El libro de rezos
Trascripción de la conferencia de Pilar Rahola en Buenos Aires Martes 15 de agosto de 2006
ACTIVIDAD ORGANIZADA POR LA COMUNIDAD BET HILEL, EL CLUB NÁUTICO HACOAJ Y LA ASOCIACIÓN AMIGOS DE RADIO JAI. REALIZADA EN LA SEDE DE HACOAJ, CON LA PRESENCIA DE 2.500 PERSONAS.
Buenas noches. ¡Qué lindo espacio, cuánta gente! La verdad que es emocionante.
Venía para acá y la verdad es que cuando una tiene que explicar temas sórdidos y no demasiado simpáticos, a una audiencia que está preocupada por lo que acontece y que muy a menudo sufre eso que acontece, una piensa en distintas formas de empezar. Y siempre acaba en una misma forma. Por eso no seré original. Explicaré cosas que he escrito en artículos, que he dicho en televisión, que quizá me han oído decir en otras conferencias, y por eso me siento un poco inquieta.
Probablemente ustedes oirán conceptos y análisis que conocen, que ya me han oído expresar a mí, o a otros, y que forman parte de la batalla de la ideas en la que estamos algunos, en cada uno de los frentes donde nos toca lidiar.
Por tanto, mi primera disculpa es por la poca originalidad. No haré (porque la realidad no lo permite) análisis muy distintos.
Si algo me produce una profunda rabia es no haberme equivocado en algunas prospectivas. Es haber venido hace tres años y decir unas cosas que aún están ahí... o peor. Es haber analizado algunas de las miserias que nos acontecen y ver que no se resuelven. Y, por lo tanto, la realidad me impide la originalidad. Más bien diría que voy a repetir, para que queden cuajados, aquí y donde me pongan un micrófono (a veces entre judíos, a veces entre no judíos, a veces entre oídos amigos, a veces entre oídos enemigos) lo mismo que algunos llevamos diciendo desde hace tiempo.
Por lo tanto, y antes de nada, perdónenme.
La segunda excusa es que yo ahora hablo tranquila, pero luego me acelero, y lo sé... Procuraré controlar mi ritmo, que es un ritmo al que mi madre lo llama cardíaco, voy a intentar controlar mi español que a veces toma verbos curiosos, voy a intentar por tanto -que ya que lo que explicamos es tan triste- como mínimo, que el verbo sea plácido.
Y lo tercero es que me van a perdonar, pero no traigo esa dosis de optimismo que me gustaría traer. Porque soy una mujer optimista, lo soy por naturaleza. Soy vital, soy apasionada, amo las cosas que me interesan, me dedico a ellas y por lo tanto, en ese sentido y a todos los niveles soy una enamorada de la vida.
Y por eso me gusta siempre ver la botella medio llena, ver lo positivo.
Entonces, me gustaría haber llegado hasta aquí y decirles: “miren ustedes, esto va bien”. No, no les voy a decir eso. Porque la primera obligación moral de alguien que cree que defiende una causa que es noble, es justa y es moral, es no mentir. O intentar, como mínimo, no equivocarse. Y la segunda obligación moral que tenemos a los que nos ha sido concedido el enorme lujo de tener un micrófono y el de ser escuchados, es que no seamos muy irresponsables con los riesgos y no juguemos con ellos.
Pues las tres excusas ya están ahí. Voy a hablar rápido, seguro, no voy a ser original ni tan solo en las metáforas. Y si, además, me han oído ustedes en el programa de Grondona o en algún otro lugar... lo poco original ya lo quemé en televisión. Por lo demás, y sin duda alguna, no voy a ser optimista.
Miki Steuerman le puso un título a esta conferencia -es su culpa, no la mía- que decía “Y después de la guerra ¿qué?”. ¿Tu pretendes, Miguel, que yo tenga la respuesta?. Pero vamos a intentar cumplir un poco, de entrada, para tenerlo algo contento con ese titular. Luego ya voy a hacer lo que me dé la gana.
Después de la guerra ¿qué? Estamos ante un problema que tiene que ver con que de golpe se nos ha descontrolado un trocito del problema y hemos entrado en una guerra terrible en la que hemos dejado vidas humanas, hemos dejado dolor, esperanza, anhelos. ¿Cómo estamos, en qué lugar estamos, cómo actúa eso en el mundo judío y cómo actúa eso en el mundo, y todo eso cómo actúa en los problemas globales que de alguna forma nos conciernen?.
Por ello comenzaremos con una reflexión sobre la guerra en concreto.
Hace unos días, en una escuela judía en Chile, un chico brillante, valiente y bastante contaminado, levantó la mano y me dijo: “Yo soy pacifista y como tal repudio lo que hace Israel. No me gusta que maten mujeres, niños. No me gusta la guerra. Y mi identidad judía, que se basa en el valor de la vida, no entiende lo que está ocurriendo”.
Ese chico judío expresaba en voz alta lo que deben sentir mucho de ustedes: no entienden como un pueblo, una identidad que se ha forjado a lo largo de los siglos, en cada liturgia religiosa, en cada relación moral y personal, en cada educación de padre a hijo, de madre a hijo, en un concepto fundamental basado en la vida y el respeto, puede hoy aparecer ante el mundo como el opresor, el asesino de niños, el malvado.
Si eso hace daño a alguien, es al judío. Y sin duda eso, de alguna manera hace irrumpir contradicciones interiores que luego cada uno resuelve como puede. Porque a pesar de todo, la inmensa mayoría no está contaminada informativamente. Sabe lo que ocurre en el Líbano, sabe que no estamos ante asesinatos masivos de nada, sabe que estamos en la lucha por la vida. Pero es cierto, a ese chaval chileno... yo lo entiendo: “¿Qué hace mi pueblo?... Porque la televisión me dice que mi pueblo es malvado”.
Bien. Empecemos por ahí. Los que defendemos a Israel, los que incluso hemos entendido esta guerra aunque nos ha hecho daño, los que tenemos incluso un pensamiento crítico de cómo se ha llevado, ¿somos gente de paz? ¿Somos gente que levantamos la bandera de la paz? Les aseguro que yo no voy a permitir que a mi me arrebaten esa bandera. Llevo toda mi
vida luchando por la paz. Creí en ella cuando era una adolescente y luchaba contra la dictadura de Franco. Creí en ella cuando me educaron en mi casa mis padres y me educaron en los conceptos de vida y de paz.
Creí en ella cuando tiré adelante con mi vida, con mi gente, con mis hijos. Creí en ella cuando me fui a otro lugar del mundo a adoptar a mis hijos y luché contra el mundo para tenerlos. Creí en ella cada vez que estuve en un conflicto armado y vi lo que significaba la muerte. Y creo en ella ahora que lucho contra esta locura que nos está tocando.
Le dije a este chico chileno que los que estamos en este conflicto, mirándolo de cerca, hasta entendiéndolo, somos gente de paz. Y cada uno de esos chavales que están en la guerra o han estado en la guerra, y cada uno de esos padres que han perdido un hijo en una de esas guerras, es gente de paz. Y ese estado que ha hecho esa guerra, es un estado que quiere la paz.
Por tanto, si me permiten -como primera reflexión- tengamos todos problemas morales cada vez que el mundo entra en locura y entra en guerra, pero entendamos hasta qué punto a veces hay guerras que son tortuosos caminos para garantizar la vida.
Lo tuvo claro Ghandi cuando defendió la guerra contra Hitler. Hasta lo tuvo claro Amos Oz cuando escribió lo que escribió. Probablemente, en algún momento, lo tuvo claro el escritor israelí David Grossman, a pesar de que ha muerto un hijo suyo el día antes del alto el fuego.
Lo segundo que les diré es que esta guerra era inevitable. Podía ocurrir hoy, ayer o mañana. Pero era inevitable, Cuando uno está en un país, en un trozo del mundo dejado de la mano (no diré de Dios porque los rabinos me reñirían, pero sí, en todo caso, dejado de la mano del dios político), abandonado a su sola absoluta suerte.
Recuerdo que una vez le pregunté a Ehud Olmert cuando era Viceprimer ministro y tuve la ocasión de conocerlo (hoy he estado con un Vicepresidente, no sé si lo mío es hacer Presidentes, porque en el caso de Ehud Olmert después se convirtió en Primer Ministro, y hoy le dije: “me han dicho que estoy con un hombre con mucho presente pero más futuro”. Bien. ¿Como se llamaba el de hoy? Scioli. Ese hombre con el que hoy he estado tiene futuro, porque no le pesqué ni una idea, es decir, no me dijo nada. (Perdón. Seguro que las tiene, pero no me las dijo).
Bueno. Recuerdo que estuve con Ehud Olmert cuando ocurrió el atentado de Haifa, un día después o dos, y yo le comenté:
- “Algún día los israelíes tenéis que permitir que los muertos respiren. Y después de un atentado integrista, de un atentado enloquecido como este, no hagáis nada con el ejército. Pararos. Quedaros quietos. Quizá así el mundo os va a entender un poco”.
Y Ehud Olmert me miró y me dijo: -“si yo no hago nada, si no envío el ejército, si no me defiendo, ¿Europa me va a querer más?”.
Y le dije: -“No”.
Me dijo: -“y dime, ¿si mi país está en peligro de desaparición, tu país enviará soldados a defenderme?”.
Y le dije: -“No”.
Y él me dijo: -“Entonces deja que yo defienda mi país”.
Están solos, están solos. Pero además están solos haciéndonos el trabajo sucio, al mundo, a la humanidad libre, a la gente que intentamos vivir.
Están luchando por nosotros.
Y cuando alguien vive en un país poblado escasamente por siete millones de personas, rodeados por millones que son educados en el odio, que son educados para matar, con todo el dinero del mundo dedicado no a formar científicos, ni médicos, ni poetas, sino a crear asesinos, bombas humanas. Cuando todos los organismos internacionales en lugar de tutelar los derechos fundamentales, tutelan y blanquean las dictaduras que vulneran todos los derechos humanos. Cuando esto ocurre, y cuando tienes al norte una estructura militar que ocupa un país en un claro acto de guerra... Pues esta guerra estaba cantada.
Las lágrimas del presidente del Líbano me hubiera gustado verlas antes, mucho antes. O acaso estaba encantado por ser socio y constituir el territorio de una estructura militar que quiere atacar a otro país vecino, estructura terrorista que es financiada por otros dos países de la zona, uno de los cuales ha dominado al Líbano durante años y lo ha destruido económica, social y moralmente, y ahora nos llora porque Israel llega. Hay hipocresía. Hay lágrimas que pesan tanto... pero pesan por inmorales.
Se fueron de Gaza y los cohetes kassam cayeron más cerca. Se fueron del Líbano y Jizbala se dedicó a arreglarse el chiriguito con mucha tranquilidad sin que nadie mirara, controlara, evidentemente pasándose por el trasero todas las resoluciones de la ONU, a las que finalmente solo tiene que resolverlas y cumplirlas Israel, nunca los demás países miembros.
Y por lo tanto, de la misma forma que una vez yo me atreví a decir en Miami (y era un diez de marzo de hace dos años): “¿Qué espera Europa, un atentado en Madrid, en Londres?”. Ocho horas después morían doscientas personas en Madrid. De la misma manera me atrevo a decir que, como mínimo, por el conocimiento que intentas tener, por la proximidad que intentas tener con el conflicto, te das cuenta de que esto solo podía llegar adonde ha llegado.
Cuando uno tiene un enemigo que se arma no para la paz, sino para la guerra; cuando ha roto todas las fuentes de diálogo, cuando preparan todas sus estructuras sociales para matar, cuando prepara sus generaciones para guerrear, cuando rompe todas las posibilidades y encima está dentro de un paquete más grande, ideológicamente hablando, que está matando por todas partes en el mundo y está motivado, financiado, está mimado por los medios de comunicación, los medios occidentales, los propios. Entonces, ¿qué hace un país de siete millones de personas que además está solo? ¿Esperar que le secuestren más
soldados, que le tiren más misiles, esperar a que estén más armados? Yo no soy militar, ni siquiera entiendo de estrategia militar ni quiero. No sé si era el momento, no sé si fue oportuno, no sé si se hizo bien, no sé si es justo. Solo sé que una parte del conflicto esperaba en qué momento empezaría esto. Y era inevitable.
Por eso, a la pregunta de Miki “Y ahora qué”, les voy a decir con la lupa pequeña lo que a mi me parece que va a ocurrir en la zona. Pero luego voy a poner la lupa grande porque yo no quiero hablarles de Israel. Hoy no he venido a hablar de Israel. Hoy he venido ha hablar de derechos humanos, de ideologías asesinas, de la locura del mundo, de los medios de comunicación, de nuestra querida izquierda, la suya y la mía y la del otro lado, de antisemitismo y de un montón de cosas más. Israel no es el problema. Es más, aunque el mundo no lo sepa, es la solución.
¿Y ahora qué?... Vayamos a la prensa cotidiana. Hoy he estado comiendo con un señor holandés que tiene un nombre imposible, Van Der Kooy –un hombre interesante y notable-. Yo le hablaba de Clarín, le comentaba que la comunidad judía de la Argentina muy contenta no estaba... Por cierto que nos dijo, y esto les gustará saberlo, estaba muy preocupado por el boicot de la comunidad judía (dijo que perdieron alrededor de veinte mil ejemplares un domingo. Lo digo simplemente porque no creo que me lo haya dicho en secreto). Él, abiertamente, ante Miki y ante mi nos ha dicho: “Fue un boicot de los severos, el diario lo notó”. Entonces yo le hablaba de esto y le decía qué pasa, qué nos pasa, qué le pasa a tu periódico, qué le pasa al mío, hablábamos de la izquierda. Entonces el periodista me dice: -“No. Pero Clarín le ha dedicado cinco páginas diarias a la guerra”.
Eso ya es una distorsión, pero no en Clarín, en cualquier informativo.
¿Por qué cuando Israel mueve un tanque es tanta noticia en el mundo y cuando mueve un tanque cualquier loco en cualquier lugar del mundo, ni tan solo tiene media página en algún lugar? ¿Por qué morir bajo balas israelíes es ser una víctima universal? Pero morir como un pobre sudanés en el sur de Sudán no es nada. ¿Por qué morir bajo Israel es noticia y es víctima, y morir bajo las dictaduras de Siria, de Irán, de Arabia Saudita, no es nunca noticia?
Cinco páginas dedicadas a la guerra. Ni una página dedicada a la esclavitud de la mujer en el Islam. Cinco páginas a la guerra. Ni una a que Israel, ese pequeño país violentado y presionado, aún tiene capacidad para darnos premios Nóbel. Cinco páginas a la guerra, ni una a la locura integrista. ¿Cómo pueden? Yo le decía: -“¿No te das cuenta que el tema es mucho más importante? ¿Cuántos miles más tendrá que matar el integrismo islámico para que te enteres que ese es el tema. Que el tema del mundo no es Israel, es otro. Que Israel está en la trinchera de ese problema que nos ataca y nos mata? ¿Cuándo os vais a enterar?”.
Pero a pesar de todo, como continuarán con sus cinco páginas, ustedes van a leer que después de la guerra Israel no ha tenido la victoria militar. Jizbala, nada, ¡está perfecta! Porque si alguien mueve bien la propaganda, ese es el mundo árabe. Ustedes tienen la fama y ellos, como decimos en España, cardan la lana. Es decir, ustedes (los judíos) dominan el mundo, los medios de comunicación, las finanzas – eso se nota cada día en Clarín–. Pero en cambio, si alguien tiene capacidad para jugar retóricamente con el victimismo, para jugar extraordinariamente bien con la mentira, con la distorsión y con el prejuicio, ese es el mundo que hoy nos está amenazando. Y miren ustedes, ningún general israelí saldrá a decir “los hemos aplastado”. Pero aparecerá Nassrala diciendo “los hemos aplastado”, porque el valor de la vida no es el mismo. No es el mismo.
