domingo, 18 de mayo de 2008

Odisea de un israelí español: capítulo sexto

Emporio Sefardí
Por Moshé Yanai

Mi llegada al entonces Palestine Discount Bank tuvo cierto impacto. Como emporio de la familia Recanati, asociada con otros conocidos hombres de negocios de origen griego y egipcio, predominaba allí el elemento sefardí. Allí encontré apellidos de pura cepa sefardí: Bourla, Carasso, Magrizo, Molcho, Nahmías, Toledano y Varsano. Aunque solían hablar en hebreo durante el trabajo, lo intercalaban con expresiones en ladino, que a mí me resultaban muy graciosas.

Comencé a trabajar como un novicio (aprendiz), y entre otras cosas me ocupaba de llevar documentos de uno a otro empleado y realizar otros mandados. Como mi hebreo era todavía incipiente, solía conversar con todos en mi castellano barcelonés, lo que causaba no poca gracia a esos sefardíes que no habían escuchado nunca la versión moderna de la lengua de Cervantes. Así fue que parecía haberme convertido en una suerte de mascota del banco, con el que a todos le gustaba juguetear: representaba a una comunidad que aún era desconocida en la Palestina de los años cuarenta, y mi modo de expresar causaba no pocas risotadas a mis interlocutores. Jamás olvidaré la hilaridad con que acogieron mi anuncio que me iba de vacaciones. Se trata aparentemente de una palabra moderna, cuya existencia era desconocida hasta hace poco, de modo para que ellos eso de ir “de vaca” les resultó muy gracioso. Para referirse al tema recurrían a la palabra francesa, congé.

Sea como fuera, el hecho evidente es que mi presencia fue notada, y sin siquiera darme cuenta logré ascender a un nuevo puesto recién creado. Me pusieron a las órdenes personales del Director General del Banco, el legendario León Recanati, fundador de una dinastía de banqueros y hombres de negocios, un judío griego de aspecto patriarcal que dirigía el banco con mano firme. Hasta el día de hoy los integrantes de la familia Recanati son famosos por su actuación en la economía nacional, y frecuentemente se pueden ver las fotos de sus nietos en la prensa hebrea.

Sentado en un amplio sofá de cuero negro en la sala de espera, respondía a sus requerimientos, convocaba reuniones de empleados superiores y velaba para que nadie pudiera entrar en su despacho cuando estaba ocupado, con una tenacidad que me causó no pocos contratiempos. Un buen día apareció un caballero, un judío de apellido Salem, de El Cairo, que denotaba su origen extranjero: sus modales y el hecho que hablara en francés, bien lo atestiguaban. Alguien se había olvidado de indicarme que se esperaba la visita de uno de los principales accionistas del Banco, propietario de los grandes almacenes Cicurel de la capital egipcia. Como ese señor desconocía el hebreo, de algún modo pude contestarle en un francés muy rudimentario y españolizado, para indicarle, cortés pero categóricamente, que “monsieur Recanati est tres ocupé et il non peut pas etre derangé”. El buen hombre quedó sorprendido ante mi insistencia, y no dejó de causarle gracia la postura de quien bien considerara un mero adolescente, apenas un mocoso, que con tanta firmeza se tomaba en serio un papel que le resultaba un poco corto, para no decir menos. Además mi francés que no era tal, despertó su interés. Como inmigrante español, no dejaba de ser un ejemplar raro, y al saber de donde procedía quiso conocer las circunstancias de nuestra llegada al país. Solamente la llegada de Harry Recanati, el hijo mayor del director, me sacó de la curiosa situación en que me encontraba. Con sonrisas disculpó mi modo de obrar, e hizo los honores del caballero que aún antes de entrar en el santasanctórum me hizo un gesto pícaro, como para insinuarme que a pesar de todo, se había salido con las suyas. En última instancia este incidente no sólo no me perjudicó, sino que llegué a ser considerado como un empleado original, que tenía un modo de proceder muy particular y hacía gala de una responsabilidad muy acendrada.

Mis nociones de francés también son capítulo aparte. El idioma galo lo aprendí... yendo al cine. No es que la mayoría de las películas fueran francesas; todo por el contrario, eran –como lo siguen siendo- norteamericanas. El doblaje casi era inexistente -y todavía los es-, de modo que nos teníamos que limitar a leer los subtítulos. Como mi conocimiento del hebreo era muy superficial, tropezaba con problemas para descifrar una escritura que, para colmo, estaba escrita al revés… Y a mi gran sorpresa, comencé a comprender algo de los subtítulos en francés, que eran normativos entonces. Debo confesar que mi madre, que fue maestra de escuela en francés en su nativa Estambul, estaba muy decepcionada de que su hijo no lo supiera. Con su ayuda, y los dos periódicos en ese idioma que llegaban de Egipto al banco y que leía de contrabando, comencé a adquirir los rudimentos del francés. No puedo pretender conocer bien ese idioma, pero sí en una medida tal que durante los siete días que estuve en París, no recurrí ninguna vez al inglés: de algún modo me hice entender en mi elemental francés. Ahora, en mi condición de jubilado, trato de recuperar el tiempo perdido, y lo estudio con particular dedicación.

Los ladrones somos gente honrada”

Un buen día sucedió lo que solía ocurrir con frecuencia en la Tel Aviv de los años cuarenta: un grupo extremista asaltó el banco para despojarle de los fondos que necesitaba con urgencia, y que no se podía conseguir de otro modo de los acaudalados mogoles del yishuv. Dos o tres jóvenes enmascarados irrumpieron violentamente en el banco, y armados con pistolas amenazaron al entonces único cajero, el anciano y respetado señor Sides, que no tuvo otro remedio que abrir la vieja caja de caudales. Mientras tanto, los atracadores “patrióticos” nos tenían a todos en vilo, y luego se dieron a la fuga, si mal no recuerdo, en bicicletas. Les siguió un grupo de jóvenes en el que yo no podía estar ausente y que exclamaba a grito pelado: “ganavim, ganavim”, ¡ladrones, ladrones! Solamente cuando volví un tanto excitado de esa aventura, me revelaron que no había sido un simple suceso delictivo, sino un episodio más de la campaña para “recaudar fondos” de uno de los grupos disidentes que operaban entonces en el Mandato Británico de Palestina para conseguir la independencia.

Poco después de este suceso falleció León Recanati, y el suceso tuvo un amplio eco nacional. Su cortejo fúnebre desfiló por la arteria principal de la ciudad, la calle Allenby que aún se llama así en honor del general británico, que conquistó esta parte del mundo del imperio otomano en la Primera Guerra Mundial. Nosotros, los aprendices fuimos elegidos para llevar las numerosas coronas de flores que debían colocarse sobre la tumba; detrás iban los deudos, la viuda, los hijos y otros familiares, y a ambos lados de la calle se habían concentrado ciudadanos de Tel Aviv, no sé para si rendir precisamente un homenaje póstumo, o más bien para contemplar la impresionante procesión de la comunidad sefardí local, que interrumpía todo el tráfico en la calle principal de la ciudad.

Pasada la semana de luto, fue el hijo mayor de la dinastía, Harry Recanati, quien asumió la dirección del banco. Era un joven de 26 años que había recibido una esmerada educación. Ocupó el mismo despacho que había tenido su padre, y estimó que mi presencia junto a él le era “indispensable”. Había heredado los modales patriarcales de su padre, y si bien severo sabía congraciarse con quienes le servían bien. Como le gustaban las golosinas, me enviaba frecuentemente al quiosco vecino para comprarle chocolate: siempre una tableta para él y... otra para mí. Cuando un día le anuncié que el banco me había concedido una semana de vacaciones, y estaría ausente esos seis días, me dijo que esperase un momento. Agarró uno de los papelitos que tenía sobre su escritorio, escribió algo y me pidió que se lo entregase al cajero. Eché un vistazo y a mi gran sorpresa vi que era un vale por... cinco libras palestinas. Con esa inesperada y respetable suma en mi poder decidimos que mamá y yo pasaríamos unos días en Jerusalén. Jamás olvidaré lo bien que lo pasamos visitando a unos parientes lejanos y la emoción de ver los lugares santos y, en especial, el Muro de los Lamentos. Lo que mayormente le encantaba a mamá era llegar en autobús al Monte Scopus, en donde se hallaba el hospital Hadassah y la Universidad Hebrea, y desde unos jardines de su cima no se cansaba de contemplar el magnífico paisaje de Jerusalén. Después de la Guerra de la Independencia, ese paraje quedó como un enclave israelí dentro de la Jerusalén este ocupada por los jordanos, y sólo luego de la Guerra de los Seis Días volvieron a habilitarse tanto el hospital como esa casa de altos estudios.

Mientras tanto, procuraba no perder el tiempo, y concluido mi trabajo a las cinco de la tarde iba a una escuela vespertina, aprendía inglés y trataba de mejorar mi hebreo. A gran inquietud de mis padres llegaba muy tarde a casa, y en los primeros meses me otorgaron un trato muy especial y hasta preferente, sin percibir el hecho evidente que a esa edad estaba en condiciones de hacer más de lo que ellos pensaban.

