miércoles, 6 de junio de 2007

Y el mundo no hizo nada


40º ANIVERSARIO DE LA GUERRA DE LOS SEIS DÍAS
... Y el mundo no hizo nada
Por Charles Krauthammer (The Washington Post Writers Group)

Es difícil encontrar un plan árabe de paz (incluida la actual propuesta saudí) que no exija el retorno al statu quo vigente el 4 de junio de 1967. ¿Por qué se ha sacralizado esa fecha? Porque un día después estalló la Guerra de los Seis Días, en la que Israel logró una de las más sensacionales victorias del siglo XX. Los árabes llevan cuatro décadas tratando de deshacer las consecuencias de tal conflicto.
El verdadero aniversario de la guerra debería ser otro; debería fecharse tres semanas antes. El 16 de mayo de 1967 el por entonces presidente de Egipto, Gamal Abdel Naser, exigía la evacuación de las fuerzas de interposición de la ONU estacionadas en el Sinaí, que habían mantenido la paz entre Israel y Egipto por espacio de 10 años. La ONU se plegó a sus deseos y Naser impuso un bloqueo naval al puerto de Eilat, la única salida al mar con que contaba Israel en el sur. Se trataba de un claro acto de guerra.
Cómo llegó Egipto a esta temeraria provocación es un relato complejo (lean la magistral crónica de Michael Oren), en el que tienen cabida los fallos de comunicación y, lo que es peor, la desinformación. La Unión Soviética informó urgente y falsariamente a sus Estados-satélite de la zona, Siria y Egipto, de que Israel estaba movilizando una gran cantidad de tropas hacia la frontera siria con el objeto de lanzar un ataque. Israel trató desesperadamente de desmentir tales acusaciones y por tres veces invitó al embajador soviético a visitar la zona. El embajador se negó a hacer tal cosa. Las advertencias soviéticas provocaron una cascada de maniobras en el mundo árabe que, a su vez, llevaron a Naser, campeón del panarabismo, a enfrentarse con Israel. El Sinaí estaba remilitarizado y el sur de Israel, sometido a un bloqueo naval.
¿Por qué sigue siendo tan importante todo esto? Porque las tres semanas comprendidas entre el 16 de mayo y el 5 de junio de 1967 explican la reluctancia de Israel durante estos últimos 40 años a entregar lo que obtuvo en la Guerra de los Seis Días: los Altos del Golán, Gaza y la Margen Occidental, a cambio de una paz garantizada sobre el papel. Israel disponía de garantías similares desde la conclusión de la Guerra de Suez (1956), tras la cual evacuó el Sinaí a cambio del asentamiento de la referida fuerza de interposición de la ONU y de que las potencias occidentales garantizaran el libre tránsito por los Estrechos de Tirán.

Naser acabó con todo eso de un manotazo. Durante esas tres semanas interminables el presidente norteamericano, Lyndon B. Johnson, trató de reunir una armada multinacional para romper el citado bloqueo naval, pero fracasó estrepitosamente.
Es difícil exagerar cómo fueron esas tres semanas para Israel. Egipto, ya aliado con Siria, hizo un pacto militar de emergencia con Jordania. Irak, Argelia, Arabia Saudí, Sudán, Túnez, Libia y Marruecos empezaron a enviar tropas a la zona, ante el desencadenamiento inminente de las hostilidades. Mientras las tropas y blindados árabes se agolpaban en todas y cada una de las fronteras israelíes, en las capitales árabes los informativos anunciaban, extasiados, el inminente estallido de la guerra definitiva para el exterminio de Israel. "Destruiremos Israel y a sus habitantes –clamaba el cabecilla de la OLP Ahmed Shuqayri–. En cuanto a los supervivientes, si es que queda alguno, ya están preparados los barcos en que serán deportados".

Para Israel, la espera fue insoportable y debilitadora. El Ejército, conformado por civiles, hubo de ser movilizado. Mientras sus efectivos esperaban en los diversos frentes a que el mundo rescatara a Israel del peligro inminente, la sociedad quedó paralizada y la economía del país comenzó a desangrarse. El jefe del Estado Mayor del Ejército, Isaac Rabin, que más tarde habría de ser ensalzado como héroe de guerra y, después, como mártir de la paz, sufrió una crisis nerviosa: quedó incapacitado hasta el punto de la incoherencia a causa de la insostenible tensión de la espera.

El resto es bien sabido. Rabin se recuperó a tiempo para conducir a Israel hasta la victoria. Sin embargo, solemos olvidar lo peligrosa que era la circunstancia de aquel Israel. La guerra se decidió la mañana del 5 de junio, luego de un exitoso ataque israelí contra las fuerzas aéreas egipcias. Fue una apuesta de incalculable magnitud. Israel envió al grueso de sus fuerzas aéreas, compuesta por 200 aparatos, a tal misión. Los atacantes quedarían completamente expuestos al fuego antiaéreo y a los misiles del enemigo. Si hubieran sido detectados y destruidos, el número de aviones que quedaban atrás para defender el país de los 900 aviones de las fuerzas árabes combinadas ascendía a... 12.

También olvidamos que Israel no pretendía, para nada, ocupar la Margen Occidental. Israel suplicó al rey Husein de Jordania que se mantuviese al margen del conflicto. Enfrentado a cara de perro con un Egipto que le aventajaba en efectivos, Israel no tenía ningún deseo de abrir un nuevo frente a apenas unos metros del Jerusalén judío y a unos pocos kilómetros de Tel Aviv. Pero Naser transmitió personalmente a Husein que Egipto había destruido los aeródromos y las fuerzas aéreas de Israel, y que la victoria total estaba al alcance de la mano. Husein no pudo resistirse a la tentación de unirse a la lucha y se embarcó en ella. Y perdió.

Pronto lloverán las retrospectivas a propósito del 40º aniversario de la guerra, y de cómo la paz se encuentra a la vuelta de la esquina: bastaría con que Israel volviese a las fronteras anteriores al 4 de junio de 1967. Pero los israelíes se muestran cautelosos. Recuerdan con terror aquel 4 de junio. Recuerdan ese mes de mayo insoportable en el que, sin que su país se encontrara ocupando territorio alguno, el mundo árabe en pleno se preparó para exterminarlo. Y, claro, recuerdan que el mundo no hizo nada al respecto.


Eli Cohen


Gracias a Eli Cohen de "La Bella Aurora" podemos recordar a su legendario Tocayo que tan importante fue para el brillante desarrollo de la posterior Guerra de los Seis Días. Sin su sacrificio quizástodo habría sido diferente:

Aun recuerdo, hace unos cinco años, inmerso en una de esas madrugadas veraniegas de cine, aire acondicionado, lecturas y nostalgias, leí, maravillado, el legado de este judío nacido en Egipto que decidió dar su propia vida por salvaguardar la de su nuevo hogar, Israel. El legado, de uno de los espías más grandes de la era contemporanea: Eli Cohen. El legado,en definitiva, de alguien que tiene el privilegio de situarse en la cima del heroismo judío junto a Mordejai Anielewicz o Simon Wiesenthal.Nació en Alejandría, hijo de padres sirios. Tuvo que huir de Egipto tras la crisis del Canal de Suez en 1956. Sus padres fueron a Israel en 1949, pero el se quedó en Egipto para continuar con su trabajo activista en pos del judaísmo y del sionismo. Valores fuertemente inculcados por sus progenitores.Es llamativo que fuera rechazada su solicitud de ingreso en el Mossad. Fue el legendario director de la organización, Meir Amit, quien decidió readmitirle, entrenarle y encomendarle la más dificil de las misiones para un espía: infiltrarse en las líneas del más acérrimo enemigo y conseguir información militar ultrasecreta.Eli Cohen, que se convirtió en el exportador sirio Kamel Amin Taabes, viajó primero a Buenos Aires para su coartda. Posteriormente, se estabelció en Siria, en donde empezó a ascender en la oligarquía que dominaba el país. Envió fotografías a sus mandos en Israel de los búnkeres en donde Siria guardaba la artillería de largo alcance de origen ruso, hizo amistad con el sobrino del entonces dictador sirio Hafed al Assad, y consiguió los planes del ejército sirio para conquistar el norte de Israel. La información no tenía precio.Incluso, el mismo Assad, quiso nombrarle Viceministro de Defensa.Una noche de enero de 1965, con un una unidad móvil de intercepción rusa, de las más sofisticadas de entocnes, los sirios capturaron al espía israelí mientras transmitía por radio desde su habitación. Le obligaron a enviar mensajes falsos a Israel, pero lo que hizo fue advertir de su captura. Tres dias después Siria declaró que le había apresado. Pese a los esfuerzos de Meir Amit, de las presiones diplomáticas -hasta el Papa pidió que no se le asesinase- un 18 de mayo de 1965, después de recibir y soportar solo Dios sabe que tipo de torturas e interrogatorios indescriptibles sin soltar palabra alguna sobre su misión o secretos israelíes, después de ser procesado por espionaje y condenado a muerte, fue llevado al centro de Damasco para ser ahorcado públicamente. Lo retransmitieron las televisiones del mundo entero. Su mujer, Nadia, intentó suicidarse al verlo. Le salvaron la vida en el hospital.Su cuerpo quedó colgado en el cadalso durante un día. Se le puso una pancarta al cadaver con soflamas antijudías y antisionistas. Desde entonces sus restos siguen en Siria, sin que los esfuerzos de Israel hayan surtido efecto alguno. Incluso, un alto funcionario sirio ha afirmado que es imposible localizar el cuerpo puesto que se construyenron urbanizaciones encima de su fosa.



Ninguna nación, ningún pueblo, ni siquiera ningún ejército es consciente del trauma moral y existencial que supone para Israel, y en especial para el Tzahal, cuya primera regla es que nunca, NUNCA, se deja a un compañero atrás, vivo o muerto, que sus restos mortales estén en el exilio y sin recibir un sepelio adecuado. La repatriación de los restos de Eli Cohen será una lucha que jamás dejará de lado Israel ni el pueblo judío. Como otras más urgentes que libra en la actualidad.Su legado, su obra, amén de ser la ayuda estatégica vital que Israel necesitó para propinar a los países árabes vecinos que ansiaban su destrucción, una victoria aplastante -landslide- en la Guerra de los Seis Días, supuso la exteriorización de los valores judíos más supremos, como el sacrificio por los demás poniendo en juego su propia vida, dejando un estandarte heroico, épico y por supuesto dramático para la posteridad del pueblo judío.Descanse en paz, donde quiera que esté, y que, con ayuda de los cielos, reciba pronto la sepultura que se merece en su Tierra, en su país, por el que luchó y por el que murió.Zijronó lebrajá.


La "previa" de la Guera de los Seis Días

En http://elrejunteil.wordpress.com se ha venido publicando la "previa" de la guerra de los Seis Días para entender mejor la situación que se produjo hace ahora 40 años y como se gestó todo. Se trata de un trabajo muy completo con abundante documentación que ha ido apareciendo día a día y que aquí coloco todo junto para facilitar su lectura:
A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (18-19 de mayo de 1967)
A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (20 de mayo de 1967)
A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (21 de mayo de 1967)
A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (22 de mayo de 1967)
A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (23 de mayo de 1967)
A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (24 de mayo de 1967)
A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (25 de mayo de 1967)
A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (26 de mayo de 1967)
A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (27 de mayo de 1967)



A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (29 de mayo de 1967)


A 40 años de la Guerra de los Seis Dias (30 de mayo al 2 de junio de 1967)

Los soviéticos y la Guerra de los Seis Días

La Guerra de los Seis Días de los soviéticos
por Daniel Pipes

Uno de los grandes enigmas del Oriente Medio moderno es porqué tuvo lugar la Guerra de los Seis Días, de la que se cumplen 40 años

Uno de los grandes enigmas del Oriente Medio moderno es porqué tuvo lugar la Guerra de los Seis Días, de la que se cumplen 40 años la próxima semana. Ni Israel ni sus vecinos árabes querían o esperaban una lucha en junio de 1967; la opinión de consenso entre los historiadores sostiene que el indeseado combate fue producto de una secuencia de accidentes.

