viernes, 3 de agosto de 2007

Ser digna de ser

Yarden Fanta, es la primera inmigrante etíope que recibe un doctorado en Israel. En esta nota se puede observar la increíble historia de esta mujer.

Yarden Fanta, inmigró a Israel desde Etiopia a los 12 años, acaba de convertirse en la primera inmigrante de su origen que recibe un doctorado. Una más, entre miles de etíopes, que llegaron a la Tierra Prometida.

Esta maravillosa crónica, como cuando celebramos Pesaj, en recuerdo de la epopeya y de la lucha de nuestro pueblo por la libertad, nos recuerda también con profunda emoción, las enormes vicisitudes del retorno a Sión de nuestros hermanos etíopes.

¿Quién hubiera creído que una niña pastora, de una aldea remota en Etiopía, analfabeta hasta los 14 años de edad, se convertiría en la primera mujer etíope doctorada en Israel, a los 34 años de edad ?

Yarden Fanta-Wagenstein finalizó el mes pasado su Doctorado "Magna Cum Laude" (con máximos honores) en Educación y ya está empacando las maletas para continuar sus estudios en la prestigiosa Universidad de Harvard, mientras le siguen ofreciendo trabajos de limpieza cuando hace la cola en el supermercado.

Entonces, Yarden le pidió a su marido, Ilan Wagenstein – de origen ashquenazí - que le comprara un regalo: una máquina de coser, para recordar el día en que llegó a Israel y fue considerada como "una costurera en potencia". Para él fue un shock, recibir esa respuesta, pero para ella, era lo más natural del mundo. En 1985, después de haber inmigrado a Israel con su familia, Yarden, que entonces era conocida por su nombre etíope Argya, fue enviada al internado Mikve Israel, donde le cambiaron el nombre y le hicieron un diagnóstico educacional. Ahí determinaron que la niña, analfabeta de 14 años de edad, era apta para ser costurera.

"Me trataban como si recién hubiera bajado de un árbol, y tenían que encontrarme alguna ocupación", recuerda tratando de ahogar los remanentes del amargo recuerdo que aún la ofende. "Me negué. Sabía que no quería hacer algo simple. Quería estudiar".

" Yarden tuvo la suerte de ganarse el apoyo de la esposa del director, quien reconoció su potencial y le dio un mes de prueba en una clase regular. "Demuestra que eres capaz," le dijo entonces. Y ella lo demostró.

Hoy, con el título de Doctora en la mano y embargada de una sensación de victoria, Fanta-Wagenstein, a los 34 años, espera cerrar el círculo con su máquina de coser. No va a ser una gran costurera, pero definitivamente, es la primera mujer etíope en Israel con un doctorado. Y ahora planea continuar a un pos-grado en la prestigiosa Universidad de Harvard en EE.UU., donde investigará la yuxtaposición entre cultura y tecnología y elaborará un programa educacional para asistir a analfabetos.

"Sabía que no pararía en el doctorado, y que si quiero influir en la educación, tengo que continuar. Por eso quise llegar a la mejor y más reconocida de las universidades. Sé que me será difícil adaptarme a los profesores de Harvard, pero siempre me digo que ellos no pasaron lo que yo pasé en mi vida, de modo que lo lograré."

UNA BODA BLANCA

En su casa en Guivataim, Yarden relata la historia de su vida con voz muy tranquila y modesta. Está rodeada de pilas de lavado y los juguetes de su hija de un año y medio de edad – Umma - dispersos por cada rincón, junto a artículos sobre educación. Le es importante no ser vista como una historia de éxito fenomenal.

Su marido, Ilan Wagenstein (36) un economista que acaba de graduarse en Derecho y es dueño de una oficina de Relaciones Públicas, no puede ocultar su orgullo, y cada tanto la avergüenza con un cumplido. Su esposa no olvida por un instante de dónde viene y cómo comenzó todo. Más de una vez ella siente que su fuerza proviene principalmente de los 12 años que pasó de niña en una aldea remota en Etiopía y en especial del viaje a Israel, después del cual ya nada la puede asustar.

