martes, 23 de octubre de 2007

De profesión refugiado

La solución más postergada de la Historia
Gustavo D. Perednik (El Catoblepas)
El verdadero problema insito en el caso de los refugiados palestinos, es la manipulación informativa. El resto, puede obtener fácil solución.
Que la prensa española con frecuencia se dedique a la cuestión no llamará la atención, ya que en términos generales se esmera desproporcionadamente en todo lo que puede zaherir a Israel y al pueblo judío. Para la judeofobia de medios como El País, los judíos no tienen ni siquiera derecho a la vida, y para todo atentado terrorista contra israelíes, se encontrará la manera de descargar la culpa en las víctimas. Esta escala de valores retorcida es la que alienta a los regímenes trogloditas del mundo árabe a continuar su guerra genocida contra Israel, porque saben que en Occidente habrá una Maruja Torres que siempre salga a defenderlos. Y la matanza continúa. Baste leer la forma en que la prensa española se refirió al reciente atentado en Haifa (4/10/03) para llegar a la deprimente conclusión de que esa prensa maniquea es socia directa de la muerte en el Cercano Oriente.
Pero como lo definiera la enfermiza sinceridad de Enrique Curiel en el título de su artículo en La Razón de Madrid (20/4/03): «el problema es Israel.» Siempre Israel, nada más que Israel.
Precisamente, destacar un asunto de entre miles, y pasar a definirlo como «problema», es un ardid propagandístico con el velado intento de priorizar ciertos intereses por sobre otros, e imponer al debate internacional un arbitrario orden del día. Así fue con «el problema judío» y así se deriva de «el problema» de Jerusalén».
Sin duda los pueblos árabe-musulmanes (el palestino incluido) padecen gravísimas dificultades: la práctica de la esclavitud, la degradación de la mujer, la explotación de niños, la lasciva pompa de sus jeques, emires y reyezuelos; la violenta persecución de «desvíos» sexuales, la pena de muerte por apostasía o adulterio, la poligamia, la corrupción, la represión de conciencia, la falta de libertad de expresión, de asociación, de prensa; el atraso, el analfabetismo, la tendencia constante hacia la violencia, la aquiescencia terrorista. En fin: lo peor de las sociedades contemporáneas se ha concentrado en la guarida del mundo árabe, un resabio medieval al que su principal intelectual recién fallecido, Edward Said, ha denominado «un infierno». Un infierno social al que lo agrava una característica que le es propia: echarle siempre la culpa al mundo externo. Los países de la Liga Árabe son la antítesis de la autocrítica, y por ende nunca avanzan en la solución de sus problemas.
Por ello, será ineficaz quien de la mezcolanza de desdichas que hemos desgranado, se empecine en agitar una sola, aquélla con la que los árabes pueden volver a achacarle culpas a los de afuera (innecesario aclarar que Israel es el permanente candidato a acusado). Quien exima a los árabes de asumir responsabilidad por sus infortunios, deberá de hacerlo por una de dos motivaciones: o bien una mala intención judeofóbica (como en el caso de la prensa española, salvo honrosas excepciones), o bien una miopía masoquista de quien acata el temario que le dictan los violentos.
En cualquiera de los dos casos, aceptar que el gran problema del Medio Oriente es Israel, o los refugiados palestinos, tendrá como efecto impedir que los sufrientes árabes, por una única vez, inviertan sus esfuerzos en paliar sus verdaderos infortunios, en vez de dedicar sus energías a denigrar a Israel.
Un uno por ciento muy popular
Casi toda guerra, en mayor o menor medida, produce refugiados. Desde la segunda guerra mundial hubo en el mundo cien millones. El 99% de esos casos terminaron resolviéndose satisfactoriamente, aun cuando se trataba de poblaciones que migraban con idiomas distintos de los de los países que finalmente los absorbieron, y que practicaban culturas y religiones diferentes. El único 1% tercamente postrado, fueron los refugiados árabes, a pesar de que su veintena de Estados poseen un territorio mucho mayor que toda Europa (para una población que es sólo un cuarto de la europea), con inmensas riquezas petroleras. Estados que además, tienen religión e idioma uniformes, lo que reduciría la tarea de captar refugiados a una mera cuestión de buena voluntad. Precisamente, que nunca hayan deseado resolverlo, ése es el verdadero problema.
Los judíos sí solucionamos la desgracia de nuestros refugiados (enormemente peor que la de los árabes) gracias a que la sociedad israelí es autocrítica: como no busca constantemente las culpas afuera, aceptó el desafío y venció todo escollo. Arribaron a Israel sin trabajo, sin sustento, sin idioma, con traumas y dolor, millones de ellos, a quienes una sociedad pequeña, joven, agredida, sin recursos ni petróleo, les otorgó vivienda, educación, salud, democracia, identidad y futuro. El maravilloso éxito es la quintaesencia del sionismo.