Militarmente hablando, si el objetivo era acabar con Jizbala, esta guerra ha sido un fracaso, sin duda. Si el objetivo era subir hasta las fronteras del Río Litani, destruir estructuras, poner en evidencia lo que significa Jizbala, poner en un compromiso ocasional a Koffi Anán (siempre viene de gusto), y además, de alguna forma, conseguir que algún tipo de estructura internacional estuviera en la zona, si ese era el objetivo, el objetivo esta absolutamente cumplido.
No nos vayamos pesimistas. Estos tipos ahora no van a poder tirar tan fácilmente misiles porque están más al norte, más controlados, más mirados y la estructura está dañada. Si el objetivo era acabarlos... No.
No se puede. Porque aunque acabes con todos los que hay en el Líbano, irán a enviar a mujaidines. O Siria enviará a quien quiera. Yo estuve en la guerra de los Balcanes y en Bosnia me encontré con mujaidines iraníes. Es decir, oigan ustedes: el tema no es como acabar con esta guerra. Si ustedes creen realmente que la guerra, la global, la problemática, la que nos afecta a todos, israelíes o no, la va a acabar solita Israel, pues no es así. Israel está en la trinchera y hace lo que puede. Pero la guerra tiene otra naturaleza.
En el plano militar, para leer las cinco páginas de Clarín y las notas de La Nación, no sé qué otra cosa iban a ver sino que Nassrala repite cada día “victoria militar”, y como aquí a nadie en los medios se le ocurre que un tipo integrista totalitario pueda mentir, pues se lo van a creer. Para qué, si no. Estamos en un mundo en el que nos creemos estas locuras. Estamos en un mundo donde a un tipo, a un imán, lo sacan en televisión, dice barbaridades y todos consideran que es un interlocutor válido..
Perdónenme esta anécdota, pero como me siento muy en familia me permito referirla, se lo dije a Julián Schvindlerman que es una persona fantástica y un hombre de una cabeza extraordinaria y además un gran amigo. Le dije: “Julián, muy bien que tú vayas a pelearte con el imán, pero la próxima vez quiero que vaya una mujer”. Florencia, la chavala aquella del otro día, fantástica, una mujer, que vaya ella a pelearse con el imán. A que se miren cara a cara y el imán sepa que una mujer le está diciendo cosas. Está hablando de libertad y de derechos, y el tipo pensando “si te tuviera en Arabia Saudita te jodía”. Pero no estás allí, imán.
Por eso no les aconsejo que lean mucha prensa en estos días, porque no van a tener una buena digestión: esto va a ser terrible, Nassrala es el tipo mas importante de la historia del mundo árabe, del mundo islámico y no sé que más. Y hasta van a hacer un juego de playstation con él, que no estaría mal.
Y en el terreno político también van a leer ustedes que Israel ha perdido esta guerra. Como no. ¿Por qué la ha perdido? Porque Israel es una democracia y por tanto en Israel surgirá la oposición, los grupos pacifistas, los medios de comunicación, los opinadores. Y Ehud Olmert (que además encabeza un gobierno débil, que llegó hace poco y llegó como llegó), pues va a tener un problema lógico, porque en las democracias después de una guerra hay crisis políticas.
Y Nassrala no. Quizás aparezca algún disidente que le diga “lo hiciste mal”, pero la cabeza de ese disidente durará un segundo y medio. Es decir, claro que en ese otro mundo no ocurrirán crisis políticas, es claro que ese tipo del turbante finalmente saldrá reforzado políticamente. Si tu ideal de político es un tipo que mata gente, que se arma hasta los dientes, que esclaviza a su mujer y enseña a su hijo a ser un suicida, si ese es tu ideal social, ese tipo es un héroe.
Por suerte, el ideal social de un israelí es un político que sea un buen gestor y que sea honesto. Y por eso, el político será criticado y tendrá problemas, y nuestra prensa, que es tan ilustrada que a veces parece un poco botarate, proclamará con grandes titulares: “crisis política en Israel”. Claro. En Jizbala no. En Siria tampoco. En Irán, bueno, no caben dudas de que todos los días allí hay manifestaciones,...
Por lo tanto, después de la guerra, una tregua falsa. Y a esperar la próxima. Me temo mucho que esto no esté cerca del final. Como mucho conseguiremos tenerlos suficientemente controlados a lado y lado para que durante un tiempo esto esté relativamente tranquilos. Creo que a ese nivel sí que hay éxitos. Lo creo sinceramente. Creo que vamos a poder mantener un tiempito sin que sea el foco directo, exacerbado y apasionado.
Y a lo mejor algún izquierdoso, que los hay, en una de esas se aburre de tanta manifestación. Es posible. Pero en todo caso quiero decirles que después de la guerra continuará siendo desconcertante el horizonte, terrible la amenaza, la de Israel y la de todos, será difícil de gestionar la zona, como nadie la puede gestionar y continuará Israel en una enorme soledad.
Sólo han cambiado unas cosas y las quiero decir, porque también hay que levantar un poco el ánimo. Algunas cosas cambiaron. Algunos países europeos que eran los primeros de la fila en criticar a Israel, han estado más callados. Francia. El silencio francés tiene mucha palabra.
Francia, que era el primero en ponerse la kefia corriendo (ahora sólo lo hace Rodríguez Zapatero cuando se me pone tonto). Francia calló.
Alemania farfulló, mmm, heeee. Inglaterra por supuesto. Italia, tuvo sus cositas, pero... De golpe Europa no ha dicho nada. Esa Europa cuyo deporte nacional es, primero, darle al yanki (porque eso es gratis), y después darle a Israel (que también es gratis), porque contra Israel Europa vive mejor, tiene más mimados a los de los petrodólares, a sus amigos saudíes, tiene más tranquilas a sus emigraciones musulmanas.
Contra Israel se vive muy bien. Lo que se vive complicado es a favor de Israel.
Bien, Europa movió alguna pieza y fue interesante. Mírenla ustedes con una lupa muy precisa. La política a veces es muy lenta. Cuando se trata de intereses, vuela, pero cuando se trata de buenas intenciones es lenta. Pero sin embargo yo he visto que en esta guerra concreta, han habido algunos movimientos a nivel de geopolítica, de gran política, que son interesantes.
Como mínimo es la primera vez que se ha hablado abiertamente del terrorismo de Jizbala, que se ha entendido, al menos al principio, que Israel no podía vivir bajo una presión militar permanente, que el secuestro de soldados no era algo que un país pueda aceptar con tranquilidad. Y eso tiene que ver con lo que está ocurriendo en el mundo. Eso tiene que ver con los atentados en Londres y Madrid.
Y lo otro que me ha parecido interesante y que ha cambiado el panorama es que de golpe Kofi Annan ha dicho algo interesante (mira que lleva años) y dijo algo. Yo no le tengo cariño, no le tengo. Ya sé que es de una minoría racial y eso siempre queda bien, si fuera mujer también quedaría bien, pero no lo es. Yo creo que es el responsable máximo, y su imagen pública es la de una organización que ha blanqueado y por tanto legitimado dictaduras malvadas, tiránicas, que destruyen todo aquello en lo que yo creo. Esa organización no me ha servido a mí como mujer para defender los derechos de la mujer, no me ha servido a mí como demócrata para defender la democracia en el mundo, no me ha servido como ciudadana de la humanidad para luchar contra las tiranías, contra las locuras, contra los totalitarismos. Solo me ha servido para que durante días y días no critique a Israel. También Kofi Annan vive mejor estando contra Israel. Tiene más prestigio, quizá hasta es más rico y en cualquier caso, sin ninguna duda, lo invitan más. Cualquier otra postura sería más complicada. Ese hombre y esa organización que hasta ahora
habían estado sin ninguna duda inequívocamente de un lado de la trinchera, finalmente el otro día cuando plantearon la resolución que ha llevado al “alto el fuego”, hizo el primer discurso que yo recuerde en el que Kofi Annan criticara abiertamente la participación de Siria e Irán con Jizbala, hablara de terrorismo, hablara de dolor israelí –que esa era una palabra que no estaba en el diccionario de Kofi Annan– y portara y moviera pieza en la ONU.
Es decir, en el ruido todo va mal. Pero después del ruido televisivo, el ruido radiofónico y el ruido “clarinesco” se apaciguan, y entre el ruido se pueden oír palabras interesantes. No sean pesimistas en lo concreto, en esta guerra concreta. Hoy Israel tiene una imagen de crisis política, la va a tener, ya lo verán. Va a tener la imagen de que el ejército más poderoso del mundo no ha podido con cuatro locos... No es cierto, no eran cuatro, eran muchísimos, estaban armados hasta los dientes, están motivados, aman la muerte. Peor guerrero que este, es difícil. En cambio los soldados israelíes aman la vida y el Líbano es un pantano. Cuidado.
Pero yo me atrevo a decir, como elemento positivo, que hoy a nivel de cancillerías y de organismos internacionales Israel es un poquito más comprendido y tiene un poquito más de amigos. Eso me atrevo a decir hoy.
¿Eso es éxito de Israel? No. ¿Es un éxito que el mundo de pronto se vuelva bueno y diga “¡Ay! Mira, me había olvidado, voy a ayudar a ...?.
No. No. Me temo que no.
Esta mañana, en el Colegio Tarbut, un chaval me dice: -“pero el mundo ¿por qué no reacciona?”. Qué lindo, verdad. ¿Cómo le dices a un chico de 14 años que el mundo que él mira es un conjunto de intereses perversos, generalmente inmorales, cuya moralidad y cuya buena intención brilla por su ausencia en la inmensa mayoría de los casos? ¿Cómo le explicas eso al
mundo? No es fácil. Ese mundo hoy, en algunos lugares, entiende un poco más a Israel, aunque solo sea por salvarse a si mismo, tan solo por autodefensa. Y por eso, cuando se vayan a su casa después de oírme y digan “buá, cómo está todo esto”, recuerden que en algunos aspectos algo está moviéndose, algo.
No sé si en la Argentina se enteraron, no sé si Kirchner lo sabe, pero Francia ya lo sabe. España no, eh, no sabe nada. A mi me da una gran vergüenza que el Presidente de mi país haga el ridículo público de esa manera...
Yo les digo, por un lado se mueven piezas, por un lado esta gente no va a dejar de armarse, no va a dejar de prepararse para la guerra. Hoy en día desde el Mediterráneo hasta el sudeste asiático, en el mundo islámico, que no quiere a Israel, en el aspecto popular, ninguno llegaría a entenderlo. Han sido preparados para odiar a ese país, no van a firmar la paz mañana. Están hipotecando generaciones enteras. Pero además en el mundo árabe en su totalidad, si toda la épica de resistencia está basada en el odio al israelí, cómo van a firmar la paz con ellos. Pero además están seducidos por una ideología totalitaria, están siendo financiados en esa locura, y en consecuencia, si me permiten, ojalá yo pudiera decirles que esto de la paz la veo cerca.
Tengo que decirles que hace poco hablaba con un amigo mío que está en Israel y lo llamé los primeros días de los ataques (vive en el norte) y le preguntaba como estaba, luego se fue al sur a refugiarse, y él me decía: -“estoy muy desanimado”. Yo estaba en Israel cuando la gran ilusión de Camp David se frustró y nunca vi un pueblo tan derrotado.
Habían depositado tanta ilusión y ese gran mentiroso, Arafat, los engañó a todos. Empezado por Clinton, que era fácil, y continuando por el resto.
Y yo me acuerdo que esa sociedad israelí de golpe había pensado que eso se acababa. Y se frustró. El otro día ese amigo mío me decía “estoy como en Camp David, nos fuimos de Gaza y volvemos a estar en Gaza, nos fuimos del Líbano y volvemos a estar en el Líbano, nos caen los misiles, nuestros soldados mueren, nadie nos entiende, no sé que hacer”. Esto no es fácil, nada fácil.
Vayamos, sin embargo al resto. Si esto que dice esta loca que está aquí, que les habla, es verdad,¿ por qué no lo dice el resto? ¿Tengo yo la razón y los demás no? Yo no me he vuelto clarividente. Yo no estoy sola, esto quiero decirles. No soy la única, hay más gente como yo. Gente de derecha, de izquierda o de nada, porque ya no sabemos donde estamos.
Gente que piensa, reflexiona y toma postura. Los hay muchos calladitos.
Porque esto de dar este paso adelante tiene sus riesgos. Los hay calladitos y con la boca chica te dicen “yo estoy contigo”. Pero hombre ¡pues levanta la voz!
Esto pasó con el nazismo. ¿Cuántos se atrevían a decir ¡no!? ¿Cuántos pensaban que no, pero lo callaban? ¿Y cuántos callaban y pensaban “que bueno, mejor”? Recuerden ustedes lo que dije ayer en el acto contra el terrorismo: “lo peor, el silencio de los buenos”. Lo peor.
Hay más intelectuales y periodistas, especialmente en Europa, que hoy reflexionan en voz alta en una línea que no es la mayoritaria. En Francia hay gente muy interesante hoy por hoy, intelectuales de prestigio. En España hay más gente y en otros lugares y en muchos de estos son mujeres. Y les voy a decir cuatro que a mi me parecen muy significativas: la diputada Elke Ferner en Alemania, que habla clarísimo; la diputada somalí Ayaan Hirsi Ali en Holanda, que está condenada a muerte; la musulmana Wafa Sultan, que llegó a enfrentarse en la cadena de TV al-Jezira con un imán y hoy está condenada a muerte y
está protegida; la libanesa Brigitte Grabiel, que desde hace tiempo está protegida en Estados Unidos, algún que otro paquistaní que ha escrito como anónimo y está escondido en las catacumbas y habla... Y por supuesto, Salman Rushdie y Oriana Fallaci. ¡No estamos solos. Somos pocos, pero no estamos solos! No me miren a mí como algo extraño y único, no lo soy.
Cada vez que el mundo se ha enfrentado en situación complicada con ideologías totalitarias, han sido pocos los que han dicho no, pero esos pocos han sido importantes. Y no me refiero a mí, me refiero a gente que se juega la piel muy directamente y muy en primera línea.
Si entonces tenemos razón o una parte de la razón, si Israel tiene razón, si está cargada de razones, si tiene tanto que explicar al mundo, ¿por qué el mundo decidió no escucharlo?. ¿Por qué gente brillante e inteligente dice tantas imbecilidades cuando habla de Israel?. ¿Por qué hay tanto ilustrado ignorante cuando habla de Israel? ¿Por qué hay tanta gente con prestigio que pierde todo tino cuando habla de Israel?. ¿Qué es lo que ocurre? Mi análisis. Lo primero, vivimos en unos tiempos de relativismo moral profundo, en los que los conceptos vinculados al bien y al mal, al sentido de justicia, al respeto, a la verdad como concepto
abstracto y como mínimo apetecible, a la vida y a la muerte, son relativizados permanentemente, minusvaluados y, como decimos en España, son ninguneados.
¿Qué les voy a decir yo hoy aquí, en Buenos Aires¿. ¿Hace cuánto tiempo que han dejado de conmover las víctimas de la Embajada y de AMIA?
¿Cuánta gente en la Argentina pensó que era un tema judío y no argentino? ¿Cuántos miraban a otro lado, cuántos dijeron “esto no va conmigo”? ¿Cuántos continuaron negociando con Irán? ¿Cuántos dijeron “es por su culpa, por lo que hacen en Israel les matan en Argentina”?
¿Cuántos? Vieron como caían dos torres gemelas y mataban cuatro mil personas que ese día habían ido al trabajo, a hacer sus negocios, a limpiar los vidrios, a limpiar el salón, trabajadores, emigrantes, empresarios, abogados, periodistas, hombres, mujeres, con sus vidas, sus esperanzas, sus luchas, sus emociones, su gente que les amaba. Y cayeron y murieron. ¿Y cuántos en el mundo dijeron “se lo tenían merecido”?
