1999 tuvo lugar "el golpe de Estado navideño", el presidente Jacques Chirac quiso asistir militarmente al gobierno, pero el primer ministro, Lionel Jospin -su rival socialista en las presidenciales-, se opuso. Para muchos marfileños, aquello fue un golpe: en la necesidad no se puede confiar en la madre patria.
Y mayor fue la decepción en el segundo golpe de Estado, en 2002. Pese a que los rebeldes recibían apoyo del extranjero (Libia y Burkina Faso), Chirac no se decidió a repeler a los agresores, tal como se estipula en el pacto de ayuda firmado con Costa de Marfil.
Con el apoyo de Naciones Unidas, obligó al presidente, Laurent Gbagbo, a adoptar una solución política que dividió al país y cimentó el dominio insurgente en el norte del país. Mientras los rebeldes consideran a los franceses como los enemigos, porque impiden su avance hacia el sur, Gbagbo acusa a París de haber violado el acuerdo. "Los marfileños se siente traicionados", afirma Galy, Francia está atrapada por el fuego sin poder apagarlo.
Olor a chamusquina
Carlos Semprún Maura
El problema es que Francia no da para más, ni militar ni políticamente Los problemas que Francia encuentra en Costa de Marfil no pueden compararse con los de Estados Unidos en Irak, ni con las guerras de Bosnia o Kosovo. El problema es que Francia no da para más, ni militar ni políticamente. El lenguaje y la propaganda, sin embargo, se parecen bastante; los marfileños, ya sean los partidarios del maquiavélico presidente Gbagbo o sus oponentes del norte denuncian el imperialismo francés y su política colonialista, mientras que los franceses, bueno, sus políticos, hablan de paz y del amparo de la ONU. En esto no hay diferencias políticas, todos a una, unidos en torno a la nacionalista arrogancia francesa exigen que los ciudadanos e intereses galos sean protegidos.
¿Cuáles son exactamente esos intereses? Cuando, hace unos dos años, Francia envió tropas para proteger a sus compatriotas lo hizo sin el visto bueno de la ONU. Al poco logró el salvoconducto emitido por Koffi Anan y hoy, las tropas francesas se escudan detrás de la bandera onusina aunque disparen en nombre y a órdenes de París. Este fin de semana se repitieron las protestas –muy violentas– antifrancesas en Costa de Marfil, especialmente en la capital Abdijan. Los soldados del presidente Gbagbo atacaron al ejército francés ocasionándoles 9 muertos y varios heridos. Nadie sabe cuántos soldados marfileños se han dejado la vida en la refriega. Entretanto, otros jóvenes patriotas y civiles se entregaron a la destrucción de escuelas, centros culturales y comerciales franceses. En algunos casos hasta atacaron domicilios particulares de ciudadanos franceses. El gobierno de París ha pedido que nadie se mueva y ha reforzado la presencia militar en el país africano. El pasado lunes el presidente Gbagbo, siempre tan zorro, lanzó un mensaje para apaciguar los ánimos que, por ahora, parece haber surtido efecto. Veremos lo que ocurre en los próximos días.
El presidente Chirac, que fue el único jefe de Estado occidental que asistió al entierro del tirano sirio Hafed El-Assad, fue el único jefe de Estado europeo que se negó a asistir al almuerzo en honor del primer ministro interino iraquí, invitado formalmente por la Unión Europea. En cambio se fue al hospital donde agoniza el jefe terrorista Arafat. En relación con Arafat me llamó la atención una anécdota que pasó totalmente desapercibida. El enviado especial de una cadena de televisión gala en Ramala dijo, en una conexión en directo con los estudios parisinos, que en la ciudad palestina no pasaba nada y que sus habitantes estaban "como siempre". La presentadora, una joven periodista, se puso frenética: "¡Cómo que no pasa nada cuándo el líder palestino, que encarna la resistencia, se debate entre la vida y la muerte!", y le recriminó "¡Eso no puede ser". El corresponsal, supongo que temiendo su más que probable despido, empezó a balbucear que claro, que los palestinos de Ramala estaban inquietos, preocupados, y que si no se notaba en la calle es que "la procesión iba por dentro". Parece claro. Los palestinos de a pie ya han enterrado, sin pena ni gloria, a su "líder histórico". Los que aún se aferran a él y no quieren enterrarlo son los europeos, bueno, ciertos europeos.