Todo empezó cuando insistió en cursar estudios universitarios y una carrera académica brillante, y continuó con su forma de afrontar las actitudes hacia ella, hacia su matrimonio, y ahora hacia su pequeña hija. "Cuando Ilan y yo íbamos al teatro o al cine y nos encontrábamos con gente que no sabía que me había casado, siempre me preguntaban si estaba sola, aunque él estaba a mi lado. Jamás hacían la relación entre nosotros dos, como si fuera una unión imposible. Desde entonces siempre vamos de la mano, de modo que la gente no se equivoque".

"No te imaginas cuántos trabajos me ofrecen cuando salgo de compras. Siempre me encuentro con alguna mujer que me pregunta para quién trabajo, o me dice que está buscando empleada doméstica y quiere saber si tengo tiempo. Al principio me estremecía, pero ahora le digo que yo también estoy buscando empleada y quizás ella quiere trabajar para mí. Descubrí que ésta es la mejor forma de dejar callada a la gente. Me alteraban mucho esos incidentes, pero ahora simplemente los dejo atrás. Prefiero creer en hechos y no en palabras."

¿Cómo reaccionó tu familia a tu matrimonio?

"Los matrimonios mixtos, ya no son un fenómeno tan extraordinario. Uno se acostumbra. A Ilan no le gusta mucho la comida etíope y mi madre siempre se preocupa para ver qué va a comer cuando venga. Se esfuerza mucho por él. Con mis cuñados no tiene problemas, porque son todos etíopes y les encanta su comida. Cuando vamos todos donde mis padres dormimos en colchones en el suelo y nos encanta. Ilan, que es un niño mimado del norte de Tel Aviv, no duerme en el piso como yo. Él necesita su cama. Por lo general, él vuelve a casa a dormir y yo me quedo con mis padres; ellos lo entienden. Lo quieren mucho más que a mí y cada conversación termina con la frase: "no le hagas problemas... Es un buen chico "

"Respecto a la familia de él, todavía no es tan obvio que una familia israelí acepte a una nuera etíope. Pensé que sería difícil, y , como siempre, me dije que superaríamos también esta valla. Pero su familia me aceptó con los brazos abiertos, aunque al principio me preguntaba si se esforzaban por tratarme especialmente bien, o si realmente eran sinceros. No creo que su actitud sea extraordinaria, ni que todos los israelíes veteranos piensen que los etíopes son primitivos, pero definitivamente hay una minoría que da mala reputación a toda la comunidad. De todas formas, la gente trata a la persona que hay detrás del color, ¿no?"

¿El color claro de la piel de tu hija llama la atención?

"Cuando me casé con Ilan, era obvio que nuestro hijo sería una mezcla, o blanco. La verdad es que mis padres se sorprendieron más por que me casara, de que mi hija fuera blanca. Creían que yo estaba demasiado ocupada con los estudios. Mi madre llama a Umma 'Addis', que significa nuevo, porque una niña de piel blanca es algo nuevo en mi familia. Escucho todo tipo de comentarios absurdos en la calle.

El mejor fue una vez que entré a una tienda y alguien dijo "se ve que realmente quieres a la niña. ¿Cuántas horas por día la cuidas?" Le respondí "24 horas al día", y la mujer continuó "¿ Qué... no tiene padres?" Le contesté que nosotros éramos sus padres, y se enojó porque creyó que le estaba tomando el pelo."

Tu madre dio a luz su primer hijo a los 15 años. Tú esperaste hasta los 32. ¿Hubo presiones?

"Al principio le era muy difícil que yo me centrara en mi carrera y no me preocupara por casarme. Le era difícil seguirme el ritmo, porque o estaba estudiando, viajando y corriendo todo el tiempo. Una vez traté de calmarla y le mostré un artículo sobre una mujer que dio a luz a los 67 años. Se alteró mucho y dijo que no podía vérselas conmigo. En todas nuestras conversaciones le recordaba que tiene 21 nietos, de modo que no necesita otro mío. Cuando finalmente me casé, a los 30 años, ella no podía entender cómo podría estudiar, ser una buena esposa y tener un hijo. Pero le he demostrado que es posible y le he pedido no presionar a mis hermanas menores. Mis padres han aprendido a través mío que todo es posible en Israel : trabajar en diversos trabajos, casarse a una edad mayor, tener éxito profesional y también ser madre."

¿Eres feminista?

