sábado, 15 de diciembre de 2007

Aunque fuera chico como un mantel

El puerto o la vida
Por Marcos Aguinis

Publicado en el diario argentino La Nación el 14 de diciembre

Hace poco tuvo lugar el Encuentro de Annápolis para relanzar las negociaciones árabe-israelíes, con más expectativas que buenos resultados. Para entender mejor esa frustración, propongo un breve recordatorio.
En medio de la persecución nazi un judío alemán se encontró con su agente de viajes, que no era racista. Le explicó su urgencia por huir del país. Convinieron en reunirse durante la noche en la oficina del agente. Se sentaron junto a un enorme globo terráqueo y se dedicaron a identificar los puertos donde podría encontrar refugio. No identificaron uno solo que aceptase con facilidad refugiados judíos. Tras hacer girar la mole varias veces, el cliente le preguntó: “¿No tendría otro globo?”
Esta anécdota responde a una verdad histórica. El 15 de mayo de 1939, pocos meses antes de empezar la guerra, el vapor Saint Louis, con casi un millar de refugiados, zarpó de Hamburgo con destino a La Habana, donde podrían desembarcar con visas transitorias. Pero al llegar a destino, sus esperanzas se trizaron: las autoridades del país habían decidido cancelar el permiso. Entonces la nave enfiló hacia la península de Florida e intentó bajar a sus angustiados pasajeros en Fort Loderdale. Desde la Casa Blanca, empero, había llegado una orden del presidente Roosevelt –¡nada menos que del presidente Roosevelt!– que prohibía el desembarco. Eran indeseables. Entonces el capitán del barco rumbeó hacia la cercana Miami, donde confiaba burlar las guardias costeras. Tampoco lo pudo hacer, porque la decisión presidencial había encendido todas las alertas. Abrumado por la frustración, el patétito Saint Louis regresó a Alemania. Y sus pasajeros terminaron en los campos de exterminio.
No fue el único caso. El 3 de junio de 1939 zarpó el Orinoco, que tuvo la misma mala suerte. Más adelante, el vapor Fralde llegó a Veracruz, México, donde tampoco se aceptó a los refugiados. Los ejemplos siguen.
No voy a ser políticamente correcto. El más repugnante ejemplo –me duele manifestarlo– fue el de Gran Bretaña, un imperio que había recibido el Mandato sobre Palestina por decisión unánime de la Liga de las Naciones, en 1922, con la explícita misión de ayudar a erigir un Hogar Nacional Judío. Esa iniciativa fue saludada con beneplácito hasta por varios líderes nacionalistas árabes, como el rey Feisal de Irak, que agasajó a Jaim Weizman, líder del movimiento sionista.
Pero Gran Bretaña se instaló allí para quedarse. Desde el siglo XIX los judíos ya habían comenzado la reconstrucción del país desolado por la erosión y el abandono, como narran viajeros de la época. Habían contribuido con las fuerzas aliadas en la expulsión de los otomanos. Y pretendían la independencia. Entonces Gran Bretaña amputó dos tercios del territorio y creó el reino hashemita de Transjordania, donde quedaba prohibido que se instalase un solo judío. Los ingleses tienen el nefasto privilegio de haber creado el primer país Judenrein (limpio de judíos), antes de que los nazis se obsesionaran con el tema. Luego, hicieron todo lo posible para obstruir la creación del Hogar Nacional Judío, limitando la inmigración, facilitando el ataque de bandas terroristas y azuzando el enfrentamiento étnico.
Durante la segunda Guerra Mundial los judíos de Palestina compartieron la decisión del Mahatma Gandhi para la India: apoyar a los ingleses y postergar la reivindicación nacional para después de la conflagración. Pero los aliados, pese a esa contribución, no practicaron la reciprocidad: se negaron a bombardear las vías que llevaban a los campos de exterminio y los ingleses cerraron con siete llaves el ingreso de refugiados judíos a Palestina. En 1945, Gran Bretaña creó en El Cairo la Liga Árabe para preservar su influencia en la región.
El Holocausto, en contra de versiones superficiales, no conmovió al mundo. Siguieron cerrados los puertos del planeta para la inmigración judía, pese a los espectros que emergían de los campos de la muerte. El presidente Truman se avino a recibir sólo unos millares de niños. Y Gran Bretaña lanzó otro Libro Blanco para bloquear, casi por completo, el desembarco en Palestina de las frágiles barcazas que llenaban el Mediterráneo con sobrevivientes de la masacre. El Estado judío ya era una realidad a pesar del poder colonial, con ciudades, kibutzim, universidades, teatros, orquestas, caminos, instituciones administrativas y una reforestación febril. Luchaba por su emancipación con uñas y dientes.
En 1947, Londres presentó en las Naciones Unidas el caso de Palestina, que ya le resultaba ingobernable, con la esperanza de ahogar las pretensiones sionistas. Se constituyó una Comisión Especial integrada por países pequeños, de los cuales tres eran latinoamericanos: Guatemala, Uruguay y Perú. Su trabajo minucioso terminó con un Plan de Partición en dos Estados, uno judío y otro árabe, que debían coexistir y mantener estrechos vínculos económicos. Era la primera iniciativa de mercado común, un hito de la historia. Las fronteras de ambos Estados fueron diseñadas con ecuanimidad en base a la distribución demográfica, es decir, un Estado judío donde predominaban los judíos y un Estado árabe donde predominaban los árabes. La mayor parte del territorio desierto fue asignado al Estado judío porque sus habitantes ya demostraban perseverancia para hacerlo florecer.
Pese a que la mayoría de los lugares vinculados con la historia de Israel, marcados en la Biblia, quedaban fuera del Estado judío, la dolorosa iniciativa fue aceptada por el movimiento sionista. Ben Gurión había dicho que se necesitaba un Estado independiente con mayoría judía, aunque “tuviese el tamaño de un mantel”, para que se dispusiera de un puerto donde recibir a las víctimas de persecuciones incesantes.
El 29 de noviembre pasado se han cumplido 60 años de un acontecimiento bisagra de la historia mundial. Las Naciones Unidas, por una mayoría superior a los dos tercios, aprobó la Partición de Palestina. Durante la dramática votación se mantuvo en vilo a gran parte del planeta. Todas las radios estaban encendidas para escuchar el angustiante escrutinio. Presidía la Asamblea el embajador Osvaldo Aranha, representante de Brasil. Cuando finalizó con una categórica claridad, los ciudadanos del inminente Estado judío independiente se lanzaron a las calles para bailar en rondas toda la noche. Pero los Estados árabes profirieron amenazas. Querían abortar ese proyecto: “Habrá una matanza que convertirán en risa las efectuadas por los mongoles”, prometió el secretario general de la Liga. Luego se acuñó la expresión de “arrojar todos los judíos al mar”. El ex Mufti de Jerusalén, Haj Amin El Husseini, que había viajado a lamerle el traste a Hitler y a Ante Pavelic, con quienes se fotografió en Berlín y Zagreb, cumpliría por fin su promesa: concretar “la solución final” en el Medio Oriente.
En estos 60 años han pasado infinidad de horrores, injusticias y desencuentros. Pero se está volviendo a la sabiduría de la Partición votada en aquel inolvidable 29 de noviembre de 1947. Dos Estados para dos pueblos que deben convivir lado a lado, en un territorio que ambos aman y no están dispuestos a abandonar. Si el liderazgo árabe hubiese acatado la resolución de las Naciones Unidas, permitiendo que se proclamase la independencia de un Estado árabe en Palestina, de la misma forma que lo hicieron los judíos, hoy se estarían celebrando también sus 60 años de independencia. Y, más importante aún, no hubieran existido tantas guerras, sufrimiento y desolación. ¿Hacía falta que transcurriesen seis décadas y ríos de sangre para llegar al mismo punto de partida? Es lo que se barajó en Annápolis.
En aquellos años, Gran Bretaña, para no dar tiempo a que los judíos pudiesen prepararse para enfrentar a los Estados vecinos, adelantó su retiro. En lugar de agosto de 1948, lo hizo el 14 de mayo. Los judíos enseguida proclamaron la Independencia de Israel y ofrecieron la paz. Israel no fue el producto directo del Holocausto ni un obsequio de las grande potencias. No existiría si sus habitantes no lo hubiesen edificado y defendido.
Los árabes no querían la independencia de Palestina, sino el exterminio de los judíos. Y atacaron sin piedad. Siria, Egipto y Transjordania apetecían quedarse con trozos de ese territorio, como en efecto aconteció después. La lucha fue impiadosa y los judíos sufrieron el mayor número de bajas de todas las guerras padecidas desde entonces. No tenían ni un solo tanque, ni un solo avión. Sabían que no iban a convertirse en refugiados siquiera, sino en cadáveres. Entonces pelearon con desesperación, espoleados por el recuerdo de las matanzas anteriores. Las potencias se negaban a venderles armas, porque no era buen negocio vender algo a quien pronto terminaría borrado de la faz de la tierra.
Esa conflagración insensata y fanática, no deseada por Israel, finalizó con un Estado judío más amplio que el asignado por la Partición de 1947. En los últimos días del conflicto las tropas israelíes ganaban en todos los frentes, ante el pánico que se produjo en los seis ejército invasores por la heroica resistencia. Los judíos pudieron apropiarse de más territorios, entraron y salieron de la Franja de Gaza y estaban en condiciones de reconquistar Jerusalén Este. Pero llegaron ofertas de paz por parte del rey Abdullah de Transjordania, con quien se reunió en secreto Golda Meir. El gobierno israelí decidió evitarle la humillación de quitarle esa parte de la ciudad. Por desgracia no se firmó la paz porque el rey fue asesinado.
Las fronteras del cese de fuego establecidas entonces no las ha reconocido nadie. Transjordania se apropió de Cisjordania y cambió su nombre por el de Jordania (a ambos lados del bíblico río). Esto fue aceptado y reconocido sólo por Gran Bretaña y Paquistán. Durante los 19 años en que Jordania ocupó Cisjordania, y Egipto la Franja de Gaza, nunca se manifestó el propósito de erigir en esos territorios un Estado árabe independiente.
Cifras de diversos orígenes afirman que se produjeron 400 o 600 u 800 mil refugiados palestinos. ¿No hay responsabilidad de los Estados árabes agresores por esa enorme tragedia? En lugar de recibirlos como hermanos, los encerraron en campamentos inmundos y pidieron una caudalosa ayuda internacional para seguir manteniéndolos en la miseria, el odio y la ilusión del retorno. Para peor, para vengarse expulsaron a cientos de miles de judíos arraigados en Siria, Irak, Egipto, Libia, Yemen, Túnez, hasta convertirse en países Judenrein, como desearon los nazis. Ahora acusan a Israel de limpieza étnica, pero en Israel vive una activa minoría árabe que alcanza el 20% de la población, con derechos civiles, diputados en el Congreso, intendentes, académicos en las universidades y hasta diplomáticos en el servicio exterior. Un árabe musulmán llegó a vicecanciller. ¿Algo semejante ocurre en los países árabes?
Sigo pecando de políticamente incorrecto. Denuncio que ni en el reciente Encuentro de Annápolis ni en ningún otro Foro se menciona la deuda de los Estados árabes con sus hermanos de Palestina, que sufren porque estos Estados han violado la ecuánime resolución de las Naciones Unidas. Es irritante señalarlo, lo sé. Pero es irrefutable. Muchos países árabes nadan en petrodólares y son responsables de las sucesivas catástrofes cometidas en estos 60 años. Se lavan las manos y sólo exigen soluciones a Israel. En Annápolis volvió a ponerse de manifiesto su fanatismo antisemita. ¿Por qué? Porque no se trata sólo de reivindicaciones territoriales. Aunque algunos aceptan de mala gana que exista Israel, se resisten a considerarlo un Estado judío, como había dispuesto la Liga de Naciones en 1922 y las Naciones Unidas en 1947. Es asombroso, pero siguen empecinados en esta tesitura discriminatoria. La Conferencia Islámica contiene 57 Estados musulmanes y la Liga Arabe 22. Los judíos, en cambio, no tienen derecho ni a uno solo, aunque sea pequeño. La “causa” árabe-musulmana no quiere entender que la historia judía exige un lugar, aunque chico como un mantel, pero con mayoría claramente judía, capaz de tener un puerto donde recibir a sus hermanos caídos en desgracia. Este es, a mi juicio, la testaruda piedra en el zapato que más interferirá en la llegada de una solución definitiva.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Honrando a los miembros del Irgun asesinados por los británicos

