LOS ACUSADOS SE CONVIERTEN EN ACUSADORES: las palabras de los jóvenes soldados del Irgún Tzvaí Leumí antes de ser ahorcados por los británicos
A mediados de marzo de 1947, los ingleses en Palestina sentenciaron a la horca a un miembro del grupo Stern (Moshé Barazani) y en abril a otro joven del Irgún: Meir Feinstein, quien fuera condenado a muerte por participar en la voladura de un depósito del ferrocarril de Jerusalén (utilizado por el régimen británico para transportar armas). Meir Feinstein, como todos los judíos acusados por los británicos, se negó a formar parte en los procedimientos del juicio y pronunció las siguientes palabras ante la “corte de justicia”:
A mediados de marzo de 1947, los ingleses en Palestina sentenciaron a la horca a un miembro del grupo Stern (Moshé Barazani) y en abril a otro joven del Irgún: Meir Feinstein, quien fuera condenado a muerte por participar en la voladura de un depósito del ferrocarril de Jerusalén (utilizado por el régimen británico para transportar armas). Meir Feinstein, como todos los judíos acusados por los británicos, se negó a formar parte en los procedimientos del juicio y pronunció las siguientes palabras ante la “corte de justicia”:
“Oficiales del ejército invasor: un régimen basado en cadalsos, esa es la imagen que vosotros tenéis de este país, predestinado a servir de faro para la humanidad. Vuestra ceguera os hace creer que a través de un régimen así podréis conseguir quebrar el espíritu de nuestro pueblo. Pero muy pronto comprenderéis vuestro error, descubriréis que tenéis que quebrar acero, acero templado por el amor y el odio; amor a la patria y la libertad, y odio al invasor.
Debéis estar realmente ciegos. ¿No veis acaso contra quién tendréis que luchar? ¿Pensáis verdaderamente que nos asustaremos por los cadalsos? ¿Pensáis asustarnos a nosotros, acostumbrados a escuchar el chirrido de las ruedas de los coches en que transportaban a nuestros hermanos y padres, y a lo mejor de nuestro pueblo, a las cámaras de la muerte? A nosotros, que nos venimos repitiendo: por qué el destino nos dejó vivos en esta tierra y nos trató diferentemente a tantos de nuestros hermanos en Europa.
Y la respuesta para ello es sólo una: seguimos viviendo, pero no para hacerlo temiendo un nuevo Treblinka o agachando la cabeza ante nuestro verdugo. Quedamos con vida para asegurar que la vida, la libertad y el honor será nuestro próximo destino, y el de nuestra nación y el de la generación que tiene que nacer. Quedamos con vida para impedir que aquél horror se repita y suceda lo que pueda llegar a suceder bajo vuestro régimen de terror y sangre.
Aprendimos nuestra lección y pagaremos caro por ella. Pero hemos aprendido que hay un modo de vida que es peor que la muerte y que hay una muerte que es prerrequisito para la vida.
Si no sois capaces de ver que esta es una nación que no tiene otra cosa que perder más que los hierros de la esclavitud, nada más que la “esperanza” de otro Maidanek, entonces debéis estar enceguecidos por la Providencia que quiere haceros compartir el destino de todos los grandes imperios que lucharon contra el pueblo judío. Asiria, Babilonia, Atenas, Roma, España y Alemania trataron antes que ustedes y fracasaron. Vosotros compartiréis su tumba.
Eso es lo que quería deciros, a vosotros, oficiales británicos y a vuestros superiores. Quería deciros que fracasaréis al igual que Hitler. Que recuperaremos la dignidad robada al pueblo de Israel.
En cuanto a nosotros, sabemos muy bien como todo ello va en camino de terminarse. Sabemos que nuestro pueblo será libre y que sus opresores se verán obligados a retirarse con vergüenza. Estamos en calma, más aún somos felices. Pues no hay mayor felicidad para una persona, que saber con certeza que contribuye a la realización de un gran ideal.