"Yo apoyo la absoluta igualdad de derechos para la mujer. Una mujer no puede hacer todo lo que hace un hombre debido a las diferencias físicas entre ambos, pero fuera de eso no debería haber diferencias. Creo que detrás de toda mujer exitosa hay un hombre que apoya y estimula. No podría vivir con alguien que no me dejara desarrollarme. Para la sociedad etíope, igual que para la israelí, es claro que una mujer es antes que nada madre, pero yo creo que es posible combinar la maternidad con una carrera. Hoy, que tengo a Umma, hago mucho menos que cuando era soltera. Tuve que renunciar a muchas actividades que hacía en bien de la comunidad etíope, porque tengo menos tiempo. Mis prioridades han cambiado, pero jamás pensé en renunciar a mi carrera porque soy madre".

"En 1998 fui enviada por la Agencia Judía a una convención de mujeres prominentes realizada en Washington , en la que Hilary Clinton fue la invitada de honor. Ella es mi modelo respecto al mensaje que transmite sobre el poder femenino y la capacidad de las mujeres de efectuar un cambio social. Ella sostiene que nosotras no necesitamos a los hombres, que tenemos el poder cambiar el mundo solas. Yo creo que es cierto. Después de la conferencia me acerqué a ella y le dije que concordaba con cada una de sus palabras, y que me había fortalecido. Es una de las mujeres más inteligentes y brillantes que he conocido."

EL COLOR NO SE LAVA

Yarden nació en la aldea de Macha en el norte de Etiopía, siendo la sexta de diez hijos. Cuando cumplió siete años de edad se integró a las labores familiares y salió a pastar ovejas. "Tenía sólo tres hermanos varones, y era claro que las niñas también tenían que hacer su parte. No lo consideré un castigo, sino una rutina normal. No era muy agradable salir a pastar en el invierno, pero nadie se permitía esos mimos. Tenía que levantarme muy temprano para salir con las ovejas. Realmente quería ir a la escuela como mis hermanos mayores, pero a nuestra aldea no llegaba el autobús y ellos hacían parte del camino en burro. La escuela estaba a tres horas de casa y mi padre decidió que yo era demasiado débil para hacer el camino, de modo que me quedé en casa a pastar las ovejas."

"Yo era una niña muy curiosa y cuando mis hermanos hacían sus deberes me pegaba a ellos y los molestaba para que me enseñaran, tragaba con los ojos lo que había en sus cuadernos, aunque no entendía. Tenía ansias de aprender y recuerdo haberme prometido que cuando fuera grande estudiaría. Entonces me era claro que yo era parte de la familia y debía cumplir mi parte con las ovejas, ayudar a mi madre a hornear, cocinar y cuidar de las mellizas que nacieron después que yo. A pesar de eso, no estaba frustrada. Realmente quería ayudar a mis padres, y no sentía que me obligaban a hacerlo. Me sentía importante porque confiaban en que regresaría con todas las ovejas. Esa sensación de haber sido tratada como un adulto capaz de asumir responsabilidad y tener éxito, me acompaña hasta el día de hoy".

"Mientras escribía mi doctorado estaba embarazada y tuve que mantener reposo absoluto. A veces sentía que no podía más, y quería tirar todos los papeles por la ventana. Entonces recordaba mis tiempos de pastora y las dificultades que superé entonces. Era alentador, y me ayudó a seguir adelante."

Cuando Yarden tenía doce años de edad, sus padres le dijeron, en gran secreto, que se irían a Israel . Recuerda aquellos días con lágrimas en los ojos. "Mi padre compró dos caballos, preparamos alimentos secos para el camino, y teníamos prohibido hablar sobre eso. Recuerdo lo emocionados que estábamos. Partimos en la mitad de la noche; yo llevaba en la espalda a una de mis hermanas mellizas, que tenía dos años de edad. Llevaba además un bidón de agua en una mano y una canasta llena de comida en la otra. Durante un mes entero caminamos sólo de noche, para no ser atrapados, hasta que llegamos a Sudán. Allí esperamos once meses hasta que partimos a Israel . El viaje fue una experiencia terrible. Dejamos la casa en la que habíamos crecido, hicimos todo el camino a pie, y vivimos en un campamento de tránsito en Sudán en condiciones inhumanas. Todo el tiempo moría gente a nuestro alrededor; una de mis hermanas mellizas también murió allá, y yo tenía miedo que me abandonaran, que mis padres se murieran".