LOS ACUSADOS SE CONVIERTEN EN ACUSADORES: las palabras de los jóvenes soldados del Irgún Tzvaí Leumí antes de ser ahorcados por los británicos
A mediados de marzo de 1947, los ingleses en Palestina sentenciaron a la horca a un miembro del grupo Stern (Moshé Barazani) y en abril a otro joven del Irgún: Meir Feinstein, quien fuera condenado a muerte por participar en la voladura de un depósito del ferrocarril de Jerusalén (utilizado por el régimen británico para transportar armas). Meir Feinstein, como todos los judíos acusados por los británicos, se negó a formar parte en los procedimientos del juicio y pronunció las siguientes palabras ante la “corte de justicia”:

“Oficiales del ejército invasor: un régimen basado en cadalsos, esa es la imagen que vosotros tenéis de este país, predestinado a servir de faro para la humanidad. Vuestra ceguera os hace creer que a través de un régimen así podréis conseguir quebrar el espíritu de nuestro pueblo. Pero muy pronto comprenderéis vuestro error, descubriréis que tenéis que quebrar acero, acero templado por el amor y el odio; amor a la patria y la libertad, y odio al invasor.
Debéis estar realmente ciegos. ¿No veis acaso contra quién tendréis que luchar? ¿Pensáis verdaderamente que nos asustaremos por los cadalsos? ¿Pensáis asustarnos a nosotros, acostumbrados a escuchar el chirrido de las ruedas de los coches en que transportaban a nuestros hermanos y padres, y a lo mejor de nuestro pueblo, a las cámaras de la muerte? A nosotros, que nos venimos repitiendo: por qué el destino nos dejó vivos en esta tierra y nos trató diferentemente a tantos de nuestros hermanos en Europa.
Y la respuesta para ello es sólo una: seguimos viviendo, pero no para hacerlo temiendo un nuevo Treblinka o agachando la cabeza ante nuestro verdugo. Quedamos con vida para asegurar que la vida, la libertad y el honor será nuestro próximo destino, y el de nuestra nación y el de la generación que tiene que nacer. Quedamos con vida para impedir que aquél horror se repita y suceda lo que pueda llegar a suceder bajo vuestro régimen de terror y sangre.
Aprendimos nuestra lección y pagaremos caro por ella. Pero hemos aprendido que hay un modo de vida que es peor que la muerte y que hay una muerte que es prerrequisito para la vida.
Si no sois capaces de ver que esta es una nación que no tiene otra cosa que perder más que los hierros de la esclavitud, nada más que la “esperanza” de otro Maidanek, entonces debéis estar enceguecidos por la Providencia que quiere haceros compartir el destino de todos los grandes imperios que lucharon contra el pueblo judío. Asiria, Babilonia, Atenas, Roma, España y Alemania trataron antes que ustedes y fracasaron. Vosotros compartiréis su tumba.
Eso es lo que quería deciros, a vosotros, oficiales británicos y a vuestros superiores. Quería deciros que fracasaréis al igual que Hitler. Que recuperaremos la dignidad robada al pueblo de Israel.
En cuanto a nosotros, sabemos muy bien como todo ello va en camino de terminarse. Sabemos que nuestro pueblo será libre y que sus opresores se verán obligados a retirarse con vergüenza. Estamos en calma, más aún somos felices. Pues no hay mayor felicidad para una persona, que saber con certeza que contribuye a la realización de un gran ideal.
Oíd, oficiales británicos, repetidlo a vuestros superiores, que están ciegos y no ven la inscripción en la pared, decidles que en este país ha nacido una nueva generación, de las cenizas de la Shoá ha nacido una nueva generación de judíos que ama la vida, pero ama más aún la libertad, una generación que terminará con la tiranía nazi-británica, una generación que dejará de temerle a sus perseguidores, una generación que enfrentará a sus enemigos y no se encerrará en guetos, una generación que conquistará su independencia al precio de su vida. Con sangre y fuego Judea cayó; con sangre y fuego Judea se levantará. Y el Dios que ayudó a David a vencer a Goliat, ayudará a los descendientes de David… ¡Viva el pueblo judío! ¡Viva la patria judía! ¡Viva la libertad!”.

No había pasado un mes de esta declaración y ya los británicos se preparaban para asesinar a esos dos luchadores judíos, Meir Feinstein y Moshé Barazani. El 23 de abril, debían marchar hacia el cadalso. Para mantenerlo en secreto, decidieron esta vez no llevar a los prisioneros a Acre. Para evitar que se repitiera la indignación causada por el hecho de no haber prestado asistencia religiosa a Gruner y sus camaradas antes de su ejecución (Dov Gruner había sido otro combatiente hebreo ahorcado por los británicos), esta vez los ingleses llamaron al rabino Goldman durante la noche y lo llevaron a la prisión de Jerusalén.
Mientras el rabino se preparaba para ir a la celda de los condenados, se arregló para decirle a su mujer que le alcanzara el libro en el que figuraba la oración por Sión. Ella comprendió, ya no bien su esposo abandonó la casa, lo que estaba sucediendo y le informó al Dr. Herzog sobre la inminencia de las ejecuciones.
Cuando los condenados vieron entrar en su celda al rabino, comprendieron que su fin se acercaba. Después del servicio religioso, el rabino permaneció con ellos conversando durante un cierto tiempo. Ellos lo instaron a regresar a su hogar y, al decirles el rabino Goldman que pensaba pasar la noche en la prisión y volvería a visitarlos, le rogaron que no lo hiciera. Entonces antes de que Goldman se retirara del lugar, le pidieron que fumara con ellos un cigarrillo y, en ese momento, probablemente lograron sacarle, sin que él se apercibiera, su cajita de fósforos; luego cantaron juntos el Hatikva y todos los prisioneros del lugar siguieron el himno con sus coros. Pocos minutos más tarde, mientras el rabino Goldman permanecía en la sala de espera, se oyó una terrible explosión.
El pánico cundió enseguida, pues en un primer momento se pensó que la prisión era atacada desde afuera. Poco después se vio una gruesa columna de humo, surgiendo de la celda de los dos jóvenes condenados. Al entrar en ella los oficiales británicos pudieron ver a Feinstein y Barazani abrazados sin vida en medio de un charco de sangre. Poco más tarde se dieron cuenta de que los jóvenes se habían explotado en sus corazones una granada que había sido ocultada en una naranja. En realidad los jóvenes pensaban en un principio utilizarla contra ellos mismos y sus verdugos al mismo tiempo, en el momento en que fueran llevados a la horca (como hizo Sansón con los filisteos), pero al ver que el rabino Goldman los iba a acompañar en su recorrido hasta el patíbulo, decidieron no hacer eso para evitar una muerte inocente, por lo que optaron por suicidarse dentro de la celda muriendo como héroes. Su heroísmo es motivo de orgullo hasta el día de hoy, representan el triunfo sobre el cadalso.

Evocación de los Héroes Muertos
El primer aniversario de la muerte de A. Habib, M. Nakar y Yacov Weiss (tres combatientes del Irgún ahorcados por los británicos a mediados de 1947), tuvo lugar pocos meses después de la declaración de independencia del Estado de Israel. Menajem Beguin, último comandante del Irgún Tzvaí Leumí durante la rebelión final, emergía de la clandestinidad y junto con centenares de soldados del Irgún (que luego se unieron a las filas del Ejército de Defensa de Israel), tomó parte de una peregrinación a las tumbas de estos mártires en Safed y pronunció allí este discurso:
“Hemos venido desde todos los rincones del país y aquí estamos de pie ante vosotros con nuestros corazones llenos de temblor, resignación y emoción. Hemos venido a informaros que el condenado brazo que os arrebató de entre nosotros está quebrado y que el opresor gobierno británico ha sido sacado de nuestra patria.
Los verdugos que os llevaron al cadalso han sido expulsados. El país está libre de la ocupación británica. Se han establecido las bases para la independencia judía. Ha surgido el Estado de Israel y miles de soldados judíos están listos para expulsar al enemigo actual y cumplir con la esperanza judía de independizar todo el territorio.
Valientes soldados se reunieron hoy, llegando desde Jerusalem, la Ciudad Eterna, desde Negba, desde el Norte, de la bulliciosa Tel Aviv, desde Natania, Haifa, la ciudad del futuro y de todos los confines de nuestra patria.
Valientes soldados: vuestros hermanos en armas, liberadores de la prisión de Acre y liberadores de la misma tierra a quienes vosotros defendisteis con vuestras vidas, todos ellos y nosotros, venimos hoy a traeros noticias de nuestra victoria.
Vuestro trabajo ha sido recompensado. Vuestro sacrificio no ha sido en vano. Vuestra sangre no fue derramada en vano! Pues habéis triunfado, pues el cruel enemigo que quiso exterminar a nuestro pueblo, fue finalmente detenido por vosotros y vuestros hermanos combatientes, siendo extirpado de nuestra tierra.
Vuestros hermanos os informan que vuestro sueño se ha visto cumplido. Tenemos hoy un ejército y un gobierno judío! Tenemos la esperanza de que nuestra generación contemple la liberación de todo vuestro territorio. No estáis solos en estos montes de Galilea. Vosotros decretasteis la suerte del opresor asaltando su bastilla. A vuestro lado descansan los cuatro hombres que fueron al cadalso con un canto de fe y libertad, y no lejos de aquí descansa vuestro otro hermano, el primero de nuestros mártires nacionales, el primero que cumplió con la consigna “Lamut o Lijbosh et Haar” (morir o conquistar la montaña), el gran Shlomo Ben Yosef.
No lejos de allí descansan los héroes de la Galilea que cayeron en la reciente guerra de independencia contra los invasores árabes y los que cayeron hace muchos años. Ninguno de ellos cedió antes de perder su última gota de sangre.
Seguramente conversáis entre vosotros durante las noche, vosotros los que moristeis con muerte de héroes en nuestro tiempo y los diez mártires de la antigüedad. Una cadena de oro os liga a todos. Por todas las noches, vuestras almas se comunican y conversan sobre el futuro de esa Galilea y de todo el país, y el futuro del pueblo eterno tan perseguido y tan tenaz.
Pero cuando vosotros habláis, no es la voz de la lamentación y la amargura la que se escucha, sino todo lo contrario, un himno de esperanza y de gloria se levanta hacia los cielos. En virtud de esa esperanza, es que surgieron en nuestros días héroes tales como ni se habían visto desde los días de Rabi Akiva y Bar Kojba (últimos rebeldes hebreos en caer ante el grito final de rebelión que lanzó Judea contra Roma). En virtud de esa esperanza se renovaron en nuestra patria esos días de gloria de nuestra antigüedad.
Desde las profundidades de la pena judía, surgieron los que asaltaron las fortalezas enemigas y aquellos que fueron al cadalso con una canción en sus labios.
Es por eso que las voces que se escuchaban aquí en la noche no son de lamentación, sino de alegría y júbilo, tanto las de vuestros jóvenes héroes actuales, como las de vuestros venerados padres.
Nosotros no avergonzamos a nuestros antepasados ni abandonamos la senda señalada por ellos. Y si muchos cayeron en el camino, otros ocuparon su lugar y levantaron bien alta la bandera de la liberación. Podemos pues informaros que la visión por la cual vosotros caísteis ha sido completamente realizada. Vosotros, montañas de Galilea, que habéis recibido los cuerpos de los héroes judíos durante setenta generaciones, sabed que os hemos liberado para siempre. Gracias a esa sagrada sangre, la corona del Hermón será vuestra.