El eclipse
César VIDAL
Quizá sea una impresión mía y como tantas otras precisamente por ello equivocada, pero tengo la sensación de que estamos viviendo un eclipse. Me refiero no a que no se vea la luz del Sol –aunque como Maragall logre que se transfiera su gestión a las comunidades autónomas ya podemos dar por fundido al astro rey– sino a que parece que los progres brillan por su ausencia. Entiéndaseme bien. No me refiero a los que han incrustado en los medios de comunicación del Estado para que hagan los mismos programas de hace un cuarto de siglo. Tampoco apunto a los que ocupan ya puestos en direcciones, ministerios y portavocías. No. Yo señalo más bien a aquellas masas que se lanzaron a la calle con la pegatina del «No a la guerra» y se autoconstituyeron en conciencia de la España oprimida por un Gobierno, el del PP, que creó más de cuatro millones de puestos de trabajo y recompuso el desaguisado económico perpetrado por el PSOE durante casi década y media. Recuerdo que en aquellas muchedumbres había catedráticos de dudosa solvencia científica, actrices de escasa vis cómica, cantantes de garganta cascada y periodistas que pensaban –¡pobres!– que eran treinta años más jóvenes. Eran, así, a bulto, unos cuantos y, sin embargo, no los veo. Esperé encontrarme con ellos en multitudinarias protestas contra el abandono del Sahara ante la agresión marroquí que han protagonizado Rodríguez Zapatero y Moratinos. Soñaba yo con ver gritar a determinado actor mientras su madre leía un manifiesto contra el imperialismo moro y algún presunto especialista en Rusia que no sabe ruso disparaba contra la agresión alauita. Cuál no sería mi sorpresa cuando se produjo el eclipse. Esperé también que se lanzaran a plazas y callejones en protesta por el envío de tropas a Haití bajo mando francés, pero, una vez más, eclipse total. Y entonces vino lo de Costa de Marfil. En este país africano, Francia está librando una terrible guerra colonial en la que las bajas se multiplican mucho más que en Iraq. Como es habitual en Francia, ni ha consultado a la ONU, ni le importa un bledo lo que pueda pensar la UE, ni necesita ningún respaldo internacional para desembarcar y repartir cera. De hecho, o mucho me equivoco, o en Costa de Marfil también acabará dirigiendo un verdadero genocidio como en Ruanda. Ahora sí, me dije yo. Ahora sí que se echarán a la calle y dirán lo de la unilateralidad y la resolución de la ONU y... Me equivoqué otra vez. Ni uno –se dice pronto– ni uno de los que se manifestaron en contra de acabar con la dictadura terrible de Sadam Husein ha dicho ni pío sobre Costa de Marfil. Quizá es que están muy ocupados en los nuevos puestos, o en administrar subvenciones. Quizá. O quizá, simplemente, es que los Derechos Humanos les han importado siempre un pito y lo que aborrecen es cualquier intento de defender Occidente de una amenaza histórica desde el comunismo al islam.
Francia-Costa de Marfil
Fin del sueño colonial
Alberto Míguez
Lo que está sucediendo estos días en Costa de Marfil podría interpretarse ni más ni menos como un taimado mensaje de Bush a su "amigo" Jacques Chirac. Donde las dan, las toman El sueño colonial que convirtió a Costa de Marfil en la más próspera, estable y presentable neo-colonia emancipada de Francia en el África subsahariana puede estar viviendo sus últimas semanas. La situación en la capital del país es caótica y algunas regiones se hallan completamente en manos de la guerrilla del Norte.
Las luchas tribales entre betés (la tribu del presidente Laurent Bagbo), diulas y mosis han alcanzado una ferocidad inédita. En la capital, Abidján –una urbe moderna y próspera–, la "caza al francés" o al blanco se ha convertido en un deporte popular que el contingente galo "Licorne" intenta a duras penas controlar. Nadie excluye que estas escaramuzas sean el prolegómeno de una guerra generalizada entre las poblaciones del norte, musulmanas y de origen burkinés (de Burkina Fasso) y las fuerzas armadas "regulares" del presidente Gbagbo, convertido ahora en paradójico partidario de que las tropas francesas se mantengan en el país tras haber lanzado a sus milicias (los "jóvenes patriotas") contra los casi veinte mil colonos allí instalados, que, entre otras cosas, se encargan de gestionar las plantaciones de café y cacao, el mejor del mundo. Costa de Marfil es todavía una suculenta factoría colonial para la metrópoli. Pero tal vez no dure mucho.