¿Quiénes? Esa guatemalteca que había ido a limpiar el despacho de un abogado, ese joven que estaba empezando a triunfar en los negocios, esa chica que había conseguido un trabajito como secretaria. Esos.
¿Merecían morir? Y sin embargo, el relativismo moral hace que cuatro mil muertos pueden ser justificables. Un día alguien se levanta, besa a su pariente más cercano, se va a un centro social, explota y mata a un montón de gente. Y el mundo dice “habrá que buscar por qué lo hizo”. No habrá que pensar que esto es un asesinato masivo, que es una maldad masiva, que en nombre de los principios fundamentales es absolutamente insostenible como pensamiento. No se puede ni pensar que alguien, algún
día, crea que eso es justificable. Y el relativismo moral en el que estamos instalados hace que ni siquiera los muertos nos llamen a la conciencia.
Eso es terrible. Y miramos la televisión y miramos la prensa y vemos como caen y como mueren, y bueno. Y es gente decente. Gente que lleva corbata en los días importantes, que a lo mejor sus hijos han hecho la comunión, que son gentes de orden, decentes, buenos, honestos, miran y dicen “se lo han buscado, y eso no va conmigo”. No horrorizarse ante el horror indiscriminado, ante la muerte indiscriminada, es una forma de inmoralidad, quizá la peor. Y el relativismo moral hoy nos está
destruyendo los valores.
Lo segundo no es nuevo, lo he repetido, lo habrán leído, me habrán oído, y si alguno no lo ha oído que se ponga de pie y me salude, pero lo otro es el papel de los dirigentes de las izquierdas del mundo. Con eso no les voy a decir que la derecha lo haga mejor, no se equivoquen. Tampoco los veo muy movilizados. No los veo a los intelectuales de derecha, excepto alguno, ahí en primera línea. También van a sus cosas. Pero lo cierto es que, al menos, los que venimos de movimientos progresistas y
de luchas por las libertades, lo cierto es que uno siempre piensa que aquellos que enarbolan la bandera de la solidaridad, que es un concepto bonito que forma parte del buenísimo político, y que cualquiera tiene un trocito de bandera en su casa para quedar bien, esos que enarbolan esa bandera serían los primeros que deberían ser solidarios con las víctimas. Esos que forman parte del mundo intelectual, del mundo periodístico, que están en las cátedras universitarias, que copan los prestigiosos premios que pueden otorgarles porque son todos grandes pensadores: ¿Por qué piensan tan mal?. Yo acuso a la izquierda de traicionar la moral, la libertad, los derechos humanos, la igualdad, la acuso. Acuso a la gente que tendría que estar en la primera línea diciéndole a un loco integrista “tú eres mi enemigo porque yo lucho contra el totalitarismo”, y alguien que enseña a amar la muerte es un totalitario puro. Esos, que tendrían que estar en la primera línea, ayer no estaban en la manifestación contra el terrorismo. Pero otro día estuvieron con banderas de Jizbala, y si no estaban, lo pensaban. ¿Dónde están? Se lo decía al amigo de apellido holandés ¿dónde estáis, dónde estamos? ¿No tenemos un deber moral con la libertad? ¿No tenemos una
exigencia moral con nuestros propios principios? ¿No somos la gente que creímos en las utopías? ¿No le dijimos al mundo, en un momento de la historia, “vamos a cambiar el mundo”?. ¿Y ahora qué? ¿Quién está cambiando el mundo, el islamismo loco? ¿Quién está cambiando el mundo, los Bin Laden y los Chávez? ¿Dónde estamos nosotros?. Perdónenme.
Si hoy Israel tiene tantas dificultades para ser entendido, es porque la gente que tiene la obligación de hablar de la verdad, de lo que ocurre, de lo que pasa, está traicionando a la verdad. Y encima lo hacen enarbolando las banderas que más aman. La solidaridad con las víctimas, pero según cuales, se han fijado ustedes. Solo son terroristas los que matan en Madrid. Los que matan en Israel son resistentes. Los que matan en Irak a un pobre grupo de jóvenes que están en la cola esperando para
conseguir un trabajo, también son resistentes. Fíjense, si matan con la financiación, la logística y el dinero del integrismo islámico (que es un fenómeno universal) en un zona del mundo donde hay israelíes o americanos entonces son milicianos, activistas, resistentes, inmoladores, lo que quieran. ¡Ah!, pero si los matan en Madrid son terroristas. Hasta Zapatero hace esa diferencia.
A mi me habría encantado que Zapatero hubiera vivido un tiempito, no sé, con los de Hamas, pues íbamos a ver lo contento que se hubiese puesto.
Porque claro, cuando a uno se le pone la kefía en una guerra donde un país ha sido agredido, donde quien te está agrediendo habla de integrismo islámico, donde quien te está agrediendo habla de una república islámica que abarque desde el Mediterráneo hasta el sudeste asiático, y te quieren reconquistar y te lo dicen (que lean los textos), y te han matado doscientas personas en Madrid y han atentado contra un restaurante en Casablanca que se llamaba España (y era de casualidad, claro, pues pasaban distraídos por allí, nada más). Estos tipos tienen que ver con esa kefía. Por lo tanto, Zapatero, por favor, a ver si
tienes un poco de fineza italiana, ya que no la tienes castiza. Desde luego, la imagen distorsionada tiene que ver con una mirada progresista, que lejos de ir hacia el progreso, va hacia la anti-modernidad. Y que en la locura de distorsionar lo que está ocurriendo, está dándole la mano inconscientemente a lo que más odia, que es justamente la falta de libertades.
Hay una web hispana que se llama web Islam, que es fantástica. A mí de vez en cuando me dedican alguna florcita. Y esa web está financiada con dinero público, porque en España somos así de buenos. Una web israelí no la pagaríamos, claro, primero porque ya tienen dinero, segundo porque formaríamos parte del imperialismo sionista. Pero una web musulmana, pobrecita, si no tienen dinero, ni el petrodólar, ni las grandes riquezas, no, qué podríamos hacer, y bueno, pues la financiamos. El otro día esa web, que recibe dinero público del ayuntamiento de Barcelona y dinero público del gobierno español, publicó uno de los libelos clásicos que vienen del antisemitismo cristiano y finalmente se concretaron en el antisemitismo del siglo XX,: el libelo que dice que en el Talmud se pide a los judíos que maten a los no judíos, los desprecien, beban su sangre y no sé cuanto más. En esa web, pagada con dinero público (quedarían ustedes horrorizados, estuve a punto de traerlo y luego lo dejé) publicaban partes de un falso Talmud, donde lo que se decía era terrible. Bien. Esa web islámica había tomado ese artículo de una web de extrema izquierda que se llama rebelión.org, que también lo había publicado. Se dieron la manita. En el odio a los judíos se daban la
manita la extrema izquierda y el integrismo islámico, y además todos bendecidos por la izquierda. ¡Estamos a unos niveles!...
Tampoco tengo que decirles que esto es nuevo. Han cambiado algunos factores y algunos son fundamentales, pero no mucho más. Pero en todo caso, si sumamos el relativismo moral, si sumamos el papel de la izquierda que da pena verlo, quizá a lo mejor lo fue siempre, no sé. Yo conozco gente que luchó por la izquierda, que dejó su vida y fueron grandes hombres y grandes mujeres. Pero también he conocido gente que me justificaba a ese carcamán que está en Cuba, o que se han enamorado de
Chávez ahora, que es una payaso con petróleo, pero un payaso peligroso, ¿no? Sumen ustedes una izquierda que hoy ha decidido no ver, ni mirar, ni oír cuando se habla de libertades, que ni un solo día han salido a manifestar contra la esclavitud de la mujer en el mundo islámico. Yo no los veo delante de la Embajada de Irán con banderas, vociferando, “muerte a la tiranía”. Pero quedaría bonito, ¿verdad? Yo me apuntaría. Pero los veo ante la Embajada de Israel, porque eso sale gratis, quién se va a molestar. Estuve en el forum de Porto Alegre, cuyo titular era “Otro mundo es posible”. Me la pasé entre Hamas, Jizbala, lo mejor de cada casa. Suerte que otro mundo era posible y lo hacían éstos y estaban invitados por la izquierda internacional, solidaria, anti-globalización, antiimperialista y no sé que más. Miren, la izquierda practica una solidaridad inmoral. Se preocupa según quien muere y dónde muere. Pero si mueres en el Sudán, le importa un pepino. Si mueres víctima de alguna dictadura islámica, le importa nada. Si mueres victima de la tiranía, le importa nada. Si mueres lapidada, te importa nada. En Afganistán las
lapidan con piedras. En Arabia Saudita, nos explicó el otro día un Embajador, son más modernos, ahora lo hacen con un camión volcador que vuelca las piedras, se han tecnificado...
Esto me preocupa mucho más que Israel. Israel me puede doler, me puede preocupar, a veces no me gusta, y si yo fuera ciudadano israelí, formaría parte del pensamiento crítico israelí, como todos, porque es la lógica. Pero mi problema en el mundo es que la gente que tendría que ser el referente intelectual, universitario, periodístico, no me sirven como referentes, no sé donde leer, no sé donde encontrar, no sé donde mirar. En cada elemento vinculado a los derechos, no sé donde mirar. No están al lado de las víctimas indiscriminadas. Relativizan la destrucción masiva. Ven cuatro mil muertos en Estados Unidos y es culpa de los
yankis. Ven como bombean autobuses en Jerusalén y es culpa de los israelíes. Nos matan como perros en Madrid y es culpa de Aznar y no del asesino. Nos hemos equivocado. Ustedes aquí, sobre AMIA, ¿de qué han hablado? Pues han hablado de política interior y no de los asesinos. En Madrid ahora hablamos de si Aznar o de Zapatero. Pero oigan, ¿y los que mataron? ¿Y quién financió, y quién consiguió? Y después del atentado del 11M, aunque Zapatero se porte muy bien y se ponga kefías, hemos detenido ochenta islamistas que querían atacar en España. Y nos portamos bien, ya somos buenos. Y el atentado del 11M se preparó dos años antes de la guerra de Irak. Y el atentado del 11S, se preparó en plena época de los acuerdos de Oslo, cuando el mundo pensaba que la paz era posible.
El enemigo es mucho más poderoso. Está lejos de las coyunturas concretas, se alimenta de ellas, pero tiene tiempos distintos. Y
nosotros ahí como imbéciles, manifestándonos contra una democracia que lucha por sobrevivir, pero que no lo hace todo bien. Pero entre una democracia perfectible y una tiranía, hay colores diferentes.
Estos días el diario El País envió al Líbano a una amiga mía, que se llama Maruja Torres, y cada día hizo sus crónicas desde el Líbano. A esta mujer, cuando ve un cura católico le viene urticaria “¡Uf!, reaccionario, malo, malo”. Y la tipa luego ve un imán y “¡OH!, tercer mundo, resistencia”. Uno no entiende nada.
Relativismo moral, izquierda inmoral. Marcos Aguinis dice que es una izquierda antimoderna y probablemente es cierto. Hay una izquierda que nunca amó los valores occidentales. En realidad es una izquierda muy antimoderna. ¿Puede haber algo más antiguo y jurásico que Chávez?. Y ahí está haciendo ruido, dice algunas cosas que hacen pensar que este hombre aún cree que Stalin existe y que estamos en la guerra fría. Un tipo al que, además, Kadafi le dio el premio de los Derechos Humanos, y esto si que ya resulta cómico. Además, a todo esto hay que sumarle la información masiva.
Estos días en la Argentina, en el intento de crear y gestionar metáforas nuevas para explicar viejos problemas, lancé una idea que parece ha tenido cierto éxito entre algunos periodistas, porque me la han ido repitiendo: hoy vivimos un periodismo de hamburguesas, de fast food. Un periodismo masivo, unos medios de comunicación masivos que en un segundo comunican al mundo con el mundo, pero en el que nadie verifica sus fuentes. Hoy tenemos más información, más rápida y más a mano, no
estamos más informados; estamos más, mucho más contaminados. Y en todo el mundo tenemos periodistas, en televisión, que deben explicar un conflicto complejo en tres segundo y medio, que están viendo como cae alguna bomba y preguntan: -“¿cuántos murieron? –“Oye, di unos veinte”. Y nadie irá a contar luego. Pero te salen por la CNN diciendo “veinte, por supuesto todos civiles, niños y mujeres, han sido asesinados por un bombardeo de la legión israelí”. ¿Ustedes fueron a contarlos?¿Alguien tiene interés en desmentirlo? Al principio de la guerra en el Líbano hablaron de un millón de desplazados en un día. ¿Se imaginan, en el Líbano, un millón desplazándose? Pues así se colapsa hasta Paris. Pero se quedaron tan tranquilos, pues nadie irá a contarlos. ¿Estamos más informados? No. Estamos conectados con Internet, que es un mundo que te puede venir bien o mal, donde cualquier mentira también funciona y la gente se la cree porque pareciera ser verdad.
Hemos llegado a la locura de que te sale el responsable de la seguridad de Gran Bretaña. Te dice “-hemos parado los aeropuertos”, que eso es un nivel de pérdida económica espectacular, es un bofetón terrible para la economía británica. Y además crea una alarma temible. “Hemos parado el aeropuerto. Hemos detenido veinticuatro tipos que querían hacer una
matanza inimaginable”. Y en Internet están diciendo que se la inventaron los británicos para dar mala imagen a los musulmanes. Y hay gente que se lo cree. Tiene más valor el tipo que está tecleando en Internet una locura, que el tipo que es responsable de la seguridad en un país democrático. Es la cultura de la conspiración. Las democracias son malvadas. Los grandes gobernantes son todos sospechosos. Y sólo funcionan bien los locos que están gritando en la montaña Alá Akbar, mientras te matan con un móvil vía satélite y los que te dicen por Internet que todo son conspiraciones contra el mundo del malvado yanqui internacional o del judío internacional. Estamos conectados, pero no sabemos bien con qué. Estamos informados, pero no tenemos buena
información. Y además, la inmensa mayoría de los periodistas se convirtieron todos de golpe en expertos en política internacional, aunque nunca estuvieron ni en la zona, ni conocieron el tema, ni supieron nada de nada. Son ignorantes (aplausos). Pero un ignorante que firma una columna de opinión en un diario de prestigio, es un ignorante con prestigio, que no es lo mismo. Y eso influye.
Habría más elementos. El antiamericanismo, el papel tan triste de Europa, incapaz de tomar las riendas de su propia perspectiva moral y política, aunque va moviéndose, el papel traicionado de la izquierda.
Los que estuvieron en Durban, que era el primer forum que se creaba contra el racismo, se quedaron horrorizados de la auténtica orgía antisemita que significó ese forum. En el mundo de la izquierda solidaria, hoy por hoy el tema está tan candente que hasta parece que los Protocolos de los sabios de Sión se han reeditado. Y desde luego no es fácil en el terreno del pensamiento. Son tiempos confusos. De verdad.
Tenemos ordenadores, tenemos televisores, estamos súper informados...
Fantástico. Y sin embargo no estamos más protegidos de la mentira.
Probablemente lo estamos menos. Súmenle a todo esto, el antiamericanismo que es deporte nacional, aquí, en mi país y en algunos más, súmenle el anti israelismo, que es el segundo gran deporte nacional, más los vestigios que quedan del antisemitismo clásico que todavía circulan en algunos cerebros, sumen todo eso y obtendrán la mala imagen. Si los que tendrían que alzar la voz para decir lo que tendrían que decir, no lo hacen, ¿quiénes serán los que lo harán?.