Profesor imberbe

Un buen día llegó un kibutznik, o sea un miembro de kibutz, al banco. Procedía de Shaar Haamakim, el “Portón de los Valles”, una de las tantas colonias comunales que se hallaban cerca de Haifa. No venía para realizar operación bancaria alguna, sino que buscaba un maestro de español en donde, bien se sabía, se hablaba este idioma. Sencillamente, la organización kibutziana deseaba enviarlo en misión a América del Sur, y antes de partir quería adquirir algunos conocimientos del castellano, para suplir su dominio del yidish. Y no sabía dónde encontrarlo, por la sencilla razón de que no había quién le pudiera enseñar.

Los empleados del Palestine Discount Bank se sintieron muy halagados, pero le explicaron que el idioma que sabían no era el más indicado para su finalidad. Y sin embargo, le revelaron que había en ese establecimiento una sola persona que lo dominaba: un adolescente que había llegado de España. Así es que una buena mañana me encontré frente a un tosco kibutznik que quería aprender el castellano, y no sabía dónde y cómo hacerlo. Con una seguridad que era tan ficticia como carecía de base, le dije que si bien no tenía mucha experiencia didáctica, estaba en condiciones de cumplir esa tarea. Le expliqué que tenía la posibilidad de aplicar un novel método en enseñanza que había demostrado en la práctica ser muy eficiente. Agregué que podía adquirir un libro para aprender el castellano (lo que de por sí no era tarea fácil en aquella época). Parece ser que el hombre quedó impresionado, o sencillamente estaba tan cansado de buscar que estaba dispuesto a probarlo todo, con tal de aprender algo. Me indicó que el kibutz había alquilado una habitación en Tel Aviv, y allí podíamos celebrar nuestros encuentros pedagógicos.

Casi no llego a hacerlo. Tenía entonces no más de quince años, y no sabía de hecho cómo encarar la tarea. Desde luego emplearía el método Berlitz, pues tiene la ventaja de que no es necesario conocer otro idioma que el que se enseña. Ello me solucionaba en parte el problema, ya que mi hebreo era todavía demasiado elemental para asumir una tarea que, al fin y al cabo, exigía conocimientos que yo no poseía.

Jamás olvidaré aquellos dos días que precedieron al encuentro. Desde luego me apresuré a comprar el libro gastando para ello todo mi modesto peculio, y en casa repetí hasta la saciedad el texto de la primera lección. Fueron horas y horas de preparación hasta que pude convencerme que estaba en condiciones de asumir la tarea. Llegó el momento decisivo, y con el alma en vilo acudí a la cita. Encontré la dirección y toqué el timbre tres veces, como me había dicho. En aquella época los apartamentos telaviveños eran compartidos por varios inquilinos, y para llamar cada uno tenía su propia señal. El más veterano respondía a una llamada, el segundo en importancia a dos, y así sucesivamente. Recuerdo una conocida canción de Shoshana Damari, la primera estrella de la canción hebrea, que cautivaba al público israelí en aquella época. “Hay que llamar dos veces, y esperar un poquito”, afirma cuando invita al galán a que la visite. Claro, la mujer compartía el piso con otros inquilinos, y se le habían asignado dos timbrazos.

Mi kibutznik no tardó el contestar a mi llamada, y me hizo entrar en su habitación. Era de reducidas dimensiones, con una cama y un armario a ambos lados de la ventana, y una mesa con varias sillas en medio. Apenas si había lugar para moverse. Arriba pendía una bombilla eléctrica: claro en Tel Aviv, todos tenían electricidad, me dije a mí mismo conteniéndome para evitar divulgar el hecho que nosotros aún no la teníamos. Nuestra iluminación nocturna, en los años cuarenta del siglo pasado, todavía era a kerosén.

Con una seriedad que trataba de ocultar mi nerviosismo comencé mi lección. -“Esto es la mesa”-, le dije, y le insté para que repitiera. -“La silla, la ventana, el suelo, el techo, la cama, el cuaderno, el lápiz...” En una hora y algo de lección el hombre llegó a conocer –así por lo menos lo esperaba- entre unas quince y veinte palabras. Pero la seguridad que aparentaba tener su improvisado maestro le había impresionado, y al terminar la lección me dijo sencillamente que nos encontraríamos el próximo lunes y luego el jueves a las 7.30 de la tarde. Cobraba la exorbitante suma de una libra palestina por lección, que equivalían a tres dólares y medio. Pero en un mes normal podía llegar a ganar 9 libras: suma que incluso superaba lo que era entonces mi sueldo mensual...

Durante varias semanas traté de enseñarle los rudimentos del castellano, aunque su progreso dejaba mucho que desear. Aprendía con una lentitud que me tenía preocupado: ¿sería él o yo el culpable? Eventualmente, se aproximó la fecha de partida: tenía que zarpar de Haifa a Marsella, y de allí a Buenos Aires. –“Conozco muchas palabras, pero necesito conversar en español y no tengo con quién... ¿No quisiera venir este fin de semana a mi kibutz, para tratar de hablar conmigo en ese idioma?”-, me preguntó. “Quisiera practicar lo que he aprendido”.

La idea me pareció buena. Por la fabulosa suma de cinco libras y pensión completa, ese flamante adolescente disfrazado del pedagogo que estaba muy lejos de ser, llegó a ese hermoso rincón del norte del país, y se ingenió para que no se extinguiera el hilo de la conversación. Pero resultó ser una tarea bien ardua, tenía que romperse la cabeza para encontrar temas de conversación con una persona un tanto introvertida, y lamentó no haber aprovechado la ocasión para pedir un poco más. Estimaba que bien se lo merecía...

Muchos años más tarde, cuando trabajaba como encargado de relaciones públicas y de prensa en la Embajada Argentina en Tel Aviv, tuve ocasión de recibir al padre de una conocida cantante israelí, Dorit Reubeni, que requería información sobre ese país, en la víspera de una gira artística que su hija estaba por emprender por Sudamérica. Cuando supe que llegaba de Shaar Haamakim, me picó la curiosidad y le pregunté por mi primer alumno de español. El señor Reubeni dijo conocerlo, y en cierto modo calmó mi preocupación. -“Incluso si hubiera sido usted el mejor maestro de todo el país, no creo que hubiera podido enseñarle mucho. Sencillamente, el hombre no captaba idiomas...”- me dijo con una irónica sonrisa. Lo que no sabía el señor Reubeni es que había puesto el dedo en la llaga: entonces era el mejor maestro de español, por la sencilla razón que –hasta tanto yo sé- en todo el país no había otro...

Este episodio me instó a ampliar mis actividades en una labor que resultaba particularmente provechosa, y a mi gran sorpresa mis tratativas me colocaron un día en la escuela Berlitz de Tel Aviv, ante un grupo de seis personas que esperaban captar la lengua de Cervantes del joven imberbe que tenían enfrente. No sé si fue mi capacidad educativa, mi soltura en saber salir de situaciones engorrosas o el simple hecho que no había quien lo hiciera, lo cierto es que mi intervención debió de ser exitosa. Pronto tuve una nueva alumna, a la que dictaba lecciones privadas, una señora que eventualmente traspasó su diminuto departamento de Tel Aviv a mi suegra. Pero lo más gracioso era que ella y su esposo pensaban emigrar al Brasil, y me vi en la obligación de revelarle que no estaba estudiando precisamente el idioma que correspondía...

A medida que pasaba el tiempo no faltaron alumnos, en especial clases privadas, que me permitían concentrarme en una sola persona. Creo que en última instancia adquirí los requisitos para transmitir mis conocimientos; ante todo, era necesario tener confianza en mí mismo y granjearse de ese modo el respeto de mi interlocutor. A través de los años he tratado de enseñar el castellano a no pocos alumnos, y entre ellos había algunos tipos interesantes. Tuve otro kibutznik, en este caso una persona mayor del kibutz Mishmar Hasharon que conocía con el nombre de Margalit, quien jamás acudió a la lección en casa sin traer algo a mi señora: una flor, una maceta o una fruta exótica recién cultivada. Un alumno muy dotado que me sorprendió por el modo como aprendía el idioma. Al regresar luego de estar cierto tiempo en Buenos Aires como enviado del movimiento sionista, se puso en contacto conmigo. “No viajé en avión sino en barco a Génova, y de allí me embarqué para la capital argentina. Estuve estudiando durante toda la travesía, o tratando de conversar con gente que conocía el idioma. Al llegar a la Argentina ya era capaz de moverme solo por la ciudad, y seis meses más tarde dicté mi primera charla en castellano”, me dijo cuando nos encontramos de vuelta. Se sentía muy ufano de haber realizado semejan te proeza; no recuerdo haber tenido un alumno tan capaz como él, una persona mayor que se aproximaba a los sesenta años. Tuve también como alumna a una señora, Dalia Low, que había estudiado baile andaluz en España y que aunque era de origen sefardí e hija de una famosa familia de apellido Tocatly, poco o nada sabía del castellano. Recuerdo que estaba casada con un potentado de origen canadiense, y nos invitó una noche en una velada musical en su hogar, una lujosa mansión situada junto a la residencia del Embajador norteamericano en la exclusiva calle Galei Tejelet, en Herzlía Pituaj. Allí conocí a una figura legendaria de la bohemia israelí, Margot Klausner, propietaria de los famosos estudios cinematográficos “Ulpanei Herzelia”, donde todavía se filman algunas de las más conocidas producciones que vemos en la TV israelí. Margot era una mujer mayor, muy aficionada al espiritualismo, y decidió a avanzada edad aprender el castellano. Pero tenía de carácter muy temperamental, y en más de una ocasión tuve que regresar a casa tal como había llegado: por una u otra razón había decidido anular la lección. En ese caso esa difusa alumna, posiblemente una de las personas más adineradas del naciente Israel, me compensaba abonándome la mitad de lo que hubiera podido ganar si se la hubiera dictado. Yo aceptaba todo, porque esa mujer tenía una mente que me fascinaba, y de hecho aprendía yo más de ella que ella de mí.