El modelo marfileño ha entrado en crisis como sucedió en otros países francófonos del África subsahariana. Sin demasiada razón, el régimen de Gbagbo acusa a Chirac de intentar derrocarlo cuando en realidad lo que hace es sostenerlo. El presidente actual sigue siendo el hombre de París y se mantiene en el poder gracias a la presencia militar gala.
La crisis es más profunda y afecta al modelo de los proconsulados posterior a la independencia que funcionó muy bien en la segunda mitad del siglo pasado bajo el estricto control de Francia. Países como Senegal, Mali, Congo-Brazzaville, Gabon, Burkina Fasso y un largo etc, son ejemplos de este modelo a la deriva
Costa de Marfil funcionó tan bien durante tantos años –los de Houphuet Boigny, el viejo, amigo íntimo del general De Gaulle– que se enseñaba a las visitas. Pero ahora se acabó. Francia deberá sustituir cuanto antes al procónsul, un demagogo con ciertos rasgos de demencia por otro menos incómodo como, por ejemplo, el economista Alessaane Uattara, que fue ya primer ministro, que ganó unas elecciones amañadas por Gbagbo y se encuentra ahora exiliado en Francia. Uattara es inteligente, sumiso y tiene una magnífica vitola internacional (fue vicedirector del FMI) que le convierte en el hombre de la crisis. Pero su madre era burkinesa y por tanto no es "marfileño" de pura cepa, lo que le convierte en un individuo peligroso y, por tanto, no elegible. Para colocarlo en el Palacio presidencial de Abidján, Francia deberá desprenderse de Gbagbo y sus "jóvenes patriotas", armados y furiosos. Lo que supondrá mucha más sangre y la destrucción inevitable del aparato productivo del país, ya bastante afectado.
Hay quienes ven en la lucha entre el presidente actual y su oponente Uattara una batalla de envergadura entre una Francia que se retira y unos Estados Unidos que se colocan porque tienen intereses estratégicos –y económicos– en la región. Lo que está sucediendo estos días en Costa de Marfil podría interpretarse ni más ni menos como un taimado mensaje de Bush a su "amigo" Jacques Chirac. Donde las dan, las toman. Por de pronto los "jóvenes patriotas" marfileños saquean y matan enarbolando una enseña americana. Por algo será.
EDITORIAL
La de Costa de Marfil es una de esas innumerables guerras olvidadas contra las que nadie se manifiesta por la simple razón de no estar implicadas en ellas los Estados Unidos de América" El ataque aéreo de Francia, en respuesta a la muerte de nueve de sus soldados por un bombardeo del Gobierno de Costa de Marfil, ha reavivado con crudeza la tensión en el país y ha puesto sobre el tablero de la actualidad, aunque sea fugazmente, una de esas innumerables guerras olvidadas contra las que nadie se manifiesta por la simple razón de no estar implicadas en ellas los Estados Unidos de América.
Aquí vemos en estado puro la hipocresía de las dos varas de medir del antiamericanismo en general y de la izquierda muy en particular. El Gobierno de Chirac, que exigía en 2003 una nueva resolución de la ONU —resolución que su Gobierno se encargaría de impedir— como conditio sine qua non para que los aliados emprendieran su intervención militar contra el régimen genocida de Sadam Husein, era el mismo gobierno que enviaba tropas francesas a su ex colonia en una decisión mucho más “unilateral” que la que trataba de llevar a cabo en esos momentos el conjunto de países democráticos que secundaron a Bush contra la dictadura de Sadam Husein. Ahora —es verdad— su presencia militar en su ex colonia tiene el apoyo de la ONU, pero como también la tiene, y de manera mucho más nítida y reiterada, la presencia de tropas aliadas en Irak.
Esa doble moral ha resultado igualmente repugnante en el caso de esos pseudo-pacifistas y la mayoría de los medios de comunicación, cuyo silencio en el conflicto marfileño y su apoyo al eje franco-alemán deja en evidencia que lo del “no a la guerra” sólo lo utilizan como una irresponsable pero eficaz arma electoral que ellos administran cuando y donde quieren.