Aparecen Isabella Ginor y Gideon Remez, un equipo de marido y esposa, para desafiar la teoría del accidente y ofrecer una explicación plausible de las causas de la guerra. Como es sugerido por el título de su libro, Foxbats sobre Dimona: la jugada nuclear de los soviéticos en la Guerra de los Seis Días (Yale University Press), ellos argumentan que se originó fruto de una conspiración de la Politburó soviética para eliminar la instalación nuclear de Israel en Dimona, y con ella las aspiraciones del país por desarrollar armas nucleares.

El texto reza igual que la solución a un misterio, manejando información de fuentes de peso, guiando a los lectores paso a paso por la trama, estableciendo una versión intuitivamente lógica que debe tomarse en serio. En suma, dice así:

Moshe Sneh, un líder comunista israelí (y padre de Ephraim Sneh, el actual ministro de defensa en funciones del país), dijo al embajador soviético en diciembre de 1965 que un consejero del primer ministro le había informado de "las intenciones de Israel de fabricar su propia bomba atómica". Leonid Brezhnev y sus colegas recibieron esta información con seriedad supina y decidieron - al igual que hicieron los israelíes con Irak en 1981 y podrían estar haciendo con Irán en el 2007 - abortar este proceso a través de ataques aéreos.

En lugar de hacerlo directamente, sin embargo, Moscú concibió una compleja trama para convencer a los israelíes de comenzar una guerra que terminaría con un ataque soviético contra Dimona. Militarmente, el Kremlin se preparó rodeando a Israel con un ejército de fuerzas con armamento nuclear tanto en el mar Mediterráneo como en el Mar Rojo, apostando efectivos sobre el terreno, y entrenando efectivos cerca con la expectativa de utilizarlos. La información más sorprendente quizá en Foxbats sobre Dimona alude a los planes detallados de las tropas soviéticas para atacar territorio israelí, y específicamente bombardear las refinerías y reservas de petróleo, y movilizar a los árabes israelíes. No menos iluminador es saber que aviones de reconocimiento fotográfico soviéticos MiG-25 (los "Foxbats" del título) sobrevolaron directamente el reactor de Dimona en mayo de 1967.

Políticamente, el plan consistía en inventar informes de Inteligencia acerca de amenazas israelíes a Siria, instando así a las fuerzas egipcias, sirias y jordanas a ponerse en pie de guerra. Según instruyeron sus amos soviéticos entonces, el Gamal Abdel Nasser de Egipto desplazó sus tropas hacia Israel, eliminó la zona de contención de las Naciones Unidas, y bloqueó una ruta naval clave para Israel -- tres medidas que juntas obligaron a los israelíes a pasar a una defensa abierta a todas las posibilidades. Incapaces de mantener esta situación mucho tiempo, golpearon primero, cayendo así al parecer en la trampa soviética.

Pero entonces las Fuerzas de Defensa de Israel hicieron algo sorprendente. En lugar de luchar hasta el agotamiento, como esperaban los soviéticos, lograron rápidamente lo que yo he llamado "la victoria más aplastante de los anales del conflicto bélico". Utilizando medios puramente convencionales, derrotaron a tres estados enemigos árabes en seis días, evitando así la invasión soviética proyectada, que tuvo que ser descartada.

Este fiasco hacía parecer de aficionado el elaborado plan soviético, y comprensiblemente Moscú decidió censurar su propio papel incendiando la guerra (su segunda debacle estratégica importante de la década - siendo la primera la tentativa de desplegar misiles en Cuba). La tapadera tuvo tanto éxito que la responsabilidad de Moscú en la Guerra de los Seis Días se ha esfumado de las crónicas del conflicto. Así, un especialista en la guerra como Michael Oren, ha recibido con frialdad la tesis Ginor-Remez, diciendo que no ha encontrado "ninguna evidencia documental" que la apoye.

Si Foxbats sobre Dimona no es la última palabra, ofrece una interpretación viable y excitante a sopesar por otros, con muchas implicaciones. El conflicto árabe israelí hoy, con su atención en los territorios ganados en 1967, acompañado del antisemitismo virulento, se origina en gran medida de las decisiones que tomó el Kremlin hace cuatro décadas. Todo el ejercicio resultó baldío, puesto que la posesión israelí de armas nucleares tuvo impacto limitado sobre la Unión Soviética antes de que feneciese en 1991. Y, como observan los autores, "la nostalgia del siglo XXI por la presunta estabilidad de la Guerra Fría es en gran medida ilusoria".

Para acabar,40 años más tarde, ¿dónde estarían las cosas si la Guerra de los Seis Días de los soviéticos no hubiera tenido lugar? Por malas que sean las circunstancias en el presente, presumiblemente serían aún peores sin esa sorprendente victoria israelí.


Después de la Guerra de los Seis Días, el Estado Mayor del ejército soviético analizó cuidadosamente las causas de la derrota de los Ejércitos sirio y egipcio, y apuntaron:

-Los inadecuados cuadros del Ejército constituidos por oficiales de casta, que no tenían ningún contacto con sus hombres.

-La ineptitud casi total de un fellah del Alto Egipto o de un campesino sirio (que formaban el grueso del ejército) para utilizar un armamento moderno.

-El deplorable efecto sobre la moral de las tropas de una propaganda grosera, que transformaba sistemáticamente todas las derrotas en victorias, hasta la catástrofe. Y que, al asegurar a los israelíes que serían todos degollados como corderos, los convertiría en tigres.

-La infiltración e intoxicación por los servicios secretos israelíes de los servicios secretos árabes, así como de ciertas organizaciones palestinas.

-La supremacía aérea indiscutible de Israel.

El como y el porque de la victoria

Gracias a Daniel de http://herutx.blogspot.com tenemos acceso a los siguientes informes sobre el como y el porque de la aplastante victoria de Israel en la Guerra de los Seis Días:

Análisis de la Guerra de los Seis Días por el Observatori Solidaritat de la Universidad de Barcelona:

La Guerra de los Seis Días (1967)
Dos hechos importantes determinaron los hechos de junio de 1967, la llamada Guerra de los Seis Días. El 18 de mayo de 1967, el presidente egipcio Nasser pidió a las Naciones Unidas que retirara los cascos azules de de Gaza, el Sinaí, y de las islas de Tiran y Sanafir (Golfo de Aqaba). Sorprendentemente, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, el Sr. Uthant accedió a la demanda. Egipto movilizó 80.000 hombres en el Sinaí y ocupó las islas de Tiran y Sanafir (golfo de Aqaba) el 22 de mayo. Esto volvió a poner en peligro la salida de los barcos israelís en el mar Rojo, y fue considerado una provocación para Tel-Aviv. Al mismo tiempo, la retirada de los cascos azules de la franja de Gaza permitió a los activistas palestinos recibir el apoyo egipcio y facilitó sus acciones en Israel. El activismo armado palestino comenzó a ser cada vez más profesional (entrenamiento, armas, etc.) y autónomo.
Otra circunstancia ayudó a enturbiar más el ambiente en la región. En el mismo mes de mayo de 1967, Egipto, Siria e Irak firmaron un pacto de defensa, que ante los ojos israelís constituía un nuevo frente árabe que ponía en peligro la seguridad de Israel. Este pacto suponía una fuerza militar muy superior a la suya. A pesar de los intentos de mediación internacional, Egipto se negó a desbloquear el golfo de Aqaba. El día 5 de junio de 1967, y sin previo aviso, Israel desencadenó la Guerra de los Seis Días.
El 5 de junio de 1967, la aviación israelí bombardeó los aeródromos militares de Egipto, en una acción que dejó Egipto prácticamente sin potencial militar aéreo. Al mismo tiempo, la misma operación se repitió sobre los aeródromos de Siria, Jordania e Irak, que también perideron su capacidad ofensiva aérea. El día 6 de junio, Israel abrió una nuevo frente en Cisjordania y en Jerusalén este. La ofensiva continuó en la península del Sinaí, donde la aviación israelí bombardeó a las tropas egipcias, que quedaron rodeadas y aisladas de Egipto por el ataque terrestre de los blindados israelís. El día 8 de junio, el Ejército israelí llegaba al canal de Suez. El día 8 de junio finaliza la ofensiva de Cisjordania y de Jerusalén este. El día 9 de junio, Israel inició la campaña del Golán (Siria), y en dos días (9 y 10 de junio) conseguía penetrar 15 kilómetros en territorio sirio y ocupar los altos del Golán. El día 10 de junio se puso fin al conflicto cuando todos los países árabes implicados se adhirieron al acuerdo de alto el fuego establecido por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (Antoni Segura, El món àrab actual, Eumo Editorial/Universitat de Girona, 1997).
El resultado fue una nueva victoria israelí en todos los frentes y una modificación de la estructura de poder en la región. En cinco días, Israel consiguió ocupar Gaza, Cisjordania, la península del Sinaí, el este de Jerusalén y los altos del Golán en Siria, un total de 45.000 Km2, que en gran parte continuan hoy ocupados por Israel. Estos territorios ocupados han supuesto una fuente de conflicto permanente. La incorporación de Gaza, Cisjordania y Jerusalén este dentro de las fronteras de Israel dejó dentro una población palestina muy activa y combativa que había llegado allí fruto de los anteriores conflictos. Los árabes perdieron sus flamantes ejércitos. Además, el conflicto provocó 15.000 muertos, 50.000 heridos y más de 11.000 prisioneros. Este nuevo conflicto árabe-israelí provocó una crisis internacional muy grave. La Unión Soviética amenazó con intervenir directamente y, como respuesta, Estados Unidos enviaron la VI Flota a la costa de Siria. Las afirmaciones de Nasser acusando a los Estados Unidos de haber ayudado a Israel (Nasser afirmó que la tecnología que permitió a los israelís evitar los radares egipcios fue facilitada por Estados Unidos) provocaron que algunos países árabes rompieran relaciones con Washington y se acercaran a Moscú.
La ONU debate durante seis meses la nueva situación creada fruto del conflicto. Finalmente, el 22 de noviembre de 1967, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 242 (S/RES/242 (1967)) que fue muy polémica. En esta Resolución, el Consejo de Seguridad reconocía el derechos a la soberanía y a la integridad del Estado de Israel, pero al mismo tiempo, denunciaba la adquisición de territorio por la fuerza de las armas, solicitaba su retirada e instaba a Israel a solucionar el problema de los refugiados palestinos. Estas denuncias y exigencias del Consejo de Seguridad hacia Israel no se encuentran en el texto History: The State of Israel (Historia: El Estado de Israel) que publica en su web el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel. Esta Resolución, en cambio, no hacia ninguna referencia al Estado palestino. Los países árabes y la URSS la consideraron insuficiente y se negaron a firmar la paz.
Las consecuencias de la derrota para el mundo árabe fueron muy importantes. Esta derrota significó el principio del final de Nasser y su “panarabismo” (concepción no religiosa de la política, y la voluntad de la unificación del mundo árabe), es decir, un fracaso en el intento de modernización del islam y del socialismo árabe. El declive del “panarabismo” fortaleció las tesis del “panislamismo” (concepción religiosa de la política) moderado y “prooccidentales” sostenidas por regímenes como el de Arabia Saudita. A la vez, y fruto de esta derrota, empezó a surgir un discurso islamista mucho más radical y violento, que hacía una lectura religiosa de la derrota: los judíos habián ganado la guerra porque habían sido fieles a su religión, a diferencia de la comunidad árabo-musulmana que había abandonado la suya y se había vendido a los modelos extranjeros (en clara referencia al “panarabismo” de Nasser). A la vez, esta derrota contribuyó definitivamente a la autonomía de la Organización para la Liberación de Palestina respecto a los países árabes, sobre todo con Egipto, a medida que la facción de Al-Fatah conseguía la mayoría en el si de la OLP. Esta situación llevó a Yasser Arafat a la dirección de la OLP (2 de febrero de 1969), que impuso las bases de un futuro Estado palestino y optó por enfrentarse militarmente a Israel (Antoni Segura, El món àrab actual, Eumo Editorial/Universitat de Girona, 1997). La derrota había demostrado a los palestinos que los estados árabes no les podían ayudar.
Es a partir de estos momentos cuando el movimiento nacionalista palestino crece y empieza a convertirse en un actor importante en la región (nuevas organizaciones políticas y armadas, más preparación y más armas). Este crecimiento en importancia no fue sólo políticamente (con la llegada de Arafat, que como moderado era bien visto por los gobiernos árabes), sino que también aumentó los ataques a Israel tanto desde sus bases en Jordania y en el Líbano, como desde los territorios ocupados. Entre 1967 y 1970, la actividad terrorista palestina fue muy intensa. En aquel período las acciones palestinas causaron un millar de muertos israelís y muchos más palestinos, fruto de las represalias judías. Sus acciones (atentados, secuestros de aviones, etc.) hicieron que su causa fuera conocida en todo el mundo. Esta dinámica contribuyó a aumentar la tensión y la represión de los israelís en los territorios ocupados fue brutal. Los seis meses siguientes a la Guerra de los Seis Días, las fuerzas de seguridad judías dinamitaron cerca de un millar de casas (de guerrilleros y de personas relacionadas con ellos), y detuvieron a cualquier sospechoso de ser terrorista, familiar o amigo de un terrorista (Las Guerras Palestinas, David Solar. Cuadernos del Mundo Actual. Historia 16).
Por otra parte, la situación de las guerrillas palestinas en Jordania empezó a ser incómoda para el rey Hussein, que vio como en el interior de Jordania, el Frente Popular de Liberación de Palestina, FPLP (Fracción Comunista de la OLP), fundado por Georges Habash el mismo 1967, comenzaba a crear una especie de estado dentro del Estado. Cuando en 1970, el rey Hussein de Jordania se mostró partidario del Plan de paz elaborado por el Secretario de Estado nortamericano, tuvo que enfrentarse a un golpe de estado protagonizado por el Frente Popular de Liberación de Palestina. El FPLP llegó a establecer un aeropuerto pirata (Camp Dawson), donde iban a parar muchos de los aviones que secuestraban. El día 9 de septiembre de 1970, los palestinos llegaron a retener a la vez a 1.062 rehenes, fruto del secuestro de tres aviones. Esto acabó de decidir a Hussein de Jordania, que el 10 septiembre de 1970 manifestó lo siguiente: “mi ejército se está impacientando. No podrá soportar durante mucho tiempo que no se respete la autoridad del Estado. El Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP) se ha pasado de la raya: no contentos con el establecimiento de un aeropuerto pirata en mi territorio, confeccionan sellos oficiales, proporcionan visados, regulan la circulación sobre las grandes carreteras, retienen rehenes y establecen negociaciones con potencias extranjeras...” (Las Guerras Palestinas, David Solar. Cuadernos del Mundo Actual. Historia 16).