Miembros y soldados del Irgún. Atención! Ante las tumbas de nuestros mártires juremos fidelidad a Jerusalem, liberada del todo y por cuya liberación ellos dieron la vida.
“Si yo te olvido, oh Jerusalem, séquese mi diestra”

lunes, 19 de noviembre de 2007

El Eje del Mal VI

La Estrategia de la Deslegitimación del Estado Judío (Parte 5)
Daniel Maoz
(daniel.maoz101@yahoo.com)

Introducción
En esta, mi ultima nota de investigación acerca de las diferentes estrategias que implementa el "eje del mal" contra el Estado de Israel y su sociedad.
Presentare, quizás, aquella estrategia que mayor polémica presenta, pero que, sin dudas, sus resultados son nebulosos, poco claros, e incluso convincentes para aquellos que no poseen información.
El objetivo a largo plazo de aquellos que han impuesto el odio como política es idéntica a la guerra de desgaste de los terroristas suicidas: cohetes y misiles y los secuestros de ciudadanos y soldados israelíes. La destrucción de Israel por todos los medios, incluso algunos de ellos, aceptados por la "comunidad internacional" como aquellas máximas entendidas en el marco de lo "políticamente correcto".
Este artículo intentará presentar, explicar y demostrar que la amenaza que pesa sobre el Estado de Israel no pasa sólo a través de las armas, sino también de las palabras y la diplomacia. Esta estrategia es la punta de lanza del eje Irán-Hamas, Hizballah y la Jihad Internacional (denominada popularmente "Al Qaeda")
Tres premisas de partida resultan necesarias para hacer frente a la amenaza existencial:

1- Aceptación racional que reza acerca de la legitimidad de existencia del Estado de Israel como Estado Judío.

2- El Estado de Israel debe gozar de buenas relaciones con la sociedad internacional en general, y con las comunidades judías en particular.

3- El Estado Judío surge en determinada constelación internacional a través de una votación de la comunidad internacional

La conclusión de estas tres premisas, teniendo en cuenta la amenaza actual, necesita de una estrategia común a ser implementada por la Diáspora Judía y el Estado de Israel: aunar fuerzas, comprender las amenazas y enfrentarlas

Desarrollo
Una peligrosa combinación de hechos en el terreno sufre Israel: la letal doctrina del régimen iraní, expresada en decenas de oportunidades en los últimos años, y el desarrollo de armamento nuclear por parte del mismo. Pero las reiteradas declaraciones del presidente iraní, Mahmud Ahjmadinejad, acerca la necesidad de "borrar al estado sionista del mapa", puede abrir más de una posibilidad, más allá del potencial peligro de uso de armamento atómico contra el Estado Judío. Si bien un artefacto nuclear, o varios de ellos, no logran la destrucción de un estado, la política de deslegitimación del eje del mal genera un peligro de índole existencial para Israel. Justamente, debido a que la amenaza de una bomba es visible, puede observarse, sentirse y medirse, tiende el ser humano a obviar las amenazas subliminales, aquellas que se ocultan detrás de conceptos, informaciones, fotografías.

"La Política de la Implosión"
La coalición de Deslegitimación del estado de Israel pone en peligro la existencia misma del Estado Judío. Esta coalición presenta diferentes y variados actores. Los actores principales son el fundamentalismo islámico, sunita (Hamas) y chiíta (Irán-Hizballah). El punto que esta en juego para ellos, que intentan demostrar como un mal generado a la humanidad, es el carácter judío del Estado de Israel. Es decir, no es la política de defensa de Israel la que es criticada, sino su mera existencia. Esto puede ser definido como "deslegitimación básica". Los fundamentos mismos del estado del pueblo judío son el objetivo a destruir.
El fenómeno de la implosión habla de la necesidad de generar la destrucción de Israel "desde adentro", es decir, no una fuerza militar será la que ponga fin a la existencia de Israel (ni siquiera un arma nuclear), sino la falta de legitimidad que caracterice la existencia de Israel en ojos de la sociedad israelí, de los pueblos de la región, las comunidades judías en el exterior y, por ultimo, la comunidad internacional.
La "coalición de deslegitimación del Estado de Israel" [1] (o más claramente "Antisionismo") está compuesta por embajadores o funcionario iraníes en diversos países, especialmente en Europa, América Latina, África y Lejano Oriente, grupos de "izquierda-fascista", intelectuales del mismo orden, que se proclaman abierta o sutilmente por la desaparición del Estado de Israel. Ejemplos de esta extraña unión ideológica entre "izquierdas" locales y un régimen totalitario como el régimen iraní, han sido revelados ante los ojos de las comunidades judías especialmente durante la guerra de Líbano, aunque se la puede apreciar desde el comienzo de la campaña de terrorismo contra la población civil israelí (denominada "intifada") desde el año 2000.
Esto nos lleva a entender la concepción del eje del mal y definirla en una sola frase: La concepción israelí de fortaleza nacional (democracia, sistema de vida libre, superioridad militar notable frente a ejércitos de países) es entendida como el punto de debilidad que conllevara a la destrucción de Israel (estrategias de desgaste ya presentadas como terror suicida, secuestros, misiles-morteros y propaganda que se transforma en "Deslegitimación Básica" del estado judío).

La Debilidad de la Democracia
La concepción teológica del "eje del mal" claramente contrapone el beneficio del carácter democrático-occidental del Estado Judío. Esta doctrina de pensamientos se refiere al carácter democrático de Israel como el elemento de debilidad que traerá su destrucción. Las discusiones publicas respecto a diferentes temas centrales en la sociedad israelí, como guerra de Líbano, concesiones territoriales, etc., son interpretadas en dicha teología como el talon de Aquiles que debe ser explotado (en doble sentido, claro) por los actores del eje. Las referencias del líder de Hizballah, Hassan Nassrallah, en diversas oportunidades especialmente desde el año 2000, hablan del fin del Estado Judío, justamente, generado desde su propio carácter democrático. La teoría de Nassrallah "telaraña de arañas", esbozada y propagada desde el 25 de Mayo de 2000 en la aldea sur libanesa Bint Jbeil, se concentra en la debilidad de la democracia israelí que demostró no estar dispuesta al esfuerzo y sacrificio de sus soldados en el sur libanés y opto por la retirada incondicional y unilateral, luego de 18 años de guerra de desgaste, terror y guerrillas del Hizballah. Es decir, la presión de la sociedad israelí sobre los lideres del país, dada las bajas de soldados en los combates del sur del Líbano (cerca de 30 soldados israelíes por año, excepto el año 1997), generó que por primera vez en la historia del país, un grupo terrorista consiguió el primero de sus objetivos, la retirada de Tzahal del sur libanés bajo fuego [2]. Esta discurso de Nassrallah volvió a repetirse decenas de veces hasta el año 2006, habiéndose convertido en punta de lanza para organizaciones fundamentalistas en vastas regiones, como Hamas, Jihad Islámica y Al Qaeda.
Para contraponer esta conceptualizacion del argumento sobre las debilidades de la democracia israelí, el punto más fuerte es el siguiente, incluso, genial desde el punto de vista del dictador iraní y sus aliados: la presión internacional sobre el Estado de Israel, ante la falta de solución del conflicto palestino-israelí, debería traer la verdadera solución al mismo. Dicha presión "moral" exigiría a Israel la anexión de millones de palestinos de la Autoridad Palestina (Gaza y Judea-Samaria o la Margen Occidental del Jordán). Elecciones democráticas "desde el mar al mar" (desde el Mar Muerto al Mar Mediterráneo") pondrían fin al carácter Judío del Estado de Israel. Aquí resulta necesario recordar el sueño del líder palestino "moderado" Yasser Arafat, quien se negó una y otra vez a la solución de "dos estados para dos pueblos".
El racional del "estado binacional", o fin del sueño judío de independencia nacional como cualquier otro pueblo, es, incluso y para sorpresa de muchos, apoyado por ciertos sectores judíos en el exterior e israelíes, quienes en nombre de la libertad y los derechos humanos hablan del fin de la legitima existencia del Estado Judío.
Estos argumentos nos llevan, pues, al concepto esgrimido anteriormente, "básica deslegitimación" del Estado de Israel. Los moderados palestinos de hoy día, es decir, el actual presidente Mahmud Abbas y sus lideres, hablan de la imposibilidad palestina de reconocer la legitima existencia de Israel como Estado Judío. Quizás, un aspecto semántico para algunos. Para otros, el mensaje que reza que la exigencia de "estado binacional" es una aspiración de la cúpula palestina moderada.
Por esta razón, el dictador iraní habla de "la caída del régimen sionista" como explicación a su doctrina de "borrar a Israel del mapa". Es decir, la explicación aceptada por ciertos sectores de la izquierda europea y Naciones Unidas se centra en un "conflicto político" entre el líder iraní e Israel. Estos líderes de derechos humanos, por supuesto, no se centran en la doctrina de odio y el disfraz de "lucha política" que impone el dictador de los Ayatollas iraníes….
En palabras del presidente iraní: "Todo aquel que es un ciudadano palestino, ya sea cristiano, judío o musulmán, deberá decidir en un referendo libre. Los habitantes de Palestina votaran quienes serán sus lideres y cual será el carácter del gobierno" (entrevista magazine Time, 16 de Diciembre de 2006).

Negación del Holocausto
He aquí la principal herramienta de la dictadura iraní y sus aliados en deslegitimar la existencia de Israel.

La concepción básica del fundamentalismo islámico parte de dos premisas:

1- El pueblo judío no tiene derecho histórico de poseer soberanía en Israel.

2- La causa del nacimiento de Israel se centra en la necesidad colonial de imponer una "cabeza de puente" en Medio Oriente, llamada Israel. Quizás, la causa de la necesidad europea de implantar un Estado Judío en Israel es intentar limpiar los exabruptos europeos contra los judíos (No se habla de Holocausto).

Ambas premisas tienen sus raíces bien grabadas en los sistemas educativos de sus respectivas sociedades. No en vano, el líder palestino Yasser Arafat se expreso públicamente en el mes de Agosto de 2000 diciendo que los judíos nunca construyeron sus dos templos en Jerusalén. Es decir, la relación judíos-Israel no pasa por un carril histórico .