Por nuestra parte, no estamos dispuestos a arropar con los dignos ropajes de la palabra “resistencia” a quienes han decidido romper el acuerdo de paz de Linas-Marcoussis, ni vamos a secundar la demagogia antiimperialista de quienes son capaces de asesinar a civiles indefensos por el mero hecho de ser franceses o de saquear e incendiar colegios por esa misma razón. Lo que, desde luego, sí vamos a denunciar es la inmensa hipocresía mediática de quienes, con tal de desgastar a Aznar y Bush, sólo ondean el “no a la guerra” dependiendo de si están o no en la oposición y dependiendo de quién libre las guerras.
CONFLICTO EN EL PRINCIPAL PRODUCTOR MUNDIAL DE CACAO
INFORME: Costa de Marfil, una ex colonia francesa en guerra
El pasado mes de marzo, los antiguos rebeldes de Costa de Marfil y varios partidos de la oposición política se retiraron del Gobierno de "reconciliación nacional" del presidente Gbagbo. Desde entonces el desarme, previsto para el pasado 15 de octubre, está paralizado por la denuncia contra el presidente de incumplir los acuerdos de paz firmados en París en 2003, tras dos años de guerra civil. Al margen de la fuerza multilateral de la ONU, Francia tiene desplegados en su antigua colonia cuatro mil soldados. Ocho de ellos murieron este sábado en el ataque a una base militar. La reacción de Chirac no se hizo esperar y ordenó el derribo de los medios aéreos marfileños. Desde entonces, la tensión sigue en aumento.
(Libertad Digital) Costa de Marfil disfrutó de una economía boyante hasta que a principios de los 80 los precios del cacao, su principal producto de exportación, cayeron, lo que originó el progresivo empobrecimiento del país. Las tensiones crecieron hasta que en las elecciones de 2000 salió elegido el actual presidente Laurent Gbagbo. El jefe de la Junta Militar, Robert Gueï, no acpetó los resultados y dio un golpe de estado pero a los pocos días se exilió.
Entre 2001 y 2003 el país vivió una guerra civil entre los guerrilleros leales al golpista Cgueï y los partidarios del presidente Gbagbo. A mediados del año pasado se firmó una paz, bajo supervisión de la ONU, que todavía está por fraguar en Costa de Marfil.
Presencia de Francia en la ex colonia
En el siglo XVIII, los franceses se establecieron en diferentes puntos de Costa de Marfil. En 1842 crean el Protectorado francés en la región, pero no será hasta 1893 cuando Francia la convierte en una colonia que pasará a ser declarada Sección del África Occidental Francés.
Tras la II Guerra Mundial, comienza la lucha de Costa de Marfil por su independencia y en 1944 el líder político Felix Houphouët-Boigny funda la Unión Democrática Africana para canalizar los esfuerzos independetistas, que fructificaron 16 años después tras el proceso de descolonización que puso en marcha la ONU a finales de los años cincuenta.
En 1960, Felix Houphouët-Boigny proclama la independencia de Costa de Marfil, que deja de ser colonia francesa, y se convierte en el primer presidente del nuevo estado. Desde su nombramiento, mantuvo estrechas relaciones con Francia y se alineó firmemente con los paises del bloque occidental, convirtiéndose en un adversario democrático contra la gran mayoría de nuevos paises africanos que optaban por posiciones socialistas.
Durante los veinte años siguientes, Costa de Marfil mantiene un crecimiento anual medio cercano al diez por ciento llegando a ser el primer productor mundial de cacao y el principal país exportador de piña y aceite de palma. Pero esta bonanza se trastoca en 1980 por la caida de los precios internacionales de dichas materias. El país entra en una grave crisis económica de la que no vuelve a recuperarse.
Del golpe de Estado a la guerra civil
La situación social comienza a deteriorarse a comienzos de 1990. Ese año se celebran elecciones parlamentarias y legislativas con la participación de los partidos de la oposición. Pero es en 1993 cuando muere el presidente Félix Houphouët-Boigny y es sucedido por Henri Konan Bédié, que hereda una situación interna que ya se ha vuelto explosiva.
En 1994, Bédié apoya la devaluación del Franco CFA, decisión que empobrece al país. Ante la inseguridad sobre la limpieza de las elecciones presidenciales de 1995, en las que sale reelegido Bédié, la oposición opta por el boicot. Cinco años más tarde, el 22 de octubre de 2000, y con participación de todos los partidos se celebran nuevas elecciones. Sale elegido el actual presidente Laurent Gbagbo.