"Hoy, como madre, admiro a mis padres por haber tenido el coraje de embarcarse en esa travesía. Cuando llegué aquí envidiaba a los niños israelíes que no habían pasado esa asustante experiencia. Sentía que había llevado una carga muy pesada y que era demasiado joven para haber pasado esas vivencias. Con el tiempo las cosas se equilibran y hoy, en retrospectiva, creo que fue un privilegio pasar una cosa así y salir con vida. Recuerdo el viaje como si hubiera sucedido esta mañana; está en mis venas. El viaje me enseñó a sacar lo bueno de toda cosa mala, y me enseñó que cuando uno tiene fe y está preparado a ir hasta el final, las cosas suceden. Mi pasado me ha convertido en una persona mucho más fuerte, y las dificultades no me intimidan".

"Por ejemplo, la gente me decía 'Ya demostraste que eres capaz. ¿Para qué necesitas un doctorado? Es esclavizarse.' Yo no veía las dificultades. Para mí, el doctorado era otro viaje, no fácil, pero indudablemente no tan difícil como mi viaje de Etiopía a Israel . No creo que haya nada que se acerque a esa experiencia."

Como muchos otros inmigrantes, también Yarden sufrió humillaciones por parte de israelíes veteranos, pero decidió que no tenía tiempo para ofenderse. "La única vez que verdaderamente me afectó fue cuando no recibieron donaciones de sangre de etíopes, arguyendo que teníamos SIDA. No supe cómo afrontar este tipo de racismo y esta degradación de toda la comunidad. Sentí que nos habían teñido con una pintura que no sale. Fue una cuchillada en la sensación de pertenencia, especialmente para aquellos que creíamos habernos integrado en la sociedad israelí. Desde entonces ni se me ocurre donar sangre."

ENTRE DOS MUNDOS

Su absorción en Israel no fue fácil. La niña que no sabía leer ni escribir y fue enviada al internado de Mikve Israel tuvo que condensar ocho años de escuela en uno. Cuando sus amigas salían a divertirse ella se sentaba con los libros y se ponía al día con los estudios. Hoy admite que nunca tuvo infancia: recién en los últimos años llenó el vacío leyendo libros infantiles. En 10º grado empezaron a notar su capacidad y fue señalada como buena alumna. Pero su ambición recibió su primer impulso después de una visita de la clase al Instituto Científico Weizmann en Rejovot.

Aún recuerda el pánico que sintió antes del viaje. "No podía creer que realmente me estaba sucediendo a mí: encontrarme con profesores y estudiantes era para mí algo de otro mundo. No podía imaginarme a mí misma, una pastora de Etiopía, yendo al templo de la ciencia. Después de llegar y de reunirnos con los estudiantes y profesores, me calmé. Vi que eran seres humanos igual que yo, y me juré que algún día también yo llegaría a la universidad. La idea no era inalcanzable, era posible. Fue una experiencia constructiva que afectó toda mi vida."

Se abstuvo de hacer el servicio militar por la objeción religiosa de sus padres, y sus energías se volcaron a la academia. Primero estudió Criminología en la Universidad Bar Ilán, y fue la primera estudiante etíope en dicha institución. Quería salvar a los jóvenes etíopes que se involucran en el crimen, lo que la llevó a trabajar con delincuentes juveniles. Durante esa época advirtió que la solución radica en la etapa de formación de la personalidad, antes de descender al crimen. Eso la llevó a tratar de impedir que esos niños cayeran en la trampa.

Yarden obtuvo su maestría en Orientación Educacional en la Universidad de Tel Aviv y escribió su tesis sobre los logros de jóvenes etíopes en ciencia y tecnología, recibiendo una calificación sobresaliente. "Me dolía escuchar a israelíes veteranos decir que no importa cuánto se invierte en los niños etíopes, hay pocas probabilidades de que alcancen grandes logros. Empecé mi investigación con este insulto grabado profundamente en el corazón, y revisé qué sucedía en el terreno. Descubrí que los estudiantes etíopes ni siquiera aparecían en los gráficos de logros en ciencia y tecnología porque su número era insignificante, pero cuando recibían clases de apoyo o estudiaban en clases de nivel más alto, tenían éxito".