Voy a la última parte de mi reflexión ¿Qué es el integrismo islámico, esa locura? ¿Dónde nace, cómo se forja, por qué nos mata? Primero, esa locura no se está forjando desde hace dos años, ni tres, ni diez. Les diré más, cuando empezó a gestarse el yihadismo (en Europa últimamente hablamos de yihadismo o de islamo- fascismo), cuando empezó a forjarse esta ideología totalitaria el mundo estaba en derivadas muy distintas.
Esta es una ideología que nace fundamentalmente en la década de los años veinte, en El Cairo, en una de las universidades coránicas más importantes. Y nace en las mentes y sale por boca de gente espiritual, de imanes. Ya sé que un imán que habla de la muerte no es un religioso, es otra cosa... En los años veinte, en El Cairo, comenzaron a surgir de pronto unos tipos que empezaban a decir “tenemos que recuperar la épica árabe, no somos nada en el mundo”. Y esto pasa no por conectar con la
modernidad, sino que ocurre para conectarse con la épica medieval.
Esto parece muy simple, y yo hoy lo explico simple, pero no lo es tanto. Cuando esto es resumido a partir de versículos coránicos, queda muy bien armada esta ideología, por eso seduce. Tiene épica religiosa, épica social, épica martirológica. Está cargada, y además, tiene un bando de malos, de malísimos, que son los sionistas y los yankis. Esto comenzó a surgir en los años veinte y fue cuajando como una ideología de elites. De elites cultas que procuraban encontrar una salida a sus situaciones y encontraron el yihadismo en esa cultura medieval, una ideología interesante. Y eso fue cuajando lentamente mientras el mundo se dedicaba a la Primera Guerra Mundial, a la Segunda, se creaban los países comunistas, empezaba la guerra fría, la patita soviética entraba en Medio Oriente, se creaban los estados, se creaba el Estado de Israel. ¿Ustedes sabían que Hamas es una organización inspirada en los Hermanos Musulmanes, que nacieron en Egipto antes que el Estado de Israel? ¿Saben que todo el texto de Hamas, que son unas cincuenta páginas, que habla de sus principios y objetivos, no dice nunca “queremos un estado palestino”?
Habla de la destrucción de Israel y de la creación de una República Islámica. No habla de un estado palestino. Con eso lidian los israelíes.
Ese es el gobierno que hay en Palestina. No los voy a entretener en historia. Esto fue cuajando y cuando el mundo estaba dividido en bloques y el objetivo fundamental era si comunismo sí, o si comunismo no, el mundo se polarizó en el tercer mundo, en África y en el Medio Oriente de forma muy sangrante. Los aliados de unos eran los enemigos de otros. Y mientras los rusos metían sus patitas y sus ejércitos en una zona (por supuesto que los primeros grandes criminalizadores de Israel fueron los
soviéticos, esto no se recuerda nunca). Cuando ellos comenzaron, en el otro lado los tipos que luchaban contra los comunistas de las montañas de Afganistán, se empezaron a aliar con unos tipos locos que hablaban de religión pero combatían a los comunistas. Es evidente que nos equivocamos. Es evidente que el mundo no se dio cuenta de que estábamos durmiendo con el enemigo y que esa ideología era más peligrosa de lo que parecía. Finalmente esa ideología estalló. ¿Por qué estalló, por qué no
fue abortada?. Estalló porque esa ideología se conecta con el pensamiento general que hoy tiene el mundo islámico. Es decir, el Islam son mil trescientos millones de personas que viven sin democracia, lo que significa que no tienen un pensamiento crítico en sus periódicos, en su televisiones, que no hay disidencias, que el pensamiento oficial es el obligado. Piensen ustedes que en Arabia Saudita, si un viajero extranjero pretende entrar con una Biblia, se la quitan en la frontera. Ni la Biblia se puede entrar. Por la Torá, ya lo fusilan. Mil trescientos millones de personas viven desde hace muchos años bajo dictaduras tiránicas que teóricamente han creado estados modernos, que tienen tecnología del siglo XX o XXI, que tienen aparente legitimidad
democrática porque están en la ONU y en las instituciones internacionales, pero en las cuales los ciudadanos están sometidos al
fanatismo, a la destrucción del pensamiento democrático y a la preparación de sociedades esclavas, serviles, sin capacidad crítica y sin pensamiento propio.
¿Ustedes saben el dinero que se mueve en Arabia Saudita, en Emiratos los Árabes, en Katar, en Irán?. Y ni un solo dólar de esos enormes capitales es dedicado a la cultura, es dedicado a la ciencia. Lo dije una vez y lo voy a repetir, ¿es normal que un país de siete millones de personas, sometido a una guerra terrible, solo, aislado, colgado, violentado, todavía nos haya dado hace poco un Premio Nóbel?. Y cincuenta años de petróleo no nos han dado ninguno. Millones y más millones de dólares, pero ni un Premio Nóbel, ni uno solo. Conectaron por un lado en las montañas, en el Sudán, en los Balcanes, en Afganistán, en Cachemira, en un montón de lugares del mundo, y unos tipos con pinta de Alí Baba medieval salieron diciendo yihad, yihad, yihad.
¿Por qué el malo es el israelí?. Porque es el más occidental de todos. Es el que encarna más claramente los valores de la libertad. Y, por supuesto, el yanki va detrás. Pero todos estos tipos, si luego tienen una enfermedad toman medicamentos americanos, tontos no son, ¿no?, Y a lo mejor al medicamento hasta lo inventó un judío. En la Edad Media teníamos a los judíos estigmatizados con el Maguen David, escondidos como ratas, perseguidos. Pero cuando teníamos un enfermo íbamos por las
noches a buscar a un médico que era judío. Escondido, que nadie lo viera, pero nos curaba a la niña. Estos tipos hacen lo mismo. Odian a los yankis pero tienen tecnología vía satélite. ¿Quién la inventó? ¿El tío de Katar? Hablan de la yihad medieval, pero me matan en Madrid vía satélite. Se ponen enfermos y ¿cuáles son los medicamentos? ¿Los que inventaron los saudíes? Y todos tienen teléfono móvil, todos tienen Internet, todos tienen ordenador. Cuántas contradicciones, ¿verdad?.
Por un lado vi a unos tipos en la montañas que gritaban Ala Akbar y señalaban un fusil Kalashnikov y decían “mataremos a los cruzados, a los sionistas¨, y hasta a mi madre la pobre la matarían porque es una mujer y es libre, o a mi. Y por otro lado las sociedades que tenían que defenderse contra esa locura, eran sociedades esclavizadas que vivían bajo tiranías, obligadas a unas miradas rigoristas del Islam y cargadas de todo el dinero del mundo, esclavizadas hasta incluso por el lujo. Por eso yo considero tan culpable, tan culpable de los que nos está matando hoy, al tipo que en las montañas me dice que me va a matar y al rey de Arabia Saudita que durante todas estas décadas han inventado el fanatismo más feroz. En su país y en el mío, donde me envía imanes cargados de dinero a decirles a los ciudadanos españoles musulmanes que la democracia no vale. Y me está creando enemigos en mi propia población. Enemigos de la democracia. Tan culpable es uno como el otro.
Y el mundo, ese mundo sobre el que me preguntaba ese chico en la escuela, ese mundo al que le importan un pepino los derechos que destruyen todos esos oligarcas tiranos, porque como tenemos petróleo no hay que tocarlos. En fin. ¿Ustedes creen que un tipo vestido a la usanza de un personaje medieval, que te dice que la ley es el Corán, que tiene a su mujer esclava tapada de la cabeza a los pies, que no puede ni conducir un coche sola, no puede amar a quien quiera, puede ser asesinada, etc. A un tipo de esta naturaleza, ¿lo invitaríamos a los salones, a las fiestas, a la diplomacia?. Lo consideramos porque tiene
petróleo. Es como Chávez. A Chávez no le haríamos ni puñetero caso si no fuera porque tiene petróleo. Esa es la cuestión.
Se hizo la fusión y hoy estamos en un momento muy difícil, porque hoy el mundo islámico está seducido por la locura integrista. En vez de tener ideologías liberadoras tienen ideologías totalitarias. Creen que liberan, pero es una liberación dirigida hacia el mal, hacia la destrucción.
El otro día, en el programa de Grondona, daba unos datos a los que los voy a repetir, y también se los he explicado a vuestro Vicepresidente.
¿Cuántos son esos que empezaron en El Cairo diciendo que hay que recuperar la yihad, que hay que recuperar el concepto de guerra santa, que hay que matar a cruzados, que hay que matar a sionistas en una vía, que hay que… ya no se qué...?. Esos que empezaron en los años veinte, luego estuvieron en las montañas de Afganistán y luego estuvieron en otros lugares del mundo (yo me los encontré en Bosnia, y luego se fueron al Sudán a descansar porque es un paraíso para estos tipos) ¿Esos cuántos son?
Imagínense lo que es nacer o ser una chica joven, como esta que veo aquí, en el Yemen. ¿Sabes lo que significa ser una niña en el Yemen, o un chico, es igual, el chico que te guste? ¿Saben lo que significa la guerra del Yemen? Nunca van a oírme, nunca van a oírte, nunca van a verte, nunca van a entender que existe una palabra que se llama respeto al otro que es distinto. Habrá obligatoriamente un pensamiento único en la escuela, en la televisión, en la policía religiosa, en las leyes.
¿Cómo escapa uno de ese pensamiento único? Yo no culpo al Islam. No culpo a ese ciudadano que vive en cualquier lugar del mundo e intenta sobrevivir. Yo culpo a una ideología totalitaria que lo tiene secuestrado, lo destruye y me destruye.
En un congreso en París me dieron estos datos, no lo saben, pero imaginémonos, para que nos hagamos a la idea y aterricemos en el problema de verdad. Para que vean ustedes que el tema no es Israel, por más que haya cinco páginas en el Clarín. Cuando vieron que mataban doscientas personas en Madrid, en el mundo islámico dijeron “se lo merecían”. ¿Cuántos, que vieron que se mataban quinientas personas en Bombay, en unos trenes, pobres, dijeron “está bien”? ¿Cuántos, que vieron que cuatrocientas personas, mayoritariamente jóvenes explotaban, estallaban en una discoteca en Bali, en su casa dijeron “bien”? Solo eso, nada más. ¿Cuántos de esos mil trescientos millones de ciudadanos musulmanes en sus casas, sentados en el comedor con sus hijos viendo esa locura, a través de Al-Jezira, decían “está bien, que maten más”? Nada más. Ni tan solo han dado dinero, ni militan, tan solo decir “está bien”. Me decían, pongamos que es un 90 %. No, que va, seamos optimistas, 80%, 60%, 50%, solo 30%, yo creo que es un optimismo muy militante. Es decir que solo un 30 % de la población en Arabia Saudita considere que está bien matar gente en Occidente, me parece muy optimista. Solo un 30% en el Yemen, solo un 30 % en Palestina, no sé, en Pakistán, en Malasia. Bueno, 30 %, solo. Supongamos que un 70% de la población islámica no considera bien que en nombre de Dios se mate. Si solo un 30% lo considera correcto, son cuatrocientos millones de personas. Si solo un 10% de esos cuatrocientos millones hace algo, contribuye con un dinerito, publica una revistita, unas páginas en Internet, una ayudita, un pisito para esconder a alguien, nada más que eso, son cuarenta millones. Si solo un 10% milita activamente, son cuatro millones. Aunque sólo una ínfima parte decida dar su vida, son miles. El problema es enorme. Y además, es que no hay salida cuando esos ciudadanos viven en sociedades en las que no tienen ninguna garantía para poder pensar de un modo distinto.
Cuando uno es ciudadano de Pakistán y pasa miserias y vive bajo dictaduras corruptas, y tiene al imán de al lado que es un tipo más bueno que el político de turno porque le da comidita y lo ayuda económicamente. Porque en mi periódico, la tipa esa que les mencioné antes, llegó a decir que los de Jizbalá eran buena gente porque cuidaban las casas destruidas, porque hacen acciones sociales, Hamas también las hacía. Yo vi un campo de colonias de Hamas, recogí a niños de Gaza pobres. ¿Por qué son pobres en Gaza con la ayuda millonaria que reciben? ¿Se lo han preguntado alguna vez? Gaza y los territorios palestinos son el trozo del mundo que más millones de dólares reciben todos los meses, de todo el mundo, comenzando por el malvado americano
y acabando por las dictaduras del petrodólar. Todo Dios da dinero a Gaza, todo Dios da dinero a los organismos palestinos, públicamente, oficialmente o ilegalmente, lo mismo da, porque ese dinero siempre llega. Y en Gaza hay hambre, y son cuatro. Uno no lo entiende.
Les comentaba de un campo de colonias donde niños que pasan hambre en barrios totalmente sin esperanza en Gaza, son llevados por los buenos de Hamas a colonias "de vacaciones". Allí hay comidas, hay vestidos, hay pelotas para jugar al fútbol. Y luego hay algunas fotos de mártires en las paredes. Hay un poco de inculcación para el martirio, etc. Mientras esto ocurra, todo será muy complicado.
Yo no he venido aquí para decirles que esto es fácil. Lo siento. Me encantaría hablarles de la mujer, o de la adopción, que es un tema que me encanta, o de los animales, porque soy antitaurina. Me encantaría hablar de otras cosas. Este es un tema tan pesado, tan triste. Me encantaría decirles que ninguna ideología totalitaria hoy está levantando la cabeza, pero estamos ante la peor de todas ellas.
Goebbels nunca tuvo Internet. Este Goebbels de ahora si la tiene, y los odia a ustedes tanto como me odia a mi. No he venido a decirles que el reto sea fácil. Por eso cuando Miki me pregunta “después de la guerra ¿qué?”, le digo “vendrá otro atentado, van a continuar matando”. No lo hemos parado. No parece que esto se pare. ¿Si no se para Jizbala, se va a parar la locura integrista?. Será difícil. Y a los que estamos en la batalla de las ideas, me veo en la obligación de deciros que es una batalla que hay que ganarla. Como mínimo recuerden que al enemigo hay que vencerlo, pero al amigo hay que convencerlo. Jóvenes que veo aquí, alzad la batalla de la palabra.
He empezado esta conferencia hablando de relativismo moral, ese que sostiene que lo realmente importante nunca cuenta. Quiero darle fin recordando nuestra causa. Traigo un libro de rezos. Este libro de rezos lo llevaba un soldado de 20 años, hijo de un amigo mío, que murió en Gaza protegiendo un autobús escolar. Su padre me lo regaló como presente. Probablemente es el regalo más bonito que me han hecho nunca.
Me acompaña. Hay que recordar a estos chicos, los que murieron, los que mueren. Hay que recordar a las víctimas. Cada vez que cedamos, cada vez que no lo entendamos, cada vez que estemos desconcertados, recordemos esto.
Recordemos a la gente que está muriendo a manos de una locura que no tiene pinta de acabar pronto. Y cada vez que veamos a alguien que te justifica esa locura, veámoslo como lo que es, como un inmoral. Aunque se llame de izquierda, solidario, periodista, aunque tenga un Premio Nóbel, es un inmoral.
Yo me voy a permitir, para finalizar ya, me gustaría que si están en la sala, que Luis Czyczewsky y Sofía Guterman (padres de dos asesinados en el Atentando a la AMIA) me acompañaran aquí ahora. ¿Están? Miren ustedes, yo soy madre, y cuando alguien me pregunta por qué te has metido en este lío, no me acuerdo de la intelectual, de la periodista, no me acuerdo de la luchadora, sólo me acuerdo de mi hija pequeña, sólo me acuerdo de mi dimensión materna. No quiero que este mundo loco se aproveche de mi hija.
Porque soy madre, porque tengo capacidad de lucha, tengo palabra y micrófono. Yo, hoy, aquí y donde me oigan, le digo a Luis que esto lo vamos a ganar. Que ellos no van a ganar. Y que ninguno de los que cayeron, cayeron en vano. Gracias.