Sin embargo, Robert Gueï, jefe de la Junta Militar gobernante rechaza los resultados y en un golpe de estado se autoproclama presidente del país. La represión de las manifestaciones en favor de Laurent Gbagbo causan 180 muertos en Abidjan. Tres días después, el General Robert Guei abandona el cargo y huye con destino desconocido. Laurent Gbagbo retoma el poder y crea un Comité de Mediación para la Reconciliación Nacional, con la presencia de representantes de partidos políticos y religiosos católicos y musulmanes.
Presencia francesa al margen de la fuerza de la ONU
Las tensiones crecientes entre norte y sur cada vez son más importantes y los enfrentamientos durante el 2001 se transforman en guerra abierta durante 2002. Los incidentes violentos se suceden sin tregua y en septiembre del mismo año el enfrentamiento entre los rebeldes y las fuerzas gubernamentales provoca la huida de un millón de personas y la intervención de Francia "para proteger a sus súbditos".
La guerra civil concluye tras dos años con la firma, en enero de 2003, de un acuerdo de paz. Es entonces cuando se crea un Gobierno de Reconciliación Nacional integrado por funcionarios del anterior ejecutivo y representantes de la oposición y los rebeldes leales al golpista militar Robert Gueï. Este Ejecutivo de transición debería desembocar en la convocatoria de elecciones en el año 2005. Antes, el pasado quince de octubre, se tenía que llevar a cabo el desarme definitivo de los leales a Gueï, que no se materializó.
CIENTOS DE MARFILEÑOS PROTEGEN LA CASA PRESIDENCIAL
Residentes españoles en Costa de Marfil piden ayuda a la embajada para ser evacuados
La embajada de España en Costa de Marfil ha informado que un número indeterminado de residentes españoles en la ciudad de Abiyán han pedido ser evacuados ante el aumento los saqueos y la violencia. En otra zona de la capital económica de ese país africano, cientos de seguidores se mantienen frente a las tropas francesas para tratar de proteger la residencia del presidente Laurent Gbagbo.
LD (Agencias) La embajada de España en Costa de Marfil está buscando los medios necesarios para que algunos de los 210 residentes españoles en Abiyán sean evacuados de ese país africano ante el aumento de los saqueos y la violencia.
La delegación diplomática, encabezada por Francisco Elías de Tejada, indicó previamente que un número no determinado ha pedido ayuda a la embajada para ser evacuados. De los 210 residentes españoles registrados, 150 viven en la capital y los 60 restantes habitan en otras zonas del país. Según fuentes diplomáticas, no hay constancia de incidentes graves sufridos por ninguno de los 210 españoles que viven en este país.
En otra parte de la ciudad, cientos de seguidores del presidente Laurent Gbagbo han respondido a un llamamiento de la radio ivoriana para que formen un "escudo humano" que proteja la vivienda del presidencial. Los manifestantes se han situado frente a los soldados y vehículos franceses que rodean la residencia. Según un reportero de la agencia de noticias Reuters, se han oído tiros, al parecer procedentes de las tropas francesas han disparado al aire para dispersar la concentración.
La capital económica había amanecido bajo una tensa calma, incluso en el denominado barrio administrativo y de negocios, Le Plateau. Tampoco se registraba circulación de taxis y autobuses, salvo algunos vehículos militares. En la zona cuatro, un barrio mitad residencial mitad industrial situado cerca del puerto y muy afectado por la ola de pillajes de los días anteriores, no se registraba ninguna actividad.
Los seguidores de Laurent Gbagbo creen que los soldados franceses están apoyando a los rebeldes que preparan un golpe de Estado. La radio de Estado marfileña, estrechamente controlada por el poder, sigue pidiendo a los habitantes que se dirijan "masivamente" a hotel que se encuentra a un kilómetro de la casa presidencial.
Análisis: Francia pierde influencia en la convulsionada Costa de Marfil
La antigua metrópoli podría quemarse, y mucho, tras haber quedado atrapada entre dos fuegos en su "patio trasero" africano.
El rápido y eficiente ataque militar en Costa de Marfil, un país en crisis, ha calmado la situación y ha impedido, de momento, la guerra civil. Pero en París no se hacen ilusiones: Francia pierde influencia en el Africa negra y Costa de Marfil es un buen ejemplo de ello.