De entre los millones de refugiados judíos, una parte de ellos inmigraron precisamente desde los países árabes, de donde se vieron obligados a escapar humillados y desposeídos. (Huelga decir que los medios europeos jamás registraron su sufrimiento; recuérdese que se trata del vano sufrimiento judío). Y aunque en cifras fueron similares a los refugiados árabe-palestinos (más o menos medio millón), cabe señalar una diferencia: mientras los judíos huyeron bajo amenazas, los árabes partieron, en su mayoría, azuzados por las bravatas árabes que les prometían vanamente regresar una vez que Israel fuera destruido. A fin de noviembre de 1947 el delegado egipcio en la ONU advertía que «la vida de un millón de judíos de los países musulmanes se ve puesta en peligro debido a la partición». Los líderes israelíes, por el contrario, le ofrecieron a los árabes que permanecieran en el país hebreo naciente. Y se produjo un intercambio de poblaciones, perfectamente natural, que en otros casos fueron expeditamente aceptados por la comunidad internacional (como el resultante de guerras entre India y Pakistán, o entre Grecia y Turquía, entre otros).
Nunca crear, siempre destruir
La exigencia del liderazgo de Arafat de que los refugiados palestinos regresen a Israel (lo que terminó arruinando las negociaciones en Camp David en 2000 y los motivó a la más sangrienta agresión), implica una paradoja notable para su movimiento nacional.
Si desean un Estado palestino independiente, no es lógico proponer a un tiempo la división de su pueblo. Uno no puede ser un nacionalista palestino, y simultáneamente impulsar la despalestinización de su propia gente, por medio de pedir que una parte de ésta sea israelí.
Esta paradoja no la señalo sólo yo. La menciona expresamente Khalil Shikaki (director del Centro Palestino de Investigación Política y Opinión de Ramallah) en su artículo en el Wall Street Journal de la última semana de julio 2003).
Lo que Shikaki omite es que la paradoja tiene una explicación, clara y dolorosa. El movimiento nacional palestino no procura ningún logro nacional, nunca lo ha procurado, ni siquiera la independencia. Lo que busca es la destrucción del otro. En aras de ese objetivo, está dispuesto a sacrificar a su propia población, sea perpetuando la miseria de los refugiados, sea educando a sus niños en el odio y en modelo de la autoinmolación como antesala del paraíso, sea en el rechazo reiterado de crear su propio Estado para convivir con Israel (como hicieron en Camp David).
La responsabilidad de los refugiados árabes es de ellos. Si hubieran aceptado la partición de 1947, no habría habido ningún refugiado.
La responsabilidad de las guerras sangrientas en el Medio Oriente, es de ellos. Si hubieran aceptado alguna de las proposiciones israelíes en aras de una paz genuina, no habría habido en nuestra región tanto torrente de sangre de ambas partes.
Una de las expresiones más trágicas del objetivo arafatista de destruir al otro y de no construir nada para su propio pueblo, es la conmemoración de la «nakba» que ha comenzado hace algunos años. Los líderes palestinos no estimulan a su gente a celebrar ningún logro propio, sino a lamentarse de los ajenos, y así cada 15 de mayo manifiestan con violencia contra la independencia de Israel. No plantean una medida que resuelva la adversidad de sus refugiados, sino una que permita destruir Israel. Por eso el malogrado Primer Ministro Abu Mazen había despertado nuevas esperanzas al descartar la insistencia arafatista de que los refugiados palestinos sean «repatriados» a Israel. (Por supuesto, en la prensa española Abu Mazen fue bastante impopular, porque indicaba una posibilidad de paz con Israel.)
El sino trágico de los palestinos es que su problema tiene una solución al alcance de la mano. Como lo señaló Albert Memmi, todo su sufrimiento comenzó porque se trasladaran (en general voluntariamente) a unos pocos kilómetros de distancia, hacia terruños con su mismo idioma y costumbres. Si no fueron absorbidos, es porque sus hermanos los líderes árabes quisieron (y quieren) usarlos como peones políticos para seguir amedrentando a Israel.
Con una módica contribución de los inagotables pozos petroleros sauditas, y buena voluntad, el problema se resolvería en cuestión de meses.
Pero los medios de difusión, enceguecidos por su obsesión anti-israelí, han optado, también en este tema, por echar más leña al fuego en vez de estimular la solución. Quienes legitiman la cortina de humo que se llama «refugiados palestinos», y de este modo alientan demandas irredentistas encaminadas a destruir el Estado judío, ellos son el problema. El de la perseverante enemistad para socavar a Israel, que sí es un asunto serio. A diferencia del otro, es muy profundo, y su solución aún no se ve en el horizonte.
El artículo tiene sus años pero no ha perdido la más mínima vigencia.