Trascripción de la conferencia de Pilar Rahola en Buenos Aires Martes 15 de agosto de 2006
ACTIVIDAD ORGANIZADA POR LA COMUNIDAD BET HILEL, EL CLUB NÁUTICO HACOAJ Y LA ASOCIACIÓN AMIGOS DE RADIO JAI. REALIZADA EN LA SEDE DE HACOAJ, CON LA PRESENCIA DE 2.500 PERSONAS.
Buenas noches. ¡Qué lindo espacio, cuánta gente! La verdad que es emocionante.
Venía para acá y la verdad es que cuando una tiene que explicar temas sórdidos y no demasiado simpáticos, a una audiencia que está preocupada por lo que acontece y que muy a menudo sufre eso que acontece, una piensa en distintas formas de empezar. Y siempre acaba en una misma forma. Por eso no seré original. Explicaré cosas que he escrito en artículos, que he dicho en televisión, que quizá me han oído decir en otras conferencias, y por eso me siento un poco inquieta.
Probablemente ustedes oirán conceptos y análisis que conocen, que ya me han oído expresar a mí, o a otros, y que forman parte de la batalla de la ideas en la que estamos algunos, en cada uno de los frentes donde nos toca lidiar.
Por tanto, mi primera disculpa es por la poca originalidad. No haré (porque la realidad no lo permite) análisis muy distintos.
Si algo me produce una profunda rabia es no haberme equivocado en algunas prospectivas. Es haber venido hace tres años y decir unas cosas que aún están ahí... o peor. Es haber analizado algunas de las miserias que nos acontecen y ver que no se resuelven. Y, por lo tanto, la realidad me impide la originalidad. Más bien diría que voy a repetir, para que queden cuajados, aquí y donde me pongan un micrófono (a veces entre judíos, a veces entre no judíos, a veces entre oídos amigos, a veces entre oídos enemigos) lo mismo que algunos llevamos diciendo desde hace tiempo.
Por lo tanto, y antes de nada, perdónenme.
La segunda excusa es que yo ahora hablo tranquila, pero luego me acelero, y lo sé... Procuraré controlar mi ritmo, que es un ritmo al que mi madre lo llama cardíaco, voy a intentar controlar mi español que a veces toma verbos curiosos, voy a intentar por tanto -que ya que lo que explicamos es tan triste- como mínimo, que el verbo sea plácido.
Y lo tercero es que me van a perdonar, pero no traigo esa dosis de optimismo que me gustaría traer. Porque soy una mujer optimista, lo soy por naturaleza. Soy vital, soy apasionada, amo las cosas que me interesan, me dedico a ellas y por lo tanto, en ese sentido y a todos los niveles soy una enamorada de la vida.
Y por eso me gusta siempre ver la botella medio llena, ver lo positivo.
Entonces, me gustaría haber llegado hasta aquí y decirles: “miren ustedes, esto va bien”. No, no les voy a decir eso. Porque la primera obligación moral de alguien que cree que defiende una causa que es noble, es justa y es moral, es no mentir. O intentar, como mínimo, no equivocarse. Y la segunda obligación moral que tenemos a los que nos ha sido concedido el enorme lujo de tener un micrófono y el de ser escuchados, es que no seamos muy irresponsables con los riesgos y no juguemos con ellos.
Pues las tres excusas ya están ahí. Voy a hablar rápido, seguro, no voy a ser original ni tan solo en las metáforas. Y si, además, me han oído ustedes en el programa de Grondona o en algún otro lugar... lo poco original ya lo quemé en televisión. Por lo demás, y sin duda alguna, no voy a ser optimista.
Miki Steuerman le puso un título a esta conferencia -es su culpa, no la mía- que decía “Y después de la guerra ¿qué?”. ¿Tu pretendes, Miguel, que yo tenga la respuesta?. Pero vamos a intentar cumplir un poco, de entrada, para tenerlo algo contento con ese titular. Luego ya voy a hacer lo que me dé la gana.
Después de la guerra ¿qué? Estamos ante un problema que tiene que ver con que de golpe se nos ha descontrolado un trocito del problema y hemos entrado en una guerra terrible en la que hemos dejado vidas humanas, hemos dejado dolor, esperanza, anhelos. ¿Cómo estamos, en qué lugar estamos, cómo actúa eso en el mundo judío y cómo actúa eso en el mundo, y todo eso cómo actúa en los problemas globales que de alguna forma nos conciernen?.
Por ello comenzaremos con una reflexión sobre la guerra en concreto.
Hace unos días, en una escuela judía en Chile, un chico brillante, valiente y bastante contaminado, levantó la mano y me dijo: “Yo soy pacifista y como tal repudio lo que hace Israel. No me gusta que maten mujeres, niños. No me gusta la guerra. Y mi identidad judía, que se basa en el valor de la vida, no entiende lo que está ocurriendo”.
Ese chico judío expresaba en voz alta lo que deben sentir mucho de ustedes: no entienden como un pueblo, una identidad que se ha forjado a lo largo de los siglos, en cada liturgia religiosa, en cada relación moral y personal, en cada educación de padre a hijo, de madre a hijo, en un concepto fundamental basado en la vida y el respeto, puede hoy aparecer ante el mundo como el opresor, el asesino de niños, el malvado.
Si eso hace daño a alguien, es al judío. Y sin duda eso, de alguna manera hace irrumpir contradicciones interiores que luego cada uno resuelve como puede. Porque a pesar de todo, la inmensa mayoría no está contaminada informativamente. Sabe lo que ocurre en el Líbano, sabe que no estamos ante asesinatos masivos de nada, sabe que estamos en la lucha por la vida. Pero es cierto, a ese chaval chileno... yo lo entiendo: “¿Qué hace mi pueblo?... Porque la televisión me dice que mi pueblo es malvado”.
Bien. Empecemos por ahí. Los que defendemos a Israel, los que incluso hemos entendido esta guerra aunque nos ha hecho daño, los que tenemos incluso un pensamiento crítico de cómo se ha llevado, ¿somos gente de paz? ¿Somos gente que levantamos la bandera de la paz? Les aseguro que yo no voy a permitir que a mi me arrebaten esa bandera. Llevo toda mi
vida luchando por la paz. Creí en ella cuando era una adolescente y luchaba contra la dictadura de Franco. Creí en ella cuando me educaron en mi casa mis padres y me educaron en los conceptos de vida y de paz.
Creí en ella cuando tiré adelante con mi vida, con mi gente, con mis hijos. Creí en ella cuando me fui a otro lugar del mundo a adoptar a mis hijos y luché contra el mundo para tenerlos. Creí en ella cada vez que estuve en un conflicto armado y vi lo que significaba la muerte. Y creo en ella ahora que lucho contra esta locura que nos está tocando.
Le dije a este chico chileno que los que estamos en este conflicto, mirándolo de cerca, hasta entendiéndolo, somos gente de paz. Y cada uno de esos chavales que están en la guerra o han estado en la guerra, y cada uno de esos padres que han perdido un hijo en una de esas guerras, es gente de paz. Y ese estado que ha hecho esa guerra, es un estado que quiere la paz.
Por tanto, si me permiten -como primera reflexión- tengamos todos problemas morales cada vez que el mundo entra en locura y entra en guerra, pero entendamos hasta qué punto a veces hay guerras que son tortuosos caminos para garantizar la vida.
Lo tuvo claro Ghandi cuando defendió la guerra contra Hitler. Hasta lo tuvo claro Amos Oz cuando escribió lo que escribió. Probablemente, en algún momento, lo tuvo claro el escritor israelí David Grossman, a pesar de que ha muerto un hijo suyo el día antes del alto el fuego.
Lo segundo que les diré es que esta guerra era inevitable. Podía ocurrir hoy, ayer o mañana. Pero era inevitable, Cuando uno está en un país, en un trozo del mundo dejado de la mano (no diré de Dios porque los rabinos me reñirían, pero sí, en todo caso, dejado de la mano del dios político), abandonado a su sola absoluta suerte.
Recuerdo que una vez le pregunté a Ehud Olmert cuando era Viceprimer ministro y tuve la ocasión de conocerlo (hoy he estado con un Vicepresidente, no sé si lo mío es hacer Presidentes, porque en el caso de Ehud Olmert después se convirtió en Primer Ministro, y hoy le dije: “me han dicho que estoy con un hombre con mucho presente pero más futuro”. Bien. ¿Como se llamaba el de hoy? Scioli. Ese hombre con el que hoy he estado tiene futuro, porque no le pesqué ni una idea, es decir, no me dijo nada. (Perdón. Seguro que las tiene, pero no me las dijo).
Bueno. Recuerdo que estuve con Ehud Olmert cuando ocurrió el atentado de Haifa, un día después o dos, y yo le comenté:
- “Algún día los israelíes tenéis que permitir que los muertos respiren. Y después de un atentado integrista, de un atentado enloquecido como este, no hagáis nada con el ejército. Pararos. Quedaros quietos. Quizá así el mundo os va a entender un poco”.
Y Ehud Olmert me miró y me dijo: -“si yo no hago nada, si no envío el ejército, si no me defiendo, ¿Europa me va a querer más?”.
Y le dije: -“No”.
Me dijo: -“y dime, ¿si mi país está en peligro de desaparición, tu país enviará soldados a defenderme?”.
Y le dije: -“No”.
Y él me dijo: -“Entonces deja que yo defienda mi país”.
Están solos, están solos. Pero además están solos haciéndonos el trabajo sucio, al mundo, a la humanidad libre, a la gente que intentamos vivir.
Están luchando por nosotros.
Y cuando alguien vive en un país poblado escasamente por siete millones de personas, rodeados por millones que son educados en el odio, que son educados para matar, con todo el dinero del mundo dedicado no a formar científicos, ni médicos, ni poetas, sino a crear asesinos, bombas humanas. Cuando todos los organismos internacionales en lugar de tutelar los derechos fundamentales, tutelan y blanquean las dictaduras que vulneran todos los derechos humanos. Cuando esto ocurre, y cuando tienes al norte una estructura militar que ocupa un país en un claro acto de guerra... Pues esta guerra estaba cantada.
Las lágrimas del presidente del Líbano me hubiera gustado verlas antes, mucho antes. O acaso estaba encantado por ser socio y constituir el territorio de una estructura militar que quiere atacar a otro país vecino, estructura terrorista que es financiada por otros dos países de la zona, uno de los cuales ha dominado al Líbano durante años y lo ha destruido económica, social y moralmente, y ahora nos llora porque Israel llega. Hay hipocresía. Hay lágrimas que pesan tanto... pero pesan por inmorales.
Se fueron de Gaza y los cohetes kassam cayeron más cerca. Se fueron del Líbano y Jizbala se dedicó a arreglarse el chiriguito con mucha tranquilidad sin que nadie mirara, controlara, evidentemente pasándose por el trasero todas las resoluciones de la ONU, a las que finalmente solo tiene que resolverlas y cumplirlas Israel, nunca los demás países miembros.
Y por lo tanto, de la misma forma que una vez yo me atreví a decir en Miami (y era un diez de marzo de hace dos años): “¿Qué espera Europa, un atentado en Madrid, en Londres?”. Ocho horas después morían doscientas personas en Madrid. De la misma manera me atrevo a decir que, como mínimo, por el conocimiento que intentas tener, por la proximidad que intentas tener con el conflicto, te das cuenta de que esto solo podía llegar adonde ha llegado.
Cuando uno tiene un enemigo que se arma no para la paz, sino para la guerra; cuando ha roto todas las fuentes de diálogo, cuando preparan todas sus estructuras sociales para matar, cuando prepara sus generaciones para guerrear, cuando rompe todas las posibilidades y encima está dentro de un paquete más grande, ideológicamente hablando, que está matando por todas partes en el mundo y está motivado, financiado, está mimado por los medios de comunicación, los medios occidentales, los propios. Entonces, ¿qué hace un país de siete millones de personas que además está solo? ¿Esperar que le secuestren más
soldados, que le tiren más misiles, esperar a que estén más armados? Yo no soy militar, ni siquiera entiendo de estrategia militar ni quiero. No sé si era el momento, no sé si fue oportuno, no sé si se hizo bien, no sé si es justo. Solo sé que una parte del conflicto esperaba en qué momento empezaría esto. Y era inevitable.
Por eso, a la pregunta de Miki “Y ahora qué”, les voy a decir con la lupa pequeña lo que a mi me parece que va a ocurrir en la zona. Pero luego voy a poner la lupa grande porque yo no quiero hablarles de Israel. Hoy no he venido a hablar de Israel. Hoy he venido ha hablar de derechos humanos, de ideologías asesinas, de la locura del mundo, de los medios de comunicación, de nuestra querida izquierda, la suya y la mía y la del otro lado, de antisemitismo y de un montón de cosas más. Israel no es el problema. Es más, aunque el mundo no lo sepa, es la solución.
¿Y ahora qué?... Vayamos a la prensa cotidiana. Hoy he estado comiendo con un señor holandés que tiene un nombre imposible, Van Der Kooy –un hombre interesante y notable-. Yo le hablaba de Clarín, le comentaba que la comunidad judía de la Argentina muy contenta no estaba... Por cierto que nos dijo, y esto les gustará saberlo, estaba muy preocupado por el boicot de la comunidad judía (dijo que perdieron alrededor de veinte mil ejemplares un domingo. Lo digo simplemente porque no creo que me lo haya dicho en secreto). Él, abiertamente, ante Miki y ante mi nos ha dicho: “Fue un boicot de los severos, el diario lo notó”. Entonces yo le hablaba de esto y le decía qué pasa, qué nos pasa, qué le pasa a tu periódico, qué le pasa al mío, hablábamos de la izquierda. Entonces el periodista me dice: -“No. Pero Clarín le ha dedicado cinco páginas diarias a la guerra”.
Eso ya es una distorsión, pero no en Clarín, en cualquier informativo.
¿Por qué cuando Israel mueve un tanque es tanta noticia en el mundo y cuando mueve un tanque cualquier loco en cualquier lugar del mundo, ni tan solo tiene media página en algún lugar? ¿Por qué morir bajo balas israelíes es ser una víctima universal? Pero morir como un pobre sudanés en el sur de Sudán no es nada. ¿Por qué morir bajo Israel es noticia y es víctima, y morir bajo las dictaduras de Siria, de Irán, de Arabia Saudita, no es nunca noticia?
Cinco páginas dedicadas a la guerra. Ni una página dedicada a la esclavitud de la mujer en el Islam. Cinco páginas a la guerra. Ni una a que Israel, ese pequeño país violentado y presionado, aún tiene capacidad para darnos premios Nóbel. Cinco páginas a la guerra, ni una a la locura integrista. ¿Cómo pueden? Yo le decía: -“¿No te das cuenta que el tema es mucho más importante? ¿Cuántos miles más tendrá que matar el integrismo islámico para que te enteres que ese es el tema. Que el tema del mundo no es Israel, es otro. Que Israel está en la trinchera de ese problema que nos ataca y nos mata? ¿Cuándo os vais a enterar?”.
Pero a pesar de todo, como continuarán con sus cinco páginas, ustedes van a leer que después de la guerra Israel no ha tenido la victoria militar. Jizbala, nada, ¡está perfecta! Porque si alguien mueve bien la propaganda, ese es el mundo árabe. Ustedes tienen la fama y ellos, como decimos en España, cardan la lana. Es decir, ustedes (los judíos) dominan el mundo, los medios de comunicación, las finanzas – eso se nota cada día en Clarín–. Pero en cambio, si alguien tiene capacidad para jugar retóricamente con el victimismo, para jugar extraordinariamente bien con la mentira, con la distorsión y con el prejuicio, ese es el mundo que hoy nos está amenazando. Y miren ustedes, ningún general israelí saldrá a decir “los hemos aplastado”. Pero aparecerá Nassrala diciendo “los hemos aplastado”, porque el valor de la vida no es el mismo. No es el mismo.