Conclusión
La teoría de la Deslegitimación Básica de Israel se centra en los siguientes aspectos centrales:
Estrategias de combate asimétricas o no-convencionales (Martirio, Secuestro, Misiles-Cohetes-Mortero)
Estrategia de Propaganda que pone fin a la visión de legitimidad de existencia del estado de Israel como Estado Judío
Negación del Holocausto (que para aquellos que niegan la conexión milenaria del pueblo judío con la Tierra de Israel, erosionan la "conexión moral")
Imposición de una solución "binacional" (prevenir de Israel conseguir la solución en el marco de "dos pueblos, dos estados, ya aceptada por Israel en Noviembre de 1947 y rechazada desde entonces por el eje extremista árabe-islámico, a diferencia del Rey Abadía y su nieto, el Rey Hussein en el caso jordano y el Presidente Sadat en el caso de Egipto)
Imposibilidad de retiradas unilaterales de Israel para asegurar la existencia de un estado judío democrático que no anexe a 4 millones de palestinos (debido a que visión de retirada unilateral y su implementación genera una realidad en el terreno muy clara: la creación de entidades semi-estatales fundamentalistas islámicas que sirven de base de terror)
El objetivo del "eje del mal" iranio-sirio-hamas-hizballah y la jihad internacional es claro: Impedir que Israel logre una victoria militar decisiva en el campo de batalla a través de la utilización de herramientas no convencionales y a-simétricas. De esta manera, la capacidad militar israelí no podrá ponerse a mismo nivel del cohete primitivo o del secuestro de un soldado. La habilidad de la red del mal radica en conseguir que la fuerza militar de Israel no pueda expresarse en el campo de combate.
Desde el punto de vista de Israel, el mismo hecho de haber luchado frente al terrorismo suicida combatiéndolo desde Abril de 2002 y la decisión de responder ante el secuestro de Hizballah en Julio de 2006 dejaron en claro que Israel esta dispuesta a poner en riesgo la vida de sus ciudadanos y soldados para enfrentar este peligro existencial llamado "eje del mal". Mas allá de los errores de la guerra del pasado año, debemos interiorizar el hecho que aquel eje del mal entendió que la "debilidad" de la sociedad israelí tiene fin cuando ella entiende que se trata de una lucha por su mismísima existencia. Es en este momento, cuando la fortaleza de la sociedad democrática se pone de relieve y contiene al eje del mal. Deberíamos agregar, que justamente aquella "debilidad moral" (resaltada por Nassrallah y sus similares) de Israel en sus dilemas de lucha frente al terrorismo suicida y misilistico escondido en escuelas, mezquitas, aldeas y hospitales, ha superado con creces el desafío moral de defenderse del arrebato del eje del mal..

Daniel Maoz

www.porisrael.org

[1] Acerca de la estrategia de deslegitimar a la existencia del Estado de Israel, leer dos de los numerosos artículos en las siguientes páginas de institutos de investigación israelíes, en inglés:

http://reut-institute.org/Publication.aspx?PublicationId=361

[2] Para aquel que este interesado en conocer, justamente, las causas de por que el terrorismo puede y es vencido por la democracia israelí, puede acceder a mi articulo "Puede un Ejercito Convencional Derrotar al Terrorismo", situado en la siguiente dirección: http://www.hadar.org.ar (Información desde Israel) o en­:
http://www.hagshama.org.il/es/recursos/view.asp?id=2213

Gracias a la publicación de este artículo por Dori Lustron en http://porisrael.org/

lunes, 5 de noviembre de 2007

El Reino

Arabia Saudí se compra Hollywood
por Debbie Schlussel

Empezaré desde el final de la película "El Reino" para dar una idea general del argumento. No voy a reventarla. Es un comentario importante de la yuxtaposición de dos hombres, dos escenas, en la conclusión de la película.
En el final de "El Reino" se nos muestra a la familia de un líder terrorista recién abatido por el FBI en Arabia Saudí. La madre saudí pregunta a su hijo porqué no llora o muestra miedo después de acabar de ver el abatimiento a tiros de su abuelo líder terrorista a manos de los agentes del FBI, un negro y una mujer. El joven responde:
Me dijo, “No te preocupes, hijo mío. Los mataremos a todos”.
Entonces, la cámara gira al agente negro del FBI (Jamie Foxx), el principal agente del contraterrorismo implicado en la muerte del terrorista -- su raza es importante porque la mayoría de los negros en Arabia Saudí son esclavos y se les ve como inferiores, se les denomina “abed” (esclavo) incluso si no lo son. El joven hijo le pregunta qué dijo para confortar a la afligida hija de un agente del FBI asesinado en un atentado terrorista (cometido por el líder terrorista abatido). El agente del FBI (Foxx) informa a su hijo:
Le dije que los mataríamos a todos.
En última instancia, ese es el mensaje del thriller de suspense "El Reino". El principal agente del contraterrorismo del FBI y el jefe terrorista son moralmente equivalentes. Dicen lo mismo. Tienen el mismo mensaje. Ambos son asesinos. Uno no es mejor que el otro.
Pero aparte de eso, antes de que decida si ver o no la novedad fuertemente promocionada de "El Reino", debe hacer un cuestionario corto. Solamente tiene una pregunta:
¿Cuál de los sucesos siguientes forma parte de la vida real?:
Tras el atentado de 1996 contra las Torres Jobar, el Reino de Arabia Saudí permitió a un equipo de agentes del FBI ingresar en el país para investigar, un multimillonario príncipe saudí ayudó extensamente al FBI, y un coronel de la policía saudí ayudó con entusiasmo al FBI a rastrear a los asesinos terroristas dentro del Reino;
Una mujer norteamericana -- agente del FBI nada menos -- es autorizada para recorrer Arabia Saudí a lo largo y ancho vistiendo una camiseta muy ajustada de manga corta, mostrando todas sus armas (no me refiero a las de fuego), y sin nada que cubra su largo pelo suelto... portando una ametralladora en el proceso;
Un hombre judío -- agente del FBI nada menos -- es autorizado a entrar en el Reino de Arabia Saudí a pesar del hecho de que su abuela reside en Israel y de que tiene tres sellos de Israel en su pasaporte de tres viajes distintos para visitarla. Al preguntar si tiene "algún problema con eso", el funcionario de la policía saudí dice, "No es motivo de preocupación", y permite al judío americano de los sellos israelíes en su pasaporte el acceso al Reino, porque en realidad es una sociedad muy tolerante;
Solamente un reducido grupo característico de habitantes de Arabia Saudí es wahabí, siendo el resto musulmanes moderados que respetan la ley llevando una vida cotidiana en el Reino;
El director del FBI no cede a los musulmanes y no informa al fiscal general sobre ello, diciendo "No pediremos ayuda a la primera de cambio" si uno de sus agentes es abatido en un ataque terrorista saudí. Dice al fiscal pro-saudí, "El final se aproxima sin importar lo que hagamos. Lo único que importa es si luchas o te rindes". Él insiste en enviar a sus hombres al Reino para investigar y para llegar allí, hace que su principal agente (Jamie Foxx) chantajee y amenace al embajador y príncipe saudí que -- ¡vaya sorpresa! -- guarda un sorprendente parecido con el embajador saudí en Estados Unidos, el Príncipe Turki Al-Faisal.
¿Cuál de estas cinco circunstancias forman parte de la vida real? ¿Cuál ha sucedido realmente o sucedería en la realidad?
Si usted responde "Ninguna de las mencionadas", entonces está preparado para ir a ver "El Reino", pero no querrá perder su tiempo y 10 pavos para contemplar esta propaganda pro-saudí.
Si usted respondió que alguna de las circunstancias mencionadas es real, claramente es demasiado ignorante para asistir a un pase de la película. Se creerá cualquier cosa que Hollywood le ponga delante. Y es peligroso.
La verdad es que ninguno de los hechos mencionados forma parte de la vida real. Pero todo lo de arriba es retratado como auténtico en "El Reino”.
En la práctica, a pesar de muchas peticiones educadas y exigencias más fuertes, los saudíes NO PERMITIERON al FBI el acceso a Arabia Saudí después de que terrorista saudíes atacasen y asesinasen americanos en el atentado de las Torres Jobar. El FBI NO LOGRÓ INVESTIGAR la escena del crimen.
En la práctica, a las mujeres -- las mujeres norteamericanas atractivas con ametralladoras en particular -- no se les permite recorrer el país sin sus brazos totalmente cubiertos junto con su cuerpo y pelo. Eso no es lo que se nos muestra, con una agente del FBI interpretada por Jennifer Garner. La única indirecta es cuando el compañero agente del FBI Jamie Foxx le informa de que "Necesitas esconder las peras" con motivo de una cena con su aliado pro-americano el príncipe saudí, que se parece físicamente al multimillonario antiamericano saudí AlWalid Bin Talal.
En la práctica, mientras se permite el acceso a Arabia Saudí a unos cuantos judíos, NO SE PERMITE EL ACCESO A NINGÚN JUDÍO procedente de Israel con sellos en sus pasaportes. Eso es una condición estricta y se encuentra oficialmente redactada y ejecutada en el protocolo diplomático saudí. Los únicos autorizados a entrar con sello israelí en sus pasaportes son los musulmanes que residen en Israel o la Autoridad Palestina siempre que se encuentren en el Hajj, realizando la peregrinación a La Meca. Esa es la única excepción y es secreta. Aun así, la película tiene la ocurrencia de mostrarnos a un agente judío del FBI Jason Bateman (que debería haberse jubilado después de “Silver Spoons”) planteando la cuestión de su pasaporte con sello israelí, con los saudíes diciendo que no es motivo de preocupación. Qué cosas.
En la práctica, casi todos los saudíes son wahabíes, seguidores de las estrictas y extremistas enseñanzas de Mohammed Ibn Abd-Al-Wahhab. No hay ningún reducido grupo de radicales, como cualquier secta, que puedan pensar de esta manera y ser apartados. Todos piensan de esta manera (excepto en el caso de los contados chiítas oprimidos y perseguidos en el Reino -- que son igual de radicales, pero que no siguen a Ibn Abd-Al-Wahhab).
En la práctica, el director del FBI Robert Mueller ha hecho de no defender a sus agentes su política, pero en su lugar rinde pleitesía a los saudíes y sus bien financiados representantes en suelo americano. Obligó a su agencia a patrocinar sus actos y parte el pan con musulmanes americanos de financiación saudí vinculados a terroristas de la manera más contundente.
En lugar de informar al fiscal general de que "No pediremos ayuda a la primera de cambio", Mueller pide ayuda con cualquier excusa y pregunta a sus amigos islamistas por todo América de qué manera les gustaría responder en cada momento. Como para haber chantajeado a alguna vez a algún príncipe saudí embajador. Vaya timo. Su nariz es marrón de manera irreversible a causa de la frecuencia con la que les besa el culo.
El resto de la película es igualmente ridícula en sus falsedades. Vemos a un mando de la policía saudí ordenando a su coronel utilizar todas sus energías para "capturar a estos criminales" que asesinan americanos. Vaya vaya. Se nos muestran incesantes escenas de un coronel pro-americano de la policía saudí departiendo cariñosamente con sus hijas, después imágenes del agente del FBI Jamie Foxx llamando a su hijo. ¿Ve? Son exactamente iguales. Somos exactamente como los saudíes. Ellos quieren a sus hijos, exactamente igual que nosotros queremos a los nuestros. Al menos ese es el propagandístico mensaje de la película.
El coronel saudí, Faris Al-Ghazi, se hizo policía porque veía "El increíble Hulk" y "El hombre de los 6 millones de dólares" cuando era un niño. ¿La televisión saudí emitía estas series allá por entonces? Muy dudoso; pero ya ve -- somos exactamente iguales. El quiere "capturar a esos hombres que asesinaron personas inocentes [americanos]". Vea. Exactamente iguales, incluso veíamos los mismos programas de televisión mientras crecíamos.
Irónicamente, el actor que interpreta al amante de los americanos Al-Ghazi, Ashraf Barhom, es un cristiano israelí que interpretaba al líder terrorista palestino en la película pro-terroristas suicida “Paradise Now".
También se nos cuenta que "Los saudíes, al igual que los americanos, no hacen labores manuales. Piensan que ello les devalúa". ¿Ve? Somos exactamente iguales, comparación 5.376. En esta película la cosa sigue y sigue y sigue.
El director, Peter Berg, afirma que "El Reino" es "98% acción, 2% mensaje". Pero está mintiendo. Es 100 por 100 propaganda... con la acción pensada para facilitar lanzarse a la yugular americana.
Berg relataba a USA Today lo inquieto que se sintió cuando a audiencias norteamericanas les gusta la película y piensan que es patriótica (como el aplauso a este timo de película, como hizo la ignorante audiencia al verla en agosto):
Cuando un pase de prueba en Sacramento estalló en aplausos durante una escena de acción - él esperaba una reacción más melancólica - informó a los ejecutivos de Universal Studios que quería un pase para una audiencia de mayoría musulmana.
“No quería que esto fuera una película de 'América la justiciera'", dice. Quería acción, pero no acción jingoísta". Como he escrito en muchas ocasiones, "jingoísta" es el término que la izquierda de Hollywood utiliza para atacar al patriotismo americano.
Después de que una audiencia londinense diera una ovación a la escena, Berg decidía que la audiencia estaba animando una victoria sobre el terrorismo, no el nacionalismo (americano), así que conservó la escena.
Como he observado en columnas anteriores, estoy segura de que detrás de esta película está el dinero saudí. Al principio los saudíes tienen mala imagen en esta película, pero al final trabajan mano a mano con los americanos para "capturar a los terroristas". Así no es como sucede en la vida real. Pero ese es el mensaje que los saudíes viene intentando desesperadamente meter con calzador al público americano -- sin mucho éxito -- durante los 6 últimos años desde que 15 de sus paisanos asesinaran a casi 3000 americanos.
Ahora han descubierto una manera de hacerlo -- a través de una insidiosa película de suspense que apenas es una envuelta exterior para un caballo de Troya saudí.
Mientras que no puedo demostrar que la financiación saudí esté detrás de esta película, ya he documentado que asesores saudíes fueron consultados acerca del argumento de la película:
¿Cuánto dinero saudí o musulmán ha ído a financiar esta película propagandística? Me encantaría saberlo, pero los créditos no proporcionan este tipo de información. Lo que sí dicen es que dos saudíes, Yamen al-Hajjar y Ahmed Al-Ibrahim (que también participan en la película) son enumerados como consultores sobre árabe, islam y Arabia Saudí. Al-Hajjar es un nacional saudí que es estudiante de la Universidad de Boston y afirma que volverá al Reino tras licenciarse para trabajar para la compañía petrolera saudí Aramco. Estoy segura de que es imparcial en cuanto a su país natal y su "pacífica" religión.
Tras publicar esto, Al-Hajjar me envió un correo electrónico y estaba claramente enfadado. Creo que al exponer al público su implicación y sus conexiones con Arabia Saudí, dejé en evidencia su plan mismo.
Independientemente de si los saudíes invirtieron o no a manos llenas en la película, claramente obtuvieron lo que pagaron.
Y como vengo observando, Jamie Foxx se encuentra en nómina de la maquinaria propagandística islamista y está muy motivado para perpetrar el timo. Decía:
Bien, mi padre biológico es musulmán... Fue un soplo de aire fresco en contraposición a lo que se ve en televisión. Fue agradable ver la otra cara bajo una luz positiva.
No es aire fresco. Es la vieja propaganda pasada con un empaque nuevo y más inteligente.
No vaya a ver "El Reino". Pero si lo hace, asegúrese de llevar un pañuelo para la cabeza y esconder su pasaporte con sello israelí. Y no olvide el detector de mentiras.