Este es un capítulo de mi vida que recuerdo con no poca satisfacción: mis experiencias didácticas, el considerable número de personas de toda edad, sexo y condición social a las que intenté enseñar el castellano. Desde luego, no es tarea fácil ser maestro, y sobre todo cuando se trata de personas adultas. Más que nada, esa actividad me abrió nuevos horizontes, me permitió conocer personas interesantes y me agregó un buen caudal de conocimientos. Trataba de enseñar pero a la par satisfacía mi sed de saber más en esos contactos con mis alumnos.

jueves, 8 de mayo de 2008

La libertad de culto en Israel

En su condición de país del Medio Oriente comprometido con la práctica libre de la religión para todos, independientemente de la afiliación religiosa, Israel surge como un oasis de libertad religiosa en el Medio Oriente. El gobierno israelí patrocina los servicios religiosos de las comunidades de todos los credos. Esto incluye el financiamiento de estudios del Corán y los costos operativos de más de cien mezquitas así como los salarios de los líderes religiosos musulmanes; la misión de servir de refugio seguro para las minorías perseguidas en los países vecinos, permitir a los ciudadanos de todas las religiones ejercer cargos políticos y financiar el mantenimiento de los Lugares Sagrados de todas las religiones.

La Declaración de la Independencia de Israel: Un imperativo de libertad de culto

La Declaración de la Independencia de Israel, emitida en 1948, describe al país como un estado judío, pero extiende claramente la libertad de culto a todos sus habitantes, al proclamar que el Estado de Israel “asegurará una absoluta libertad de derechos a todos sus habitantes, con prescindencia de religión, raza o sexo; garantizará la libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; protegerá los Santos Lugares de todas las religiones”

En su carácter de país habitado por personas de numerosas etnias y orígenes religiosos, Israel alienta a las minorías a asumir una función activa en la política y el gobierno. Todos los ciudadanos israelíes disfrutan del derecho al voto y pueden aspirar a cargos políticos, incluida la presidencia.

Desde la reunificación de Jerusalén en 1967, Israel ha garantizado el acceso a los Lugares Sagrados de todas las creencias y ha restaurado y reconstruido los Lugares Sagrados de cristianos, judíos y musulmanes.

En 1992, la Kneset (el parlamento israelí) aprobó la Ley Orgánica de la Dignidad y la Libertad Humana, que codifica en una ley los derechos civiles y humanos. Si bien la Ley Orgánica de la Dignidad y la Libertad Humana ve a Israel como un “estado judío y democrático”, el país no tiene una religión oficial. Cada una de las grandes comunidades religiosas del país –cristianos, drusos, judíos y musulmanes– tiene jurisdicción sobre sus asuntos internos y religiosos, y sobre la situación individual, incluidos matrimonios, divorcios y sepelios. Todos los tribunales religiosos sobre derecho de familia están reconocidos como autónomos y son financiados por el gobierno de Israel

Los grupos religiosos en Israel

La población de Israel está compuesta por personas que practican diversos credos, y todos gozan de plenos derechos para hacerlo sin miedo a persecuciones u agresiones por fuerza de la ley. Israel reconoce cinco religiones: judía, islámica, cristiana, drusa y Bahá’í.

Al 31 de diciembre de 2006, la demografía religiosa de Israel era la siguiente:

Judíos y “otros”: 80,1 %*
Judíos: 76 %
Cristianos no árabes: 0,4 %
No clasificados por religión: 3,9 %
Árabes: 19,7 %*
Musulmanes: 16,4 %
Cristianos: 1,7 %
Drusos: 1,6 % [12]

* El porcentaje no suma 100

Los judíos en Israel:
Israel es el único país en el mundo con una mayoría de ciudadanos judíos. El espectro judío en Israel abarca desde quienes se consideran seculares o no observantes, hasta quienes son ultraortodoxos u observantes. Jerusalén es la ciudad más santa para el judaísmo y alberga muchos de sus lugares religiosos más sagrados, incluyendo el Muro Occidental, el Templo del Monte y la Tumba de David.

Los musulmanes en Israel:
La población musulmana de Israel consiste básicamente en cerca de 1.400.000 de árabes sunitas, que viven principalmente en el norte del país. Los circasianos y los beduinos son miembros del segmento musulmán de Israel. El Monte del Templo en Jerusalén, que alberga al Domo de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa, es el tercer sitio sagrado deI islam. Otros sitios notables incluyen la mezquita de El-Jazzar en Acre y la Tumba de los Patriarcas en Hebrón, en la Banda Occidental, históricamente conocida como Judea y Samaria, que podrá formar parte del futuro Estado Palestino. Israel financia más de cien mezquitas y paga los salarios de los imanes (líderes religiosos); además, compra los textos del Corán usados en las mezquitas. El gobierno israelí financia también escuelas árabes y numerosas escuelas e institutos islámicos. Las escuelas árabes imparten estudios islámicos y lengua árabe, además del currículo general del Ministerio de Educación de Israel.

Los cristianos en Israel:
Israel alberga los Santos Lugares del cristianismo, incluida la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, en el lugar en el que Jesús fuera crucificado y posteriormente resucitara; [24] la Basílica de la Anunciación en la población de Nazaret en la Banda Occidental; la Iglesia de la Natividad en Belén, en la Banda Occidental; el Cenáculo y la Vía Dolorosa en Jerusalén; el Mar de Galilea en el norte de Israel y el Monte de los Olivos en Jerusalén, reverenciado por el judaísmo, el islam y el cristianismo.

Israel reconoce oficialmente diez denominaciones cristianas, a los fines de la situación personal (matrimonio y divorcio): ortodoxa griega, católica griega, católica romana, ortodoxa armenia, católica armenia, maronita, ortodoxa siria, católica siria, católica caldea y episcopal (anglicana). La mayor parte de los cristianos de Israel son árabes que pertenecen a las iglesias católica griega, ortodoxa griega y católica romana.

Los drusos en Israel:
La comunidad drusa goza de una condición especial en Israel por su contribución a la defensa del país. Los drusos israelíes cumplen el servicio militar y han alcanzado posiciones destacadas en la politica, el ejército y la administración pública. son leales al país y se embanderan con él. La mayor parte de los 113.00 drusos de Israel viven en 22 aldeas en el norte del país; Daliat el-Carmel en el Monte Carmel, al sudeste de Haifa, es la población drusa más grande, con 13.000 habitantes. La tumba de Jetro, el suegro de Moisés, es uno de los sitios más importantes en la fe drusa. Otro lugar religioso importante es la tumba de Nebi Shueib, situada en la Galilea cerca de Karnei Hitin, una montaña doble cerca de Tiberíades y del sitio de una gran batalla de los cruzados.

Los Bahá’í en Israel:
Israel es un refugio para los Bahá’í, una minoría religiosa originaria de Persia cuyos adherentes han sido constantemente perseguidos por el gobierno islámico chiíta de Irán. En el mundo hay cerca de seis millones de Bahá’ís, que residen en más de 200 países y territorios viven cerca del Centro Mundial Bahá’í, en la ciudad norteña de Haifa, en donde administran los asuntos internos e internacionales de la comunidad Bahá'í mundial. El plantel cuida los Santos Lugares Bahá'í en Israel, incluido el Bahjí, en la ciudad de Acre en el norte del país, en donde murió el fundador de la fe Bahá'í, Bahá’u’lláh.

La protección israelí a todos los Lugares Sagrados

Israel permite a fieles de todos los credos el acceso a los numerosos lugares sagrados del país. La legislación israelí determina que todas las personas, independientemente de su afiliación religiosa, tienen derecho a visitar todos los Lugares Sagrados del país.

Quienes intentan impedir este derecho están sujetos a procesos penales y a prisión de hasta cinco años. La Ley de Protección de los Santos Lugares de 1967 declara también que quienes destruyan un lugar sagrado deberán atenerse a las consecuencias legales. La ley establece: “Quien hiciere algo que implique una probable violación de la libertad de acceso a los miembros de las diferentes religiones a sus Santos Lugares respectivos es pasible de prisión por un lapso de hasta cinco años”

Se hacen excepciones durante las festividades judías y después de atentados terroristas, cuando el gobierno se ve forzado a imponer restricciones por las amenazas a la seguridad.

En contraste con ello, entre 1949 y 1967, cuando los jordanos controlaban los Santos Lugares, todos los israelíes tenían prohibido el ingreso a Jerusalén oriental, incluida la Ciudad Vieja
La Ciudad Vieja alberga el Muro Occidental, el sitio más sagrado para el judaísmo; la Iglesia del Santo Sepulcro en la que se cree fue sepultado Cristo; y el Monte del Templo (Haram al-Sharif en árabe), el tercer lugar sagrado para el islam y sitio del Primero y el Segundo Templos judíos.