Militarmente hablando, si el objetivo era acabar con Jizbala, esta guerra ha sido un fracaso, sin duda. Si el objetivo era subir hasta las fronteras del Río Litani, destruir estructuras, poner en evidencia lo que significa Jizbala, poner en un compromiso ocasional a Koffi Anán (siempre viene de gusto), y además, de alguna forma, conseguir que algún tipo de estructura internacional estuviera en la zona, si ese era el objetivo, el objetivo esta absolutamente cumplido.
No nos vayamos pesimistas. Estos tipos ahora no van a poder tirar tan fácilmente misiles porque están más al norte, más controlados, más mirados y la estructura está dañada. Si el objetivo era acabarlos... No.
No se puede. Porque aunque acabes con todos los que hay en el Líbano, irán a enviar a mujaidines. O Siria enviará a quien quiera. Yo estuve en la guerra de los Balcanes y en Bosnia me encontré con mujaidines iraníes. Es decir, oigan ustedes: el tema no es como acabar con esta guerra. Si ustedes creen realmente que la guerra, la global, la problemática, la que nos afecta a todos, israelíes o no, la va a acabar solita Israel, pues no es así. Israel está en la trinchera y hace lo que puede. Pero la guerra tiene otra naturaleza.
En el plano militar, para leer las cinco páginas de Clarín y las notas de La Nación, no sé qué otra cosa iban a ver sino que Nassrala repite cada día “victoria militar”, y como aquí a nadie en los medios se le ocurre que un tipo integrista totalitario pueda mentir, pues se lo van a creer. Para qué, si no. Estamos en un mundo en el que nos creemos estas locuras. Estamos en un mundo donde a un tipo, a un imán, lo sacan en televisión, dice barbaridades y todos consideran que es un interlocutor válido..
Perdónenme esta anécdota, pero como me siento muy en familia me permito referirla, se lo dije a Julián Schvindlerman que es una persona fantástica y un hombre de una cabeza extraordinaria y además un gran amigo. Le dije: “Julián, muy bien que tú vayas a pelearte con el imán, pero la próxima vez quiero que vaya una mujer”. Florencia, la chavala aquella del otro día, fantástica, una mujer, que vaya ella a pelearse con el imán. A que se miren cara a cara y el imán sepa que una mujer le está diciendo cosas. Está hablando de libertad y de derechos, y el tipo pensando “si te tuviera en Arabia Saudita te jodía”. Pero no estás allí, imán.
Por eso no les aconsejo que lean mucha prensa en estos días, porque no van a tener una buena digestión: esto va a ser terrible, Nassrala es el tipo mas importante de la historia del mundo árabe, del mundo islámico y no sé que más. Y hasta van a hacer un juego de playstation con él, que no estaría mal.
Y en el terreno político también van a leer ustedes que Israel ha perdido esta guerra. Como no. ¿Por qué la ha perdido? Porque Israel es una democracia y por tanto en Israel surgirá la oposición, los grupos pacifistas, los medios de comunicación, los opinadores. Y Ehud Olmert (que además encabeza un gobierno débil, que llegó hace poco y llegó como llegó), pues va a tener un problema lógico, porque en las democracias después de una guerra hay crisis políticas.
Y Nassrala no. Quizás aparezca algún disidente que le diga “lo hiciste mal”, pero la cabeza de ese disidente durará un segundo y medio. Es decir, claro que en ese otro mundo no ocurrirán crisis políticas, es claro que ese tipo del turbante finalmente saldrá reforzado políticamente. Si tu ideal de político es un tipo que mata gente, que se arma hasta los dientes, que esclaviza a su mujer y enseña a su hijo a ser un suicida, si ese es tu ideal social, ese tipo es un héroe.
Por suerte, el ideal social de un israelí es un político que sea un buen gestor y que sea honesto. Y por eso, el político será criticado y tendrá problemas, y nuestra prensa, que es tan ilustrada que a veces parece un poco botarate, proclamará con grandes titulares: “crisis política en Israel”. Claro. En Jizbala no. En Siria tampoco. En Irán, bueno, no caben dudas de que todos los días allí hay manifestaciones,...
Por lo tanto, después de la guerra, una tregua falsa. Y a esperar la próxima. Me temo mucho que esto no esté cerca del final. Como mucho conseguiremos tenerlos suficientemente controlados a lado y lado para que durante un tiempo esto esté relativamente tranquilos. Creo que a ese nivel sí que hay éxitos. Lo creo sinceramente. Creo que vamos a poder mantener un tiempito sin que sea el foco directo, exacerbado y apasionado.
Y a lo mejor algún izquierdoso, que los hay, en una de esas se aburre de tanta manifestación. Es posible. Pero en todo caso quiero decirles que después de la guerra continuará siendo desconcertante el horizonte, terrible la amenaza, la de Israel y la de todos, será difícil de gestionar la zona, como nadie la puede gestionar y continuará Israel en una enorme soledad.
Sólo han cambiado unas cosas y las quiero decir, porque también hay que levantar un poco el ánimo. Algunas cosas cambiaron. Algunos países europeos que eran los primeros de la fila en criticar a Israel, han estado más callados. Francia. El silencio francés tiene mucha palabra.
Francia, que era el primero en ponerse la kefia corriendo (ahora sólo lo hace Rodríguez Zapatero cuando se me pone tonto). Francia calló.
Alemania farfulló, mmm, heeee. Inglaterra por supuesto. Italia, tuvo sus cositas, pero... De golpe Europa no ha dicho nada. Esa Europa cuyo deporte nacional es, primero, darle al yanki (porque eso es gratis), y después darle a Israel (que también es gratis), porque contra Israel Europa vive mejor, tiene más mimados a los de los petrodólares, a sus amigos saudíes, tiene más tranquilas a sus emigraciones musulmanas.
Contra Israel se vive muy bien. Lo que se vive complicado es a favor de Israel.
Bien, Europa movió alguna pieza y fue interesante. Mírenla ustedes con una lupa muy precisa. La política a veces es muy lenta. Cuando se trata de intereses, vuela, pero cuando se trata de buenas intenciones es lenta. Pero sin embargo yo he visto que en esta guerra concreta, han habido algunos movimientos a nivel de geopolítica, de gran política, que son interesantes.
Como mínimo es la primera vez que se ha hablado abiertamente del terrorismo de Jizbala, que se ha entendido, al menos al principio, que Israel no podía vivir bajo una presión militar permanente, que el secuestro de soldados no era algo que un país pueda aceptar con tranquilidad. Y eso tiene que ver con lo que está ocurriendo en el mundo. Eso tiene que ver con los atentados en Londres y Madrid.
Y lo otro que me ha parecido interesante y que ha cambiado el panorama es que de golpe Kofi Annan ha dicho algo interesante (mira que lleva años) y dijo algo. Yo no le tengo cariño, no le tengo. Ya sé que es de una minoría racial y eso siempre queda bien, si fuera mujer también quedaría bien, pero no lo es. Yo creo que es el responsable máximo, y su imagen pública es la de una organización que ha blanqueado y por tanto legitimado dictaduras malvadas, tiránicas, que destruyen todo aquello en lo que yo creo. Esa organización no me ha servido a mí como mujer para defender los derechos de la mujer, no me ha servido a mí como demócrata para defender la democracia en el mundo, no me ha servido como ciudadana de la humanidad para luchar contra las tiranías, contra las locuras, contra los totalitarismos. Solo me ha servido para que durante días y días no critique a Israel. También Kofi Annan vive mejor estando contra Israel. Tiene más prestigio, quizá hasta es más rico y en cualquier caso, sin ninguna duda, lo invitan más. Cualquier otra postura sería más complicada. Ese hombre y esa organización que hasta ahora
habían estado sin ninguna duda inequívocamente de un lado de la trinchera, finalmente el otro día cuando plantearon la resolución que ha llevado al “alto el fuego”, hizo el primer discurso que yo recuerde en el que Kofi Annan criticara abiertamente la participación de Siria e Irán con Jizbala, hablara de terrorismo, hablara de dolor israelí –que esa era una palabra que no estaba en el diccionario de Kofi Annan– y portara y moviera pieza en la ONU.
Es decir, en el ruido todo va mal. Pero después del ruido televisivo, el ruido radiofónico y el ruido “clarinesco” se apaciguan, y entre el ruido se pueden oír palabras interesantes. No sean pesimistas en lo concreto, en esta guerra concreta. Hoy Israel tiene una imagen de crisis política, la va a tener, ya lo verán. Va a tener la imagen de que el ejército más poderoso del mundo no ha podido con cuatro locos... No es cierto, no eran cuatro, eran muchísimos, estaban armados hasta los dientes, están motivados, aman la muerte. Peor guerrero que este, es difícil. En cambio los soldados israelíes aman la vida y el Líbano es un pantano. Cuidado.
Pero yo me atrevo a decir, como elemento positivo, que hoy a nivel de cancillerías y de organismos internacionales Israel es un poquito más comprendido y tiene un poquito más de amigos. Eso me atrevo a decir hoy.
¿Eso es éxito de Israel? No. ¿Es un éxito que el mundo de pronto se vuelva bueno y diga “¡Ay! Mira, me había olvidado, voy a ayudar a ...?.
No. No. Me temo que no.
Esta mañana, en el Colegio Tarbut, un chaval me dice: -“pero el mundo ¿por qué no reacciona?”. Qué lindo, verdad. ¿Cómo le dices a un chico de 14 años que el mundo que él mira es un conjunto de intereses perversos, generalmente inmorales, cuya moralidad y cuya buena intención brilla por su ausencia en la inmensa mayoría de los casos? ¿Cómo le explicas eso al
mundo? No es fácil. Ese mundo hoy, en algunos lugares, entiende un poco más a Israel, aunque solo sea por salvarse a si mismo, tan solo por autodefensa. Y por eso, cuando se vayan a su casa después de oírme y digan “buá, cómo está todo esto”, recuerden que en algunos aspectos algo está moviéndose, algo.
No sé si en la Argentina se enteraron, no sé si Kirchner lo sabe, pero Francia ya lo sabe. España no, eh, no sabe nada. A mi me da una gran vergüenza que el Presidente de mi país haga el ridículo público de esa manera...
Yo les digo, por un lado se mueven piezas, por un lado esta gente no va a dejar de armarse, no va a dejar de prepararse para la guerra. Hoy en día desde el Mediterráneo hasta el sudeste asiático, en el mundo islámico, que no quiere a Israel, en el aspecto popular, ninguno llegaría a entenderlo. Han sido preparados para odiar a ese país, no van a firmar la paz mañana. Están hipotecando generaciones enteras. Pero además en el mundo árabe en su totalidad, si toda la épica de resistencia está basada en el odio al israelí, cómo van a firmar la paz con ellos. Pero además están seducidos por una ideología totalitaria, están siendo financiados en esa locura, y en consecuencia, si me permiten, ojalá yo pudiera decirles que esto de la paz la veo cerca.
Tengo que decirles que hace poco hablaba con un amigo mío que está en Israel y lo llamé los primeros días de los ataques (vive en el norte) y le preguntaba como estaba, luego se fue al sur a refugiarse, y él me decía: -“estoy muy desanimado”. Yo estaba en Israel cuando la gran ilusión de Camp David se frustró y nunca vi un pueblo tan derrotado.
Habían depositado tanta ilusión y ese gran mentiroso, Arafat, los engañó a todos. Empezado por Clinton, que era fácil, y continuando por el resto.
Y yo me acuerdo que esa sociedad israelí de golpe había pensado que eso se acababa. Y se frustró. El otro día ese amigo mío me decía “estoy como en Camp David, nos fuimos de Gaza y volvemos a estar en Gaza, nos fuimos del Líbano y volvemos a estar en el Líbano, nos caen los misiles, nuestros soldados mueren, nadie nos entiende, no sé que hacer”. Esto no es fácil, nada fácil.
Vayamos, sin embargo al resto. Si esto que dice esta loca que está aquí, que les habla, es verdad,¿ por qué no lo dice el resto? ¿Tengo yo la razón y los demás no? Yo no me he vuelto clarividente. Yo no estoy sola, esto quiero decirles. No soy la única, hay más gente como yo. Gente de derecha, de izquierda o de nada, porque ya no sabemos donde estamos.
Gente que piensa, reflexiona y toma postura. Los hay muchos calladitos.
Porque esto de dar este paso adelante tiene sus riesgos. Los hay calladitos y con la boca chica te dicen “yo estoy contigo”. Pero hombre ¡pues levanta la voz!
Esto pasó con el nazismo. ¿Cuántos se atrevían a decir ¡no!? ¿Cuántos pensaban que no, pero lo callaban? ¿Y cuántos callaban y pensaban “que bueno, mejor”? Recuerden ustedes lo que dije ayer en el acto contra el terrorismo: “lo peor, el silencio de los buenos”. Lo peor.
Hay más intelectuales y periodistas, especialmente en Europa, que hoy reflexionan en voz alta en una línea que no es la mayoritaria. En Francia hay gente muy interesante hoy por hoy, intelectuales de prestigio. En España hay más gente y en otros lugares y en muchos de estos son mujeres. Y les voy a decir cuatro que a mi me parecen muy significativas: la diputada Elke Ferner en Alemania, que habla clarísimo; la diputada somalí Ayaan Hirsi Ali en Holanda, que está condenada a muerte; la musulmana Wafa Sultan, que llegó a enfrentarse en la cadena de TV al-Jezira con un imán y hoy está condenada a muerte y
está protegida; la libanesa Brigitte Grabiel, que desde hace tiempo está protegida en Estados Unidos, algún que otro paquistaní que ha escrito como anónimo y está escondido en las catacumbas y habla... Y por supuesto, Salman Rushdie y Oriana Fallaci. ¡No estamos solos. Somos pocos, pero no estamos solos! No me miren a mí como algo extraño y único, no lo soy.
Cada vez que el mundo se ha enfrentado en situación complicada con ideologías totalitarias, han sido pocos los que han dicho no, pero esos pocos han sido importantes. Y no me refiero a mí, me refiero a gente que se juega la piel muy directamente y muy en primera línea.
Si entonces tenemos razón o una parte de la razón, si Israel tiene razón, si está cargada de razones, si tiene tanto que explicar al mundo, ¿por qué el mundo decidió no escucharlo?. ¿Por qué gente brillante e inteligente dice tantas imbecilidades cuando habla de Israel?. ¿Por qué hay tanto ilustrado ignorante cuando habla de Israel? ¿Por qué hay tanta gente con prestigio que pierde todo tino cuando habla de Israel?. ¿Qué es lo que ocurre? Mi análisis. Lo primero, vivimos en unos tiempos de relativismo moral profundo, en los que los conceptos vinculados al bien y al mal, al sentido de justicia, al respeto, a la verdad como concepto
abstracto y como mínimo apetecible, a la vida y a la muerte, son relativizados permanentemente, minusvaluados y, como decimos en España, son ninguneados.
¿Qué les voy a decir yo hoy aquí, en Buenos Aires¿. ¿Hace cuánto tiempo que han dejado de conmover las víctimas de la Embajada y de AMIA?
¿Cuánta gente en la Argentina pensó que era un tema judío y no argentino? ¿Cuántos miraban a otro lado, cuántos dijeron “esto no va conmigo”? ¿Cuántos continuaron negociando con Irán? ¿Cuántos dijeron “es por su culpa, por lo que hacen en Israel les matan en Argentina”?
¿Cuántos? Vieron como caían dos torres gemelas y mataban cuatro mil personas que ese día habían ido al trabajo, a hacer sus negocios, a limpiar los vidrios, a limpiar el salón, trabajadores, emigrantes, empresarios, abogados, periodistas, hombres, mujeres, con sus vidas, sus esperanzas, sus luchas, sus emociones, su gente que les amaba. Y cayeron y murieron. ¿Y cuántos en el mundo dijeron “se lo tenían merecido”?