domingo, 4 de noviembre de 2007

La batalla de las ideas

Occidente necesita su debate ideológico
George Chaya (http://porisrael.org/)

El sostenimiento de la libertad necesita forzosamente del debate ideológico. Los representantes políticos que en democracia niegan la importancia de la ideología, traicionan no sólo a los ciudadanos que los votan, sino a la raíz y al concepto mismo de la función política y a la democracia misma.
El mayor error de la civilización occidental es, a mi juicio, la negación de la ideología, es decir, la inacción para realizar un necesario debate de ideas. Todos los totalitarismos en la historia de la humanidad, incluidos los del siglo XX y los que presenciamos en los inicios de este siglo XXI, se han caracterizado precisamente por la negación a la sana batalla de las ideas. De igual modo, todas las tiranías de la historia y los grandes criminales y dictadores que el mundo ha conocido, temieron el debate ideológico y lo cercenaron con el fin de forzar su propio dictado a fuerza del poder de sus armas.
Al escribir sobre la necesidad de la ideología política pretendo significar la importancia de establecer un debate de ideas como medio fundamental para el avance de toda sociedad humana. De forma general, ideología significa el estudio de las ideas, vale decir, su origen, desarrollo y aplicación. Como definición amplia, puede entenderse como el conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de un individuo, una sociedad, una época, un movimiento cultural, religioso o político.
Vivimos en el error de la negación ideológica y el panorama político internacional que presenciamos en esta primera década del siglo XXI confirma la necesidad de clarificar las ideas. En la confusión y mezcla ideológica que reina a nivel internacional hace falta generar un sano debate en el terreno de las propuestas y proyectos, es decir, plantear con nitidez en qué consiste la ideología que cada individuo o cada grupo político defiende. El espacio natural donde puede y debe tener lugar ese debate es el de las naciones donde existe auténtica libertad bajo un sistema democrático que permita e impulse dicho debate. La aceleración de la historia vivida desde el inicio del siglo XX y que prosigue en nuestros días corrobora una clara polarización de las ideas y los modos de entender el mundo. La ideología de los totalitarismos del siglo XX -desde el comunismo al fascismo- incluidas todas su vertientes estalinistas y nacional-socialistas fueron derrotadas por la ideología de las democracias liberales lideradas por Occidente. En otras palabras, la caída del Muro de Berlín significó en parte la derrota de una ideología -la socialista comunista- por parte de otra -la liberal- que resultó mucho más propicia para el avance real del ser humano y de sus libertades individuales en el marco del respeto de los derechos humanos.
Con todo, la supervivencia de varias dictaduras en el mundo confirma que aquella derrota de los totalitarismos fue parcial. De hecho, lo que vino después, en la última década del siglo XX -desde la Guerra de Irak en 1991 hasta hoy- ha ido abonando el campo para la confirmación definitiva del "choque de civilizaciones". El inicio de este siglo XXI es por tanto, una encrucijada clave para la historia de la humanidad porque además de ese choque de civilizaciones, no sólo en lo ideológico-político sino también en lo religioso, es visible también una fragmentación interior en el seno de algunas naciones, apreciables no solo en occidente sino en el mundo árabe.
La ola de violencia procedente del radicalismo en el Oriente Medio confirma una vez más la necesidad de hacer frente a quienes quieren cercenar la libertad y las bases democráticas sobre las que Occidente ha logrado los mayores avances para el bien de la humanidad. Nadie es ajeno a que el asesinato de más tres mil personas inocentes en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 significó el inicio oficial de una guerra cruenta contemporánea contra los valores de la democracia y la libertad en el mundo. Por ello se debe entender y transmitir con claridad los peligros provenientes de los enemigos de la democracia y las libertades públicas e individuales no solo dentro de los Estados Unidos de América sino también, a nivel global.
Los verdaderos enemigos de la libertad, desde los líderes radicales de diversas latitudes y todos los autoritarismos que llevan la violencia como eje central de sus ideologías hasta los sectores que añoran el totalitarismo comunista (Corea del Norte, buena parte de la política China y Rusa pasando por el modelo castrista en Cuba y sus nuevos aliados latinoamericanos) estos fenómenos son significativos y centrales para exponer los peligros a los que occidente y la libertad de los individuos se enfrenta si se sigue ensanchando el error de la negación ideológica.
El problema actual en los EEUU radica en la cada vez más obvia polarización social, aspecto que a la larga, estará perjudicando su vida política nacional y su sociedad civil, sobre todo en los tiempos actuales de guerra contra el terrorismo global. Otros países pueden permitirse el lujo de polarizarse y dividirse ideológicamente, EEUU -como primera potencia mundial- no debería hacerlo. Se debería tener presente las palabras del general Giap de Vietnam del Norte cuando afirmaba que aunque a EEUU no se le podía derrotar en la guerra propiamente dicha, sí era posible hacerlo en su propia casa dividiendo a sus políticos. Aquella visión del Giap fue cierta en el caso de la Guerra de Vietnam, "perdida en Washington" por la división y el enfrentamiento de sus políticos y algunos medios de comunicación, que como sostienen muchos aun hoy, no estuvieron a la altura de las circunstancias.
Frente al permanente intento por desacreditar la ideología liberal a nivel internacional, tanto en EEUU como en Europa y otras partes del mundo, es de apreciar que la polarización, como muestra el caso de la política norteamericana actual ante la guerra contra el terror global es la confirmación de la cada vez más clara necesidad de acudir a la ideología como termómetro real de las propuestas políticas. Una ideología, que verifique la importancia de poder defender las ideas. Un espacio donde el ciudadano pueda entender cuáles son las propuestas de unos y de otros y así decidir cuál es la que más le interesa. Cada vez que esto ha ocurrido, el ideario liberal ha ganado abrumadoramente la batalla de las ideas, pese a las maquinarias propagandísticas contrarias. Eso ha sido posible, desde luego, en un país democrático como EEUU.
Lo que los comentaristas y analistas políticos en sumatoria no plantean, es precisamente lo que desde siempre he sostenido defendiendo la importancia de la defensa de la libertad sobre la base de un ideario claro y bien diseñado, sobre los fundamentos de una ideología reflexionada y pensada. Entre las ideologías que conocemos y que hemos experimentado, personalmente, juzgo sin temor a las críticas a la ideología liberal como la más adecuada en la defensa de las libertades y los derechos políticos, civiles y humanos.
Desde los totalitarismos -furibundamente anti-occidentales- que se aprecian en varias latitudes del planeta la ideología es demonizada. ¿Donde esta ubicado hoy el gobierno de Corea del Norte ideológicamente?, por citar un ejemplo. Reagan era un vaquero o un actor malo y George W. Bush es ahora un inculto o un analfabeto de derechas. Los "progresistas y los jihadistas" prefieren hablarnos de "diálogo", "apaciguamiento", "alianza de civilizaciones", "pragmatismo", "centrismo pacifista" y otras cuestiones de similares aspectos que para nada benefician el avance y la prosperidad en el mundo. Bajo esos términos, ese mismo progresismo desarrolla su propia ideología, que no es otra que liquidar y exterminar la ideología de la libertad de sus pueblos, única razón por la que nacieron las ideologías progresistas y las radicalizadas.
Este es el debate a clarificar y corregir, el de las ideas. Parece claro, que el "progresismo" de las izquierdas y el terrorismo ya se han encargado de borrar ese ficticio centro. En Oriente Medio, socialistas, nacional-socialistas, arabistas y yihadistas no tienen ningún pudor en autoproclamarse como personas "regionalistas desde lo ideológico" en tanto que los parlamentarios europeos y hasta los demócratas estadounidenses siguen predicando un irresoluto y poco claro centrismo, esa "moderación ineficiente", o a lo sumo ese "centro-derecha o centro-izquierda" es tan invisible como falaz. Por eso la necesidad de la ideología resulta ahora más obvia y necesaria que nunca.
En Occidente, la derecha y la izquierda deben aprender de sus aciertos y también de sus errores. Sin embargo, lo importante es la necesidad de vivir de acuerdo con su ideología natural, de forma clara y directa, explicando a la gente, abierta, honesta y apasionadamente, tanto en la teoría como en la práctica sus postulados. Es allí donde se debe clarificar el debate y donde se debe avanzar en la batalla de las ideas para hacer frente a las fallidas ideologías de los fanatismos, desde sus extremismos a los centrismos falsamente llamados "moderados" o "progresistas".
La exigencia de expresar una ideología, implica tener que exponer los aciertos históricos de las respectivas agendas políticas. La de los progresistas y los radicales, por mucho que quieran disfrazarlas, han sido y son las historias fracasadas de proyectos políticos que ha llevado a la postergación, la decadencia intelectual y moral, la miseria, el atraso, la muerte y el desastre de sus pueblos, sin ningún crédito ni futuro, se llame nacionalismo, arabismo, comunismo, progresismo, socialdemocracia o cualquiera de los eufemismos inventados.