Bajo el gobierno jordano, los Santos Lugares y cementerios judíos en Jerusalén oriental fueron desacrados. Una vez que Israel logró el control de toda Jerusalén en 1967, abrió de inmediato el área a miembros de todos los credos, para que pudieran practicar libremente sus cultos en sus respectivos lugares sagrados, sin amenazas de violencia o persecución. Israel lo puso en claro en su primero anuncio por radio después de la toma de Jerusalén oriental:

“Esta mañana, el Ejército de Defensa de Israel liberó Jerusalén. Hemos reunificado Jerusalén, la dividida capital de Israel. Hemos retornado a nuestros sitios más sagrados, para no volver a abandonarlos. Aun en esta hora, con más razón en esta hora, extendemos la mano a nuestros vecinos árabes en son de paz. Y a nuestros ciudadanos cristianos y musulmanes les prometemos solemnemente plenos derechos y libertad de culto. No hemos venido a Jerusalén por los Santos Lugares de otros pueblos, ni para interferir con los fieles de otros credos, sino para salvaguardarlo por completo, y para vivir juntos y unidos”.

– Ex Ministro de Defensa de Israel, Moshe Dayan, 7 de junio de 1967

La integración de la diversidad en Israel

El gobierno israelí ha dado varios pasos para incorporar a los miembros de todas las nacionalidades y afiliaciones religiosas en los entes tomadores de decisiones del país. Las minorías religiosas en Israel están también representadas en el sector no gubernamental y privado, como por ejemplo:

Los no judíos ocupan escaños en la Kneset desde la creación de Israel. Ya en la primera Kneset en 1949, un partido liderado por árabes, la Lista Democrática de Nazaret, obtuvo dos escaños. Sus representantes eran Amin-Salim Jarjora y Seif E-Din E-Zoubi ;

El druso israelí Saleh Tarif fue el primer ministro no judío en Israel, en marzo de 2001;

En 2005, el gobierno israelí designó como director general del Ministerio del Interior al musulmán Oscar Abu-Razek, que fue el árabe con el cargo más jerárquico en un ministerio;

Jamal Hakrush, un musulmán, fue promovido al grado de comandante en la Policía Nacional en diciembre de 2006, convirtiéndose así en oficial de policía árabe musulmán de más alto rango desde la creación del Estado de Israel;

Raleb Majadle, miembro del Partido Laborista israelí, fue el primer integrante árabe musulmán del gabinete en Enero de 2007;

Por primera vez desde la creación del Estado, un árabe cristiano, Salim Joubran, fue designado en 2004 juez titular de la Suprema Corte;

En Junio de 2000, el parlamentario Rabino Michael Melchior fundó el Foro de Acuerdo Civil para judíos y árabes en Israel, una organización no gubernamental privada para la igualdad económica, social y civil de judíos y árabes en Israel;

La cantidad de directores no judíos en los directorios de las compañías estatales creció de 5,5 % en 2002 a 10 % en 2005. Los árabes ocupan aproximadamente un 10 % de los sitios en los directorios de las 105 compañías públicas;

En junio de 2006, el XXXV Congreso Sionista Mundial aprobó una resolución que exige a la Agencia Judía incluir a las comunidades árabes israelíes en sus planes de desarrollo para el país. Previamente, la Agencia Judía no había actuado en el seno de las comunidades árabe y drusa;

Durante la guerra defensiva de Israel contra el Hezbollah respaldado por Irán en 2006, la Agencia Judía brindó ayuda humanitaria a niños musulmanes y cristianos de la Galilea. La región norte de Israel sufrió el mayor número de ataques con proyectiles lanzados por Hezbollah. La Agencia continuó sus esfuerzos después de la guerra, ayudando a reconstruir las comunidades árabes israelíes en el norte de Israel;

Muchas organizaciones no gubernamentales de Israel, incluida las Fundaciones Guesher y Meitarim, se dedican a alentar el diálogo interconfesional y la coexistencia entre judíos y árabes;

La Autoridad de Aeropuertos de Israel planea construir un recinto de plegarias para musulmanes en el Aeropuerto Internacional Ben Gurion, para los pasajeros musulmanes;

• En Septiembre de 2003, Samaher Zaina se convirtió en la primera mujer árabe directora de una escuela secundaria árabe.
La opresión religiosa en los países vecinos a Israel

En contraste con las pautas de tolerancia institucionalazadas en el gobierno y la sociedad israelí, muchos de sus vecinos siguen restringiendo el derecho de algunas personas a practicar sus religiones.

Zonas palestinas:
A diferencia del respeto que Israel demuestra por los Santos Lugares musulmanes, los palestinos en la Franja de Gaza controlada por el Hamás desacran los sitios judíos y cristianos y oprimen a la minoría cristiana. Los aproximadamente 3.000 cristianos que viven en Gaza afrontan constantes persecuciones de los extremistas palestinos. Se ha matado a cristianos y sus escuelas, iglesias y centros recreativos son permanentemente atacados. El Hamás respaldado por Irán obtuvo el control de Gaza durante un sangriento golpe en Junio de 2007.

Antes de la retirada israelí de toda Gaza en 2005, con la esperanza de abrir la senda a un estado palestino independiente, los judíos que vivín allí necesitaban escolta militar para viajar fuera de sus barrios muy custodiados. Los judíos de Gaza fueron objeto de miles de ataques terroristas, incluido uno en el que murieron Tali Hatuel, de 34 años, y sus cuatro hijas menores de 12 años.

En pocos días, los palestinos destruyeron también invernaderos de alta tecnología que les habían sido donados para ayudarlos a ganarse el sustento. En pocos días, los palestinos destruyeron también invernaderos de alta tecnología que les habían sido donados para ayudarlos a ganarse el sustento.

Antes de la retirada de 2005, judíos israelíes desarraigaron y trasladaron todas las tumbas del cementerio judío de Gaza para evitar su desacración. En los dos años y medio transcurridos desde la evacuación, los terroristas de Gaza respaldados por el Hamás, cuya ideología extremista incluye el objetivo declarado de destruir a Israel, usaron esta zona para lanzar más de 4.500 proyectiles y bombas de mortero contra poblaciones israelíes.

Irán: La religión oficial de Irán es el islam y su Constitución declara que todas las leyes y regulaciones deben basarse en criterios islámicos. Los cristianos, judíos y seguidores de Zoroastro son considerados minorías “protegidas”; no obstante, aún deben afrontar la discriminación y se ha informado sobre casos de prisión, hostigamiento e intimidación. . El zoroastrismo, fundado en Persia hace más de 3.500 años, es una de las religiones monoteístas más antiguas del mundo y en el pasado fue la religión oficial de Persia. El concepto zoroástrico del paraíso, el infierno y la resurrección influyeron sobre el cristianismo y el islam. Los miembros de la fe Bahá’í son perseguidos más que cualquier otra minoría y han informado sobre persecuciones sistemáticas, arrestos arbitrarios, expulsiones de las universidades y confiscación de propiedades.

Arabia Saudita: El islam es la religión oficial y el sistema legal se basa en la ley islámica (Sharia). La libertad de culto es virtualmente inexistente en Arabia Saudita , que no ofrece protección legal ni reconocimiento de la libertad de culto a los no musulmanes. Los no musulmanes no pueden ser ciudadanos, y a pesar de que el culto privado de todas los grupos religiosos está teóricamente permitido, no hay tolerancia para la práctica pública de otras religiones fuera del islam. Se ha arrestado a cristianos por practicar su culto en privado y la exhibición pública de símbolos religiosos como el crucifijo, la Estrella de David y biblias cristianas está prohibida. En agosto de 2007, el sitio en Internet de la aerolínea de Saudi Arabian declaró: “Hay varios artículos que no pueden ingresar al reino debido a razones religiosas y regulaciones locales”, incluidos “artículos que pertenezcan a otras religiones que no sean el islam, también están prohibidos. Esto puede abarcar biblias, crucifijos, estatuas, tallas, símbolos religiosos tales como la Estrella de David y otros”. Desde entonces, esta declaración ha sido eliminda del sitio en Internet de la aerolínea.

Siria: Si bien no hay una religión oficial, la jurisprudencia islámica es la principal fuente de la legislación y el sistema legal se basa en leyes otomanas, francesas y la Sharia (islámica). La Constitución declara la libertad de culto, pero hay restricciones a este derecho: el presidente, por ejemplo, debe ser musulmán. Además de eso, el gobierno proscribe a los Testigos de Jehová y sus miembros deben realizar sus actividades con discreción, para no llamar la atención de las autoridades. El gobierno impone la educación religiosa para todos los grupos religiosos, pero sólo se imparte instrucción sobre el islam y el cistianismo.

El Líbano: La Constitución libanesa permite la libertad de culto, y la igualdad de todos los ciudadanos está garantizada; no obstante, establece un equilibrio de fuerzas entre los principales grupos religiosos, cristianos y musulmanes. Los cargos políticos están limitados a grupos religiosos específicos. Por ejemplo, el presidente debe ser un cristiano maronita; sólo un musulmán sunita puede ser primer ministro; el cargo de presidente del parlamento está reservado a un musulmán chiíta. Los Bahá’ís, budistas, hinduistas y algunos grupos cristianos protestantes no están oficialmente reconocidos por el gobierno y por eso no pueden acceder a ciertos cargos en el gobierno. No obstante, los miembros de estos grupos religiosos pueden aspirar a cargos públicos bajo un grupo religioso diferente.