"El divorcio", titula "France Soir" hoy al referirse a los disturbios antifranceses.
Todavía impresionados por las imágenes de violencia, muchos franceses se preguntan qué va a pasar ahora. El líder de partido liberal UDF, Fran‡ois Bayrou, instó al gobierno a "clarificar" su proceder. Hasta el diario "Figaro", próximo al gobierno, exigió un fin a la autoritaria política exterior del presidente y un verdadero debate sobre la política africana.
Casi 11.000 soldados tiene Francia desplegados en Africa, desde Senegal, paraíso turístico, hasta Gabón, tierra rica en petróleo, pasando por la estratégicamente impotante Yibuti, en la entrada del mar Rojo. La mitad de las tropas se encuentran ahora en Costa de Marfil que, de lejos, es una de las naciones más importantes (ligada al euro) del Africa Occidental.
Los franceses fueron siempre bien recibidos, aun después de la independencia en 1960. Dos tercios de las empresas privadas se encuentran en manos galas. Crearon un milagro económico que atrajo a millones de inmigrantes de los países vecinos y en los años 90 a los marfileños les gustaba llamarse "los franceses de Africa".
Pero la situación ha cambiado desde entonces. Como reacción a los millones de inmigrantes de Mali y Burkina Faso, más de un cuarto de habitantes, entre los marfileños fermentó un nacionalismo de tintes racistas que también ha descompuesto los lazos con Francia.
De repente lo "marfileño" se ha convertido en un argumento importante en la disputa por puestos de trabajo o cargos políticos. "París todavía no ha entendido el surgimiento de esta corriente nacionalista, especialmente entre las clases más pobres en el sur", afirma el politólogo Michel Galy.
Además, la relación también se ha visto lastrada por las disputas internas en Francia. Cuando en 1999 tuvo lugar "el golpe de Estado navideño", el presidente Jacques Chirac quiso asistir militarmente al gobierno, pero el primer ministro, Lionel Jospin -su rival socialista en las presidenciales-, se opuso. Para muchos marfileños, aquello fue un golpe: en la necesidad no se puede confiar en la madre patria.
Y mayor fue la decepción en el segundo golpe de Estado, en 2002. Pese a que los rebeldes recibían apoyo del extranjero (Libia y Burkina Faso), Chirac no se decidió a repeler a los agresores, tal como se estipula en el pacto de ayuda firmado con Costa de Marfil.
Con el apoyo de Naciones Unidas, obligó al presidente, Laurent Gbagbo, a adoptar una solución política que dividió al país y cimentó el dominio insurgente en el norte del país. Mientras los rebeldes consideran a los franceses como los enemigos, porque impiden su avance hacia el sur, Gbagbo acusa a París de haber violado el acuerdo. "Los marfileños se siente traicionados", afirma Galy, Francia está atrapada por el fuego sin poder apagarlo.
Olor a chamusquina
Carlos Semprún Maura
El problema es que Francia no da para más, ni militar ni políticamente Los problemas que Francia encuentra en Costa de Marfil no pueden compararse con los de Estados Unidos en Irak, ni con las guerras de Bosnia o Kosovo. El problema es que Francia no da para más, ni militar ni políticamente. El lenguaje y la propaganda, sin embargo, se parecen bastante; los marfileños, ya sean los partidarios del maquiavélico presidente Gbagbo o sus oponentes del norte denuncian el imperialismo francés y su política colonialista, mientras que los franceses, bueno, sus políticos, hablan de paz y del amparo de la ONU. En esto no hay diferencias políticas, todos a una, unidos en torno a la nacionalista arrogancia francesa exigen que los ciudadanos e intereses galos sean protegidos.