viernes, 19 de octubre de 2007

Llega la intifada

Llega la intifada
Serafín Fanjul (http://www.libertaddigital.com)

Estaba cantado. Cuando hace dos años advertíamos de que los disturbios de Francia se extenderían a España sin remisión no descubríamos nada prodigioso. Sin dotes de adivinación ni virtudes sobrenaturales, cualquier observador atento y con alguna información podía alcanzar las mismas conclusiones. Tal vez uno de los problemas de nuestro país consista en que hablar de lo obvio, con frecuencia, es una hazaña heroica o, al menos, un descubrimiento peregrino que suscita sorprendidas llamadas de algunas televisiones o emisoras de radio al inocente descubridor de la evidencia. Y decimos inocente en su sentido original y básico, porque tal es quien avisa de las devastaciones producidas por inmigrantes que nos habían de caer, entre la indiferencia casi general y la complicidad de las televisiones al servicio del Gobierno de Rodríguez, que son todas las de cobertura nacional: los enemigos no son los inmigrantes, ni siquiera los que delinquen, son los españoles prestos a encubrirles con eufemismos, ocultaciones y una cuidada selección de imágenes y discursos, con el objetivo de birlar al pueblo español la imagen real de cuanto está ocurriendo.
Y empecemos por otra obviedad: en nuestro país no hay racismo ni xenofobia en proporciones perceptibles a efectos sociológicos. Pocos españoles en su sano juicio rechazan a los extranjeros que trabajan, respetan el ordenamiento legal y se integran en una sociedad, la nuestra, que tantas oportunidades ofrece para ello. Y resulta no poco reconfortante y emotivo ver en las fiestas y concentraciones de masas españolas –ya sea el 12 de Octubre o una manifestación de afirmación patriótica, a favor de la bandera o contra la ETA y sus cómplices– a inmigrantes, sobre todo hispanoamericanos pero también negros africanos, marchar a nuestro lado enarbolando nuestra enseña y expresándonos la solidaridad que demasiados españoles regatean o niegan de plano a la comunidad que les da de comer a diario. Entre nosotros no hay racismo, pero la tesonera acción de la autodenominada izquierda conseguirá que lo haya, creando primero malestar y después odio contra ciertos grupos de inmigrantes, también dispuestos a poner de su parte cuantos gestos y actos les puedan convertir en indeseables, por ejemplo, cometiendo delitos innumerables o haciendo muy patente su vagancia. Y sobran las oenegés que, amén de oficina de empleo para progres, son paternalistas protectores y garantes de personas a las que, sencillamente, hay que poner en la frontera.
Los sucesos de este 18 de octubre en la Cañada Real (Madrid) se han saldado con treinta policías heridos, algunos detenidos (que el juez pondrá en libertad de inmediato agarrándose a cualquier argucia leguleya), una batalla campal en la que la Policía – eso de las "Fuerzas del Orden" me suena a enmascaramiento cobarde para no llamar a las cosas por su nombre y asumir las consecuencias– se ha llevado la peor parte y, en especial, se ha puesto de manifiesto una vez más algo bien sabido por quienes sí queremos enterarnos de cuanto sucede: los inmigrantes marroquíes indocumentados se agrupan en guetos, los ocupan y proclaman más o menos a las claras como de su propiedad y establecen nuevas zonas liberadas del control político y administrativo del Estado. Por si no teníamos bastante con amplias áreas de Vascongadas donde se vive esa situación desde hace luengos años, ahora vienen ciertos moros –no todos, pero numerosos– a cerrar el paso a las leyes españolas ocupando solares que no les pertenecen y declarando con los hechos la inoperancia de nuestras normas y forma de convivencia en "sus" territorios.