Fuente: http://www.theisraelproject.org/

Derechos de los árabes en Israel

Introducción

Con el establecimiento de Israel en 1948, sus fundadores declararón que el país no sería solamente un estado judío, sino que también un estado democrático, en el cual todos los ciudadanos, sin importar su religión, origen étnico, raza o sexo, vivirán en paz con igualdad en los derechos civiles
Los árabes israelíes constituyen aproximadamente el 20% (1,4 millones) de la población israelí. Son, por definición, palestinos cuyos descendientes permanecieron en Israel y se les otorgó ciudadanía después del establecimiento del estado. Luego de la Guerra de los Seis Días en 1967, en donde Israel combatió endefensa contra cinco ejércitos reunidos junto a sus fronteras, Israel capturó Jerusalem Oriental de manos jordanas y abrió los lugares santos a todos los habitantes, incluyendo musulmanes, judíos y cristianos. En esa época los palestinos residentes de Jerusalem Oriental recibieron cédulas de identidad especiales y se les ofreció la ciudadanía, pero la mayoría de ellos la rechazó. Aún hoy los árabes de Jerusalem Oriental mantienen el status de residentes permanentes y pueden optar por la ciudadanía, como residentes permanentes, que reciben los beneficios de atención médica y seguridad social israelíes, asignación por hijos, derecho al voto en las elecciones locales y tienen la libertad de viajar por todo Israel.

Los árabes israelíes, en general, tienen los mismos derechos políticos y legales, que los ciudadanos judíos de Israel. Sin embargo, al igual que en muchas sociedades occidentales, la población minoritaria de Israel afronta una cierta discriminación. Por ejemplo, algunas leyes israelíes, como la Ley del Retorno y la Ley de Ciudadanía excluyen a los árabes; existen algunas limitaciones en la compra de tierra para los árabes. No obstante, tienen permitido adquirir tierras de propiedad estatal o privada.

Desglose de la población árabe-israelí

La mayoría de la población árabe de Israel es musulmana, y los árabes cristianosconstituyen el segundo grupo en tamaño, seguidos por los drusos y circasianos.


· Los árabes musulmanes constituyen el 83 por ciento de la población árabe de Israel, la mayoría de la cual es sunita. Los beduinos, ex nómades, representan alrededor del 10 por ciento de la población árabe musulmana. La mayoría de la población beduina de Israel vive en el desierto del Néguev, en el sur del país, y muchos de ellos se voluntarizan - aunque no están obligados a servir - en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).

· Los árabes cristianos , que constituyen el 8,5 por ciento de la población árabe de Israel, viven en su mayoría en zonas urbanas en el norte del país, incluyendo Haifa, Nazaret y Shfaram. La mayoría de los árabes cristianos de Israel son miembros de las Iglesias Católica Griega, Ortodoxa Griega y Católica Romana.

· La comunidad drusa representa el 8,3% de la población árabe israelí y tiene una posición especial dentro de la sociedad israelí. Los drusos israelíes están obligados a servir en las FDI y han desempeñado prominentes cargos en la política, el ejército y la administración pública. La mayoría de los drusos viven en 22 aldeas en el norte de Israel.

· Los circasianos, musulmanes sunitas, no son árabes, pero son considerados parte del sector árabe israelí. Son un pequeño porcentaje de la población árabe general alcanzando aproximadamente las 3.000 almas. Viven en dos aldeas, Kfar Kama y Rehaniye, en el norte de Israel. Los circasianos sirven en las FDI.

Los árabes israelíes son en general una comunidad que no se asimila y viven en aldeas en las que administran sus propios asuntos internos y municipales. Los árabes israelíes administran sus propias escuelas, en las cuales el idioma de instrucción es el árabe Gobiernan sus cortes religiosas que determinan en asuntos relacionados a matrimonio y divorcio. No obstante, los árabes en Israel se han visto influenciados en gran medida por la cultura israelí, incorporando aspectos de ella a su cultura original. Aprenden y hablan hebreo en forma fluida, ven programas de televisión israelíes y leen la prensa en hebreo. Empresas árabes están registradas y son activas en la Bolsa de Valores israelí. Asimismo, los jóvenes árabes israelíes han adoptado muchas prácticas de las israelíes judíos laicos, tales como la vestimenta moderna, al estilo occidental.

Casi la mitad de los árabes israelíes viven principalmente en la zona occidental del norte de Israel. La mayoría de los habitantes árabes viven en 116 localidades árabes a lo largo de Israel en las que constituyen prácticamente la totalidad de la población, y el 24 por ciento de los árabes israelíes viven en las ocho ciudades mixtas de Israel: [Jerusalem, Tel-Aviv-Yafo, Haifa, Lod, Maalot-Tarshiha, Nazaret Illit, Acre y Ramle. Los árabes israelíes constituyen un porcentaje significativo de la población en Jerusalem (32 por ciento) y Acre, Ramle, Lod y Maalot-Tarshiha (20 por ciento).

Haifa, la tercera ciudad , en tamaño de Israel, es considerada un modelo de coexistencia pacífica,, en la que judíos y árabes frecuentan los mismos restaurantes, centros comerciales y cines. El restaurante Maxim de Haifa, co-propiedad de una familia judía y una árabe, es un símbolo de la unidad árabe-judía. En octubre del 2003 el restaurante fue blanco de un ataque terrorista indiscriminado que dio muerte a 19 personas, incluyendo a cuatro árabes.

Otro ejemplo de la coexistencia árabe israelí en Israel es la legendaria panadería Abulafia en la ciudad portuaria de Yafo, junto a Tel Aviv. La panadería, fundada en 1879, pertenece a una familia árabe musulmana, pero muchos de sus clientes son judíos. La familia Abulafia está construyendo actualmente un hotel internacional que espera que se convierta en un símbolo de cooperación entre árabes y judíos.

Árabes y judíos coexisten además en la comunidad de Nevé Shalom

Árabes y judíos coexisten además en la comunidad de Nevé Shalom/Wahat al-Salam, que significa “Oasis de Paz” tanto en hebreo como en árabe. Ubicada en el centro de Israel, Nevé Shalom/Wahat al-Salam cuenta con unas 50 familias judías y árabe israelíes que crían a sus hijos en un entorno bilingüe. Programas educacionales, culturales y espirituales juntan a los niños árabes y judíos.

A diferencia de los israelíes judíos, los ciudadanos árabes no están obligados a servir en las Fuerzas de Defensa de Israel; no obstante, el servicio militar es obligatorio para varones drusos y circasianos.

Desde su fundación, Israel ha estimulado a los ciudadanos árabes a ser activos en la sociedad israelí. La Declaración de la Independencia de Israel dice: “Exhortamos ... a los habitantes árabes del Estado de Israel a mantener la paz y participar en la construcción del Estado sobre la base de plenos derechos civiles y de una representación adecuada en todas sus instituciones provisionales y permanentes.”

Voz y lugar: árabes en la política israelí
La ley israelí garantiza a los ciudadanos árabes el derecho a expresarse públicamente y a participar en el proceso político. Israel valora tanto la democracia que incluso movimientos que se oponen a la existencia nacional de Israel tienen representación en la Knéset (Parlamento israelí). Los árabes, al igual que todos los ciudadanos, tienen un lugar en la política israelí, voz y voto en las funciones del gobierno, y pueden apelar al gobierno cuando sienten que sus derechos han sido violados. Además, los ciudadanos árabes pueden dirigirse a una variedad de instituciones no gubernamentales tales como la Asociación por los Derechos Civiles en Israel (ACRI) y Adalah: El Centro Legal por los Derechos de las Minorías en Israel, para solicitar reivindicación legal.

Ciudadanos árabes han sido electos a cada Knéset desde el establecimiento del Estado de Israel En la actualidad, los árabes constituyen el 10 por ciento de la Knéset, que tiene 120 miembros

Partidos políticos y representantes árabes hoy en día
En las elecciones israelíes de marzo del 2006 para la diecisieteava Knéset, tres partidos políticos árabes y doce políticos árabes, incluyendo dos drusos, fueron electos a la Knéset

Jadash (acrónimo hebreo de Frente Democrático por la Paz y la Igualdad, literalmente "nuevo")
Jadash, es un partido de izquierda con raíces en el Partido Comunista antisionista de Israel. Se autodefine como un "partido judeo árabe". Los principales puntos de la plataforma de Jadash incluyen una retirada israelí a las fronteras anteriores a 1967, el establecimiento de un estado palestino junto a Israel, la separación de la religión del estado, completa igualdad para los ciudadanos árabes de Israel, un "derecho palestino al retorno" al territorio israelí, insistencia a Israel a unirse al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, y presión por los derechos de los trabajadores.

Miembros de la Knéset de Jadash:

Mohammad Barakeh (presidente)
Dov Khenin
Hanna Swaid


Balad (Asamblea Nacional Democrática)

Establecido en 1996, Balad aboga porque Israel no sea un estado judío, sino un estado secular democrático. El partido apoya la retirada israelí de todos los territorios palestinos restantes y una solución de dos estados en la cual exista un Israel no judío, con habitantes árabes y judíos, a la par de un estado palestino. Balad exige que el gobierno de Israel otorgue a los árabes una mayor autonomía en asuntos como cultura y educación.