Oíd, oficiales británicos, repetidlo a vuestros superiores, que están ciegos y no ven la inscripción en la pared, decidles que en este país ha nacido una nueva generación, de las cenizas de la Shoá ha nacido una nueva generación de judíos que ama la vida, pero ama más aún la libertad, una generación que terminará con la tiranía nazi-británica, una generación que dejará de temerle a sus perseguidores, una generación que enfrentará a sus enemigos y no se encerrará en guetos, una generación que conquistará su independencia al precio de su vida. Con sangre y fuego Judea cayó; con sangre y fuego Judea se levantará. Y el Dios que ayudó a David a vencer a Goliat, ayudará a los descendientes de David… ¡Viva el pueblo judío! ¡Viva la patria judía! ¡Viva la libertad!”.
No había pasado un mes de esta declaración y ya los británicos se preparaban para asesinar a esos dos luchadores judíos, Meir Feinstein y Moshé Barazani. El 23 de abril, debían marchar hacia el cadalso. Para mantenerlo en secreto, decidieron esta vez no llevar a los prisioneros a Acre. Para evitar que se repitiera la indignación causada por el hecho de no haber prestado asistencia religiosa a Gruner y sus camaradas antes de su ejecución (Dov Gruner había sido otro combatiente hebreo ahorcado por los británicos), esta vez los ingleses llamaron al rabino Goldman durante la noche y lo llevaron a la prisión de Jerusalén.
Mientras el rabino se preparaba para ir a la celda de los condenados, se arregló para decirle a su mujer que le alcanzara el libro en el que figuraba la oración por Sión. Ella comprendió, ya no bien su esposo abandonó la casa, lo que estaba sucediendo y le informó al Dr. Herzog sobre la inminencia de las ejecuciones.
Cuando los condenados vieron entrar en su celda al rabino, comprendieron que su fin se acercaba. Después del servicio religioso, el rabino permaneció con ellos conversando durante un cierto tiempo. Ellos lo instaron a regresar a su hogar y, al decirles el rabino Goldman que pensaba pasar la noche en la prisión y volvería a visitarlos, le rogaron que no lo hiciera. Entonces antes de que Goldman se retirara del lugar, le pidieron que fumara con ellos un cigarrillo y, en ese momento, probablemente lograron sacarle, sin que él se apercibiera, su cajita de fósforos; luego cantaron juntos el Hatikva y todos los prisioneros del lugar siguieron el himno con sus coros. Pocos minutos más tarde, mientras el rabino Goldman permanecía en la sala de espera, se oyó una terrible explosión.
El pánico cundió enseguida, pues en un primer momento se pensó que la prisión era atacada desde afuera. Poco después se vio una gruesa columna de humo, surgiendo de la celda de los dos jóvenes condenados. Al entrar en ella los oficiales británicos pudieron ver a Feinstein y Barazani abrazados sin vida en medio de un charco de sangre. Poco más tarde se dieron cuenta de que los jóvenes se habían explotado en sus corazones una granada que había sido ocultada en una naranja. En realidad los jóvenes pensaban en un principio utilizarla contra ellos mismos y sus verdugos al mismo tiempo, en el momento en que fueran llevados a la horca (como hizo Sansón con los filisteos), pero al ver que el rabino Goldman los iba a acompañar en su recorrido hasta el patíbulo, decidieron no hacer eso para evitar una muerte inocente, por lo que optaron por suicidarse dentro de la celda muriendo como héroes. Su heroísmo es motivo de orgullo hasta el día de hoy, representan el triunfo sobre el cadalso.
Evocación de los Héroes Muertos
El primer aniversario de la muerte de A. Habib, M. Nakar y Yacov Weiss (tres combatientes del Irgún ahorcados por los británicos a mediados de 1947), tuvo lugar pocos meses después de la declaración de independencia del Estado de Israel. Menajem Beguin, último comandante del Irgún Tzvaí Leumí durante la rebelión final, emergía de la clandestinidad y junto con centenares de soldados del Irgún (que luego se unieron a las filas del Ejército de Defensa de Israel), tomó parte de una peregrinación a las tumbas de estos mártires en Safed y pronunció allí este discurso:
“Hemos venido desde todos los rincones del país y aquí estamos de pie ante vosotros con nuestros corazones llenos de temblor, resignación y emoción. Hemos venido a informaros que el condenado brazo que os arrebató de entre nosotros está quebrado y que el opresor gobierno británico ha sido sacado de nuestra patria.