Un prestigioso Instituto de Estudios Estratégicos con sede en Londres, publicó un detallado estudio de la Guerra de los Seis Días, en el que se resalta:
La tercera guerra árabe-israelí probablemente será tema de estudio en las Escuelas de Estado Mayor y tal estudio posiblemente se haga durante años.Al igual que las campañas del joven Napoleón, la capacidad y logística del Tzahal (Fuerzas de defensa Israelíes) han proporcionado un libro de texto que ilustra los principios clásicos de la guerra: velocidad, sorpresa, concentración, seguridad, información, ofensiva y, sobre todo, cuanto concierne a la instrucción de las tropas.Los pilotos comprobarán cómo la Fuerza Aérea Israelí se empleó primero para obtener un dominio en el aire mediante la destrucción de la Aviación enemiga; después, para intervenir en las batallas de tierra destruyendo las comunicaciones enemigas, apoyando a toda operación de blindados e infantería y, por último, participando en misiones de persecución.

La sociedad israelí se fue configurando a fuerza de creación, integración, visión de futuro; también a fuerza de mitos y traumas del pasado. La Guerra de los Seis Días y la ocupación de los territorios implican una divisora de aguas en el diseño de nuestra conciencia colectiva.
Por Marcelo Kisilevski – Povesham.com

A la hora de la Guerra de los Seis Días, en 1967, Israel era un país joven, asustadizo, huyendo todavía de los fantasmas de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, temiendo a todo el mundo en derredor, y luchando por alcanzar una identidad consistente como país y como sociedad.
Cuarenta años después de aquel triunfo, Israel, que lo festejó como el clímax de su renacimiento como nación poderosa luego de 2000 años de exilio, ha dejado de "festejar" para, con perplejidad y desorientación manifiesta, "conmemorar", y recordar, dejando los matices a cada ciudadano, a cada ideología.
La Guerra de los Seis Días dio a Israel y al movimiento sionista que lo había creado la confirmación de lo que aquel movimiento de liberación nacional pretendía crear. En efecto, el sionismo era una revolución: contra la concepción del judaísmo como una mera religión y su concientización como grupo nacional, un pueblo que merece su autodeterminación. En una Europa decimonónica que había accedido por default a ver a los judíos como ciudadanos, quedaron nuevamente excluidos cuando los nuevos estados laicos enfatizaron su carácter de nación.
Como los franceses o los alemanes, los judíos pasaron a verse a sí mismos como nación también, con una historia, mitos y héroes tomados de la Biblia, convertido de libro religioso a texto fundacional secular, con historia, guerras, política. Pero esos héroes habían actuado en una tierra determinada: la Tierra de Israel. Ante la continuación del antisemitismo europeo, la distancia entre la nueva conciencia nacional copiada de los estados-nación de Europa, y el sionismo como sueño del estado propio, fue muy corta.
Pero el sionismo también era una revolución generacional: si sus padres eran religiosos, los sionistas serían laicos, incluso ateos; si sus padres eran artesanos, tenderos o banqueros, es decir burgueses y pequeño-burgueses, en un mundo capitalista o proto-capitalista, ellos serían marxistas socialistas, volverían a la tierra y serían proletarios en las fábricas. Sobre todo, si sus padres eran débiles, oprimidos, fáciles de matar en pogroms (el Holocausto les daría una trágica razón sólo más tarde), ellos serían fuertes, con una asada en una mano para trabajar la tierra y un rifle en la otra para defenderla. Lo que había pasado hasta ahora por siglos, no volvería a ocurrir.
De ahí que en el ethos judeo-israelí la guerra no puede sino ser defensiva. Pero al ser ganada, como ya lo había sido la Guerra de la Independencia en 1948 y la Campaña del Sinaí en 1956, no era sólo un triunfo de Israel en el sentido más mundano, sino una confirmación en el terreno simbólico de los postulados sionistas, una revancha contra 2000 años de impotencia judía, una toma del destino en manos propias.
El sionismo era también un el deseo de vivir en paz con los vecinos árabes, de ser aceptados en la región. A su modo, cada teórico del sionismo lo postuló claramente. Un deseo frustrado, a veces real y a veces imaginariamente. Casi un complejo de inferioridad. Por eso, los territorios conquistados en 1956 fueron devueltos sin protestar ante las presiones de Estados Unidos y la URSS. En 1967, los argumentos para retenerlos no fueron religiosos, ni siquiera "imperialistas", sino seculares, estratégicos: esta vez los retendremos como naipes de negociación, dijo el entonces comandante en jefe del ejército Itzjak Rabin. Hasta que los acepten, o se resignen. Las potencias aceptaron los argumentos.
Además, la conquista en seis días de Jerusalén oriental, con la Ciudad Vieja y el Muro de los Lamentos incluidos, y la Margen Occidental, de manos de Jordania, los Altos del Golán de manos de Siria, y la Franja de Gaza y el Sinaí de manos de Egipto, fue una victoria tan resonante que no sólo confirmó postulados, sino que creó mitos futuros. No sólo el judío que para variar se defiende, sino el israelí super-hombre que no puede ser vencido.
Los historiadores, en efecto, discuten hoy en día acerca de las verdaderas intenciones que tuvieron los líderes árabes al amenazar a Israel con la guerra. La propia dinámica del mundo árabe abría una guerra de desgaste con Israel, pero no quedaba claro si había intenciones de una conflagración global. El hostigamiento de Siria de Hafez El Assad a los kibutzim del norte israelí con misiles katiusha es interpretado hoy como parte de su competencia contra el Egipto de Gamal Abed El Nasser por la hegemonía pan-árabe.
Israel de todos modos, no podía quedarse con los brazos cruzados, pero dio un paso más acercando provocativamente sus tractores a la frontera, de modo de atraer más fuego y justificar una eventual invasión –vista, recalcado sea, como defensiva.
Ante estas provocaciones israelíes, Assad pidió ayuda a Nasser, con quien tenía un pacto de mutua defensa. El líder egipcio tomó resonantes medidas, la más fuerte de ellas, el cierre del estrecho de Tirán, en el Mar Rojo, por donde salían los barcos comerciales israelíes a Oriente desde el puerto de Eilat.
Algunos historiadores han sostenido que ello tuvo por objeto, solamente, calmar la histeria siria, sin intenciones bélicas ulteriores, y reafirmar el liderazgo de Nasser en el terreno pan-árabe. Otros historiadores lo discuten: la medida era una amenaza de muerte por asfixia contra Israel y no es razonable pensar que a Nasser se le escapara el detalle, sostienen.
Como quiera que fuere, cuando los israelíes ven los estrechos cerrados y escuchan la retórica bélica de Nasser, según la cual era la hora final de Israel, los traumas del pasado se pusieron en marcha en la sociedad israelí, que pedía acción inmediata.
De todos modos, al entonces primer ministro y ministro de Defensa, Levy Eshkol, le llevó dos semanas más decidir. Reunió a los generales, les hizo preguntas difíciles, del tipo que los actuales detentores de esos cargos no hicieron, antes de la última guerra en el Líbano.
La opinión pública presionó asustada, reclamando en la calle el nombramiento del héroe Moshé Dayán al frente del ministerio de Defensa. Varios partidos amenazaron con retirarse de la coalición si Israel no pasaba a la ofensiva.
Levy Eshkol decidió entonces dar un discurso a la nación, para calmar la ansiedad popular y llamar a la paciencia. El discurso fue escrito a mano, de modo apurado y con tachaduras. Tampoco era la letra del orador, que se vio en dificultades para leer en vivo el mensaje. Los titulares al día siguiente lo destruyeron: Levy Eshkol había tartamudeado, presa del pánico. Su suerte quedó sellada, Moshé Dayán fue nombrado ministro de Defensa y, a la victoria de los Seis Días siguió la euforia.
De muertos andantes, los israelíes pasaron a sentirse invencibles, bendecidos, iluminados, purificados. Nadie puede culparlos de marchar así, en masa y vestidos de blanco, hacia el Muro de los Lamentos liberado, después de siglos de no poder verlo.

Amir

Tengo el lujo de poder considerarme amigo de un veterano de la Guerra de los Seis Días. Y por mucho que él, Amir, le quite importancia se trata de un hecho digno de admiración y respeto. Haber vivido en primera persona ese hito de la historia de Israel participando de la épica victoria me pone (como decimos por aquí) los "dientes largos".
A continuación reproduzco algunos emails que en estos últimos tiempos me ha mandado con anecdotas sobre el tema. Espero que no le moleste y poder convencerlo de que me mande más, mucho más:

En 1965 todos emigramos a ISRAEL, donde adquirí la nacionalidad israeli, la
única que poseo.
En 1966 me alisté en el Ejercito, donde me asignaron al Arma de Artillería,
despues de rechazar mi solicitud para ser piloto de combate. Participé en la
Guerra de los Seis Días en el frente egipcio, donde fui herido levemente en
un pie. En la mili, me pusieron el nombre AMIR (principe en árabe) de seguro
por mi belleza...ja ja. Estaba de moda poner nombres árabes a los soldados.
En 1969 me licenciaron despues de tres años de servicio



Mi pasado racista:
Estaba yo en mi tercer año de servicio en la " mili ", con grado de cabo primero, y al mando de un cañon con 6 servidores, yo incluido.
En eso me envian a un soldado raso, recièn salido de recluta. Era de Marruecos. Pues el soldadito resultò ser indisciplinado, discutìa las ordenes recibidas y sobre todo era un perezoso de primera.
Despues de agotarme las palabras, para enderezarlo....
comenzaba castigarle con trabajos extras, sucios y algunas horas de guardias nocturnas extras.
En una de esas me espetò: Tu me castigas injustamente, como yo soy negro, de piel oscura.¡ Eres un racista !
Pues bien, al lado mìo es fàcil ser negro, pues tengo la piel bien blanca. El era màs moreno..pero de negro nada.
Conque racista...le dije. ¡ SI ! Respondio.
Me acerquè a donde mi superior inmediato...el Sargento Mayor ( de aqui solo como S.M. ) de apellido Susan, y por casualidad marroquì tambièn.
--Susan, le preguntè...¿ Crees que soy racista ?
--Hasta donde yo sè, me contestò, para nada. Te conozco màs de un año. Has sido un buen subalterno, nunca me has dado problema alguna.
Entonces le contè el problemilla con el nuevo chico.
Tràemelo y hablaremos me dijo el S.M.
Una vez los tres reunidos, el S.M. , una vez escuchado su versiòn...comenzo recriminarlo por sus malos actos. ( Todo eso en hebreo )
Pero al contestar en forma insolente el amigo Kar-Bajal....el S.M. se enfurecìo..y comenzò gritarle en àrabe.
Entendì muy poco, pero si distinguia claramente que el S.M. se referìa cada rato a los genitales de su madre ( kus omoj ) y a los zapatos de su padre( Na'al abuk )
El na'al abuk..es el insultò màs grave que puedes decir en lengua àrabe.
Al final el S.M. le castigò con suspender sus salidas a la casa por tres meses ( castigo màximo que estaba en su alcance) y le amenazo con llevarle a juicio militar si seguìa dando màs problemas.
Terminado la audiencia , y camino a nuestra posiciòn sita a unos 200 m....no pude contenerme y le preguntè a Kar-Bajal.
¿ El S.M. es racista tambièn ?
No, no....respondiò cabizbajo...el ben sharmuta ( hijo de puta..) NO es racista.