¿Cuáles son exactamente esos intereses? Cuando, hace unos dos años, Francia envió tropas para proteger a sus compatriotas lo hizo sin el visto bueno de la ONU. Al poco logró el salvoconducto emitido por Koffi Anan y hoy, las tropas francesas se escudan detrás de la bandera onusina aunque disparen en nombre y a órdenes de París. Este fin de semana se repitieron las protestas –muy violentas– antifrancesas en Costa de Marfil, especialmente en la capital Abdijan. Los soldados del presidente Gbagbo atacaron al ejército francés ocasionándoles 9 muertos y varios heridos. Nadie sabe cuántos soldados marfileños se han dejado la vida en la refriega. Entretanto, otros jóvenes patriotas y civiles se entregaron a la destrucción de escuelas, centros culturales y comerciales franceses. En algunos casos hasta atacaron domicilios particulares de ciudadanos franceses. El gobierno de París ha pedido que nadie se mueva y ha reforzado la presencia militar en el país africano. El pasado lunes el presidente Gbagbo, siempre tan zorro, lanzó un mensaje para apaciguar los ánimos que, por ahora, parece haber surtido efecto. Veremos lo que ocurre en los próximos días.
El presidente Chirac, que fue el único jefe de Estado occidental que asistió al entierro del tirano sirio Hafed El-Assad, fue el único jefe de Estado europeo que se negó a asistir al almuerzo en honor del primer ministro interino iraquí, invitado formalmente por la Unión Europea. En cambio se fue al hospital donde agoniza el jefe terrorista Arafat. En relación con Arafat me llamó la atención una anécdota que pasó totalmente desapercibida. El enviado especial de una cadena de televisión gala en Ramala dijo, en una conexión en directo con los estudios parisinos, que en la ciudad palestina no pasaba nada y que sus habitantes estaban "como siempre". La presentadora, una joven periodista, se puso frenética: "¡Cómo que no pasa nada cuándo el líder palestino, que encarna la resistencia, se debate entre la vida y la muerte!", y le recriminó "¡Eso no puede ser". El corresponsal, supongo que temiendo su más que probable despido, empezó a balbucear que claro, que los palestinos de Ramala estaban inquietos, preocupados, y que si no se notaba en la calle es que "la procesión iba por dentro". Parece claro. Los palestinos de a pie ya han enterrado, sin pena ni gloria, a su "líder histórico". Los que aún se aferran a él y no quieren enterrarlo son los europeos, bueno, ciertos europeos.
El eclipse
César VIDAL
Quizá sea una impresión mía y como tantas otras precisamente por ello equivocada, pero tengo la sensación de que estamos viviendo un eclipse. Me refiero no a que no se vea la luz del Sol –aunque como Maragall logre que se transfiera su gestión a las comunidades autónomas ya podemos dar por fundido al astro rey– sino a que parece que los progres brillan por su ausencia. Entiéndaseme bien. No me refiero a los que han incrustado en los medios de comunicación del Estado para que hagan los mismos programas de hace un cuarto de siglo. Tampoco apunto a los que ocupan ya puestos en direcciones, ministerios y portavocías. No. Yo señalo más bien a aquellas masas que se lanzaron a la calle con la pegatina del «No a la guerra» y se autoconstituyeron en conciencia de la España oprimida por un Gobierno, el del PP, que creó más de cuatro millones de puestos de trabajo y recompuso el desaguisado económico perpetrado por el PSOE durante casi década y media. Recuerdo que en aquellas muchedumbres había catedráticos de dudosa solvencia científica, actrices de escasa vis cómica, cantantes de garganta cascada y periodistas que pensaban –¡pobres!– que eran treinta años más jóvenes. Eran, así, a bulto, unos cuantos y, sin embargo, no los veo. Esperé encontrarme con ellos en multitudinarias protestas contra el abandono del Sahara ante la agresión marroquí que han protagonizado Rodríguez Zapatero y Moratinos. Soñaba yo con ver gritar a determinado actor mientras su madre leía un manifiesto contra el imperialismo moro y algún presunto especialista en Rusia que no sabe ruso disparaba contra la agresión alauita. Cuál no sería mi sorpresa cuando se produjo el eclipse. Esperé también que se lanzaran a plazas y callejones en protesta por el envío de tropas a Haití bajo mando francés, pero, una vez más, eclipse total. Y entonces vino lo de Costa de Marfil. En este país africano, Francia está librando una terrible guerra colonial en la que las bajas se multiplican mucho más que en Iraq. Como es habitual en Francia, ni ha consultado a la ONU, ni le importa un bledo lo que pueda pensar la UE, ni necesita ningún respaldo internacional para desembarcar y repartir cera. De hecho, o mucho me equivoco, o en Costa de Marfil también acabará dirigiendo un verdadero genocidio como en Ruanda. Ahora sí, me dije yo. Ahora sí que se echarán a la calle y dirán lo de la unilateralidad y la resolución de la ONU y... Me equivoqué otra vez. Ni uno –se dice pronto– ni uno de los que se manifestaron en contra de acabar con la dictadura terrible de Sadam Husein ha dicho ni pío sobre Costa de Marfil. Quizá es que están muy ocupados en los nuevos puestos, o en administrar subvenciones. Quizá. O quizá, simplemente, es que los Derechos Humanos les han importado siempre un pito y lo que aborrecen es cualquier intento de defender Occidente de una amenaza histórica desde el comunismo al islam.