Para ser justos y no desenfocar la cuestión es preciso recordar que en esas acciones vandálicas – que no son las primeras– andan implicados gitanos rumanos (a los que los rumanos honrados, la inmensa mayoría, detestan cordialmente) y... españoles de lo peorcito de cada casa (yonquis, okupas, traficantes y mangantes diversos). No es un conflicto "de inmigrantes", sino generado y desarrollado en determinados grupos de determinadas procedencias al socaire de las facilidades que la irresponsable, o dolosa, política de inmigración de Rodríguez, Caldera y demás tropa ha proporcionado a gentes que acuden a España y no a otros países europeos porque vivir del cuento, burlarse de las leyes o delinquir es aquí mucho más fácil.
Pero como no hay que achacar todos los desaguisados a buenismo o simple negligencia –que también pesan a la hora de fomentar la inmigración salvaje, como hace el actual Gobierno– cabe preguntarse por las motivaciones que inducen a cometer esta fechoría. Se ha hablado de la pretensión de amarrarse los votos de los recién llegados, supuestos sustitutos de los ya inexistentes proletarios; también se contempla el objetivo de atomizar la sociedad española en etnias y creencias enfrentadas, cuando no yuxtapuestas, para mejor dominarla; e incluso no falta la posibilidad de que la izquierda se esté vengando, de manera irresponsable y frívola, de su fracaso histórico como grupo hegemónico por la vía de arruinar todo el edificio del Estado. Todo podría ser pero, sobre todo, estas posibilidades no son mutuamente excluyentes. Todas, incluida la mera incompetencia por los conflictos de orden público que provocaría la mera aplicación de la legislación vigente.
Según datos policiales, en España hay un número similar de ecuatorianos y marroquíes (en torno a 700.000) y, sin embargo, la cantidad de procesados por delitos es unas diez veces mayor entre los segundos. No es una opinión, es un hecho, al cual debemos añadir, para percatarnos de la dimensión del dislate que están perpetrando nuestros políticos (unos adrede y otros por omisión y escapismo), que en Marruecos los índices de delincuencia son reducidos, dado el control del individuo que ejerce la sociedad musulmana, con mayor eficacia que la Policía. ¿Qué pasa, pues? Que el "papeles para todos", las viviendas para inmigrantes por delante de los españoles, la inopia ante actitudes inadmisibles como la pañoleta "islámica" para las niñas y la facilidad con que aquí sortean los delincuentes los infinitos meandros legales están cumpliendo el papel de imán de cuanta gentuza sobra en el país del sur. Y está claro que no me refiero al grueso de la inmigración de esa procedencia.
De momento, los salvajes de Cañada Real, entre lloros y barbarie, están cuestionando la misma existencia de nuestro Estado. Y no descarten que, de repente, algún político, solo o en compañía de otros, arbitre una solución mágica en la tónica habitual de parches y remiendos: facilitar pisos gratis a quienes apedrean a la Policía. Tome nota cuanto español, joven o no, carezca de vivienda: nada de cheque-ladrillo, aquí lo que hay que hacer es armar bronca, cuanto más cerca de La Moncloa, mejor.