"Elaboré un programa práctico en cuyo marco los niños etíopes llegan a la universidad, toman contacto con las ciencias y hacen experimentos de laboratorio. Su autoconfianza mejoró de modo que ahora comprenden que todo lo que quieren es posible. El programa funciona hace ya cuatro años: empezamos con 40 alumnos y hoy participan en él 400. Cuando los veo en la universidad recuerdo mi visita al Instituto Weizmann y me emociono mucho. Yo creo que si una persona tiene una capacidad básica de pensamiento, puede alcanzar todo lo que quiera, sin importar de dónde proviene."

¿Extrañas a veces la tranquila infancia que tuviste en Etiopía?

"Mucho. Quiero llegar a algún tipo de equilibrio entre la vida en Etiopía y la vida occidental, saber disfrutar de lo que tengo y relajarme, pero no me resulta, y me enloquece. Me pregunto: terminé mi doctorado, ¿por qué tengo que correr al postdoctorado y estar siempre buscando acción? Por otra parte, me gusta poner a prueba el límite de mi capacidad."

En resumen, abandonaste a la Argya etíope y te convertiste en Yarden.

"Sí y no. Me alegra tener los dos mundos. Siento que mi lugar está en algún lugar en el medio, entre la cultura etíope de fraternidad, paciencia, entrega y calores familiares y la cultura occidental que implica correr, alcanzar, llegar y adquirir. Trato de combinar los dos mundos, pero a veces es imposible. Siempre voy a visitar a mis padres en Netania los fines de semana, porque me es importante conectarme con mis raíces. No puedo desconectarme de mi pasado y de mi cultura, de allí extraigo fuerza. Voy a la universidad en mi ropa etíope y me siento excelente. Incluso en Harvard, en ocasiones especiales, usaré mis trajes etíopes. Es parte de mí, y no importa dónde viva."

Yarden cría a su hija como una etíope orgullosa: le da de comer platos etíopes, le habla en amhárico y le hace escuchar su música etíope tradicional, no Idán Raichel, que no le parece suficientemente auténtico. Entre los ositos y conejos de peluche se preocupó que hubiera lugar para una muñeca negra, que se llama Aneish, que significa 'a verte' en amhárico. "Busqué una muñeca negra todavía antes que Umma naciera, porque quería que desde el primer momento tuviera una muñeca que se pareciera a su madre cuando era niña. La muñeca negra es parte natural de su selección de muñecas blancas, como tiene cualquier otra niña israelí."

¿Has vuelto a visitar Etiopía desde que llegaste a Israel?

"Hace tres años fui a una conferencia de países en desarrollo. Cuando dejé Etiopía no sabía lo que era una universidad, y ahora regresé como representante de una universidad y como investigadora judía que tenía algo que decir. Me dio una increíble sensación de orgullo. Un día viajé al norte y llegué cerca de mi aldea. No fui a la aldea porque implica una caminata de varias horas, todavía no hay autobús que llegue al lugar. Lo lamenté, pero sentí que había llegado lo más cerca posible. Vi niños pastores como fui yo, y pensé que cada uno de ellos puede llegar hasta donde yo he llegado, si recibe la oportunidad. No sentí lástima por ellos ni me pareció que su vida fuera tan difícil: ellos son felices con lo que tienen y probablemente tienen una paz interior mayor que la mía".

"Recordé que de niña nunca pensé que mi vida fuera mala. Por otra parte, me gustaría que esos niños pudieran conocer las oportunidades que existen en el mundo, y que pudieran hacer sus propias elecciones."

Ahora, Yarden piensa en el futuro. Harvard, está segura, no será la última parada. Quiere ser la primera mujer etíope que encabece la Escuela de Educación en la Universidad de Tel Aviv. También quiere ser la primera docente universitaria etíope. La política está fuera de su mundo. Le interesa mucho más viajar a la luna y ver la tierra desde arriba, y ser madre de tres o cuatro niños más.

Anat Medan

Fuente: Diario Yediot Ajaronot (Tel Aviv)

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