Francia-Costa de Marfil
Fin del sueño colonial
Alberto Míguez
Lo que está sucediendo estos días en Costa de Marfil podría interpretarse ni más ni menos como un taimado mensaje de Bush a su "amigo" Jacques Chirac. Donde las dan, las toman El sueño colonial que convirtió a Costa de Marfil en la más próspera, estable y presentable neo-colonia emancipada de Francia en el África subsahariana puede estar viviendo sus últimas semanas. La situación en la capital del país es caótica y algunas regiones se hallan completamente en manos de la guerrilla del Norte.
Las luchas tribales entre betés (la tribu del presidente Laurent Bagbo), diulas y mosis han alcanzado una ferocidad inédita. En la capital, Abidján –una urbe moderna y próspera–, la "caza al francés" o al blanco se ha convertido en un deporte popular que el contingente galo "Licorne" intenta a duras penas controlar. Nadie excluye que estas escaramuzas sean el prolegómeno de una guerra generalizada entre las poblaciones del norte, musulmanas y de origen burkinés (de Burkina Fasso) y las fuerzas armadas "regulares" del presidente Gbagbo, convertido ahora en paradójico partidario de que las tropas francesas se mantengan en el país tras haber lanzado a sus milicias (los "jóvenes patriotas") contra los casi veinte mil colonos allí instalados, que, entre otras cosas, se encargan de gestionar las plantaciones de café y cacao, el mejor del mundo. Costa de Marfil es todavía una suculenta factoría colonial para la metrópoli. Pero tal vez no dure mucho.
El modelo marfileño ha entrado en crisis como sucedió en otros países francófonos del África subsahariana. Sin demasiada razón, el régimen de Gbagbo acusa a Chirac de intentar derrocarlo cuando en realidad lo que hace es sostenerlo. El presidente actual sigue siendo el hombre de París y se mantiene en el poder gracias a la presencia militar gala.
La crisis es más profunda y afecta al modelo de los proconsulados posterior a la independencia que funcionó muy bien en la segunda mitad del siglo pasado bajo el estricto control de Francia. Países como Senegal, Mali, Congo-Brazzaville, Gabon, Burkina Fasso y un largo etc, son ejemplos de este modelo a la deriva
Costa de Marfil funcionó tan bien durante tantos años –los de Houphuet Boigny, el viejo, amigo íntimo del general De Gaulle– que se enseñaba a las visitas. Pero ahora se acabó. Francia deberá sustituir cuanto antes al procónsul, un demagogo con ciertos rasgos de demencia por otro menos incómodo como, por ejemplo, el economista Alessaane Uattara, que fue ya primer ministro, que ganó unas elecciones amañadas por Gbagbo y se encuentra ahora exiliado en Francia. Uattara es inteligente, sumiso y tiene una magnífica vitola internacional (fue vicedirector del FMI) que le convierte en el hombre de la crisis. Pero su madre era burkinesa y por tanto no es "marfileño" de pura cepa, lo que le convierte en un individuo peligroso y, por tanto, no elegible. Para colocarlo en el Palacio presidencial de Abidján, Francia deberá desprenderse de Gbagbo y sus "jóvenes patriotas", armados y furiosos. Lo que supondrá mucha más sangre y la destrucción inevitable del aparato productivo del país, ya bastante afectado.
Hay quienes ven en la lucha entre el presidente actual y su oponente Uattara una batalla de envergadura entre una Francia que se retira y unos Estados Unidos que se colocan porque tienen intereses estratégicos –y económicos– en la región. Lo que está sucediendo estos días en Costa de Marfil podría interpretarse ni más ni menos como un taimado mensaje de Bush a su "amigo" Jacques Chirac. Donde las dan, las toman. Por de pronto los "jóvenes patriotas" marfileños saquean y matan enarbolando una enseña americana. Por algo será.
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