¿Quiénes? Esa guatemalteca que había ido a limpiar el despacho de un abogado, ese joven que estaba empezando a triunfar en los negocios, esa chica que había conseguido un trabajito como secretaria. Esos.
¿Merecían morir? Y sin embargo, el relativismo moral hace que cuatro mil muertos pueden ser justificables. Un día alguien se levanta, besa a su pariente más cercano, se va a un centro social, explota y mata a un montón de gente. Y el mundo dice “habrá que buscar por qué lo hizo”. No habrá que pensar que esto es un asesinato masivo, que es una maldad masiva, que en nombre de los principios fundamentales es absolutamente insostenible como pensamiento. No se puede ni pensar que alguien, algún
día, crea que eso es justificable. Y el relativismo moral en el que estamos instalados hace que ni siquiera los muertos nos llamen a la conciencia.
Eso es terrible. Y miramos la televisión y miramos la prensa y vemos como caen y como mueren, y bueno. Y es gente decente. Gente que lleva corbata en los días importantes, que a lo mejor sus hijos han hecho la comunión, que son gentes de orden, decentes, buenos, honestos, miran y dicen “se lo han buscado, y eso no va conmigo”. No horrorizarse ante el horror indiscriminado, ante la muerte indiscriminada, es una forma de inmoralidad, quizá la peor. Y el relativismo moral hoy nos está
destruyendo los valores.
Lo segundo no es nuevo, lo he repetido, lo habrán leído, me habrán oído, y si alguno no lo ha oído que se ponga de pie y me salude, pero lo otro es el papel de los dirigentes de las izquierdas del mundo. Con eso no les voy a decir que la derecha lo haga mejor, no se equivoquen. Tampoco los veo muy movilizados. No los veo a los intelectuales de derecha, excepto alguno, ahí en primera línea. También van a sus cosas. Pero lo cierto es que, al menos, los que venimos de movimientos progresistas y
de luchas por las libertades, lo cierto es que uno siempre piensa que aquellos que enarbolan la bandera de la solidaridad, que es un concepto bonito que forma parte del buenísimo político, y que cualquiera tiene un trocito de bandera en su casa para quedar bien, esos que enarbolan esa bandera serían los primeros que deberían ser solidarios con las víctimas. Esos que forman parte del mundo intelectual, del mundo periodístico, que están en las cátedras universitarias, que copan los prestigiosos premios que pueden otorgarles porque son todos grandes pensadores: ¿Por qué piensan tan mal?. Yo acuso a la izquierda de traicionar la moral, la libertad, los derechos humanos, la igualdad, la acuso. Acuso a la gente que tendría que estar en la primera línea diciéndole a un loco integrista “tú eres mi enemigo porque yo lucho contra el totalitarismo”, y alguien que enseña a amar la muerte es un totalitario puro. Esos, que tendrían que estar en la primera línea, ayer no estaban en la manifestación contra el terrorismo. Pero otro día estuvieron con banderas de Jizbala, y si no estaban, lo pensaban. ¿Dónde están? Se lo decía al amigo de apellido holandés ¿dónde estáis, dónde estamos? ¿No tenemos un deber moral con la libertad? ¿No tenemos una
exigencia moral con nuestros propios principios? ¿No somos la gente que creímos en las utopías? ¿No le dijimos al mundo, en un momento de la historia, “vamos a cambiar el mundo”?. ¿Y ahora qué? ¿Quién está cambiando el mundo, el islamismo loco? ¿Quién está cambiando el mundo, los Bin Laden y los Chávez? ¿Dónde estamos nosotros?. Perdónenme.
Si hoy Israel tiene tantas dificultades para ser entendido, es porque la gente que tiene la obligación de hablar de la verdad, de lo que ocurre, de lo que pasa, está traicionando a la verdad. Y encima lo hacen enarbolando las banderas que más aman. La solidaridad con las víctimas, pero según cuales, se han fijado ustedes. Solo son terroristas los que matan en Madrid. Los que matan en Israel son resistentes. Los que matan en Irak a un pobre grupo de jóvenes que están en la cola esperando para
conseguir un trabajo, también son resistentes. Fíjense, si matan con la financiación, la logística y el dinero del integrismo islámico (que es un fenómeno universal) en un zona del mundo donde hay israelíes o americanos entonces son milicianos, activistas, resistentes, inmoladores, lo que quieran. ¡Ah!, pero si los matan en Madrid son terroristas. Hasta Zapatero hace esa diferencia.
A mi me habría encantado que Zapatero hubiera vivido un tiempito, no sé, con los de Hamas, pues íbamos a ver lo contento que se hubiese puesto.
Porque claro, cuando a uno se le pone la kefía en una guerra donde un país ha sido agredido, donde quien te está agrediendo habla de integrismo islámico, donde quien te está agrediendo habla de una república islámica que abarque desde el Mediterráneo hasta el sudeste asiático, y te quieren reconquistar y te lo dicen (que lean los textos), y te han matado doscientas personas en Madrid y han atentado contra un restaurante en Casablanca que se llamaba España (y era de casualidad, claro, pues pasaban distraídos por allí, nada más). Estos tipos tienen que ver con esa kefía. Por lo tanto, Zapatero, por favor, a ver si
tienes un poco de fineza italiana, ya que no la tienes castiza. Desde luego, la imagen distorsionada tiene que ver con una mirada progresista, que lejos de ir hacia el progreso, va hacia la anti-modernidad. Y que en la locura de distorsionar lo que está ocurriendo, está dándole la mano inconscientemente a lo que más odia, que es justamente la falta de libertades.
Hay una web hispana que se llama web Islam, que es fantástica. A mí de vez en cuando me dedican alguna florcita. Y esa web está financiada con dinero público, porque en España somos así de buenos. Una web israelí no la pagaríamos, claro, primero porque ya tienen dinero, segundo porque formaríamos parte del imperialismo sionista. Pero una web musulmana, pobrecita, si no tienen dinero, ni el petrodólar, ni las grandes riquezas, no, qué podríamos hacer, y bueno, pues la financiamos. El otro día esa web, que recibe dinero público del ayuntamiento de Barcelona y dinero público del gobierno español, publicó uno de los libelos clásicos que vienen del antisemitismo cristiano y finalmente se concretaron en el antisemitismo del siglo XX,: el libelo que dice que en el Talmud se pide a los judíos que maten a los no judíos, los desprecien, beban su sangre y no sé cuanto más. En esa web, pagada con dinero público (quedarían ustedes horrorizados, estuve a punto de traerlo y luego lo dejé) publicaban partes de un falso Talmud, donde lo que se decía era terrible. Bien. Esa web islámica había tomado ese artículo de una web de extrema izquierda que se llama rebelión.org, que también lo había publicado. Se dieron la manita. En el odio a los judíos se daban la
manita la extrema izquierda y el integrismo islámico, y además todos bendecidos por la izquierda. ¡Estamos a unos niveles!...
Tampoco tengo que decirles que esto es nuevo. Han cambiado algunos factores y algunos son fundamentales, pero no mucho más. Pero en todo caso, si sumamos el relativismo moral, si sumamos el papel de la izquierda que da pena verlo, quizá a lo mejor lo fue siempre, no sé. Yo conozco gente que luchó por la izquierda, que dejó su vida y fueron grandes hombres y grandes mujeres. Pero también he conocido gente que me justificaba a ese carcamán que está en Cuba, o que se han enamorado de
Chávez ahora, que es una payaso con petróleo, pero un payaso peligroso, ¿no? Sumen ustedes una izquierda que hoy ha decidido no ver, ni mirar, ni oír cuando se habla de libertades, que ni un solo día han salido a manifestar contra la esclavitud de la mujer en el mundo islámico. Yo no los veo delante de la Embajada de Irán con banderas, vociferando, “muerte a la tiranía”. Pero quedaría bonito, ¿verdad? Yo me apuntaría. Pero los veo ante la Embajada de Israel, porque eso sale gratis, quién se va a molestar. Estuve en el forum de Porto Alegre, cuyo titular era “Otro mundo es posible”. Me la pasé entre Hamas, Jizbala, lo mejor de cada casa. Suerte que otro mundo era posible y lo hacían éstos y estaban invitados por la izquierda internacional, solidaria, anti-globalización, antiimperialista y no sé que más. Miren, la izquierda practica una solidaridad inmoral. Se preocupa según quien muere y dónde muere. Pero si mueres en el Sudán, le importa un pepino. Si mueres víctima de alguna dictadura islámica, le importa nada. Si mueres victima de la tiranía, le importa nada. Si mueres lapidada, te importa nada. En Afganistán las
lapidan con piedras. En Arabia Saudita, nos explicó el otro día un Embajador, son más modernos, ahora lo hacen con un camión volcador que vuelca las piedras, se han tecnificado...
Esto me preocupa mucho más que Israel. Israel me puede doler, me puede preocupar, a veces no me gusta, y si yo fuera ciudadano israelí, formaría parte del pensamiento crítico israelí, como todos, porque es la lógica. Pero mi problema en el mundo es que la gente que tendría que ser el referente intelectual, universitario, periodístico, no me sirven como referentes, no sé donde leer, no sé donde encontrar, no sé donde mirar. En cada elemento vinculado a los derechos, no sé donde mirar. No están al lado de las víctimas indiscriminadas. Relativizan la destrucción masiva. Ven cuatro mil muertos en Estados Unidos y es culpa de los
yankis. Ven como bombean autobuses en Jerusalén y es culpa de los israelíes. Nos matan como perros en Madrid y es culpa de Aznar y no del asesino. Nos hemos equivocado. Ustedes aquí, sobre AMIA, ¿de qué han hablado? Pues han hablado de política interior y no de los asesinos. En Madrid ahora hablamos de si Aznar o de Zapatero. Pero oigan, ¿y los que mataron? ¿Y quién financió, y quién consiguió? Y después del atentado del 11M, aunque Zapatero se porte muy bien y se ponga kefías, hemos detenido ochenta islamistas que querían atacar en España. Y nos portamos bien, ya somos buenos. Y el atentado del 11M se preparó dos años antes de la guerra de Irak. Y el atentado del 11S, se preparó en plena época de los acuerdos de Oslo, cuando el mundo pensaba que la paz era posible.
El enemigo es mucho más poderoso. Está lejos de las coyunturas concretas, se alimenta de ellas, pero tiene tiempos distintos. Y
nosotros ahí como imbéciles, manifestándonos contra una democracia que lucha por sobrevivir, pero que no lo hace todo bien. Pero entre una democracia perfectible y una tiranía, hay colores diferentes.
Estos días el diario El País envió al Líbano a una amiga mía, que se llama Maruja Torres, y cada día hizo sus crónicas desde el Líbano. A esta mujer, cuando ve un cura católico le viene urticaria “¡Uf!, reaccionario, malo, malo”. Y la tipa luego ve un imán y “¡OH!, tercer mundo, resistencia”. Uno no entiende nada.
Relativismo moral, izquierda inmoral. Marcos Aguinis dice que es una izquierda antimoderna y probablemente es cierto. Hay una izquierda que nunca amó los valores occidentales. En realidad es una izquierda muy antimoderna. ¿Puede haber algo más antiguo y jurásico que Chávez?. Y ahí está haciendo ruido, dice algunas cosas que hacen pensar que este hombre aún cree que Stalin existe y que estamos en la guerra fría. Un tipo al que, además, Kadafi le dio el premio de los Derechos Humanos, y esto si que ya resulta cómico. Además, a todo esto hay que sumarle la información masiva.
Estos días en la Argentina, en el intento de crear y gestionar metáforas nuevas para explicar viejos problemas, lancé una idea que parece ha tenido cierto éxito entre algunos periodistas, porque me la han ido repitiendo: hoy vivimos un periodismo de hamburguesas, de fast food. Un periodismo masivo, unos medios de comunicación masivos que en un segundo comunican al mundo con el mundo, pero en el que nadie verifica sus fuentes. Hoy tenemos más información, más rápida y más a mano, no
estamos más informados; estamos más, mucho más contaminados. Y en todo el mundo tenemos periodistas, en televisión, que deben explicar un conflicto complejo en tres segundo y medio, que están viendo como cae alguna bomba y preguntan: -“¿cuántos murieron? –“Oye, di unos veinte”. Y nadie irá a contar luego. Pero te salen por la CNN diciendo “veinte, por supuesto todos civiles, niños y mujeres, han sido asesinados por un bombardeo de la legión israelí”. ¿Ustedes fueron a contarlos?¿Alguien tiene interés en desmentirlo? Al principio de la guerra en el Líbano hablaron de un millón de desplazados en un día. ¿Se imaginan, en el Líbano, un millón desplazándose? Pues así se colapsa hasta Paris. Pero se quedaron tan tranquilos, pues nadie irá a contarlos. ¿Estamos más informados? No. Estamos conectados con Internet, que es un mundo que te puede venir bien o mal, donde cualquier mentira también funciona y la gente se la cree porque pareciera ser verdad.
Hemos llegado a la locura de que te sale el responsable de la seguridad de Gran Bretaña. Te dice “-hemos parado los aeropuertos”, que eso es un nivel de pérdida económica espectacular, es un bofetón terrible para la economía británica. Y además crea una alarma temible. “Hemos parado el aeropuerto. Hemos detenido veinticuatro tipos que querían hacer una
matanza inimaginable”. Y en Internet están diciendo que se la inventaron los británicos para dar mala imagen a los musulmanes. Y hay gente que se lo cree. Tiene más valor el tipo que está tecleando en Internet una locura, que el tipo que es responsable de la seguridad en un país democrático. Es la cultura de la conspiración. Las democracias son malvadas. Los grandes gobernantes son todos sospechosos. Y sólo funcionan bien los locos que están gritando en la montaña Alá Akbar, mientras te matan con un móvil vía satélite y los que te dicen por Internet que todo son conspiraciones contra el mundo del malvado yanqui internacional o del judío internacional. Estamos conectados, pero no sabemos bien con qué. Estamos informados, pero no tenemos buena
información. Y además, la inmensa mayoría de los periodistas se convirtieron todos de golpe en expertos en política internacional, aunque nunca estuvieron ni en la zona, ni conocieron el tema, ni supieron nada de nada. Son ignorantes (aplausos). Pero un ignorante que firma una columna de opinión en un diario de prestigio, es un ignorante con prestigio, que no es lo mismo. Y eso influye.
Habría más elementos. El antiamericanismo, el papel tan triste de Europa, incapaz de tomar las riendas de su propia perspectiva moral y política, aunque va moviéndose, el papel traicionado de la izquierda.
Los que estuvieron en Durban, que era el primer forum que se creaba contra el racismo, se quedaron horrorizados de la auténtica orgía antisemita que significó ese forum. En el mundo de la izquierda solidaria, hoy por hoy el tema está tan candente que hasta parece que los Protocolos de los sabios de Sión se han reeditado. Y desde luego no es fácil en el terreno del pensamiento. Son tiempos confusos. De verdad.
Tenemos ordenadores, tenemos televisores, estamos súper informados...
Fantástico. Y sin embargo no estamos más protegidos de la mentira.
Probablemente lo estamos menos. Súmenle a todo esto, el antiamericanismo que es deporte nacional, aquí, en mi país y en algunos más, súmenle el anti israelismo, que es el segundo gran deporte nacional, más los vestigios que quedan del antisemitismo clásico que todavía circulan en algunos cerebros, sumen todo eso y obtendrán la mala imagen. Si los que tendrían que alzar la voz para decir lo que tendrían que decir, no lo hacen, ¿quiénes serán los que lo harán?.