Una lección de tolerancia:
Hace muchos años, mi unidad me envió al curso de cabos, a un campamento común para todo el Ejército, llamado Shifta, para ser jefe de sección de infantería, de 8 a 10 efectivos.
El Sargento Instructor nos enseñaba todas las artes de la guerra, que nos correspondía saber. Siempre usaba la palabra " oyev " ( el enemigo ).
Pero como en todas partes, ahí tampoco faltaba algún " indiota " y un día le hizo la pregunta.
Sargento...¿ por qué siempre dices " el enemigo " ? si es obvio que son los árabes. Mejor dí..los árabes, los árabes.
Esta de más decir, que tenía unas ganas locas de reventar le la cara al imbécil..pero me aguanté por disciplina.
La respuesta del sargento no se espero por venir.
" Uso la palabra " enemigo " por el hecho que los árabes son nuestros enemigos coyunturales solamente. Mañana pueden ser los hotentotas. Pero el arte de tomar por asalto a una colina enemiga sigue siendo lo mismo. Además no todos los árabes son nuestros enemigos . Aquí mismo, en el curso tenemos a varios de ellos vistiendo nuestro uniforme, dispuestos a morir con nosotros."




Un rayo de esperanza:
Estaba yo leyendo el periódico a la sombra de una semi-oruga ( vehículo de combate ) a vísperas de la Guerra de los Seis Días en algún lugar del desierto del Neguev, frontera con Egipto.
En la sección " el lector opina " había una carta que me llamó la atención.
El autor , un señor mayor, veterano de las guerras anteriores, pero que por límite de edad ya no fue llamado a filas expresaba su temor y dudas por el por venir.
La guerra ya estaba cantada, Eran los primeros días del mes de Junio de 1967.
El señor decía, que temía que las nuevas generaciones, hippies, mariguaneros, rockandroleros, irresponsable y despreocupados..no iban a estar a la altura de las circunstancias. Pensaba sinceramente, que podíamos perder la guerra, ergo la existencia del estado.
Leyendo sus argumentos, me parecían muy serios, con fundamento.
Luego vino la realidad. Esta generación mía , lleno de defectos se portó igual o mejor que la anterior. No hay necesidad de entrar en detalles.
He ahí que aprendí una lección. No se debe ser pesimista respecto a los jóvenes y el futuro. Cada generación es diferente y con nuevos retos. Hasta ahora, todas las nuevas generaciones han sabido responder y solucionar los retos.
¿ Por que esta vez va ser diferente ?





Mark es un Sabra, nativo del país. Sus padres ( de bendita memoria) eran de Polonia.
Como era de esperar, conversamos sobre el 11 M y sobre España. Sfarad o Sefarad en hebreo. Mark me contó una historia extraña. Le cedo la palabra.
" Estando yo en el curso de cabos, dormimos en unas carpas pequeñas, bi-personales, en el suelo por supuesto.
Mi compañero de carpa, un judío búlgaro, de apellido Catalán, antes de dormir siempre cantaba. Cantaba canciones lindas, pero tristes. En una lengua extraña, pero salpicada de palabras hebreas.
Al indagar me explico. Nosotros los judíos de Bulgaria somos sefarditas, mi lengua materna es el ladino ( un castellano del Siglo XV, con algunas palabras hebreas.) Las canciones son del género llamado " Romancero judeo-español."
Son tristes, porque hablan de las añoranzas al Sefarad querido, donde fuimos expulsados en 1492.
Sabes Mark, me dijo." Al salir de Sefarad, hemos traido tres cosas , que aún conservamos. El idioma ladino, el romancero y la llave de nuestra casa."
Sigue Mark...ahora que lo pienso bien...era un cuadro surrealista, sicodélico.
Bajo el cielo estrellado del Desierto de Judea, un soldado israelí, oriundo de Bulgaria, de apellido Catalán ,cantando canciones del romancero judeo-español, en su lengua materna en ladino, añorando a Sefarad, país a miles de km. de distancia, que ni él, ni sus padres conocieron jamás. Cosa de locos."
Aqui sigo yo: Esa historia me ayudo a entender un poco las relaciones judeo-españoles, pero sobre todo el enojo y la reacción exagerada y resentida de algunos judíos por España.
Es que los judíos, sobre todo los sefardim....aman a España. Pero sienten que Epaña no los ama. Es más ..la España amada, al parecer ama al " otro galán " al árabe , al enemigo. Y eso al judío, cual amante despechado ..le da celos, rabia, coraje.







Desde el 4 de Enero del 2006 , Ariel Sharón esta en coma inducida. Por alguna razón misteriosa, cual yo desconozco...las autoridades políticas y médicas israelíes lo mantienen con vida artificialmente.
Me parece una crueldad.Un dolor y sacrificio sobre todo para su familia.
El ciclo de Arik ya se agotó. Dió todo por su Pueblo y por su País. Aunque logre " recuperarse " nunca será iguel que antes. Sólo será una lástimosa copia de sí mismo. El ser humano en general , pero sobre todo el Viejo León...que tubo una Vida digna, merece también una Muerte Digna. El vivió dignamente, dejad que muera dignamente también.
Y una vez muerto, y pasadas los 30 días de Luto, y cuando su lápida será inaguarada...podré yo, junto con muchos miles...visitar su tumba.
Iré armado sólo con mi vieja boina negra, y con mi Tanaj...que nos regalaron en el Juramento de Lealtad a las armas. ( Ashbaat neshek.)
Es que los judíos son tan especiales. Hasta para jurar....
Nos lo regalaron por igual, a los soldados judíos y a los que no lo eramos.Como yo. El capellán militar no pregunto a nadie sobre su religión, ni nacionalidad. Nos bendijo, nos entrego el Tanaj ( A. Testamento ) , nos estrecho las manos y nos deseo buena suerte y un " sherut naim " ( un servicio agradable)
Me pondré al pie de su tumba. Recitaré algunos salmos en su memoria...sobre todo el Salmo 92. En lugar de poner una piedrita ( como la costumbre judía) dejaré caer una lágrima caliente en la piedra fría, que cubre su sepultura.
Luego me pondré en posición de firmes, alzaré mi mano derecha a la altura de mi sien...y le diré:
< ¡ Lehitraot ha mefaked !> Traducido libremente...Hasta la vista mi Superior.
Porque estoy seguro, que en la inmensidad del Gan Edén ( Paraíso ), hay un rincón reservado para las almas de los soldados gentiles del Tzva Hagana le Yisrael. Soldados gentiles, que hemos servido, luchado, sangrado y hasta muchos de nosotros muertos con nuestros hermanos judíos.
Y cuando me toque la hora de estar ahí....en la Eternidad del Tiempo, mi General Arik me dará una pequeña " raayon ishit" ( entrevista personal), donde podré expresarle mi admiración que siento por él...como soldado que fue , pero sobre todo como patriota, quien amaba a su patria sobre todo.




Último envio de Amir (hasta el momento, claro):


7 de Junio Día de San Roberto y de la Liberación de Jerusalén...según el calendario gregoriano.Como muchos de vosotros sabéis mi nombre de pila es Robert y en Europa todos los Robertos festejan este día , tomando y bailando y recibiendo regalos.En 1967, mi Santo Patrón me tenía reservada un regalo especial.Mi batallón estaba descansando en las afueras de Um Katef..después de librar extensos y duros combates casi por 48 horas. Estaba exhausto. No había dormido ni siquiera una hora, me tomé varios litros del café pésimo que teníamos acceso.Se aprovechaba también el descanso para reabastecer de municiones , de combustibles para los carros y de alimentos, evacuar a los heridos y a los muertos.También llegaron algunos refuerzos de la otra división que no tuvo casi pérdidas.Eran casi las 11 de la mañana, cuando por los alto parlantes anunciaban...Según un boletín del Alto Mando...hoy a las 10.45 fuerzas de paracaidistas liberaron a la Ciudad Vieja de Jerusalén , llegando al Kotel. ( Muro de los Lamentos )En pocos segundos se armó el balagan ( desorden ).Alguien sacó un shofar ( cuerno de carnero, instrumento musical de los tiempos bíblicos ) y se puso tocarlo frenéticamente.Los chicos mas religiosos sacaron Thalith ( chal de oración ) y Sidurim ( libro de oraciones ) y se pusieron a rezar en grupo. Los laicos se pusieron bailar como locos un Hora ( baile popular)...Era una cosa sicodélica, de locos. Soldados barbudos, apestando de sudor, bailando, gritando, rezando...algunos se pusieron a llorar.De seguro las dunas de Um Katef jamás vieron semejante espectáculo.Los tres " goyim " ( no judíos ) , Bashir ..árabe beduino, Francisco...católico chileno y yo..nos quedamos un poco al margen. Como que no sentimos la misma euforia que los demás.Situación que duró pocos minutos. Shahar, el conductor de mi semi-orruga, se percató en nosotros , y a grito.." jevre, bou lirkod " ( gente, vengan a bailar)..nos arrastro al grupo de bailarines.A bailar se ha dicho..judíos y gentiles...soldados del Tzahal...juntos...abrazándonos, besandonos. Como por arte de milagro, aparecieron botellas de champagne, licor hasta vinos. Comenzamos a tomar, a brindar , del pico de la botella , pasando de mano a mano.Yerushalayim hi shelanu gritamos( Jerusalén es nuestra )..le olam va ed..( por siempre jamás.)Alrededor al mediodía....llegó la orden.Kedima ( adelante ). De regreso a la realidad. La Guerra no podía esperar más ...nos necesitaba.Dos días después...cerca a Bir Gafgafa...tanques egipcios nos emboscaron .El la refriega murio Shahar instantáneamente, y Bashir días después en el hospital. Que el Eterno les participe de su Gloría y su memoria sea bendita.Yo tuve suerte. Sólo me cayó un esquirla de granada, hiriendo me levemente.

Creo que la siguiente imagen refleja a la perfección lo que nos acaba de contar Amir:

Cartas desde el Frente (Guerra de los Seis Días)

Gracias al esfuerzo de nuestro amigo Andrés tenemos acceso a estas cartas de soldados israelíes durante la Guerra de los Seis Días. Se trata de un importante documento para conocer más, y mejor, lo sucedido entonces. Es una selección de las mejores 12 cartas de un libro ( "A las seis después de la guerra") publicado en agosto de 1967 por Habonim Dror y que contiene más de cien testimonios de soldados recopilados por tnuá (movimiento juvenil sionista).