miércoles, 17 de octubre de 2007

¡Qué horror!










El genocidio armenio


TURQUÍA
La verdad sobre el genocidio del pueblo armenio
Por Jeff Jacoby
¿Fueron los armenios víctimas de un genocidio durante la Primera Guerra Mundial? En el momento de los hechos nadie lo consideró como tal; principalmente, porque la palabra genocidio aún tardaría treinta años en adquirir carta de naturaleza. Ahora bien, quienes se propusieron dar a conocer al mundo lo que estaban haciendo los turcos encontraron otros términos para describir esa matanza de colosales dimensiones, patrocinada por el Estado otomano.
El New York Times, que sólo en 1915 dedicó 145 artículos a la cuestión, hablaba de matanzas "sistemáticas", "deliberadas", "organizadas por el Gobierno"; incluso hacía referencia a una "campaña de exterminio". En su edición del 25 de septiembre de aquel año podía leerse el siguiente titular: "Armenia, amenazada de extinción"; y en la noticia a que éste daba paso un

funcionario afirmaba que los turcos estaban embarcados en "la aniquilación de todo un pueblo".
Los diplomáticos destacados en la zona también sabían que se estaba perpetrando un genocidio avant la lettre. Los informes consulares norteamericanos filtrados al Times informaban de que los turcos habían desatado una "guerra de exterminio" contra los armenios, "especialmente contra los adeptos a la Iglesia Gregoriana, de la que forman parte el 90% de los armenios". En julio de 1915 el embajador norteamericano, Henry Morgenthau, telegrafió a Washington que el "crimen racial" estaba en curso. Se trataba, decía, de "un intento sistemático de extirpar a las pacíficas poblaciones armenias y (...) llevar a ellas la destrucción y la miseria". Morgenthau resaltaba que lo que estaba sucediendo no era una serie de estallidos fortuitos de violencia, sino una matanza a escala nacional "dirigida desde Constantinopla".
Otro diplomático norteamericano, el cónsul Leslie Davis, describió con todo detalle el "reino de terror" que hubo de contemplar en Harput y en las inmediaciones del lago Goeljuk, donde yacían "miles y miles" de cadáveres de armenios asesinados. Las deportaciones masivas –centenares de miles de armenios fueron cargados en vagones de mercancías y enviados a morir al desierto, cuando no se les puso directamente en manos de los escuadrones de la muerte– eran mucho peores que las matanzas in situ, según Davis. "Mucha gente escapa de las matanzas, mientras que una deportación como las que aquí se estilan equivale a la muerte más terrible para casi todo el mundo".
Nos han llegado descripciones, algunas debidas a misioneros norteamericanos, de las "terribles torturas" de que hablaba Morgenthau. Las mujeres y las niñas eran violadas y, después, obligadas a caminar desnudas bajo el sol abrasador. Muchas víctimas fueron crucificadas sobre maderos; mientras agonizaban, los turcos se mofaban de ellas diciéndoles: "¡Que venga ahora tu Cristo y te ayude!". La agencia Reuters informó de que en una aldea hasta un millar de personas podrían haber sido encerradas en un edificio de madera y quemadas vivas, y, en otra nota, de que numerosos hombres y mujeres habían sido atados con cadenas y arrojados al lago Van.
Talaat Pasha, ministro del Interior cuando el Gobierno turco decidió liquidar a los armenios, no se paraba en barras a la hora de señalar el objetivo. "El Gobierno (...) ha decidido destruir por completo a dicha gente [los armenios], que vive en Turquía", escribió a las autoridades de Alepo. "Ha de ponerse fin a su existencia (...), y no debe prestarse consideración alguna a la edad o el sexo [de los perseguidos], ni a los remordimientos de conciencia".
El Gobierno turco sigue negando el genocidio del pueblo armenio, pero la evidencia histórica, recogida en trabajos como el impactante The Burning Tigris, de Peter Balakian, es impresionante. Aun así, muchos que saben lo que ocurrió, especialmente los integrantes de las Administraciones Bush y Clinton, así como destacados ex congresistas que hoy ejercen de lobbistas, como el republicano Bob Livingston y los demócratas Dick Gephardt y Stephen Solarz, son cómplices de Ankara en dicho negacionismo.
Particularmente deplorable ha sido la reticencia de ciertas organizaciones judías de primer nivel a llamar por su nombre al primer genocidio del siglo XX. Me refiero, por ejemplo, a la Anti-Defamation League, al American Jewish Committee y al American Israel Public Affairs Committee. Cuando Andrew Tarsy, director de la ADL para Nueva Inglaterra, se manifestó partidario de que el Congreso reconozca el genocidio armenio, fue inmediatamente despedido. La ola de protestas que siguió a esta decisión hizo que la ADL, finalmente, se echara atrás. De hecho, poco después reconoció que el asesinato de un millón de armenios a manos de los turcos otomanos en 1915 fue "realmente equivalente a un genocidio".
Las demás organizaciones deberían hacer lo mismo que la ADL. Su falta de disposición a reconocer que los turcos perpetraron un genocidio se explica por su temor a que empeore la situación de la ya asediada comunidad judía turca, o peligre la crucial relación militar y económica que Israel ha forjado con Turquía. Se trata de preocupaciones honorables. Pero no justifican que se guarde silencio ante un muy deshonroso ataque a la verdad. La negación del genocidio debería ser intolerable para todo el mundo, pero especialmente para quienes han hecho del "Nunca más" un principio sagrado.
Ahora que la violencia yihadista está derramando tanta sangre inocente, desde Darfur a las
Torres Gemelas, disimular ante la yihad de 1915 sólo puede ir en beneficio de nuestros enemigos.
El genocidio perpetrado contra el pueblo armenio es un hecho histórico indiscutible. A quienes rehúsen admitirlo debería caérseles la cara de vergüenza.


JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
La versión original de este artículo fue pubicada en el BG el pasado 23 de agosto, es decir, mucho antes de que el Comité de Exteriores de la Cámara de Representantes aprobara un dictamen en el que se califica de "genocidio" la matanza perpetrada contra el pueblo armenio en 1915.

lunes, 15 de octubre de 2007

Mundo libre ¿hasta cuándo?