martes, 23 de octubre de 2007

De profesión refugiado

La solución más postergada de la Historia
Gustavo D. Perednik (El Catoblepas)
El verdadero problema insito en el caso de los refugiados palestinos, es la manipulación informativa. El resto, puede obtener fácil solución.
Que la prensa española con frecuencia se dedique a la cuestión no llamará la atención, ya que en términos generales se esmera desproporcionadamente en todo lo que puede zaherir a Israel y al pueblo judío. Para la judeofobia de medios como El País, los judíos no tienen ni siquiera derecho a la vida, y para todo atentado terrorista contra israelíes, se encontrará la manera de descargar la culpa en las víctimas. Esta escala de valores retorcida es la que alienta a los regímenes trogloditas del mundo árabe a continuar su guerra genocida contra Israel, porque saben que en Occidente habrá una Maruja Torres que siempre salga a defenderlos. Y la matanza continúa. Baste leer la forma en que la prensa española se refirió al reciente atentado en Haifa (4/10/03) para llegar a la deprimente conclusión de que esa prensa maniquea es socia directa de la muerte en el Cercano Oriente.
Pero como lo definiera la enfermiza sinceridad de Enrique Curiel en el título de su artículo en La Razón de Madrid (20/4/03): «el problema es Israel.» Siempre Israel, nada más que Israel.
Precisamente, destacar un asunto de entre miles, y pasar a definirlo como «problema», es un ardid propagandístico con el velado intento de priorizar ciertos intereses por sobre otros, e imponer al debate internacional un arbitrario orden del día. Así fue con «el problema judío» y así se deriva de «el problema» de Jerusalén».
Sin duda los pueblos árabe-musulmanes (el palestino incluido) padecen gravísimas dificultades: la práctica de la esclavitud, la degradación de la mujer, la explotación de niños, la lasciva pompa de sus jeques, emires y reyezuelos; la violenta persecución de «desvíos» sexuales, la pena de muerte por apostasía o adulterio, la poligamia, la corrupción, la represión de conciencia, la falta de libertad de expresión, de asociación, de prensa; el atraso, el analfabetismo, la tendencia constante hacia la violencia, la aquiescencia terrorista. En fin: lo peor de las sociedades contemporáneas se ha concentrado en la guarida del mundo árabe, un resabio medieval al que su principal intelectual recién fallecido, Edward Said, ha denominado «un infierno». Un infierno social al que lo agrava una característica que le es propia: echarle siempre la culpa al mundo externo. Los países de la Liga Árabe son la antítesis de la autocrítica, y por ende nunca avanzan en la solución de sus problemas.
Por ello, será ineficaz quien de la mezcolanza de desdichas que hemos desgranado, se empecine en agitar una sola, aquélla con la que los árabes pueden volver a achacarle culpas a los de afuera (innecesario aclarar que Israel es el permanente candidato a acusado). Quien exima a los árabes de asumir responsabilidad por sus infortunios, deberá de hacerlo por una de dos motivaciones: o bien una mala intención judeofóbica (como en el caso de la prensa española, salvo honrosas excepciones), o bien una miopía masoquista de quien acata el temario que le dictan los violentos.
En cualquiera de los dos casos, aceptar que el gran problema del Medio Oriente es Israel, o los refugiados palestinos, tendrá como efecto impedir que los sufrientes árabes, por una única vez, inviertan sus esfuerzos en paliar sus verdaderos infortunios, en vez de dedicar sus energías a denigrar a Israel.
Un uno por ciento muy popular
Casi toda guerra, en mayor o menor medida, produce refugiados. Desde la segunda guerra mundial hubo en el mundo cien millones. El 99% de esos casos terminaron resolviéndose satisfactoriamente, aun cuando se trataba de poblaciones que migraban con idiomas distintos de los de los países que finalmente los absorbieron, y que practicaban culturas y religiones diferentes. El único 1% tercamente postrado, fueron los refugiados árabes, a pesar de que su veintena de Estados poseen un territorio mucho mayor que toda Europa (para una población que es sólo un cuarto de la europea), con inmensas riquezas petroleras. Estados que además, tienen religión e idioma uniformes, lo que reduciría la tarea de captar refugiados a una mera cuestión de buena voluntad. Precisamente, que nunca hayan deseado resolverlo, ése es el verdadero problema.
Los judíos sí solucionamos la desgracia de nuestros refugiados (enormemente peor que la de los árabes) gracias a que la sociedad israelí es autocrítica: como no busca constantemente las culpas afuera, aceptó el desafío y venció todo escollo. Arribaron a Israel sin trabajo, sin sustento, sin idioma, con traumas y dolor, millones de ellos, a quienes una sociedad pequeña, joven, agredida, sin recursos ni petróleo, les otorgó vivienda, educación, salud, democracia, identidad y futuro. El maravilloso éxito es la quintaesencia del sionismo.
De entre los millones de refugiados judíos, una parte de ellos inmigraron precisamente desde los países árabes, de donde se vieron obligados a escapar humillados y desposeídos. (Huelga decir que los medios europeos jamás registraron su sufrimiento; recuérdese que se trata del vano sufrimiento judío). Y aunque en cifras fueron similares a los refugiados árabe-palestinos (más o menos medio millón), cabe señalar una diferencia: mientras los judíos huyeron bajo amenazas, los árabes partieron, en su mayoría, azuzados por las bravatas árabes que les prometían vanamente regresar una vez que Israel fuera destruido. A fin de noviembre de 1947 el delegado egipcio en la ONU advertía que «la vida de un millón de judíos de los países musulmanes se ve puesta en peligro debido a la partición». Los líderes israelíes, por el contrario, le ofrecieron a los árabes que permanecieran en el país hebreo naciente. Y se produjo un intercambio de poblaciones, perfectamente natural, que en otros casos fueron expeditamente aceptados por la comunidad internacional (como el resultante de guerras entre India y Pakistán, o entre Grecia y Turquía, entre otros).
Nunca crear, siempre destruir
La exigencia del liderazgo de Arafat de que los refugiados palestinos regresen a Israel (lo que terminó arruinando las negociaciones en Camp David en 2000 y los motivó a la más sangrienta agresión), implica una paradoja notable para su movimiento nacional.
Si desean un Estado palestino independiente, no es lógico proponer a un tiempo la división de su pueblo. Uno no puede ser un nacionalista palestino, y simultáneamente impulsar la despalestinización de su propia gente, por medio de pedir que una parte de ésta sea israelí.
Esta paradoja no la señalo sólo yo. La menciona expresamente Khalil Shikaki (director del Centro Palestino de Investigación Política y Opinión de Ramallah) en su artículo en el Wall Street Journal de la última semana de julio 2003).
Lo que Shikaki omite es que la paradoja tiene una explicación, clara y dolorosa. El movimiento nacional palestino no procura ningún logro nacional, nunca lo ha procurado, ni siquiera la independencia. Lo que busca es la destrucción del otro. En aras de ese objetivo, está dispuesto a sacrificar a su propia población, sea perpetuando la miseria de los refugiados, sea educando a sus niños en el odio y en modelo de la autoinmolación como antesala del paraíso, sea en el rechazo reiterado de crear su propio Estado para convivir con Israel (como hicieron en Camp David).
La responsabilidad de los refugiados árabes es de ellos. Si hubieran aceptado la partición de 1947, no habría habido ningún refugiado.
La responsabilidad de las guerras sangrientas en el Medio Oriente, es de ellos. Si hubieran aceptado alguna de las proposiciones israelíes en aras de una paz genuina, no habría habido en nuestra región tanto torrente de sangre de ambas partes.
Una de las expresiones más trágicas del objetivo arafatista de destruir al otro y de no construir nada para su propio pueblo, es la conmemoración de la «nakba» que ha comenzado hace algunos años. Los líderes palestinos no estimulan a su gente a celebrar ningún logro propio, sino a lamentarse de los ajenos, y así cada 15 de mayo manifiestan con violencia contra la independencia de Israel. No plantean una medida que resuelva la adversidad de sus refugiados, sino una que permita destruir Israel. Por eso el malogrado Primer Ministro Abu Mazen había despertado nuevas esperanzas al descartar la insistencia arafatista de que los refugiados palestinos sean «repatriados» a Israel. (Por supuesto, en la prensa española Abu Mazen fue bastante impopular, porque indicaba una posibilidad de paz con Israel.)
El sino trágico de los palestinos es que su problema tiene una solución al alcance de la mano. Como lo señaló Albert Memmi, todo su sufrimiento comenzó porque se trasladaran (en general voluntariamente) a unos pocos kilómetros de distancia, hacia terruños con su mismo idioma y costumbres. Si no fueron absorbidos, es porque sus hermanos los líderes árabes quisieron (y quieren) usarlos como peones políticos para seguir amedrentando a Israel.
Con una módica contribución de los inagotables pozos petroleros sauditas, y buena voluntad, el problema se resolvería en cuestión de meses.
Pero los medios de difusión, enceguecidos por su obsesión anti-israelí, han optado, también en este tema, por echar más leña al fuego en vez de estimular la solución. Quienes legitiman la cortina de humo que se llama «refugiados palestinos», y de este modo alientan demandas irredentistas encaminadas a destruir el Estado judío, ellos son el problema. El de la perseverante enemistad para socavar a Israel, que sí es un asunto serio. A diferencia del otro, es muy profundo, y su solución aún no se ve en el horizonte.
El artículo tiene sus años pero no ha perdido la más mínima vigencia.

viernes, 19 de octubre de 2007

Llega la intifada

Llega la intifada
Serafín Fanjul (http://www.libertaddigital.com)