Miembros de la Knéset de Balad:

Jamal Zahalka (presidente)
Wasil Taha
Said Naffaa

Raam-Taal (Lista Árabe Unida - Movimiento Árabe por la Renovación)

Raam-Taal, la mayor lista árabe en la Knéset, suscribe un término de lo que considera la ocupación israelí de los territorios. Apoya la creación de un estado palestino independiente con Jerusalem Oriental como su capital. El partido llama al desmantelamiento de todos los asentamientos israelíes, incluyendo los que se encuentran en las Alturas del Golán y a lo largo de la frontera con el Líbano (territorio sostenido que pertenece al Líbano).

El partido apoyo la separación entre la religión y el estado, el "derecho al retorno" para los refugiados palestinos y el desmantelamiento de todas las armas nucleares en el mundo, particularmente en Israel. Raam-Taal llama al reconocimiento de los árabes israelíes como una minoría nacional. El partido considera que Israel debería permitir que cortes religiosas islámicas cumplan deberes judiciales, especialmente en las comunidades de árabes israelíes shiítas. Además, el partido llama aumentar el presupuesto para subsidiar todos los lugares santos pertenecientes a musulmanes, cristianos y drusos. El partido goza de especial popularidad entre la población beduina.

Miembros de la Knéset:

Talab El-Sana (presidente)
Ibrahim Sarsur
Ahmad Tibi
Abas Zkoor
Además, los siguientes partidos tienen miembros árabes israelíes:

Kadima

Majalli Whbee
Laborismo

Nadia Hilou
Raleb Majadele
Árabes en otros cargos gubernamentales claves
Los árabes ocupan además cargos claves en otros sectores del gobierno israelí:

Diplomáticos:
Ali Yahya, embajador de Israel en Grecia
Ismail Khaldi, vicecónsul general de Israel en San Francisco
Reda Mansour, cónsul general de Israel para el sureste de Estados Unidos

Corte Suprema de Justicia:
Salim Joubran, designado en el 2004.

Servicio gubernamental:
Majalli Whbee, vice ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno actual
Oscar Abu-Razek, director general del Ministerio del Interior, el árabe que ocupaba el más alto cargo gubernamental cuando fuera designado en el 2005
Raleb Majadele, miembro del Partido Laborista Israelí, se convirtió en el primer árabe musulmán miembro del gabinete en enero del 2007


Policía de Israel:
Jamal Hakrush fue promovido al cargo de ayudante de comandante en diciembre del 2006, convirtiéndose en el oficial de policía árabe israelí musulmán de más alto rango desde el establecimiento de Israel.
Concejos regionales:
Mohammed Abu Dauf, beduino, fue electo en febrero del 2008 para ejercer la vicepresidencia del Concejo Regional Misgav - el primero en este concejo regional en la región de la Galilea, en el norte de Israel .
Árabes israelíes en la cultura popular y en la Academia

Además el servicio público, los árabes han incursionado en otros aspectos de la sociedad israelí, incluyendo los deportes, el entretenimiento y el periodismo.Para la muestra:

Rana Raslan,
Miss Israel 1999
Fotografía

BBC.co.uk

Rana Raslan, una empleada de 21 años de una firma de abogados, se convirtió en 1999 en la primera árabe en ganar un concurso de Miss Israel. Raslan es de la ciudad norteña de Haifa, conocida por su coexistencia árabe-judía;

Khaled Abu Toameh es uno de los más prominentes periodistas del país, se desempeña como el principal corresponsal para asuntos palestinos de The Jerusalem Post y U.S. News and World Report;

En el 2004, Bnei Sakhnin se convirtió en el primer equipo de fútbol árabe israelí que ganara la Copa del Estado de Israel, calificándose para la prestigiosa Copa Europa;

Asala Shahada, 17, obtuvo una medalla de oro en los Juegos Macabeos - una competencia deportiva abierta a los deportistas judíos de todo el mundo y a todos los ciudadanos de Israel. Después de ganar su medalla, Shahada declaró, “La Macabiada pertenece no sólo a todos los judíos, sino también a todos los israelíes, y yo soy una israelí orgullosa.”

Majd el-Haj, un profesor de sociología árabe israelí de la Universidad de Haifa fue promovido al cargo de Decano de Investigación de la Universidad en el año 2005. La Universidad de Haifa tiene un significativo número de estudiantes y docentes árabes.

Walid Abulafia, uno de los hombres más ricos de Israel, dirige la famosa panadería Abulafia, fundada por su familia hace más de 100 años. Abulafia y su familia están ingresando actualmente en los negocios de bienes raíces y construcción.

Los derechos de la mujer en Israel

Todas las mujeres en Israel, sin importar su origen étnico o religión, gozan de amplias libertades, derechos y protecciones, incluyendo el derecho al voto, vestirse como deseen, opinar lo que prefieran y dedicarse a la profesion de su preferencia. Las mujeres están protegidas por ley contra la discriminación. De hecho, la Declaración de la Independencia de Israel otorga "completa igualdad de los derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo."

Tres años después de haber declarado su independencia en 1948, Israel aprobó una legislación garantizando a las mujeres el derecho a vivir en dignidad, incluyendo la igualdad en trabajo, educación, salud y bienestar social.

Hoy en día, Israel también promueve e implementa programas para mejorar el status de la mujer mundialmente. Durante la última década el programa israelí de MASHAV -- un Centro de Cooperación Internacional operado por el Ministerio de Relaciones Exteriores -- ha educado a miles de mujeres de todo el mundo, incluyendo mujeres palestinas, enfatizando el desarrollo de la microempresa y el liderazgo femenino.
Durante sus 60 años de existencia, la sociedad israelí ha adoptado muchas medidas para adelantar el status de la mujer. Las mujeres han progresado en numerosas esferas de la vida israelí, tales como política, economía, educación, vida doméstica y el ejército.


Mujeres Israelíes en la Política

Desde el establecimiento de Israel en 1948, decenas de mujeres han servido en la Knéset (Parlamento israelí) y han desempeñado puestos de liderazgo en la política. [4]

Diez mujeres han sido ministras de gobierno, incluyendo a la Primera Ministra Golda Meir, la primera mujer; Primera Ministra de Israel y la tercera del mundo;
Las mujeres árabe-israelíes participan activamente en la vida política. Nadia Hilou, fue la segunda mujer árabe-israelí que ha servido en la Knéset al asumir su cargo en el 2006;
En la actualidad, el 14 por ciento de los miembros de la Knéset son mujeres (un total de 17 mujeres);
34 por ciento de los jueces de Israel son mujeres.
Actualmente, tres mujeres desempeñan altos cargos políticos en Israel: Tzipi Livni, vice-primera ministra de Israel y ministra de Relaciones Exteriores; Dorit Beinisch, presidenta de la Corte Suprema de Israel; y Dalia Itzik, presidenta de la Knéset.

Mujeres israelíes en la fuerza laboral

La ley israelí protege el deseo de la mujer a igualdad de oportunidad en el lugar de trabajo. Desde 1950, las oportunidades de las mujeres en el lugar de trabajo han sido aseguradas por legislación garantizando licencia de maternidad pagada por el Instituto de Seguro Nacional, protección contra el despido durante el embarazo, y guarderías infantiles asequibles. En 1964 fue aprobada una legislación que obliga que las mujeres reciban igual pago que los hombres.

Hoy en día las mujeres están haciendo grandes avances en la fuerza laboral israelí. Aunque las mujeres israelíes aún no han logrado igual paga, han ascendido el más alto nivel ejecutivo en muchas empresas. Los ejemplos incluyen a Dalia Narkiss, presidenta ejecutiva de la mayor agencia de empleo de Israel, Manpower; y Galia Maor, presidenta ejecutiva del importante banco comercial Bank Leumí.

El gobierno israelí e iniciativas no gubernamentales luchan constantemente por alcanzar una igualdad completa para la mujer. Los esfuerzos legislativos incluyen :

La Ley de Igualdad de la Edad de Jubilación, aprobada en 1987, y la Ley de Igualdad en las Oportunidades de Empleo, aprobada en 1988;
Licencia de maternidad paga de tres meses para todas las mujeres, garantizada por ley;
Enmiendas a la Ley de Igualdad de Derechos, añadidas en el año 2000, que exigen la representación femenina a todos los niveles en las entidades públicas.
En el sindicato nacional de Israel (la Histadrut), las mujeres están representadas en cada nivel. La Histadrut ha adoptado una resolución que exige que el 30 por ciento de sus dirigentes sean mujeres.

Además, el Ministerio israelí de Industria y Comercio ha establecido una unidad para estimular a mujeres a abrir pequeñas y medianas empresas. La unidad ha ayudado a mujeres beduinas a establecer pequeñas empresas y les provee las capacidades de planificación y marketing necesarias para maximizar su éxito. El Instituto Néguev de Estrategia y Desarrollo ha instituido también un proyecto en el sur de Israel para otorgar a las mujeres beduinas capacitación vocacional, empresarial y administrativa, combinada con apoyo financiero y asesoría.

Mujeres israelíes en escuelas

El sistema educacional israelí trata con igualdad a niñas y niños. No existe una brecha educacional entre alumnos y alumnas durante la escuela secundaria.

En el año 2001, 57 por ciento del total de títulos obtenidos fueron obtenidos por mujeres, y el 46 por ciento de los estudiantes para doctorado eran mujeres.