CARTAS DE SOLDADOS ISRAELÍES DURANTE LA GUERRA DE LOS SEIS DÍAS (traducido por Ronit, Varda y Malkele en agosto de 1967 para los jóvenes del movimiento sionista Dror en Argentina)

Prólogo:
Sólo pasaron dos meses desde que finalizó la sorprendente guerra a la que hicimos frente todos, la Guerra de los Seis Días. Tanto los judíos de Argentina como de cualquier otro lugar del mundo de la diáspora, hemos estado en espíritu y corazón con nuestros hermanos de Medinat Israel. Nuestro nacionalismo hebreo ha renacido producto de nuestra victoria, nuestras Aliot (migraciones de judíos a Israel) ha resurgido, nuestras marchas en las calles de Buenos Aires se hicieron más grandes. Esta guerra será inscripta en la historia como la más breve y exitosa de las guerras. Con el orgullo de los hijos de Israel, les mando a nuestros jóvenes pioneros de Dror las cartas, confesiones, poesías y testimonios de nuestros jaialim (soldados), traducidas al español, que participaron en la contienda de 1967. ¡¡ AM ISRAEL JAI !!

He aquí la confesión de un soldado:

Pasaron solamente contadas semanas y ya retornamos todos a nuestras ocupaciones, cada hombre a su rutina. Los soldados de Israel regresaron del frente. Pero todos los judíos del mundo volvimos con algo diferente: nuestro orgullo creciente.
Nuevamente se acumularon las ropas militares y las botas fueron acomodadas en los estantes del patio.
Las zanjas que fueron cavadas van cubriéndose, los refugios vuelven a cumplir su vieja función.

Aparentemente todo vuelve a ser como fue y sin embargo sentimos como si no fuéramos los mismos que fuimos.
Durante las conversaciones con los amigos, por las tardes sobre el pasto, viajando y envolviendo con la vista panoramas que hasta ahora no habíamos conocido.
Algo indefinido, inexplicable agobia, punza.

Dicen que no somos los que fuimos, algo profundo, inexplicable aconteció. Tal vez hayamos envejecido un poco.

Un soldado anónimo escribió durante los días de la lucha las siguientes líneas: “Al volver trata de sonreír y sobreponerte al ardor de las lágrimas y al olor agrio de la sangre. Volverás empolvado y altivo. Niños te rodearán y muchas sonrisas blancas te acogerán con un apretón de manos”.
Fue una enorme vivencia ver regresar a los hijos del frente. Muchos de ellos trajeron consigo huellas del combate. Otros queridos, no regresaron…
Pero aquellos que regresaron trajeron consigo una imagen de integridad y hermosura igual a la que se llevaron al partir, no odian, no se vanaglorian, se esfuerzan por olvidar lo que vieron y no sienten alegría por haber matado enemigos. Simplemente supieron cumplir con su deber.
Muchos de nosotros vimos por primera vez la figura de un amigo herido que lucha por vivir. Algunos por primera vez conocimos el semblante de un muerto en el campo de batalla.
Y hubo también quienes percibieron hondamente el significado del odio.
Uno de ellos contó: “me vi obligado a ahorcarlo pues mató a mi mejor amigo”.
Ellos regresaron, se incorporaron al trabajo, y nuevamente se sientan al atardecer sobre el pasto y gozan de la frescura de la mañana. Como siempre gozan del agua transparente de la piscina y esperan ansiosos el nombre de la próxima película.
Tratan de olvidar, pero sus miradas inquietas vagan por los recuerdos.
“Debes comenzar a saber que tu vives y él no. Y a ti te está permitido todo, pues quedaste entre los vivos”.
Jaim Guri escribió: “La generación que regresó de la guerra fijará el rumbo de los acontecimientos. Esos soldados no serán ya más niños ingenuos. Esta prueba de fuego forjó otra nación, tal vez en esta lucha se consolidaron nuevos líderes que tomarán en sus manos el futuro de Israel”.
Y un colega le respondió: “Todo fue tan breve! Sólo seis días, tal que pongo en duda, si se suscitarán cambios”.

En los pocos meses que transcurrieron fueron escritos docenas de libros y cientos y miles de artículos.
Preciosos álbumes adornan los estantes de las vitrinas y todos quieren perpetuar la victoria por siempre.
Pero nosotros preferimos justamente la voz del silencio.
Existe una angustia en toda esta victoria. Aunque suene raro, es una angustia de vencedores.

Somos hombres judíos que fuimos educados a sacrificar nuestra vida por la justicia, pero que a su vez fuimos acostumbrados desde los albores de nuestra juventud a identificarnos con la justicia de los débiles y los vencidos. No fuimos inculcados a ser fuertes y victoriosos. Pero con esta dura guerra aprendimos que no se debe apoyar a un determinado bando porque sea débil o fuerte, sino que se debe apoyar al bando que tenga razón.
Y he aquí, que a pesar de que esta vez somos fuertes y victoriosos, nos embarga un sentimiento de angustia que es la angustia judía… herencia de los sensatos.

Carta número 7:
Y DE PASO, OTRO PUNTO MÁS…

… Y además existe otro punto importante para destacar en esta guerra. Si es que el hombre se pone a prueba durante los momentos difíciles, pues igualmente lo hace toda la población íntegra de Israel y simplemente eso es lo que nos demuestra que por una población así vale la pena luchar.

Llegamos a la ciudad de Hadera o a cualquier otro cruce de caminos, en cada población podías encontrar cientos de cajones de botellas y sándwiches y frutas y muchachas que pasaban con papel y lápiz y anotaban tu dirección y además te preguntaban: ¿quieres que llamemos por teléfono o que enviemos el saludo por carta?
Y más tarde nos enteramos que todos nuestros saludos llegaron a destino. Y pobre de aquel soldado que no estaba dispuesto a dar su dirección pues ya se la había entregado a la muchacha anterior!!! Esa muchacha se ofendía y se sentía molesta!

Llegamos más tarde a Sadyera, muy muy sucios y transpirados y entramos a las casas de los pobladores (que por cierto nos recibieron de magnífica manera) para ducharnos. Una mujer que estaba parada allí nos preguntó quien nos había mandado. Entonces le respondimos que los muchachos.
Entonces ella nos dijo: “sepan que si hay algún otro soldado de vuestra división sucio, mándenlo directamente a lo de Neta.
¿Qué significaba Neta? Me pregunté. Era simplemente ese el nombre de la mujer, pero significaba mucho más. Significaba una ducha caliente y comida, eso es; y por una población como ésta, como dije antes, tiene sentido luchar.

Carta número 8:
NUESTRO COMANDANTE…

Nuestro comandante es el “anti-tipo” del comandante que nosotros nos imaginábamos. Nada que ver con las películas.
Su rostro no es rígido ni tampoco acechado por la severidad. Sus ojos, que examinan a cada uno de sus hombres por detrás de sus anteojos, no esparcen chispas de acero helado, y su mentón no está arado por profundos surcos. Al contrario, los rasgos de su rostro son suaves y endebles, como los de un joven muchacho como nosotros. El ardiente sol meridional que quema con sus rayos, las arenas y la tierra amarillenta ya tostaron la piel de su frente hasta hacerla pelar.
“La ropa hace al hombre” dice el proverbio. Pero nuestro comandante sigue siendo un civil aún con su traje militar.
Por un breve instante dejó de lado sus preocupaciones cotidianas y fue llamado al frente.
Parece como que optaría perpetuamente por trozos de poesía de la Edad Media a la literatura de estrategia militar.
Él no amenaza con castigos, no necesita hacer eso con nosotros. Con sus palabras que salen del corazón y penetran al corazón, encuentra el camino de entendimiento con sus hombres. Ellos están dispuestos a seguirlo hasta el mismo infierno, aún sin que la orden haya sido pronunciada, pues bien saben que él hace todo lo posible por ellos, y continuamente se preocupa para que nada falte.
La fe recíproca que existe entre él y sus hombres proviene del conocimiento mismo, que para llegar a logros, y para cumplir la tarea asignada en la mejor forma posible, debe cada hombre brindarse en forma íntegra y cumplir con su deber.
Los hombres saben bien que su comandante realiza no menos que ellos (y por supuesto aún más que ellos, pues su responsabilidad es mucho mayor y determinante).

Carta número 9:
CARTA DE NIÑOS…

De todas las cartas que se reciben en la campaña, la de los niños son las más emocionantes.
Letras cuadradas y torcidas, escritas sobre una hoja de cuaderno.
Faltas de ortografía graciosas e ingenuas y expresiones casi uniformes. El dibujo de un tanque o de un cañón, de un soldado o de un avión, envueltos en la bandera nacional azul y blanca, mientras que un enorme Maguen-David (estrella de David) se alza en el centro y junto a esto los escudos del Tzahal y de los diversos regimientos. Este es el modelo más frecuente de las cartas infantiles que llegan a papá en el frente.
Algunos derraman unas lágrimas al leer una de estas cartas, otros sonríen.
Escriben los niños:
“A mi valiente papá…”; “Papá ¿no es cierto que vos los vencerás porque eres grande y fuerte?...
“A mi papá que es soldado”.
Por lo general llegan las cartas de los niños junto con las cartas de las esposas, en el mismo sobre.
Hay niños (como la hija de un compañero de mi pelotón) que escriben a parte, por ejemplo:
“A mi querido papá shalom! Ayer hizo una semana que faltas de casa y yo te extraño mucho. Yo ya me corté el pelo. Mamá me compró a mí y a Roni regalos. A Roni le compró cubos y a mí colores nuevos preciosos, pero no acuarelas sino pasteles. Hasta la vista, tu hija Orit”.
Al finalizar la carta agrega Orit:
“Da vuelta la página!” y del otro lado está escrito un versito:

“Soldados nuestros!
El cuerpo altivo
Y la cabeza alzada
Fuego en la sangre
Y en el corazón un canto
Del país somos defensa
Y le servimos de fortaleza”.

He aquí lo que escribe mi hijo, el aplicado David de Yerushalaim, a su papá:
“A mi kerido papá. A mi baliente papá que quida la patria. Muchas vendiciones resibe de tu ijo David y triunfad en la jerra”.
Las faltas de ortografía forman parte de la vivencia que significa el recibimiento de las cartas de los pequeñuelos.
Hasta los más rígidos de los soldados y de los hombres, que se hallan frente a las más duras pruebas en el campo de batalla, no pueden resistirle a estas cartas y se emocionan y comienzan a hacer pasar las cartas de mano en mano, y hasta sacan de la billetera las fotos del pequeñuelo, y se lo muestran a los compañeros, para que vean quien es el que escribe.

Carta número 22:
LA ENFERMERA DE LOS PARACAIDISTAS
“YO LE DEBO ALGO AL ESTADO”….

Después de una leve reflexión ella agregó: “Si yo me pusiera a pensar hoy día por qué lo hice, me parece que llegaré a la conclusión de que sentí simplemente que le debía algo al Estado”.
“Escucha (me dijo ella) llegué al país en 1953 cuando ya todo aquí estaba listo. La Guerra de Liberación (1948-49) ya había finalizado y yo no había aportado nada, absolutamente nada”. (Ella olvida que de todos modos contaba entonces con escasos once años de edad, de manera que no podría haber hecho mucho por su país). “Durante esta guerra pude pagar mi deuda y sentirme íntegra conmigo misma”.

Yo la hago retornar a los días del combate. Ella misma no comprende aún como le permitieron introducirse en medio del campo de batalla.
“Ah (sonríe picaramente ella) simplemente aproveché la oportunidad al llegar un soldado al puesto del Magen David Adom para solicitar urgentemente una ambulancia con un enfermero. (A propósito éste era síntoma de que la situación se había agraviado). No le avisé a nadie, hice subir al soldado a mi ambulancia y me condujo hasta el puesto donde se hallaban concentrados los heridos junto al portón de Madelbaum”.

Este lugar era famoso y conocido como uno de los más peligrosos que hubo en Jerusalem durante los días del combate. Y yo le pregunto a la enfermera Ester: Sinceramente, no temiste?
“Sí, temí (respondió ella), temí que el doctor que se hallaba allí no me permitiera quedarme”. Y efectivamente. El doctor de brigada se sorprendió al ver que de la ambulancia salía alguien de sexo femenino y ordenó que regresara inmediatamente.
En lugar de quedarse parada y discutir con él, la joven comenzó simplemente a vendar a los heridos, y lo hizo en forma tan eficiente que al doctor no le restó más que bendecir al ángel que le había sido enviado.