Voy a la última parte de mi reflexión ¿Qué es el integrismo islámico, esa locura? ¿Dónde nace, cómo se forja, por qué nos mata? Primero, esa locura no se está forjando desde hace dos años, ni tres, ni diez. Les diré más, cuando empezó a gestarse el yihadismo (en Europa últimamente hablamos de yihadismo o de islamo- fascismo), cuando empezó a forjarse esta ideología totalitaria el mundo estaba en derivadas muy distintas.
Esta es una ideología que nace fundamentalmente en la década de los años veinte, en El Cairo, en una de las universidades coránicas más importantes. Y nace en las mentes y sale por boca de gente espiritual, de imanes. Ya sé que un imán que habla de la muerte no es un religioso, es otra cosa... En los años veinte, en El Cairo, comenzaron a surgir de pronto unos tipos que empezaban a decir “tenemos que recuperar la épica árabe, no somos nada en el mundo”. Y esto pasa no por conectar con la
modernidad, sino que ocurre para conectarse con la épica medieval.
Esto parece muy simple, y yo hoy lo explico simple, pero no lo es tanto. Cuando esto es resumido a partir de versículos coránicos, queda muy bien armada esta ideología, por eso seduce. Tiene épica religiosa, épica social, épica martirológica. Está cargada, y además, tiene un bando de malos, de malísimos, que son los sionistas y los yankis. Esto comenzó a surgir en los años veinte y fue cuajando como una ideología de elites. De elites cultas que procuraban encontrar una salida a sus situaciones y encontraron el yihadismo en esa cultura medieval, una ideología interesante. Y eso fue cuajando lentamente mientras el mundo se dedicaba a la Primera Guerra Mundial, a la Segunda, se creaban los países comunistas, empezaba la guerra fría, la patita soviética entraba en Medio Oriente, se creaban los estados, se creaba el Estado de Israel. ¿Ustedes sabían que Hamas es una organización inspirada en los Hermanos Musulmanes, que nacieron en Egipto antes que el Estado de Israel? ¿Saben que todo el texto de Hamas, que son unas cincuenta páginas, que habla de sus principios y objetivos, no dice nunca “queremos un estado palestino”?
Habla de la destrucción de Israel y de la creación de una República Islámica. No habla de un estado palestino. Con eso lidian los israelíes.
Ese es el gobierno que hay en Palestina. No los voy a entretener en historia. Esto fue cuajando y cuando el mundo estaba dividido en bloques y el objetivo fundamental era si comunismo sí, o si comunismo no, el mundo se polarizó en el tercer mundo, en África y en el Medio Oriente de forma muy sangrante. Los aliados de unos eran los enemigos de otros. Y mientras los rusos metían sus patitas y sus ejércitos en una zona (por supuesto que los primeros grandes criminalizadores de Israel fueron los
soviéticos, esto no se recuerda nunca). Cuando ellos comenzaron, en el otro lado los tipos que luchaban contra los comunistas de las montañas de Afganistán, se empezaron a aliar con unos tipos locos que hablaban de religión pero combatían a los comunistas. Es evidente que nos equivocamos. Es evidente que el mundo no se dio cuenta de que estábamos durmiendo con el enemigo y que esa ideología era más peligrosa de lo que parecía. Finalmente esa ideología estalló. ¿Por qué estalló, por qué no
fue abortada?. Estalló porque esa ideología se conecta con el pensamiento general que hoy tiene el mundo islámico. Es decir, el Islam son mil trescientos millones de personas que viven sin democracia, lo que significa que no tienen un pensamiento crítico en sus periódicos, en su televisiones, que no hay disidencias, que el pensamiento oficial es el obligado. Piensen ustedes que en Arabia Saudita, si un viajero extranjero pretende entrar con una Biblia, se la quitan en la frontera. Ni la Biblia se puede entrar. Por la Torá, ya lo fusilan. Mil trescientos millones de personas viven desde hace muchos años bajo dictaduras tiránicas que teóricamente han creado estados modernos, que tienen tecnología del siglo XX o XXI, que tienen aparente legitimidad
democrática porque están en la ONU y en las instituciones internacionales, pero en las cuales los ciudadanos están sometidos al
fanatismo, a la destrucción del pensamiento democrático y a la preparación de sociedades esclavas, serviles, sin capacidad crítica y sin pensamiento propio.
¿Ustedes saben el dinero que se mueve en Arabia Saudita, en Emiratos los Árabes, en Katar, en Irán?. Y ni un solo dólar de esos enormes capitales es dedicado a la cultura, es dedicado a la ciencia. Lo dije una vez y lo voy a repetir, ¿es normal que un país de siete millones de personas, sometido a una guerra terrible, solo, aislado, colgado, violentado, todavía nos haya dado hace poco un Premio Nóbel?. Y cincuenta años de petróleo no nos han dado ninguno. Millones y más millones de dólares, pero ni un Premio Nóbel, ni uno solo. Conectaron por un lado en las montañas, en el Sudán, en los Balcanes, en Afganistán, en Cachemira, en un montón de lugares del mundo, y unos tipos con pinta de Alí Baba medieval salieron diciendo yihad, yihad, yihad.
¿Por qué el malo es el israelí?. Porque es el más occidental de todos. Es el que encarna más claramente los valores de la libertad. Y, por supuesto, el yanki va detrás. Pero todos estos tipos, si luego tienen una enfermedad toman medicamentos americanos, tontos no son, ¿no?, Y a lo mejor al medicamento hasta lo inventó un judío. En la Edad Media teníamos a los judíos estigmatizados con el Maguen David, escondidos como ratas, perseguidos. Pero cuando teníamos un enfermo íbamos por las
noches a buscar a un médico que era judío. Escondido, que nadie lo viera, pero nos curaba a la niña. Estos tipos hacen lo mismo. Odian a los yankis pero tienen tecnología vía satélite. ¿Quién la inventó? ¿El tío de Katar? Hablan de la yihad medieval, pero me matan en Madrid vía satélite. Se ponen enfermos y ¿cuáles son los medicamentos? ¿Los que inventaron los saudíes? Y todos tienen teléfono móvil, todos tienen Internet, todos tienen ordenador. Cuántas contradicciones, ¿verdad?.
Por un lado vi a unos tipos en la montañas que gritaban Ala Akbar y señalaban un fusil Kalashnikov y decían “mataremos a los cruzados, a los sionistas¨, y hasta a mi madre la pobre la matarían porque es una mujer y es libre, o a mi. Y por otro lado las sociedades que tenían que defenderse contra esa locura, eran sociedades esclavizadas que vivían bajo tiranías, obligadas a unas miradas rigoristas del Islam y cargadas de todo el dinero del mundo, esclavizadas hasta incluso por el lujo. Por eso yo considero tan culpable, tan culpable de los que nos está matando hoy, al tipo que en las montañas me dice que me va a matar y al rey de Arabia Saudita que durante todas estas décadas han inventado el fanatismo más feroz. En su país y en el mío, donde me envía imanes cargados de dinero a decirles a los ciudadanos españoles musulmanes que la democracia no vale. Y me está creando enemigos en mi propia población. Enemigos de la democracia. Tan culpable es uno como el otro.
Y el mundo, ese mundo sobre el que me preguntaba ese chico en la escuela, ese mundo al que le importan un pepino los derechos que destruyen todos esos oligarcas tiranos, porque como tenemos petróleo no hay que tocarlos. En fin. ¿Ustedes creen que un tipo vestido a la usanza de un personaje medieval, que te dice que la ley es el Corán, que tiene a su mujer esclava tapada de la cabeza a los pies, que no puede ni conducir un coche sola, no puede amar a quien quiera, puede ser asesinada, etc. A un tipo de esta naturaleza, ¿lo invitaríamos a los salones, a las fiestas, a la diplomacia?. Lo consideramos porque tiene
petróleo. Es como Chávez. A Chávez no le haríamos ni puñetero caso si no fuera porque tiene petróleo. Esa es la cuestión.
Se hizo la fusión y hoy estamos en un momento muy difícil, porque hoy el mundo islámico está seducido por la locura integrista. En vez de tener ideologías liberadoras tienen ideologías totalitarias. Creen que liberan, pero es una liberación dirigida hacia el mal, hacia la destrucción.
El otro día, en el programa de Grondona, daba unos datos a los que los voy a repetir, y también se los he explicado a vuestro Vicepresidente.
¿Cuántos son esos que empezaron en El Cairo diciendo que hay que recuperar la yihad, que hay que recuperar el concepto de guerra santa, que hay que matar a cruzados, que hay que matar a sionistas en una vía, que hay que… ya no se qué...?. Esos que empezaron en los años veinte, luego estuvieron en las montañas de Afganistán y luego estuvieron en otros lugares del mundo (yo me los encontré en Bosnia, y luego se fueron al Sudán a descansar porque es un paraíso para estos tipos) ¿Esos cuántos son?
Imagínense lo que es nacer o ser una chica joven, como esta que veo aquí, en el Yemen. ¿Sabes lo que significa ser una niña en el Yemen, o un chico, es igual, el chico que te guste? ¿Saben lo que significa la guerra del Yemen? Nunca van a oírme, nunca van a oírte, nunca van a verte, nunca van a entender que existe una palabra que se llama respeto al otro que es distinto. Habrá obligatoriamente un pensamiento único en la escuela, en la televisión, en la policía religiosa, en las leyes.
¿Cómo escapa uno de ese pensamiento único? Yo no culpo al Islam. No culpo a ese ciudadano que vive en cualquier lugar del mundo e intenta sobrevivir. Yo culpo a una ideología totalitaria que lo tiene secuestrado, lo destruye y me destruye.
En un congreso en París me dieron estos datos, no lo saben, pero imaginémonos, para que nos hagamos a la idea y aterricemos en el problema de verdad. Para que vean ustedes que el tema no es Israel, por más que haya cinco páginas en el Clarín. Cuando vieron que mataban doscientas personas en Madrid, en el mundo islámico dijeron “se lo merecían”. ¿Cuántos, que vieron que se mataban quinientas personas en Bombay, en unos trenes, pobres, dijeron “está bien”? ¿Cuántos, que vieron que cuatrocientas personas, mayoritariamente jóvenes explotaban, estallaban en una discoteca en Bali, en su casa dijeron “bien”? Solo eso, nada más. ¿Cuántos de esos mil trescientos millones de ciudadanos musulmanes en sus casas, sentados en el comedor con sus hijos viendo esa locura, a través de Al-Jezira, decían “está bien, que maten más”? Nada más. Ni tan solo han dado dinero, ni militan, tan solo decir “está bien”. Me decían, pongamos que es un 90 %. No, que va, seamos optimistas, 80%, 60%, 50%, solo 30%, yo creo que es un optimismo muy militante. Es decir que solo un 30 % de la población en Arabia Saudita considere que está bien matar gente en Occidente, me parece muy optimista. Solo un 30% en el Yemen, solo un 30 % en Palestina, no sé, en Pakistán, en Malasia. Bueno, 30 %, solo. Supongamos que un 70% de la población islámica no considera bien que en nombre de Dios se mate. Si solo un 30% lo considera correcto, son cuatrocientos millones de personas. Si solo un 10% de esos cuatrocientos millones hace algo, contribuye con un dinerito, publica una revistita, unas páginas en Internet, una ayudita, un pisito para esconder a alguien, nada más que eso, son cuarenta millones. Si solo un 10% milita activamente, son cuatro millones. Aunque sólo una ínfima parte decida dar su vida, son miles. El problema es enorme. Y además, es que no hay salida cuando esos ciudadanos viven en sociedades en las que no tienen ninguna garantía para poder pensar de un modo distinto.
Cuando uno es ciudadano de Pakistán y pasa miserias y vive bajo dictaduras corruptas, y tiene al imán de al lado que es un tipo más bueno que el político de turno porque le da comidita y lo ayuda económicamente. Porque en mi periódico, la tipa esa que les mencioné antes, llegó a decir que los de Jizbalá eran buena gente porque cuidaban las casas destruidas, porque hacen acciones sociales, Hamas también las hacía. Yo vi un campo de colonias de Hamas, recogí a niños de Gaza pobres. ¿Por qué son pobres en Gaza con la ayuda millonaria que reciben? ¿Se lo han preguntado alguna vez? Gaza y los territorios palestinos son el trozo del mundo que más millones de dólares reciben todos los meses, de todo el mundo, comenzando por el malvado americano
y acabando por las dictaduras del petrodólar. Todo Dios da dinero a Gaza, todo Dios da dinero a los organismos palestinos, públicamente, oficialmente o ilegalmente, lo mismo da, porque ese dinero siempre llega. Y en Gaza hay hambre, y son cuatro. Uno no lo entiende.
Les comentaba de un campo de colonias donde niños que pasan hambre en barrios totalmente sin esperanza en Gaza, son llevados por los buenos de Hamas a colonias "de vacaciones". Allí hay comidas, hay vestidos, hay pelotas para jugar al fútbol. Y luego hay algunas fotos de mártires en las paredes. Hay un poco de inculcación para el martirio, etc. Mientras esto ocurra, todo será muy complicado.
Yo no he venido aquí para decirles que esto es fácil. Lo siento. Me encantaría hablarles de la mujer, o de la adopción, que es un tema que me encanta, o de los animales, porque soy antitaurina. Me encantaría hablar de otras cosas. Este es un tema tan pesado, tan triste. Me encantaría decirles que ninguna ideología totalitaria hoy está levantando la cabeza, pero estamos ante la peor de todas ellas.
Goebbels nunca tuvo Internet. Este Goebbels de ahora si la tiene, y los odia a ustedes tanto como me odia a mi. No he venido a decirles que el reto sea fácil. Por eso cuando Miki me pregunta “después de la guerra ¿qué?”, le digo “vendrá otro atentado, van a continuar matando”. No lo hemos parado. No parece que esto se pare. ¿Si no se para Jizbala, se va a parar la locura integrista?. Será difícil. Y a los que estamos en la batalla de las ideas, me veo en la obligación de deciros que es una batalla que hay que ganarla. Como mínimo recuerden que al enemigo hay que vencerlo, pero al amigo hay que convencerlo. Jóvenes que veo aquí, alzad la batalla de la palabra.
He empezado esta conferencia hablando de relativismo moral, ese que sostiene que lo realmente importante nunca cuenta. Quiero darle fin recordando nuestra causa. Traigo un libro de rezos. Este libro de rezos lo llevaba un soldado de 20 años, hijo de un amigo mío, que murió en Gaza protegiendo un autobús escolar. Su padre me lo regaló como presente. Probablemente es el regalo más bonito que me han hecho nunca.
Me acompaña. Hay que recordar a estos chicos, los que murieron, los que mueren. Hay que recordar a las víctimas. Cada vez que cedamos, cada vez que no lo entendamos, cada vez que estemos desconcertados, recordemos esto.
Recordemos a la gente que está muriendo a manos de una locura que no tiene pinta de acabar pronto. Y cada vez que veamos a alguien que te justifica esa locura, veámoslo como lo que es, como un inmoral. Aunque se llame de izquierda, solidario, periodista, aunque tenga un Premio Nóbel, es un inmoral.
Yo me voy a permitir, para finalizar ya, me gustaría que si están en la sala, que Luis Czyczewsky y Sofía Guterman (padres de dos asesinados en el Atentando a la AMIA) me acompañaran aquí ahora. ¿Están? Miren ustedes, yo soy madre, y cuando alguien me pregunta por qué te has metido en este lío, no me acuerdo de la intelectual, de la periodista, no me acuerdo de la luchadora, sólo me acuerdo de mi hija pequeña, sólo me acuerdo de mi dimensión materna. No quiero que este mundo loco se aproveche de mi hija.
Porque soy madre, porque tengo capacidad de lucha, tengo palabra y micrófono. Yo, hoy, aquí y donde me oigan, le digo a Luis que esto lo vamos a ganar. Que ellos no van a ganar. Y que ninguno de los que cayeron, cayeron en vano. Gracias.
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