Estaba cantado. Cuando hace dos años advertíamos de que los disturbios de Francia se extenderían a España sin remisión no descubríamos nada prodigioso. Sin dotes de adivinación ni virtudes sobrenaturales, cualquier observador atento y con alguna información podía alcanzar las mismas conclusiones. Tal vez uno de los problemas de nuestro país consista en que hablar de lo obvio, con frecuencia, es una hazaña heroica o, al menos, un descubrimiento peregrino que suscita sorprendidas llamadas de algunas televisiones o emisoras de radio al inocente descubridor de la evidencia. Y decimos inocente en su sentido original y básico, porque tal es quien avisa de las devastaciones producidas por inmigrantes que nos habían de caer, entre la indiferencia casi general y la complicidad de las televisiones al servicio del Gobierno de Rodríguez, que son todas las de cobertura nacional: los enemigos no son los inmigrantes, ni siquiera los que delinquen, son los españoles prestos a encubrirles con eufemismos, ocultaciones y una cuidada selección de imágenes y discursos, con el objetivo de birlar al pueblo español la imagen real de cuanto está ocurriendo.
Y empecemos por otra obviedad: en nuestro país no hay racismo ni xenofobia en proporciones perceptibles a efectos sociológicos. Pocos españoles en su sano juicio rechazan a los extranjeros que trabajan, respetan el ordenamiento legal y se integran en una sociedad, la nuestra, que tantas oportunidades ofrece para ello. Y resulta no poco reconfortante y emotivo ver en las fiestas y concentraciones de masas españolas –ya sea el 12 de Octubre o una manifestación de afirmación patriótica, a favor de la bandera o contra la ETA y sus cómplices– a inmigrantes, sobre todo hispanoamericanos pero también negros africanos, marchar a nuestro lado enarbolando nuestra enseña y expresándonos la solidaridad que demasiados españoles regatean o niegan de plano a la comunidad que les da de comer a diario. Entre nosotros no hay racismo, pero la tesonera acción de la autodenominada izquierda conseguirá que lo haya, creando primero malestar y después odio contra ciertos grupos de inmigrantes, también dispuestos a poner de su parte cuantos gestos y actos les puedan convertir en indeseables, por ejemplo, cometiendo delitos innumerables o haciendo muy patente su vagancia. Y sobran las oenegés que, amén de oficina de empleo para progres, son paternalistas protectores y garantes de personas a las que, sencillamente, hay que poner en la frontera.
Los sucesos de este 18 de octubre en la Cañada Real (Madrid) se han saldado con treinta policías heridos, algunos detenidos (que el juez pondrá en libertad de inmediato agarrándose a cualquier argucia leguleya), una batalla campal en la que la Policía – eso de las "Fuerzas del Orden" me suena a enmascaramiento cobarde para no llamar a las cosas por su nombre y asumir las consecuencias– se ha llevado la peor parte y, en especial, se ha puesto de manifiesto una vez más algo bien sabido por quienes sí queremos enterarnos de cuanto sucede: los inmigrantes marroquíes indocumentados se agrupan en guetos, los ocupan y proclaman más o menos a las claras como de su propiedad y establecen nuevas zonas liberadas del control político y administrativo del Estado. Por si no teníamos bastante con amplias áreas de Vascongadas donde se vive esa situación desde hace luengos años, ahora vienen ciertos moros –no todos, pero numerosos– a cerrar el paso a las leyes españolas ocupando solares que no les pertenecen y declarando con los hechos la inoperancia de nuestras normas y forma de convivencia en "sus" territorios.
Para ser justos y no desenfocar la cuestión es preciso recordar que en esas acciones vandálicas – que no son las primeras– andan implicados gitanos rumanos (a los que los rumanos honrados, la inmensa mayoría, detestan cordialmente) y... españoles de lo peorcito de cada casa (yonquis, okupas, traficantes y mangantes diversos). No es un conflicto "de inmigrantes", sino generado y desarrollado en determinados grupos de determinadas procedencias al socaire de las facilidades que la irresponsable, o dolosa, política de inmigración de Rodríguez, Caldera y demás tropa ha proporcionado a gentes que acuden a España y no a otros países europeos porque vivir del cuento, burlarse de las leyes o delinquir es aquí mucho más fácil.
Pero como no hay que achacar todos los desaguisados a buenismo o simple negligencia –que también pesan a la hora de fomentar la inmigración salvaje, como hace el actual Gobierno– cabe preguntarse por las motivaciones que inducen a cometer esta fechoría. Se ha hablado de la pretensión de amarrarse los votos de los recién llegados, supuestos sustitutos de los ya inexistentes proletarios; también se contempla el objetivo de atomizar la sociedad española en etnias y creencias enfrentadas, cuando no yuxtapuestas, para mejor dominarla; e incluso no falta la posibilidad de que la izquierda se esté vengando, de manera irresponsable y frívola, de su fracaso histórico como grupo hegemónico por la vía de arruinar todo el edificio del Estado. Todo podría ser pero, sobre todo, estas posibilidades no son mutuamente excluyentes. Todas, incluida la mera incompetencia por los conflictos de orden público que provocaría la mera aplicación de la legislación vigente.
Según datos policiales, en España hay un número similar de ecuatorianos y marroquíes (en torno a 700.000) y, sin embargo, la cantidad de procesados por delitos es unas diez veces mayor entre los segundos. No es una opinión, es un hecho, al cual debemos añadir, para percatarnos de la dimensión del dislate que están perpetrando nuestros políticos (unos adrede y otros por omisión y escapismo), que en Marruecos los índices de delincuencia son reducidos, dado el control del individuo que ejerce la sociedad musulmana, con mayor eficacia que la Policía. ¿Qué pasa, pues? Que el "papeles para todos", las viviendas para inmigrantes por delante de los españoles, la inopia ante actitudes inadmisibles como la pañoleta "islámica" para las niñas y la facilidad con que aquí sortean los delincuentes los infinitos meandros legales están cumpliendo el papel de imán de cuanta gentuza sobra en el país del sur. Y está claro que no me refiero al grueso de la inmigración de esa procedencia.
De momento, los salvajes de Cañada Real, entre lloros y barbarie, están cuestionando la misma existencia de nuestro Estado. Y no descarten que, de repente, algún político, solo o en compañía de otros, arbitre una solución mágica en la tónica habitual de parches y remiendos: facilitar pisos gratis a quienes apedrean a la Policía. Tome nota cuanto español, joven o no, carezca de vivienda: nada de cheque-ladrillo, aquí lo que hay que hacer es armar bronca, cuanto más cerca de La Moncloa, mejor.

miércoles, 17 de octubre de 2007

¡Qué horror!










El genocidio armenio


TURQUÍA
La verdad sobre el genocidio del pueblo armenio
Por Jeff Jacoby
¿Fueron los armenios víctimas de un genocidio durante la Primera Guerra Mundial? En el momento de los hechos nadie lo consideró como tal; principalmente, porque la palabra genocidio aún tardaría treinta años en adquirir carta de naturaleza. Ahora bien, quienes se propusieron dar a conocer al mundo lo que estaban haciendo los turcos encontraron otros términos para describir esa matanza de colosales dimensiones, patrocinada por el Estado otomano.
El New York Times, que sólo en 1915 dedicó 145 artículos a la cuestión, hablaba de matanzas "sistemáticas", "deliberadas", "organizadas por el Gobierno"; incluso hacía referencia a una "campaña de exterminio". En su edición del 25 de septiembre de aquel año podía leerse el siguiente titular: "Armenia, amenazada de extinción"; y en la noticia a que éste daba paso un

funcionario afirmaba que los turcos estaban embarcados en "la aniquilación de todo un pueblo".
Los diplomáticos destacados en la zona también sabían que se estaba perpetrando un genocidio avant la lettre. Los informes consulares norteamericanos filtrados al Times informaban de que los turcos habían desatado una "guerra de exterminio" contra los armenios, "especialmente contra los adeptos a la Iglesia Gregoriana, de la que forman parte el 90% de los armenios". En julio de 1915 el embajador norteamericano, Henry Morgenthau, telegrafió a Washington que el "crimen racial" estaba en curso. Se trataba, decía, de "un intento sistemático de extirpar a las pacíficas poblaciones armenias y (...) llevar a ellas la destrucción y la miseria". Morgenthau resaltaba que lo que estaba sucediendo no era una serie de estallidos fortuitos de violencia, sino una matanza a escala nacional "dirigida desde Constantinopla".
Otro diplomático norteamericano, el cónsul Leslie Davis, describió con todo detalle el "reino de terror" que hubo de contemplar en Harput y en las inmediaciones del lago Goeljuk, donde yacían "miles y miles" de cadáveres de armenios asesinados. Las deportaciones masivas –centenares de miles de armenios fueron cargados en vagones de mercancías y enviados a morir al desierto, cuando no se les puso directamente en manos de los escuadrones de la muerte– eran mucho peores que las matanzas in situ, según Davis. "Mucha gente escapa de las matanzas, mientras que una deportación como las que aquí se estilan equivale a la muerte más terrible para casi todo el mundo".
Nos han llegado descripciones, algunas debidas a misioneros norteamericanos, de las "terribles torturas" de que hablaba Morgenthau. Las mujeres y las niñas eran violadas y, después, obligadas a caminar desnudas bajo el sol abrasador. Muchas víctimas fueron crucificadas sobre maderos; mientras agonizaban, los turcos se mofaban de ellas diciéndoles: "¡Que venga ahora tu Cristo y te ayude!". La agencia Reuters informó de que en una aldea hasta un millar de personas podrían haber sido encerradas en un edificio de madera y quemadas vivas, y, en otra nota, de que numerosos hombres y mujeres habían sido atados con cadenas y arrojados al lago Van.
Talaat Pasha, ministro del Interior cuando el Gobierno turco decidió liquidar a los armenios, no se paraba en barras a la hora de señalar el objetivo. "El Gobierno (...) ha decidido destruir por completo a dicha gente [los armenios], que vive en Turquía", escribió a las autoridades de Alepo. "Ha de ponerse fin a su existencia (...), y no debe prestarse consideración alguna a la edad o el sexo [de los perseguidos], ni a los remordimientos de conciencia".
El Gobierno turco sigue negando el genocidio del pueblo armenio, pero la evidencia histórica, recogida en trabajos como el impactante The Burning Tigris, de Peter Balakian, es impresionante. Aun así, muchos que saben lo que ocurrió, especialmente los integrantes de las Administraciones Bush y Clinton, así como destacados ex congresistas que hoy ejercen de lobbistas, como el republicano Bob Livingston y los demócratas Dick Gephardt y Stephen Solarz, son cómplices de Ankara en dicho negacionismo.
Particularmente deplorable ha sido la reticencia de ciertas organizaciones judías de primer nivel a llamar por su nombre al primer genocidio del siglo XX. Me refiero, por ejemplo, a la Anti-Defamation League, al American Jewish Committee y al American Israel Public Affairs Committee. Cuando Andrew Tarsy, director de la ADL para Nueva Inglaterra, se manifestó partidario de que el Congreso reconozca el genocidio armenio, fue inmediatamente despedido. La ola de protestas que siguió a esta decisión hizo que la ADL, finalmente, se echara atrás. De hecho, poco después reconoció que el asesinato de un millón de armenios a manos de los turcos otomanos en 1915 fue "realmente equivalente a un genocidio".
Las demás organizaciones deberían hacer lo mismo que la ADL. Su falta de disposición a reconocer que los turcos perpetraron un genocidio se explica por su temor a que empeore la situación de la ya asediada comunidad judía turca, o peligre la crucial relación militar y económica que Israel ha forjado con Turquía. Se trata de preocupaciones honorables. Pero no justifican que se guarde silencio ante un muy deshonroso ataque a la verdad. La negación del genocidio debería ser intolerable para todo el mundo, pero especialmente para quienes han hecho del "Nunca más" un principio sagrado.
Ahora que la violencia yihadista está derramando tanta sangre inocente, desde Darfur a las
Torres Gemelas, disimular ante la yihad de 1915 sólo puede ir en beneficio de nuestros enemigos.
El genocidio perpetrado contra el pueblo armenio es un hecho histórico indiscutible. A quienes rehúsen admitirlo debería caérseles la cara de vergüenza.


JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
La versión original de este artículo fue pubicada en el BG el pasado 23 de agosto, es decir, mucho antes de que el Comité de Exteriores de la Cámara de Representantes aprobara un dictamen en el que se califica de "genocidio" la matanza perpetrada contra el pueblo armenio en 1915.

lunes, 15 de octubre de 2007

Mundo libre ¿hasta cuándo?