Al avanzar los combatientes hacia la ciudad árabe, fue transportando el puesto de concentración de los heridos a la Escuela de Policías.
Ester se introdujo dentro de un carro blindado y se dirigió rápidamente hacia allí. Por motivos variados no llegaron los médicos y enfermeros hasta el lugar y se quedó ella sola para servir a los heridos.
“Cuántos heridos! (ella recuerda) los francotiradores jordanos hirieron sin compasión a nuestros muchachos.”
Ella trabajó con destreza y al romper el alba estuvieron todos los heridos vendados y fueron enviados al hospital de la ciudad.
Recién entonces tuvo tiempo para comenzar a buscar al doctor. Se agregó a ella una patrulla que se hallaba vigilando la zona y la recogieron. Pero de pronto vio parada ante una de las casas, a una mujer árabe en cuyas manos se hallaba un bebé bañado en sangre y sin conocimiento. Sin vacilar arrancó por la fuerza al bebé de los brazos de su madre, y lo vendó y lo llevó hasta un monasterio cercano para ser curado.
“¿Comprendes tu por qué las mujeres jamás podrán ser buenas luchadoras?”
Ella interrumpió por un instante su emocionante narración (pues su corazón piadoso las hace irracionales). “Ellas solo ven que al enemigo le duele y automáticamente deja de ser para ella el enemigo y se transforma en un ser propio de compasión”.
Por lo tanto, el atender a ese bebé árabe fue un acto no meditado, ya que los soldados que la habían recogido siguieron su rumbo y ella se quedó solitaria en medio del poblado árabe.
Y al querer continuar su marcha la detuvo un anciano árabe, le colocó entre sus manos una enorme bombonera y salió corriendo.
Con la bombonera en la mano comenzó ella a correr a lo largo de toda la calle y nuevamente vio una mujer herida y comenzó a vendarla. Pero esta vez recibió un agradecimiento diferente: un niño árabe salió del umbral de la casa y le escupió.
“Entonces verdaderamente comencé a temer (confesó ella) y realmente respiré profundamente al ver a nuestros soldados en las cercanías del Museo Rokefeler”.
Con ellos continuó hasta el Har Habait y allí encontró al médico. Y como vio que ya no era necesaria su colaboración (ya era miércoles y la batalla había finalizado) dejó en manos del médico asombrado la enorme bombonera y regresó a su hogar y a sus hijos.

Yo clavo mis ojos maravillados sobre esta mujer del sexo “débil” y observo su frágil y delgado cuerpo cuya altura no pasa del metro y medio.
¿De dónde sacó la fuerza física necesaria para un esfuerzo tan terrible como este? ¿Dos días ininterrumpidos de trabajo ardoroso sin alimento ni descanso? Evidentemente las fuerzas no las sacó del cuerpo, sino que las sacó del corazón.

Carta número 24:
NARRACIÓN DE UN COMBATIENTE…

Lo encontramos a él en una de las calles de la ciudad. Fue al día siguiente de la batalla en la Antigua Jerusalem. Lo conocíamos aún de antes. Un joven paracaidista de Miluim (reservistas). Se liberó hacía unos pocos meses del servicio regular. Hijo de uno de los kibutzim del norte, algo violento, nos sorprendió por su sinceridad y por sus múltiples vivencias. Lo conducimos hasta un pequeño bar, y allí tomando una copa mientras escuchábamos la narración del paracaidista y sus vivencias personales durante la conquista de Jerusalem. Pidió enrarecidamente no publicar detalles complementarios sobre su persona. La narración que nos contó abarca tres días. Aquí parece falto de tiempo tal, como el mismo nos lo contó.
Y aquí lo tienen ante vosotros tal como lo describieron sus palabras y sus expresiones.

“Recibí la orden de movilización mientras estudiaba en Jerusalem. Fui y me presenté junto con mis compañeros. Estábamos un poco enojados pues queríamos participar en el frente de Sinaí o de Siria. No pensábamos que en el frente de Jerusalem sucedería algo, pues a decir verdad éramos “paracaidistas” y no pertenecíamos ya al ejército regular profesional, sino que simplemente Miluim. Y a pesar de todo, nos parecía un derroche de fuerzas. Queríamos aportar nuestro granito de arena. Al escuchar que Hussein (rey jordano) voló a Egipto nuestro estado de ánimo se elevó un poco, pero no obstante estábamos convencidos de que no pasaría nada serio. El domingo nos liberamos. No cesamos de maldecir.

Al día siguiente escuchamos por la radio que los egipcios atacan. Nos levantamos y regresamos nuevamente a la base. Vestimos nuestro uniforme y aguardamos. Por la radio comenzaron a escucharse los códigos de cada división. Nosotros estábamos listos para la partida.

Aproximadamente a las 9:30 hs comenzó la artillería jordana a bombardear. Nosotros aún creíamos que ellos lo hacían para causarle impresión a los Estados árabes. Entonces escuchamos que los jordanos se acercaban al “Armon Hanatziv”. Supimos que esta vez era real, pues eso significaba, a pesar de todo, que ellos se hallaban a unos pocos metros de nosotros.
Nos ordenaron reconquistarlo.
No fue esa una lucha verdadera, simplemente, los “hicimos” volar hacia fuera. Sí, es verdad, dispararon varios tiros, pero no muchos, simplemente “los evacuamos sin problemas en uno y dos”…
La siguiente acción fue la de conquista de las fortificaciones.
Hormigón armado, bolsas de arena, todo.
Los aviones casi no participaron. Al enemigo casi no les quedaban aviones y los nuestros se hallaban ocupados en el sur dándoles una paliza a los soldados de Nasser.
Nos enviaron “Fugas”. Vi dos que fueron derribados. Uno simplemente explotó en el aire y el otro cayó derechito sobre las posiciones del enemigo. A mí me parece que el aviador fue herido e hizo lo suyo antes de morir: Allí estuvimos tendidos y arrojaron hacia nosotros todo lo que tenían. Vimos las chispas de los cañones de las fortalezas.

Un fenómeno extraño se presenta al entrar por primera vez en combate: tú no lograr comprender que puedes morir.
Simplemente no puedes imaginarte que alguna vez puedas acabar de existir, bum, así de repente.
Piensas: y entonces ¿quién ocuparía mi lugar? Y otra cosa más: no envían soldados inexpertos al combate. Te hacen esperar.
El enemigo te inspira valor. Ves como tus compañeros caen a tu alrededor, tus propios amigos; y entonces te enfureces. No es lógico, sin embargo…
Continuamente las balas silban alrededor tuyo. Cientos de bombas y balas.
De pronto escuché un silbido prolongado, que me pareció que no acabaría nunca, y que se dirigía directamente hacia mí.
La bomba estalló a unos pocos metros de donde yo me hallaba.
Un compañero mío murió y yo sentí un pinchazo en la mejilla.
Apenas, durante un instante. Elevé mi mano y sentí la sangre que brotaba, fresca. Me ordenaron colocarme sobre la herida el vendaje personal. No dolía, no ardía, pero sin embargo me hizo rabiar terriblemente. En ese momento adquirí valor.
Recibimos la orden de avanzar. Se hallaban junto a nosotros varios tanques, pero no estaban en condiciones de limpiar las profundas fortificaciones. Durante el ataque cada uno se preocupa por si mismo. Uno ve como van cayendo sus compañeros y no puede imaginarse que puede sucederle lo mismo.
Pero ya en el segundo ataque uno comprende que le puede suceder. Continúas “a ciegas” y corres como un diablo. Unos pocos metros más adelante corre el oficial. Por más rápido que corras no lo podrás alcanzar. Por eso justamente murieron tantos de ellos.
De pronto ves que llegaste a la fortificación. Comienzas a arrojar granadas y aprietas el gatillo de la UZI. Cada vez temes más y más y te enfureces más y más.
Cuando terminamos allí nos dejaron descansar. Y entonces nos enviaron a la Ciudad Antigua de Jerusalem a liberar el Kotel Hamaraví (muro de los lamentos).
Allí luchamos cara a cara y casa tras casa. Cuerpo a cuerpo. Esa es la cosa más terrible del mundo. Ten por sabido que en el desierto es diferente (allí hay aviones y tanques y todo el asunto está mucho más distante). La lucha cara a cara es otra cosa.
Allí maté por primera vez. Es decir, bueno, seguramente maté anteriormente a otros. Pero para mí ese fue el primero pues a los anteriores no los vi directamente.

Vi de pronto a ese hombre salir por la puerta, un jordano negro y enorme. Nos miramos por un instante uno al otro y comprendí que debía matarlo yo personalmente: no había nadie más allí. Seguramente todo ese asunto duró menos de un segundo, pero a mí me pareció que fue como el movimiento a cámara lenta en una película.
Disparé contra él desde la cadera y yo aún veo como rebotaron mis balas sobre la pared a su derecha. Desvíe la ametralladora, lentamente me parece, hasta que di en su barriga.
El se desplomó sobre las rodillas y entonces alzó su cabeza y su rostro se contorsionó por el dolor y el odio. Nuevamente disparé y no se como le pegué en la cabeza. Era enorme la sangre que brotaba… Vomité también cuando llegaron el resto de mis compañeros. La mayoría de ellos había participado en la acción de la operación Kadesh (denominación israelí para la Guerra del Canal de Suez de 1956) y para ellos no era novedad. Me dieron de beber agua y me dijeron que así sucede siempre la primera vez. Luego comprobé que vacié sobre el árabe una recámara íntegra.

Lo que dicen es verdad. Con el correr del tiempo te haces menos sensible y al mismo tiempo te acostumbras al arma y derrochas menos balas. Pero aquel momento no lo voy a olvidar nunca. Cuanto más continuábamos luchando menos me importaba.
Cuántos compañeros cayeron uno tras otro!...
Y yo comenzaba a enloquecer. Quería matar y al mismo tiempo no verlos. Quería herirme y salir de todo eso; todos lo queríamos. Vas caminando como nada fuera de casa en casa, sobre las escaleras, sobre el techo, y piensas: otra casa más y salgo, y luego viene otra casa y otra casa y otra más. Poco a poco te posesionas de una desesperación fatal. O te matarán, o no. No depende de ti. Por lo tanto tú continúas con temor y odio y los pensamientos estallan en la mente como balas, como si te atacaran por todos los costados sin saber de donde vendrá el siguiente. Al enfurecernos dejamos de ser humanos. Cada uno adquirió la cara de un animal hambriento y del estómago se oía un gemido. Uno quiere matar y matar, uno se convierte de pronto en una bestia.
Sucedieron cosas. No puedo contártelas. El oficial le dio a uno de los prisioneros agua para beber. El jordano bebió, sacó un puñal que tenía escondido en la espalda y se lo clavó al oficial. A pesar de todo la muchachada le tuvo compasión…
Otro grupo de civiles salió de una de las casas y pidió comida. Cargué la ametralladora y les ordené retroceder. Mi compañero entró a una casa tras mío y sacó de allí varios panecillos y se los entregó. Corrieron hacia él, gritaron y le arrebataron el pan de las manos, hasta que no pudimos distinguirlo entre ellos. De pronto se callaron y comenzaron a retroceder, otros comenzaron a correr y a huir. Allí estaba tendido, mi amigo, con un puñal clavado en el estómago. El gritaba y gemía: “no, no, ¿por qué? ¿Por qué?” Y de pronto calló para siempre. No obstante eran civiles, ya no eran soldados… un soldado es otra cosa.
Ellos no te parecen seres humanos, no te cabe en la cabeza pensar que ellos tienen al igual que tu, familia.

Llegamos al pórtico y desde el umbral vimos “el muro de los lamentos”. Lo vimos y entonces nos desvelamos. Brincamos como locos sobre los escalones directamente hacia el muro. Llegamos entre los primeros. Los muchachos estaban demasiados cansados como para seguir en pie. Se sentaron al lado del muro y abrazaron las piedras. Las besaron y lloraron. Todos lloramos, por esto en síntesis, luchamos. La sensación que experimentamos al llegar al muro fue tan profunda! Esto es todo. Aquí terminamos.