Los verdugos que os llevaron al cadalso han sido expulsados. El país está libre de la ocupación británica. Se han establecido las bases para la independencia judía. Ha surgido el Estado de Israel y miles de soldados judíos están listos para expulsar al enemigo actual y cumplir con la esperanza judía de independizar todo el territorio.
Valientes soldados se reunieron hoy, llegando desde Jerusalem, la Ciudad Eterna, desde Negba, desde el Norte, de la bulliciosa Tel Aviv, desde Natania, Haifa, la ciudad del futuro y de todos los confines de nuestra patria.
Valientes soldados: vuestros hermanos en armas, liberadores de la prisión de Acre y liberadores de la misma tierra a quienes vosotros defendisteis con vuestras vidas, todos ellos y nosotros, venimos hoy a traeros noticias de nuestra victoria.
Vuestro trabajo ha sido recompensado. Vuestro sacrificio no ha sido en vano. Vuestra sangre no fue derramada en vano! Pues habéis triunfado, pues el cruel enemigo que quiso exterminar a nuestro pueblo, fue finalmente detenido por vosotros y vuestros hermanos combatientes, siendo extirpado de nuestra tierra.
Vuestros hermanos os informan que vuestro sueño se ha visto cumplido. Tenemos hoy un ejército y un gobierno judío! Tenemos la esperanza de que nuestra generación contemple la liberación de todo vuestro territorio. No estáis solos en estos montes de Galilea. Vosotros decretasteis la suerte del opresor asaltando su bastilla. A vuestro lado descansan los cuatro hombres que fueron al cadalso con un canto de fe y libertad, y no lejos de aquí descansa vuestro otro hermano, el primero de nuestros mártires nacionales, el primero que cumplió con la consigna “Lamut o Lijbosh et Haar” (morir o conquistar la montaña), el gran Shlomo Ben Yosef.
No lejos de allí descansan los héroes de la Galilea que cayeron en la reciente guerra de independencia contra los invasores árabes y los que cayeron hace muchos años. Ninguno de ellos cedió antes de perder su última gota de sangre.
Seguramente conversáis entre vosotros durante las noche, vosotros los que moristeis con muerte de héroes en nuestro tiempo y los diez mártires de la antigüedad. Una cadena de oro os liga a todos. Por todas las noches, vuestras almas se comunican y conversan sobre el futuro de esa Galilea y de todo el país, y el futuro del pueblo eterno tan perseguido y tan tenaz.
Pero cuando vosotros habláis, no es la voz de la lamentación y la amargura la que se escucha, sino todo lo contrario, un himno de esperanza y de gloria se levanta hacia los cielos. En virtud de esa esperanza, es que surgieron en nuestros días héroes tales como ni se habían visto desde los días de Rabi Akiva y Bar Kojba (últimos rebeldes hebreos en caer ante el grito final de rebelión que lanzó Judea contra Roma). En virtud de esa esperanza se renovaron en nuestra patria esos días de gloria de nuestra antigüedad.
Desde las profundidades de la pena judía, surgieron los que asaltaron las fortalezas enemigas y aquellos que fueron al cadalso con una canción en sus labios.
Es por eso que las voces que se escuchaban aquí en la noche no son de lamentación, sino de alegría y júbilo, tanto las de vuestros jóvenes héroes actuales, como las de vuestros venerados padres.
Nosotros no avergonzamos a nuestros antepasados ni abandonamos la senda señalada por ellos. Y si muchos cayeron en el camino, otros ocuparon su lugar y levantaron bien alta la bandera de la liberación. Podemos pues informaros que la visión por la cual vosotros caísteis ha sido completamente realizada. Vosotros, montañas de Galilea, que habéis recibido los cuerpos de los héroes judíos durante setenta generaciones, sabed que os hemos liberado para siempre. Gracias a esa sagrada sangre, la corona del Hermón será vuestra.
Miembros y soldados del Irgún. Atención! Ante las tumbas de nuestros mártires juremos fidelidad a Jerusalem, liberada del todo y por cuya liberación ellos dieron la vida.
“Si yo te olvido, oh Jerusalem, séquese mi diestra”
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