Irán, la bomba, y el mundo libre
Por Julián Schvindlerman

A medida que se acrecienta la evidencia del radicalismo del presidente iraní, en tanto más ciudadanos israelíes sufren los embates de cohetes lanzados por agrupaciones terroristas patrocinadas por Teherán y soldados norteamericanos mueren en Irak y en Afganistán en manos de milicias armadas por Irán, a la par que la República Islámica anuncia haber cruzado aún otra meta más en el sendero nuclear y se suceden nuevas y frágiles resoluciones en la ONU, resulta cada vez más claro que la comunidad internacional parece haberse resignado a la pronta realidad de un Irán nuclear.
Las disparatadas afirmaciones del presidente iraní (el Holocausto es un mito, no hay homosexuales en Irán) y sus peligrosas amenazas (Israel debe ser borrado del mapa, Irán será nuclear, quieran o no), así como las excentricidades varias organizadas por Teherán (desde la conferencia “Un Mundo Sin Sionismo” del 2005 hasta la competencia de caricaturas negadoras del Holocausto del 2006), y el progreso en su programa nuclear, han generado mucha conmoción mediática y considerable actividad diplomática, pero hasta el momento no han despertado la determinación mundial mancomunada necesaria para definitivamente frenar las ambiciones abrumadoramente hostiles del régimen teocrático iraní. Ambiciones, cabe acotar, globalmente publicitadas por Teherán.
Ya pasaron cinco años desde aquel momento en el año 2002 en que el proyecto nuclear iraní adquirió atención pública a partir de una denuncia efectuada por miembros de la oposición local. Durante el período 2003-2005, Francia, Alemania y Gran Bretaña probaron la vía diplomática suave, vale decir, diálogo con Teherán, ofrecimientos de incentivos, concesiones comerciales, etc, nada de lo cuál logró disuadir a los ayatollahs de su objetivo nuclear. Una oferta rusa de enriquecimiento de uranio iraní en suelo ruso fue igualmente rechazada por Teherán. Para cuando Washington logró derivar el dossier iraní al Consejo de Seguridad de la ONU y eventualmente adoptar dos resoluciones condenatorias, la república islámica ya había logrado enriquecer uranio en cascadas de más de tres mil centrifugadoras y su presidente disponía de la confianza tal para despreciar dichas resoluciones y aseverar que su país sería, tarde o temprano, nuclear. La oposición rusa y china a nuevas y robustas sanciones es tan decidida que Estados Unidos, junto con su nuevo aliado, la Francia de Nicolás Sarkozy, está explorando el canal de sanciones fuera del marco de la ONU. Y aún así, conforme ha informado el Wall Street Journal, dichas sanciones aparentemente no incluirán la importación iraní de combustible refinado, que representa el 40% de su consumo interno, y es por razones obvias su Talón de Aquiles más expuesto. Incluso en Washington subsiste la corriente de apaciguamiento: cuando recientemente la Casa Blanca quiso designar a las Guardias Revolucionarias Iraníes como una organización terrorista, el Departamento de Estado se opuso y efectivamente trabó la iniciativa por aprehensión a la repercusión en algunas cancillerías.
La brecha entre declaraciones ofuscadas y acciones prácticas puede ser especialmente apreciada en la política iraní de la Alemania de Angela Merkel. Durante su discurso de septiembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas, ella comparó a Mahmoud Ahmadinejad con Adolf Hitler. No obstante, apenas una semana previa a este discurso, su propio Ministerio de Economía esponsoreó una feria de promoción de lazos comerciales entre compañías alemanas e iraníes en la localidad de Darmstadt. Alemania es uno de los principales socios comerciales de Irán, habiendo exportado u$s 5.000 millones solamente el año pasado. Según Yossi Klein Halevi, corresponsal en Israel de la revista The New Republic, cinco mil firmas alemanas -incluyendo a BASF, Siemens, Mercedes y Wolkswagen- continúan operando comercialmente en la teocracia musulmana. Ya se ha criticado desde esta columna la visita de la Orquesta Sinfónica de Osnabruck a Teherán. Que músicos alemanes estén tocando para los ayatollahs iraníes a la par que empresas alemanas comercian con Irán bajo el patrocinio del gobierno alemán, es un trasfondo que no cuaja muy bien con la vehemencia de Merkel en la ONU. China y Rusia al menos no fingen. El problema no es la hipocresía alemana solamente. Durante el período 2000-2005, el comercio entre la Unión Europea y la República Islámica de Irán casi se ha triplicado. Irán destinó el 70% de ese ingreso a su programa nuclear.
La ambivalencia occidental es ubicua. Muy simbólicamente quedó captada en la abominable invitación que extendiera la Universidad de Columbia al líder iraní y la esquizofrénica recepción que le dio su presidente Lee Bollinger al tildar a Ahmadinejad de “mezquino y cruel dictador” habiéndole cedido el prestigioso podio y una inmerecida legitimidad. Más grave aún ha sido la afirmación implícita de la universidad, que, al invitar a un incitador al aniquilamiento de Israel, ha involuntariamente anunciado que apoyar u oponerse al genocidio contra el pueblo judío es un tópico legítimo de debate, tal como ha observado Caroline Glick del Jerusalem Post. Las cálidas recepciones brindadas al déspota iraní en Bolivia y Venezuela marcan, a su vez, una triste página en la historia política latinoamericana.
La familia de las naciones cuenta con instrumentos jurídicos y diplomáticos suficientes como para detener al actual provocador régimen iraní. Tal como juristas internacionales han señalado, Ahmadinejad continuamente está violentando la Convención contra el Genocidio que expresamente prohíbe “la incitación pública y directa al genocidio”. E Irán continuamente comete crímenes contra la humanidad con cada acto de terror que apaña, viola resoluciones de las Naciones Unidas con cada paso que da hacia la procuración nuclear, y ofende a la Declaración Universal de los Derechos Humanos con cada acción de represión interna que toma. Todos estos abusos ya han sido tolerados por demasiado tiempo. Cada día que pasa acerca más a Teherán al umbral nuclear y al mundo libre a una situación de exposición insostenible. Lo más trágico de este asunto es que al optar por no transitar aquellos caminos que pacíficamente llevarían al ostracismo iraní, el mundo libre está estrechando su propio margen de acción, dejándose a sí mismo enfrentado a la última de las alternativas: la vía militar.

Paradojas de la tolerancia

Paradojas de la tolerancia
Por Julián Schvindlerman (Para LA NACION)

El siglo XX ha sufrido un mal extremo y ha conocido un bien supremo, al haber sido simultáneamente el siglo del totalitarismo y de la democracia. Fue un siglo de dos guerras mundiales, de matanzas implacables y de genocidios descomunales, del Holocausto y de la internacionalización del terror. Y además de haber causado millones de muertos con sus guerras bestiales, el siglo XX presenció el asesinato de unos 170 millones de personas en situaciones de no beligerancia, un guarismo aproximadamente cuatro veces superior al número total de muertos en los campos de batalla de todas las guerras ocurridas durante los primeros 88 años del siglo último, según el investigador R. J. Rummel. El 99% de esos asesinatos se produjo en regímenes totalitarios. Así, los más grandes imperios asesinos del siglo pasado han sido la Unión Soviética (mató a 62 millones de personas), China comunista (mató a 35 millones) y la Alemania nazi (mató a 21 millones).

Estas cifras devastadoras contrastan con la historia de las democracias. El político y poeta sueco Per Ahlmark indicó que en la Primera Guerra Mundial participaron 33 países, diez de los cuáles eran democracias que no combatieron entre sí. En la Segunda Guerra Mundial participaron 52 naciones, entre ellas 15 democracias que no abrieron fuego unas contra otras. El profesor Rummel ha estudiado, a su vez, el número de guerras acaecidas desde comienzos del siglo XIX hasta fines del XX y comprobó que hubo 198 guerras entre dictaduras, 155 guerras entre dictaduras y democracias y ninguna guerra entre democracias. A idénticas conclusiones ha arribado otro investigador, el académico Bruce Russet, quien, luego de analizar todos los conflictos bélicos de los últimos dos siglos, advirtió sobre la inexistencia de guerras entre Estados democráticos desde 1815 en adelante.

Esto confirma el famoso postulado de Immanuel Kant en el sentido de que las democracias propenden a la paz (interna, en el ámbito social, y externa, en las relaciones internacionales) y las dictaduras propenden a la violencia (interna, mediante la represión, y externa, mediante la contienda bélica). Esta precisa y visionaria observación kantiana es también apreciable hoy en día, si se miran el genocidio de Sudán, la guerra civil en Somalia, el desafío nuclear norcoreano e iraní y el fenómeno del terrorismo internacional promovido por movimientos irredentistas apadrinados por Estados totalitarios.

Los principales agentes de desestabilización global contemporánea son naciones o agrupaciones de extracción totalitaria.
Las sociedades democráticas –las que no han sido sino otra cosa que el desenlace lógico del aprendizaje colectivo del concepto de la tolerancia y de su consecuente institucionalización jurídica– deben ponderar sus nociones de tolerancia en el marco de una realidad de intolerancia. Paradójicamente, las naciones violadoras de los derechos humanos se amparan en el concepto liberador de la tolerancia para justificar sus infracciones. Ellas invocan nociones del respeto a la soberanía nacional y no injerencia externa en asuntos domésticos, o proclaman el derecho al particularismo religioso y reclaman el debido respeto a la diversidad cultural, precisamente para encubrir sus transgresiones. Estas actitudes pervierten el supuesto de la existencia de un lenguaje común a la humanidad en materia de derechos humanos básicos y libertades individuales fundamentales. La Declaración Universal de los Derechos Humanos presupone la existencia de un común denominador moral entre los hombres y las mujeres del globo. Pero ¿cómo afirmarla ante quienes izan la bandera del relativismo cultural y religioso para defender sus actos violatorios de esos mismos derechos que se presuponían comunes a toda la humanidad? ¿Debe respetarse la diversidad religiosa y cultural aun cuando bajo su amparo se realicen acciones criminales e inmorales? El activista libertario canadiense Irwin Colter señala una ironía al sugerir que antaño los principios atenientes a las relaciones entre religión y derechos humanos tenían por fin combatir la intolerancia contra los derechos humanos ejercida en nombre de la religión, mas hoy en día enfrentamos la intolerancia del pluralismo religioso, al que se ha llegado en aras de los derechos humanos. A propósito de lo cual, con lógica demoledora el filósofo Lévi-Strauss oportunamente acotó que si todo es relativo el canibalismo, es una cuestión de gustos.

Así vemos que la preservación de los derechos humanos demanda firmeza ante la intolerancia. Las sociedades libres, basadas en la tolerancia, han de reconocer que, en palabras del pintor y ensayista español Antoni Tapies, “es un error creer que la tolerancia es siempre buena y la intolerancia es siempre mala. Pues es evidente que mostrarse intolerante [frente al asesinato, la crueldad, el terrorismo, etc.] será siempre una virtud digna de elogio”. La idea de que la tolerancia está ante todo y por sobre todo sonará reconfortante, pero no deja de ser un cliché peligroso que nos expone a perder aquello que con tanto esfuerzo los libres del mundo supimos conseguir. Hay situaciones que nos exigen que seamos inflexiblemente intolerantes. ¿No fue Voltaire, acaso, quien dijo que debíamos ser tolerantes con todo menos con la intolerancia? Así como en el pasado ha sido necesario hacer la guerra para defender la paz, un acuciante desafío moral contemporáneo es el de comprender y aceptar que la defensa de la tolerancia requiere una cierta dosis de intransigencia. Sólo así podremos darle combate a la intolerancia, para algún día -en la caracterización de Elie Wiesel- “despojarla de la falsa gloria que le confiere su escandalosa ubicuidad”.