La cosa más espantosa eran los momentos de descanso. No podíamos comer ni dormir. Solamente pensábamos en el combate. Bebíamos y pensábamos. Yo recuerdo que observé mi UZI, parecía tan ingenua. Simplemente un trozo de metal brilloso, como un ser humano, sonriente.
Yo creo que en estos tres días envejecí cinco años.
Papá solía decir que la guerra hace de las personas hombres. Ahora comprendo que tenía razón.
Yo se que nunca volveré a ser el mismo de antes. Al salir todo cambió.
Todo era fresco y nuevo y maravilloso. El sol, beber, ducharme, comer, pasear, cantar.
Todas las cosas de antaño que me enojaban hoy me parecen tan tontas y banales. Ahora comprendo el valor de la vida.
Regresé sin alegría. La victoria no tenía para mi ningún significado, ni siquiera podíamos sonreír cuando la muchedumbre nos aplaudió al pasar por el portón de Mandelbaum. No quiero volver allí nunca más.
Debimos hacer eso. Estuvimos obligados a hacerlo, solo eso se yo. Pero que no vuelva a suceder jamás.
Si nunca más volverá a suceder, tal vez valió la pena, tal vez…

Carta número 30:
EXPEDICIÓN DE ANCIANOS…

Discos, meniscos, lumbago, úlcera… ¿donde están todas esas molestias ahora?

La división está conformada casi en su totalidad por hombres de cuarenta años en adelante; y aquí o allí pueden encontrarse varios jóvenes que se hallan entre los “viejos”, ya que algo en sus organismos les “impide” estar entre los jóvenes de su edad.

En otros tiempos, durante Miluim comunes, no se hubiera ninguno de esos muchachos molestado seguramente en explicarte varias veces, repitiendo y repitiéndote para hacerte comprender que: “me bajaron el perfil” por tal o cual causa, etc…
Sí, durante Miluim comunes, en tiempos de paz hay también discos, meniscos, úlcera y otras cosas.
Cada uno de éstos ancianos carga sobre sus hombros el peso de muchos años de trabajo intenso, experiencia y algo de penurias.
“Pobre de mí si mañana al levantarme me va a agarrar la espalda como en casa. No me voy a poder enderezar. No voy a poder dar un paso”. Pero la espalda no le “agarra” a la mañana siguiente…
Y uno de los ancianos dice: “¿qué sabes tu? Si todos estos deberían salir a una expedición kilométrica como esta, con equipo personal completo, con fusil y ametralladora y con municiones y con el casco sobre la cabeza, en días normales, o una maniobra conocida de antemano, el cincuenta por ciento de ellos hubiera comenzado a llorar aún antes de haber dado el primer paso, y un número nada pequeño hubiera cajoneado y suspirado. Pero ahora… ahora no podemos permitirnos esos lujos de quejarse”

Al aire libre, bajo el profundo cielo descubierto abren sus ojos; cada hombre está acostado en su catre mucho antes de oír la orden de rutina.
Se bañan con el agua de la cantimplora, se afeitan con el agua de la cantimplora… y de memoria. Tienen aún tiempo de limpiar el polvo acumulado sobre el arma y en su interior.
Durante toda la mañana estuvieron ejercitándose al aire libre bajo el ardiente calor del verano meridional.

Ellos se marchan y corren, se dispersan y vuelven a reunirse, se atrincheran y vuelven a esconderse, se agitan y toman posiciones.

Por supuesto, ellos ya no pueden hacer todo esto como lo hacían hace diez o veinte años, pero lo interesante es que ninguno de ellos dijo que le dolía la rodilla, que su pierna se aflojaba, que le “agarraba” la espalda.

Y después del mediodía una expedición kilométrica con equipo personal completo.
Ningún hombre del grupo se dirigió antes de la partida al sargento mayor; nadie interrogó al enfermero; nadie rogó: “liberadme; ya no puedo más”. A los sumo prepararon varios de ellos, y en secreto, un bolsillo de la camisa, varias cápsulas que habían traído consigo de casa.

La división se ha puesto en marcha. Sobre la cabeza, el casco. Sobre el par de hombros, que ya no son tan jóvenes, la mochila de campaña y el cinto repleto de municiones personales. También la mochila está llena y recargada; junto a esto la escudilla y las municiones del ametralladorista del grupo.
No se puede cargar al ametralladorista con todo; por lo tanto se reparten entre varios la carga… El fusil al hombro. La cantimplora llena de agua. La pala a lo largo de la columna vertebral. Las botas pesadas. Sí, por supuesto que son pesadas, pero igualmente marchan y cargan todo lo que se halla sobre ellas, hasta el casco que cubre la cabeza.
El sudor fluye. Durante el momento del descanso corren todos a tenderse sobre el suelo. A inspirar y a expirar y a beber.
Y al ser dada la señal para levantarse nuevamente no… ¿no le “agarrará” a alguien la espalda?
Efectivamente no le “agarra” a nadie. Todos ellos se paran nuevamente, ajustan el cinturón, el equipo y se incorporan a la fila, y marchan.
Nadie se queda, nadie desaparece.
El oficial de la división sonríe levemente. También él pertenece a los “reservistas”, y murmura para sus adentros: “que sabes… que sabes…”

Expedición de ancianos. Un joven guerrero, robusto, fuerte y lleno de energías, hubiera sin duda alguna sonreído al ver desde un rincón a estos ancianos en su expedición.
“¿También a estos se los llama soldados?”
Tal vez tenga razón; relativamente. Por supuesto que no son ya los grandes soldados de un tiempo. Seguramente perciben profundamente en sus huesos y en sus carnes cada paso que dan. Pero ninguno de ellos se retrasó o se quedó en el camino. Llegaron todos juntos hasta el final de la expedición.
Es verdad, ellos son ancianos ya, pero están aquí y marchan.
Y con equipo de batalla completo.

Al regresar a casa, nuevamente les “agarrará” la espalda; nuevamente les dolerá la cabeza; nuevamente por lo visto volverá a molestarles la rodilla.
Pero todo esto al volver a casa…

Carta número 35:
CARTAS DESDE EL FRENTE…

Al venir a describir la situación reinante entre nosotros, es difícil dejar de utilizar términos “sionistas”.
Es difícil describir en que forma se respondió al “llamado”.
Se presentaron soldados que hace tiempo pasaron la edad de servir en dichas unidades. Se presentaron también soldados con una mano enyesada, o enfermos, con el fin de ayudar en lo que fuera necesario.
Por lo tanto, el espíritu de voluntarismo no desapareció, y todos nosotros ansiamos que en el momento de necesidad sepamos evidenciar nuestra capacidad.
Es difícil describir las pequeñas hogueras que noche a noche encendían los soldados y alrededor de las cuales se sentaban para cantar.
No canciones corales, pero sí canciones de guerreros, canciones de compañeros de armas.
También participaron múltiples artistas en forma voluntaria aportando así su parte a la situación de alerta.
En resumen, todos ansiamos regresar pronto a casa, pero listos para responder al llamado de defensa del Estado.

Feliz señores míos, les juro que me siento feliz.
“El momento decisivo” se halla sobre el umbral y yo estoy preparado a hacerle frente.

Pensé que “amor a la patria” era un término pasado de moda, uno de esos términos que solían “meternos en la cabeza” en cantidades, cuando éramos pequeños, durante la infancia.
Lo desmiento. La cólera y el dolor que despiertan Nasser y sus compañeros árabes en una locura sin barreras, al querer aniquilar nuestro pequeño país; la falta de interés que revela el mundo entero ante la amenaza de extermino que enfrentamos (incluso observamos con furia el desinterés que tiene nuestro “amigo” estadounidense en apoyarnos para evitar un enfrentamiento con los soviéticos), nuestros enemigos que nos rodean hacen lo que se les antoja y ninguno de estos casos inquieta a nadie, y si hay alguien que es capaz de hacer algo al respecto, y mucho, somos nosotros. Nosotros, hombres y mujeres del Tzahal, somos los únicos en todo el mundo capaces de evitar esta amenaza demencial que se cierne sobre Israel.

Mis queridos papá y mamá hoy nosotros podemos valorar y saber todo lo que nos brindasteis.
Estamos listos a dar todo por lo que vosotros, y nosotros siguiendo vuestros pasos, creemos que es la esencia de la vida.
Aún no se yo cual es el precio y cual será, en resumen, el precio individual de nuestro alcance, pero junto con la emoción experimentada al escuchar las noticias por la radio, y junto con las lágrimas que derramamos al oír palpar al locutor de Kol Israel el muro de los lamentos, sentimos todos que no luchamos en vano.

Carta número 42:
AL MARGEN…

Todo sigue como de costumbre. El día martes, película, el lunes filete o bacalao; a las cinco de la tarde llegan los niños. Se bebe café frío, se trae a la pieza cinco tajadas de pan y medio vaso de leche. Se madruga a las cinco menos cuarto, los damascos están ya maduros, pronto lo estarán también las manzanas. El sábado por la tarde se escuchan chimentos, ruidos de discusiones, susurros sobre el pasto, todo vuelve a ser como fue…
La vida sigue su rumbo, las botas militares en el estante del balcón, la camisa caqui planchada. Regresamos. Todo es como fue.

Estuvimos allí, tras las oscuras montañas, sumidos en un mundo de enormes miedos y ahora hay que olvidarlo.
Olvidamos, luego comenzarán los recuerdos a salir a flote, a veces en los sueños nocturnos, a veces en un leve y extraño estremecimiento, a veces en una mirada perdida, sin motivo, en el pasado; las narraciones como espuma sobre el mar quedaron grabadas en nuestro interior para siempre.

De ellos no nos libraremos; de ellos no podremos huir. Viviremos como antes: fraternales, bondadosos, irreflexivos, serios, no, no cambiamos, pero oh! Cuánto cambiamos!
Una sonrisa irónica demuestra las agudas cicatrices que se grabaron en nosotros…

Dime, ¿quiénes son tus amigos?
¿Acaso esta amistad (interesada, por supuesto, porque ¿acaso existe en nuestro mundo una amistad desinteresada?) de EE UU hacia nosotros puede confirmarle a alguien quienes somos realmente?
Para los “negociadores de la paz” somos los instigadores de la guerra, la punta de lanza del imperialismo (recordad: hace no mucho tiempo denominamos nosotros con esos mismos términos a otras naciones).

Para los izquierdistas (que hasta ayer nos llamaban “valientes sionistas israelíes que luchan contra el imperialismo”) ahora somos expansionistas, asesinos de niños, crueles conquistadores, y a fin de cuentas somos una pequeña nación, que no alcanza siquiera a contar a sus propios muertos.

Una nación que vive todavía amargada por las cenizas de sus millones de asesinados. Una nación que pide con el resto de la vida que aún le queda, construir para sí, un rincón tranquilo. Que solo pide su derecho a existir en su pequeño lugar.


¿Cómo debe interpretarse el sordo oído del mundo, su testarudez, ante estas amargas realidades?
Un periodista inglés que se halla entre nosotros en estos días escribió: “el sabor de esta guerra se me aclaró cuando estuve parado en el momento de oír la sirena en el umbral de una casa de Tel Aviv, al lado de un hombre que tenía grabado en su brazo una cifra indeleble…” Y no obstante este es el sabor de nuestra guerra.

Varios días después de haber terminado el combate llegué a casa. Todavía estaba como se dice en las nubes. La victoria me había dejado un dulce sabor que aún me envolvía y me proporcionaba un aire placentero, falto de preocupaciones.
Las miradas no demostraban señal alguna aleluyas, algunos me rodearon y me pidieron mirarlos, para ver simplemente el rostro de uno que había regresado de allí, de ese mismo lugar desgraciado; algunos miraban hasta con envidia por no ser yo alguien de sus seres queridos, pero de todos los ojos fluía un manantial de pesar, de dolor que no me podía explicar en ese momento.

Ahora yo se cuan amarga y difícil es la vida del que espera aquí en la retaguardia. Cuánta fuerza se exigió de esas esposas, de esos padres, de aquellos compañeros que portaron sobre sus hombros el peso de los anuncios de las defunciones, la carga del trabajo diario, las ansias de recibir cartas, un saludo o llamado o un eco de que estamos sanos y salvos.
Ahora comprendo yo que lo más fácil del mundo nuestro, es estar en el frente ante el fuego y lo más cruel de todo, escuchar de lejos el sonido de los morteros.