El Ministerio de Educación de Israel ha adoptado una política de igualdad de sexos que exige a las escuelas :

Otorgar y promover igualdad de oportunidades a los miembros de ambos sexos;
Introducir programas destinados a estimular una cultura de igualdad entre los sexos;
Mantener un clima de respeto y confianza entre los sexos;
Además, las universidades y academias israelíes están obligadas a mantener comités para supervisar el progreso de las mujeres y a tener un asesor al presidente de la universidad sobre temas relacionados con la promoción del status de la mujer.

Iniciativas destinadas a estimular la participación de la mujer en áreas en las que tradicionalmente están menos representadas,como por ejemplo las ciencias. El prestigioso Instituto Científico Weizmann inició un programa nacional bajo el nombre de Mujeres en las Ciencias, en cuyo marco jóvenes mujeres que han completado con honores sus estudios para el Doctorado en Ciencias en diferentes universidades e instituciones académicas reciben una beca de aproximadamente U$S 20.000 anuales durante dos años. El Ministerio de Educación de Israel ha establecido el Consejo para el Progreso de las Mujeres en las Ciencias y la Tecnología encabezado por una científica y destinado a dirigir iniciativas que estimulan desarrollos de mujeres en estas áreas.

Mujeres israelíes en el hogar

Asuntos claves que conciernen a la mujer en Israel incluyen el abuso doméstico, los derechos de reproducción y el cuidado de la salud. Grupos en pro de los derechos de la mujer en la Knéset y en la oficina del Primer Ministro, junto con un grupo activo de organizaciones no gubernamentales promueven estas materias y mantienen vigente la atención nacional en ellas..

Leyes destinadas a proteger a las mujeres en el hogar y en el trabajo incluyen :

La Comisión sobre el Status de la Mujeres promueve la legislación sobre temas como la igualdad en el trabajo, violencia contra mujeres, bienestar, salud y fertilidad;
La Autoridad para el Progreso de la Mujer supervisa y coordina actividades del gobierno y las autoridades locales referentes al status de la mujer. Asimismo promueve legislaciones y asesora al gobierno en la aplicación de leyes que promueven el status de la mujer;
La Ley de Prevención de Violencia Doméstica permite a las víctimas de violencia doméstica emitir órdenes de restricción contra sus parejas abusivas;
La Ley de Prevención del Acoso Sexual, que prohíbe el acoso sexual en el lugar de trabajo.
Complementando de un mismo modo, existen 15 refugios gubernamentales para mujeres maltratadas, incluyendo dos para mujeres árabes y 50 centros para la prevención de la violencia contra la mujer, que incluyen programas para rehabilitar a maridos violentos.

Además de los tres meses de licencia paga de maternidad para todas las mujeres, la ley israelí permite a las madres usar su licencia de enfermedad para atender a sus hijos enfermos.

Mujeres israelíes en el ejército

El servicio militar en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) es considerado el "gran igualador" entre los sexos en la sociedad israelí. La Ley de Servicio Nacional, aprobada en 1953, exigía dos años de servicio militar obligatorio para hombres y mujeres por igual. Hoy en día la conscripción se extiende a toda persona físicamente apta al llegar a los 18 años de edad. En la actualidad, los varones están obligados a servir tres años y las mujeres, dos.

Las mujeres están haciendo un progreso visible y drástico en las FDI, por ejemplo:

Hace aproximadamente tres años, el 60 por ciento de las profesiones militares estaban abiertas a las mujeres. Hoy en día dicho número alcanza casi el 80 por ciento;
Hace menos de 10 años, alrededor del 40 por ciento de las soldadas ocupaban cargos de oficina; hoy en día ese porcentaje ha decrecido al 20 por ciento.
Desde 1999, luego de una resolución de la Corte Suprema de Justicia, las mujeres han sido admitidas en el curso de capacitación de pilotos y navegantes de la Fuerza Aérea. En el año 2001, la Academia de la Fuerza Aérea Israelí graduó a su primera mujer piloto de combate.
Casi el 25 por ciento de los oficiales de las FDI son mujeres.

Fuente: http://www.theisraelproject.org

sábado, 3 de mayo de 2008

Odisea de un israelí español: capítulo quinto

Ben Shemen
Por Moshe Yanai

Mientras tanto, concluimos todas las gestiones en Atlit. Finalmente, éramos personas libres en un país democrático. Bueno, mejor dicho en una colonia británica, en donde se nos consideraba como "nativos", a pesar de que acabábamos de llegar al país. Pocos días después nos separamos de nuestros padres.

Nuevamente subimos en autobuses que volvieron a enfilar hacia Haifa, hacia el norte, mientras que los mayores viajaban hacia el sur, a Tel Aviv. Todo nos parecía extraño. Llegamos a la ciudad y el vehículo comenzó a trepar penosamente por una empinada cuesta. Hasta que llegamos al Carmelo, desde cuya cima se domina la ciudad. El paisaje era encantador, estábamos en una ciudad de carácter europeo. Nos impresionaron las hermosas casas y los jardines y céspedes que se veían por doquier. La gente tenía buen aspecto, pero nos sorprendió ver que muchas mujeres vestían pantalones, algo inaudito en la España tradicionalista que habíamos dejado. Llegamos a un modesto edificio y nos repartieron en distintas habitaciones. Luego de una frugal cena, nos llevaron a una sala en donde se proyectaron algunas películas. Se trataba de documentales sobre el país. Alguien trató de explicar lo que mostraba la escena, pero tal vez su español era inadecuado o nosotros estábamos demasiados absortos en lo que veíamos para prestarle atención. Mi más vívido recuerdo es el de grupos de pioneros, hombres y mujeres, convertidos en picapedreros, que se dedicaban a construir carreteras y limpiaban campos de rocas y malezas para convertirlos en zonas de labrantío. Y todos comentábamos con marcada ironía que seguramente eso era lo que nos esperaba en la Tierra Prometida.

Al día siguiente emprendimos viaje, que esta vez fue más prolongado. Pasamos a través de una floreciente llanura en la que abundaban los naranjales y limoneros. Y otro árbol frutal que desconocíamos: el pomelo. Vimos también campesinos árabes; tenían una presencia miserable, parecían proceder de otro planeta. Llegamos a un lugar que no tenía la apariencia de colegio ni pueblo. Algo que no podíamos definir con exactitud. Era la Aldea Juvenil Ben Shemen, en aquella época la famosa escuela agrícola en donde se formaron tantos niños que tendrían un papel predominante en la existencia del futuro Estado. Aunque no lo sabíamos entonces, entre ellos figuraba un tal Shimón, que eventualmente se convertiría a un hombre de gran trayectoria política: hoy se le conoce como Shimón Peres.

La escuela debería estar hacinada porque nos alojaron en unas barracas, al otro lado de la aldea propiamente dicha. Salimos al comedor comunal. Era marcado el contraste entre ellos y nosotros, y los veteranos nos observaban con evidente curiosidad y no poco desprecio. ¡Otros nuevos inmigrantes! Por muy sionistas que fueran, no dejábamos de ser para ellos una suerte de intrusos, que no conocían el idioma y tenían usos y costumbres ajenos. Y qué modo de vestirse. Los "sabras" de entonces no sabían lo que era los pantalones "golf", y ¡ponerse corbata!, qué disparate. Desde ese momento comenzamos el largo y penoso proceso de integración en nuestra futura patria.

Tal vez yo estuviera en mejor situación que los demás; durante la travesía mi papá me había enseñado el alfabeto hebreo. Pero esas clases espontáneas me dejaron horrorizado; era tan diferente del que yo conocía. En primer lugar había que dar un giro completo: escribir a la inversa, de izquierda a derecha, en lugar de hacerlo como D'os manda. Y luego puntos y rayas en lugar de vocales. En definitiva, nunca seré capaz de acostumbrarme a semejante garabatos, me dije en mi fuero interno… Y eso que todavía no sabía que en el hebreo moderno, que mi padre todavía no conocía, habían desaparecido tales adiciones que hacen las veces de vocales. El hebreo actual de hecho carece de vocales. Los sabras se las arreglan muy bien, y yo creo que con el tiempo también lo he logrado. Pero todos tropezamos con dificultades cuando se trata de descifrar nombres extranjeros que desconocemos. Es ya famoso lo que dijo un conocido locutor en un boletín informativo de Kol Israel, la emisora nacional: "En Pampa Luna soltaron a los toros por las calles colmadas de público…" Nosotros personalmente, también tuvimos problemas. Nadie sabía pronunciar nuestro apellido correctamente, en lugar de Palomo éramos Plomo, Palmon, o incluso Fliman, porque la pe y la efe se escriben de igual modo. Y el punto que diferencia a la primera de la segunda ha desaparecido, ya no se usa más. Cuando a mi mujer la llamaron la señora Plomo, el chiste ya dejaba de ser agradable. Así se explica que cambiamos de nombre: palomo en hebreo es yoná, pero como se trata de un nombre propio, decidimos pasar a Yanai, fonéticamente parecido, que recuerda al rey hebreo Alexander Yanai, en castellano conocido como Alejandro Janeo.