Irán, la bomba, y el mundo libre
Por Julián Schvindlerman

A medida que se acrecienta la evidencia del radicalismo del presidente iraní, en tanto más ciudadanos israelíes sufren los embates de cohetes lanzados por agrupaciones terroristas patrocinadas por Teherán y soldados norteamericanos mueren en Irak y en Afganistán en manos de milicias armadas por Irán, a la par que la República Islámica anuncia haber cruzado aún otra meta más en el sendero nuclear y se suceden nuevas y frágiles resoluciones en la ONU, resulta cada vez más claro que la comunidad internacional parece haberse resignado a la pronta realidad de un Irán nuclear.
Las disparatadas afirmaciones del presidente iraní (el Holocausto es un mito, no hay homosexuales en Irán) y sus peligrosas amenazas (Israel debe ser borrado del mapa, Irán será nuclear, quieran o no), así como las excentricidades varias organizadas por Teherán (desde la conferencia “Un Mundo Sin Sionismo” del 2005 hasta la competencia de caricaturas negadoras del Holocausto del 2006), y el progreso en su programa nuclear, han generado mucha conmoción mediática y considerable actividad diplomática, pero hasta el momento no han despertado la determinación mundial mancomunada necesaria para definitivamente frenar las ambiciones abrumadoramente hostiles del régimen teocrático iraní. Ambiciones, cabe acotar, globalmente publicitadas por Teherán.
Ya pasaron cinco años desde aquel momento en el año 2002 en que el proyecto nuclear iraní adquirió atención pública a partir de una denuncia efectuada por miembros de la oposición local. Durante el período 2003-2005, Francia, Alemania y Gran Bretaña probaron la vía diplomática suave, vale decir, diálogo con Teherán, ofrecimientos de incentivos, concesiones comerciales, etc, nada de lo cuál logró disuadir a los ayatollahs de su objetivo nuclear. Una oferta rusa de enriquecimiento de uranio iraní en suelo ruso fue igualmente rechazada por Teherán. Para cuando Washington logró derivar el dossier iraní al Consejo de Seguridad de la ONU y eventualmente adoptar dos resoluciones condenatorias, la república islámica ya había logrado enriquecer uranio en cascadas de más de tres mil centrifugadoras y su presidente disponía de la confianza tal para despreciar dichas resoluciones y aseverar que su país sería, tarde o temprano, nuclear. La oposición rusa y china a nuevas y robustas sanciones es tan decidida que Estados Unidos, junto con su nuevo aliado, la Francia de Nicolás Sarkozy, está explorando el canal de sanciones fuera del marco de la ONU. Y aún así, conforme ha informado el Wall Street Journal, dichas sanciones aparentemente no incluirán la importación iraní de combustible refinado, que representa el 40% de su consumo interno, y es por razones obvias su Talón de Aquiles más expuesto. Incluso en Washington subsiste la corriente de apaciguamiento: cuando recientemente la Casa Blanca quiso designar a las Guardias Revolucionarias Iraníes como una organización terrorista, el Departamento de Estado se opuso y efectivamente trabó la iniciativa por aprehensión a la repercusión en algunas cancillerías.
La brecha entre declaraciones ofuscadas y acciones prácticas puede ser especialmente apreciada en la política iraní de la Alemania de Angela Merkel. Durante su discurso de septiembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas, ella comparó a Mahmoud Ahmadinejad con Adolf Hitler. No obstante, apenas una semana previa a este discurso, su propio Ministerio de Economía esponsoreó una feria de promoción de lazos comerciales entre compañías alemanas e iraníes en la localidad de Darmstadt. Alemania es uno de los principales socios comerciales de Irán, habiendo exportado u$s 5.000 millones solamente el año pasado. Según Yossi Klein Halevi, corresponsal en Israel de la revista The New Republic, cinco mil firmas alemanas -incluyendo a BASF, Siemens, Mercedes y Wolkswagen- continúan operando comercialmente en la teocracia musulmana. Ya se ha criticado desde esta columna la visita de la Orquesta Sinfónica de Osnabruck a Teherán. Que músicos alemanes estén tocando para los ayatollahs iraníes a la par que empresas alemanas comercian con Irán bajo el patrocinio del gobierno alemán, es un trasfondo que no cuaja muy bien con la vehemencia de Merkel en la ONU. China y Rusia al menos no fingen. El problema no es la hipocresía alemana solamente. Durante el período 2000-2005, el comercio entre la Unión Europea y la República Islámica de Irán casi se ha triplicado. Irán destinó el 70% de ese ingreso a su programa nuclear.
La ambivalencia occidental es ubicua. Muy simbólicamente quedó captada en la abominable invitación que extendiera la Universidad de Columbia al líder iraní y la esquizofrénica recepción que le dio su presidente Lee Bollinger al tildar a Ahmadinejad de “mezquino y cruel dictador” habiéndole cedido el prestigioso podio y una inmerecida legitimidad. Más grave aún ha sido la afirmación implícita de la universidad, que, al invitar a un incitador al aniquilamiento de Israel, ha involuntariamente anunciado que apoyar u oponerse al genocidio contra el pueblo judío es un tópico legítimo de debate, tal como ha observado Caroline Glick del Jerusalem Post. Las cálidas recepciones brindadas al déspota iraní en Bolivia y Venezuela marcan, a su vez, una triste página en la historia política latinoamericana.
La familia de las naciones cuenta con instrumentos jurídicos y diplomáticos suficientes como para detener al actual provocador régimen iraní. Tal como juristas internacionales han señalado, Ahmadinejad continuamente está violentando la Convención contra el Genocidio que expresamente prohíbe “la incitación pública y directa al genocidio”. E Irán continuamente comete crímenes contra la humanidad con cada acto de terror que apaña, viola resoluciones de las Naciones Unidas con cada paso que da hacia la procuración nuclear, y ofende a la Declaración Universal de los Derechos Humanos con cada acción de represión interna que toma. Todos estos abusos ya han sido tolerados por demasiado tiempo. Cada día que pasa acerca más a Teherán al umbral nuclear y al mundo libre a una situación de exposición insostenible. Lo más trágico de este asunto es que al optar por no transitar aquellos caminos que pacíficamente llevarían al ostracismo iraní, el mundo libre está estrechando su propio margen de acción, dejándose a sí mismo enfrentado a la última de las alternativas: la vía militar.