Al anochecer, al bajar hacia el “Jeder Haojel” (salón de comidas) se oyen los sonidos del piano y el violín desde el salón de música.
Silencio. De la casa de los niños se escuchan las voces de las madres que narran un cuento para adormecer a los chiquilines.
Sobre el camino: “erev tov (buenas noches). Cuídame un lugar en el medio del salón, frente a la puerta”.

Un fresco viento viene del mar, el mundo continúa girando como siempre. Todo pasó, las luces están encendidas y brillan… pero recuerdan muy bien el pánico de la oscuridad que cubrió el valle hace apenas unos pocos días.

Carta número 44:
EL MUNDO EN QUE VIVIMOS…

La muerte fijó un contrato fijo con Israel, y nunca le dio una gran hora de reposo sin exigirle su parte. Por la tierra del pueblo y por la fiesta del pueblo y por la independencia del pueblo, por todo le pagamos su precio íntegro con sangre. Lo sabían esto, aquellos soldados que inquietos esperaban la orden de fuego, lo sabían aquellos que les saludaban al borde de los caminos, lo sabían aquellos que doblaban un pañuelo limpio para introducirlo en la mochila, lo sabían aquellos que prometieron regresar… y no cumplieron su promesa.

La muerte se los llevó, y nosotros vimos su sombra, y no obstante aceptamos el combate como una cosa ansiada, como un fresco viento después de un intenso día de calor, pues esto era lo que sentíamos todos. Tanto el que decía: “iremos” como el que decía: “ved”. Pues es preferible morir en días de guerra que desmoronarse en días de paz.
La muerte no es un tributo. No es posible dividirla en forma proporcionalmente justa entre toda la población, tal que cada hombre otorgue un tributo de varios años de vida.

A nosotros nos ofreció todo: triunfo, esperanza, orgullo y vida; y a ellos solamente granitos de tierra sobre los ojos. Quisiera que en algún lugar del cielo se realizara un encuentro de combatientes, que se reúnan todos, que uno al otro le de un golpe sobre el hombre amistosamente, que se cuenten lo sucedido, que se escuchen el sonido del Shofar junto al “muro de los lamentos”, que vean la bandera nuestra flamear en el Sinaí y que paseen junto con nosotros por Jericó. Ya que gracias a su muerte estamos nosotros entre los vivos.

La radio anunció maravillosos anuncios, brillantes batallas, pero nosotros, por entre las palabras, los silbidos de las balas, los estallidos de las bombas y los truenos de los morteros, escuchamos la voz ronca de la muerte que a su vez narraba lo suyo. Y había quienes estaban aterrados por cualquier llamado a la puerta, temiendo enfrentarse ante el umbral con dos mensajeros de pálidas caras.
Y había quienes bajaban diez veces por día al buzón de las cartas para ver si tal vez había llegado una tarjeta con el sello militar. Y había quienes estuvieron sentados durante horas y días junto al teléfono… tal vez suene y reciban por medio de un amigo un saludo del ser querido.

Es sabido que en los días de combate solo una palabra es importante en el léxico de los que esperan: que regrese, que regrese, que regrese!

Los periodistas extranjeros y los comentadores militares del mundo entero fijaron: el número de víctimas de Israel es pequeño relativamente a los alcances, a las conquistas y a la superioridad numérica del enemigo.
Pero la teoría de esa relatividad no es válida para nosotros en este momento, sobre guerras pasadas podemos debatir con lógica y frialdad, pero ahora tiene la muerte mayor peso que todas las estadísticas existentes.
Y también dicen: durante un año mueren en accidentes de tránsito, muchas más personas de las que murieron en esta guerra. Y nadie sabe para qué! Pero nosotros sabemos bien en pos de qué ideal murieron. Existe un solo camino por medio del que podremos saldar nuestra cuenta: asegurándonos de tal forma que ninguna fuerza pueda sacarnos de la tierra que ellos nos entregaron en nuestras manos.

Por las armas entramos, y solo por las armas nos quitarán lo que no se logra a cambio de la paz. Y lo demostró la experiencia de otros pueblos: cuando no se rinde uno a las presiones, pues la presión se rinde a la voluntad.

Ahora obtuvimos la simpatía temporal de pueblos extraños, cuán bueno es esto!
Pero si en un futuro van a enemistarse con nosotros, nos censurarán y romperán todas las relaciones diplomáticas (o no). Pero eso no tiene importancia. No gracias a la simpatía de los pueblos surgió el Estado de Israel, y no gracias a la simpatía el Estado de Israel vivirá.

En toda nuestra intriga por ver que nos preparan las naciones del mundo existe una gran dosis de ironía. Debido a que los árabes no lograron destruirnos debemos nosotros pedir disculpas, ya que ellos fracasaron.
En las oficinas de los ministerios y en las secretarías presidenciales programan los encargados del mundo las ganancias que obtendrán a cuenta de nuestras renuncias, que beneficios recibirán los que observan desde un costado. Y si ser diplomáticos significa ser flexible es preferible, que respecto de negocios, que seamos menos diplomáticos pero porfiados.
Es preferible que seamos severos y rígidos a los ojos del mundo, incultos e incivilizados pero que no les permitamos hacernos volver a la pesadilla de las fronteras anteriores a la guerra.
Es preferible ser “bastardos” que “nenitos buenos” a quienes los conservadores del mundo los alaben por su comportamiento ejemplar. Es preferible ser “asesinos brutales” antes que ovejas que van al matadero sin oponer resistencia como sucedió hace unos años en Europa.


Carta número 46:
EL SABOR DE LA PAZ…

Tantas veces vivimos con la muerte a nuestro lado, y después de cada matanza dijimos: tal vez esta vez luchemos por última vez, tal vez ahora haya llegado la paz.
Y ahora más que nunca, quisiera poder creer que esta fue la última guerra, y si no la última en forma absoluta, pues por lo menos momentáneamente. Si no es la paz perpetua, pues que sea por lo menos paz por varias generaciones. Y si no es por generaciones, pues al menos por una generación. Para que al menos conozcamos el sabor de la paz.

Todos envejecimos durante esta semana y cada día nos representó años. Pues el tiempo tiene un significado y un peso diferente, él no pasó por sobre nosotros sino que penetró en nuestras carnes y nuestros huesos y nos dejó sus rastros marcados.
Ya no somos lo que éramos hace una semana, por más que la cédula de identidad porte el mismo nombre y los mismos datos personales. Estos seis días modificaron nuestra vida, la vida de nuestros niños, la vida de decenas de millones de árabes, y tal vez la vida del mundo.
Tal vez demostró esta guerra que en medio del tumulto de las grandes potencias por sus posesiones se lleva a cabo la obstinada rebelión de pequeñas naciones que quieren vivir de acuerdo a su concepción, no se arrastradas, no ser intermediarios y no pelotas de “ping-pong”; no niños bajo la tutoría de un gran padre y no engarzados a la escala de ambiciones: simplemente ser pequeños, sin importancia, aislados… pero existir.

La guerra de un hombre contra otro hombre es terrible tanto para los vencidos como para los vencedores, pero quien se rebela por su existencia no puede permitirse meditaciones sentimentales ni piadosas.

Solamente después de acabar la tormenta y consumirse nuestro dolor podremos apiadarnos de todos: judíos y árabes, soldados y campesinos, mujeres y niños, campos incendiados y casas destruidas, promesas falsas y palabras de embriaguez. La compasión es ventaja del fuerte. La piedad es hermosa para Dios que se haya en un nivel de superioridad continua. Pero nosotros, nosotros no debemos anotar la compasión a nuestro favor, porque nunca se nos fue dada la compasión a lo largo de la historia de nuestro pueblo.
Bendito sea el hombre que puede apiadarse y que por lo tanto no necesita la caridad de los demás.

Cuando la ola de simpatía hacia Israel se acabe (y se acabará seguramente) y llegue la hora de compasión hacia los árabes, para nosotros no será ese motivo de pena alguna. Es preferible que ellos obtengan la compasión y nosotros la victoria que viceversa.

Ojalá que lleguen nuevamente tiempos en los que podamos ser tan neuróticos como se nos antoje, acomplejados por sobre la cabeza, llenos de locura como una granada y carcomidos por el miedo como Kafka. Ojalá muy pronto, Amén.

Es imposible en nuestros días escribir un fragmento, un artículo o una crónica sin incluir en ellos al Dios Supremo o sin confiarse por lo menos en un milagro, obra de sus manos.
La ubicación del cielo ascendió durante estos seis días notablemente en torno del público israelí laico. Ateos se convirtieron en creyentes y herejes elevaron hasta plegarias. Y eso debido a la lógica simplemente: Si es que Dios existe, pues es judío. Y si es judío, ¿cómo es posible que esté parado en un costado como un simple espectador neutral? Y si es que anuló su neutralidad, pues que nos de entonces a nosotros lo que le rogamos durante tantos años: no sumas de dinero de sionistas del mundo, sino Aliá de judíos. No el sentimiento galútico de los viejos, sino la voluntad de los jóvenes. Y la paz nombrada anteriormente.
Luego Dios puede tomarse vacaciones, junto con todo el Estado.

Después de que transcurrieran los días de tensión, declararemos el mes del desahogo general, nos plegaremos como cortaplumas, nos derrumbaremos como chozas de cañas, nos partiremos como una torta vieja, nos arrojaremos sobre la arena a orillas del mar y echaremos con manos flojas las moscas que nos molestan.

Ya que el combate terminó antes de que alcancemos a acostumbrarnos a él, se quedó sin nombre. Ahora reflexionan sobre qué nombre darle al “niñito”: No! “Guerra Triunfal” no!, pues existe en este nombre un tono de supremacía que denota oposición.
Tantos triunfos hubo en el mundo. Y esta no es la “última vuelta” pues muchas fueron ya las “últimas vueltas”.
Y tampoco “Guerra de Jerusalem” pues nuestro destino fue definido en el cielo y en el Sinaí.
Apenas alcanzamos a cubrir las ventanas con negros papeles que ya los quitamos con agua y jabón. Apenas alcanzamos a limpiar el refugio que ya podemos volver a llenarlo con “trapos viejos”.
Apenas pudieron los viejos reservistas percibir una satisfacción al servir a la patria que ya deben retornar a sus complejos.
Hace apenas unos instantes éramos un pueblo ejemplar, magnífico y ahora volveremos a ser nuevamente aversivos… como de costumbre.

Poema de Jaim Jefer:
LOS PARACAIDISTAS LLORAN

Este muro escuchó muchos rezos. Este muro vio ya muchas murallas derribadas. Este muro percibió ya muchas manos de madres dolientes y trozos de letras escondidas entre sus piedras. Este muro vio a Rabi Yehuda Halevi arrastrarse ante él. Este muro vio cesáreos elevarse y ser exterminados.

Pero el muro este, no vio aún, paracaidistas llorar. Este muro los vio cansados y agotados. Este muro los vio heridos y sangrantes, correr hacia él, mientras sus corazones latían fuertemente, bramando y en silencio y brincando por las callejuelas de la Ciudad Antigua.

Y ellos cubiertos de polvo con labios ardientes murmuraban:
“Si te olvidase Jerusalem, si te olvidare…”
Y ellos son ágiles como el cóndor y poderosos como el león.
Y sus tanques, el carruaje fogoso de Eliahu Hanavi.
Y ellos pasan como trineos. Y ellos desfilan irritados. Y ellos recuerdan los miles de años horribles durante los que ni siquiera teníamos un muro sobre el cual verter nuestras lágrimas.

Y he aquí que ellos se hallan frente a él, de pie y respirando hondo. Y he aquí que lo miran con dulce dolor. Y las lágrimas fluyen y ellos se miran uno al otro perplejos. ¿Cómo es posible que paracaidistas lloren?
¿Cómo es posible que palpen emocionados la pared?
¿Cómo es posible que de ese llanto brote un canto?

Tal vez sucede esto, debido a que estos muchachos de 19 años nacieron junto con la declaración del Estado de Israel y portan sobre sus espaldas el peso de miles de años…