Lamentablemente, Ben Shemen fue para mí una gran decepción. Después de unos pocos días de preparación, el grupo de unos cuarenta niños de 8 a 15 años fue repartido en las diferentes clases, de acuerdo a la edad y sus conocimientos previos. Pero todavía no estábamos en condiciones de seguir las lecciones que se dictaban en hebreo, porque a duras penas habíamos captado contadas palabras del nuevo idioma. Tuvieron que transcurrir unos años hasta que se creara el famoso ulpán israelí, la escuela de enseñanza del hebreo que tanto ha contribuido a modelar el carácter del país. Pero nosotros, sin conocer el idioma, difícilmente se podría presumir que estudiáramos con los demás. Si hubiésemos tenido un período inicial de capacitación del idioma, estoy seguro que las cosas no hubieran concluido en una forma tan lamentable. Lo más lógico era concedernos un período previo de preparación, para adquirir por lo menos los conocimientos rudimentarios del idioma. Pero no fue así. Estábamos a merced de lo que pudiéramos captar, cada uno con su capacidad propia, y fue muy exiguo lo que pudimos aprender de ese modo tan poco acertado.

Nuestro día se dividía en media jornada de estudio, y otra media jornada de tareas agrícolas. Me encantaba dedicarme a las faenas en el campo; por lo menos allí sabía lo qué hacer, lo que no era siempre el caso en el aula, en donde prestaba tanta atención y captaba tan poco. Y luego reunidos bajo una rústica caseta o un simple galpón, cundía una sensación de mancomunidad, que no existía en otras condiciones. Más tarde pasé a ser ayudante del pastor, un muchachote de 17 años que era un tanto cascarrabias. Pero ello no me molestaba. A pesar de que no era un trabajo fácil, me sentía feliz de recorrer los campos con los animales, y hacía tan rudo uso de mi palo pastor, que pronto lo tuve que reemplazar por otro nuevo. Lo había hecho literalmente añicos pegando sobre las rocas con tanto ímpetu, para asustar a las ovejas y lograr que se reunieran en un rebaño organizado. Creía que esos animales lo hacían adrede para que tuviera que estar moviéndome constantemente de un lado a otro. Me preguntaba quién había inventado la leyenda de que el pastor se pasaba todo el día tocando plácidamente la flauta, mientras se deleitaba admirando el paisaje. Recuerdo que llegaba rendido a mi barraca, apenas si comía algo y me iba a dormir a una hora muy temprana. Pero aún así me sentía satisfecho de haber hecho algo útil.

En el ambiente también faltaba una cohesión social. La abrumadora mayoría de los alumnos eran hijos de una generación previamente integrada en el nuevo país, y nosotros, una suerte de ajenos que no coincidían en casi nada con aquéllos. Nadie de nosotros pretendía ser un judío practicante, pero me horrorizó ver que en mi cuarto era el único que ayunó en Yom Kipur. Cuando comenté tímidamente mi asombro, no solamente se rieron burlonamente de mi proceder, sino que incluso trataron físicamente de hacerme comer una rebanada de pan… algo que recuerdo con no poco resentimiento hasta el día de hoy… Cosas de niños, desde luego, pero muy poco conductivas a una comprensión mutua entre veteranos y nuevos llegados.

Había algunos muchachos y muchachas que demostraron tener buena voluntad, pero ello no fue suficiente. Como nos sentíamos tan mal tratados, en cierto modo rechazados, no aprendíamos casi nada y no nos podíamos ambientar, las deserciones se fueron multiplicando. Cada vez quedaban menos integrantes del grupo original, y los que no se iban se sentían mayormente acomplejados. Creo que fui el último en abandonar la aldea unos meses más tarde, totalmente decepcionado del modo como se pretendía convertirnos en israelíes. En 1977 esa aldea juvenil celebró con gran publicidad el cincuentenario de su fundación, y fue ésta ocasión para elogiar su papel en educar a nuevas generaciones de israelíes. Nadie se acordó –o se atrevió- de mencionar siquiera el lamentable fracaso de esa institución, en absorber a unas decenas de adolescentes llegados en el “Nyassa” en 1944.

Palestina atravesaba en ese año por un período difícil. La guerra mundial había obligado al yishuv judío a declarar una tregua en la lucha contra la potencia mandataria, que trataba por todos los medios de eludir el compromiso contraído años atrás en virtud de la Declaración Balfour. Aquel histórico documento que prometía un Hogar Nacional para el pueblo judío, sin afectar los derechos de la población árabe local. Jóvenes judíos se habían alistado voluntariamente al Ejército británico, para luchar contra el enemigo común. Fue en ese año en que se creó finalmente la Brigada Judía. Su constitución fue objeto de prolongadas negociaciones. La autoridad mandatoria temía que un tal paso fuera mal acogido por las esferas árabes, y trataba de ocultar el hecho de que fue insignificante el número de árabes que combatieron con los aliados. Todo por el contrario, los palestinos se inclinaban por apoyar al lado contrario, sin tener en cuenta que las leyes racistas nazis también les podrían afectar. Pero es un hecho bien documentado que el Mufti de Palestina, el notorio Amin al-Husseini, se había entrevistado con Hitler en Yugoslavia, y prometido la asistencia del mundo árabe. Exhortó a los musulmanes de Bosnia que se alistasen a las tropas que colaboraban con el invasor nazi, y muchos así lo hicieron. Al fin y al cabo, Hitler estaba actuando para solucionar el "problema judío", y ello coincidía con las aspiraciones árabes de borrar del mapa a los judíos de Palestina. No tenían siquiera idea que en los planes del Tercer Reich, los árabes serían una población inferior y discriminada, para realizar las tareas que no incumbían a los arios superiores.

Proceso de absorción
En el plano personal, iniciamos un nuevo capítulo. Habíamos llegado a un país afectado por serios problemas económicos, que acusaba un alto nivel de desocupación, que comenzaba a ser construido, que carecía de una infraestructura europea, y con un elevado porcentaje de población oriental, cuyas costumbres nos eran extrañas. Aunque no llegamos a experimentar propiamente el hambre, el nivel de vida era muy bajo, y estábamos viviendo en un plano muy inferior al que habíamos dejado. Además, la Agencia Judía prestaba entonces escasa asistencia a los inmigrantes. Su principal argumento era que se nos había costeado el viaje a Palestina, y por lo tanto recibimos con comprensión y hasta agradecimiento la cama de hierro y el colchón de paja, que fue todo lo que se nos dio a cada uno de nosotros... Hoy en día, los olim, los nuevos llegados, reciben asignaciones de toda índole, como la “canasta de integración” que consiste en una elevada asignación monetaria, facilidades de vivienda, privilegios aduaneros, y numerosas otras ventajas. Y todavía se quejan que no es suficiente para integrarse en el país. En nuestra generación, la que llegó en la época del Holocausto, nos sentíamos felices de ser libres, haber huido de la pesadilla franquista y podido conservar la vida, en un momento en que ya algo sabíamos de la triste suerte de nuestros correligionarios en Europa.

Conseguimos subalquilar una modesta casita que consistía de una sola habitación, sin cocina y con los servicios sanitarios en una tosca caseta fuera en el patio, de una de las numerosas familias yemenitas locales que vivía al lado nuestro. Estaba situada en uno de los más modestos arrabales de Tel Aviv, llamado Shejonat Hatikva, en donde se había ubicado la mayor parte de los refugiados recién llegados de España. Pero la mayoría de sus habitantes eran de origen oriental en general y yemenita en particular, que nos resultaban muy extraños y, hasta diría, primitivos. No hay que olvidar que procedíamos de un país europeo, en el que habíamos adquirido algunas costumbres que brillaban por su total ausencia entre ellos. Desde luego no teníamos gas ni electricidad, las calles no estaban asfaltadas y aunque el barrio era muy extenso, no ofrecía ningún servicio público. Ni siquiera tenía oficina de correos, así que para enviar una simple carta era necesario viajar a la ciudad.

Cuando me reuní con mis padres se planteó la cuestión de qué podría hacer. Luego del frustrado episodio de Ben Shemen, no podía volver a la escuela, sin aprender antes el idioma. Entonces, a falta de un marco más adecuado, comencé una serie de cursos de hebreo para adultos, en donde me sentía un tanto acomplejado por la lentitud del progreso. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los alumnos eran amas de casa u hombres que trabajaban durante el día y estudiaban por la tarde. Además de la diferencia de edad, tenían el inconveniente de que ya llegaban cansados y su capacidad de captar la lección era mucho más limitada que la mía, la de un niño de catorce años. Me cambiaron de clase, para integrar un grupo más avanzado. Pero tampoco allí encontré el marco adecuado.

Vivíamos en condiciones muy precarias, ya que el trabajo que mi papá había podido conseguir, le rendía un sueldo muy reducido. Mamá había intentado trabajar, y finalmente logró ser contratada en una fábrica de golosinas, pero al cabo de unos días desistió al comprobar que no podía asumir una labor física para ella tan penosa. De modo que por mucho que lo lamentasen, mis padres decidieron que no había otro remedio: debería contribuir al presupuesto familiar. En qué forma, eso ya era otra pregunta. Alguien citó la posibilidad de que fuera aprendiz de mecánico, pero pronto se evidenció que no tenía ninguna disposición para realizar tareas de esa índole. En última instancia mi madre recurrió a unos familiares lejanos que habíamos encontrado en Tel Aviv, y gracias a su influencia fui contratado para trabajar en un banco. Mi sueldo inicial sería siete libras palestinas, una suma equivalente a un centenar de dólares de nuestros días. Pero trabajaría en un establecimiento que me ofrecía, allí en la lejanía, un cierto futuro.