Paradojas de la tolerancia

Paradojas de la tolerancia
Por Julián Schvindlerman (Para LA NACION)

El siglo XX ha sufrido un mal extremo y ha conocido un bien supremo, al haber sido simultáneamente el siglo del totalitarismo y de la democracia. Fue un siglo de dos guerras mundiales, de matanzas implacables y de genocidios descomunales, del Holocausto y de la internacionalización del terror. Y además de haber causado millones de muertos con sus guerras bestiales, el siglo XX presenció el asesinato de unos 170 millones de personas en situaciones de no beligerancia, un guarismo aproximadamente cuatro veces superior al número total de muertos en los campos de batalla de todas las guerras ocurridas durante los primeros 88 años del siglo último, según el investigador R. J. Rummel. El 99% de esos asesinatos se produjo en regímenes totalitarios. Así, los más grandes imperios asesinos del siglo pasado han sido la Unión Soviética (mató a 62 millones de personas), China comunista (mató a 35 millones) y la Alemania nazi (mató a 21 millones).

Estas cifras devastadoras contrastan con la historia de las democracias. El político y poeta sueco Per Ahlmark indicó que en la Primera Guerra Mundial participaron 33 países, diez de los cuáles eran democracias que no combatieron entre sí. En la Segunda Guerra Mundial participaron 52 naciones, entre ellas 15 democracias que no abrieron fuego unas contra otras. El profesor Rummel ha estudiado, a su vez, el número de guerras acaecidas desde comienzos del siglo XIX hasta fines del XX y comprobó que hubo 198 guerras entre dictaduras, 155 guerras entre dictaduras y democracias y ninguna guerra entre democracias. A idénticas conclusiones ha arribado otro investigador, el académico Bruce Russet, quien, luego de analizar todos los conflictos bélicos de los últimos dos siglos, advirtió sobre la inexistencia de guerras entre Estados democráticos desde 1815 en adelante.

Esto confirma el famoso postulado de Immanuel Kant en el sentido de que las democracias propenden a la paz (interna, en el ámbito social, y externa, en las relaciones internacionales) y las dictaduras propenden a la violencia (interna, mediante la represión, y externa, mediante la contienda bélica). Esta precisa y visionaria observación kantiana es también apreciable hoy en día, si se miran el genocidio de Sudán, la guerra civil en Somalia, el desafío nuclear norcoreano e iraní y el fenómeno del terrorismo internacional promovido por movimientos irredentistas apadrinados por Estados totalitarios.

Los principales agentes de desestabilización global contemporánea son naciones o agrupaciones de extracción totalitaria.
Las sociedades democráticas –las que no han sido sino otra cosa que el desenlace lógico del aprendizaje colectivo del concepto de la tolerancia y de su consecuente institucionalización jurídica– deben ponderar sus nociones de tolerancia en el marco de una realidad de intolerancia. Paradójicamente, las naciones violadoras de los derechos humanos se amparan en el concepto liberador de la tolerancia para justificar sus infracciones. Ellas invocan nociones del respeto a la soberanía nacional y no injerencia externa en asuntos domésticos, o proclaman el derecho al particularismo religioso y reclaman el debido respeto a la diversidad cultural, precisamente para encubrir sus transgresiones. Estas actitudes pervierten el supuesto de la existencia de un lenguaje común a la humanidad en materia de derechos humanos básicos y libertades individuales fundamentales. La Declaración Universal de los Derechos Humanos presupone la existencia de un común denominador moral entre los hombres y las mujeres del globo. Pero ¿cómo afirmarla ante quienes izan la bandera del relativismo cultural y religioso para defender sus actos violatorios de esos mismos derechos que se presuponían comunes a toda la humanidad? ¿Debe respetarse la diversidad religiosa y cultural aun cuando bajo su amparo se realicen acciones criminales e inmorales? El activista libertario canadiense Irwin Colter señala una ironía al sugerir que antaño los principios atenientes a las relaciones entre religión y derechos humanos tenían por fin combatir la intolerancia contra los derechos humanos ejercida en nombre de la religión, mas hoy en día enfrentamos la intolerancia del pluralismo religioso, al que se ha llegado en aras de los derechos humanos. A propósito de lo cual, con lógica demoledora el filósofo Lévi-Strauss oportunamente acotó que si todo es relativo el canibalismo, es una cuestión de gustos.

Así vemos que la preservación de los derechos humanos demanda firmeza ante la intolerancia. Las sociedades libres, basadas en la tolerancia, han de reconocer que, en palabras del pintor y ensayista español Antoni Tapies, “es un error creer que la tolerancia es siempre buena y la intolerancia es siempre mala. Pues es evidente que mostrarse intolerante [frente al asesinato, la crueldad, el terrorismo, etc.] será siempre una virtud digna de elogio”. La idea de que la tolerancia está ante todo y por sobre todo sonará reconfortante, pero no deja de ser un cliché peligroso que nos expone a perder aquello que con tanto esfuerzo los libres del mundo supimos conseguir. Hay situaciones que nos exigen que seamos inflexiblemente intolerantes. ¿No fue Voltaire, acaso, quien dijo que debíamos ser tolerantes con todo menos con la intolerancia? Así como en el pasado ha sido necesario hacer la guerra para defender la paz, un acuciante desafío moral contemporáneo es el de comprender y aceptar que la defensa de la tolerancia requiere una cierta dosis de intransigencia. Sólo así podremos darle combate a la intolerancia, para algún día -en la caracterización de Elie Wiesel- “despojarla de la falsa gloria que le confiere su escandalosa ubicuidad”.

El Eje del Mal V


"La Estratègia de los Secuestros,Modelo de Desgaste del Eje del Mal" Punto Debil de la Sociedad Israelì
Daniel Maoz (Porisrael.org Dori Lustron)

"Dos fracasos tácticos de Tzahal, uno en la frontera con Gaza, el otro en la frontera norte con Hizballah, colocaron a Israel en una situación estratégica de debilidad"
(Yuval Diskin, director del Servicio de Seguridad General de Israel, apenas finalizada la guerra de Líbano, respecto a la importancia estratégica de un secuestro de soldado y su influencia en la situación de seguridad de Israel en la región).

Introducciòn
Píenselo de la siguiente manera: Cuál es la diferencia entre los 28 intentos de secuestro de Hizballah entre el mes de Mayo de 2000 y Mayo de 2006 con el intento, exitoso, de secuestro del 12 de Julio de 2006?. Por qué decide Israel, por primera vez en 6 años, responder al secuestro de dos soldados el día 12 de Julio de 2006, luego de decenas de intentos frustrados por Tzahal?.
El alcance estratégico del secuestro y sus efectos directos en la posición de Israel en Medio Oriente representa la base de nuestra explicación. Comencemos a desenmascarar las causas de la utilización de la herramienta del secuestro por parte del eje del mal. Podrán apreciar como, de manera planificada, el eje Hamàs-Hizballah y sus patrones desgastan a la sociedad israelí.

Desarrollo
La estrategia del secuestro tiene dos objetivos. Uno, a largo plazo. El otro, inmediato. A largo plazo, es posible forzar a Israel a costosos renunciamientos de terroristas presos en las cárceles israelíes, y entregar el soldado secuestrado.
A corto plazo, dueño de intrínseca relación con el primero, el objetivo es generar daño psicológico a la sociedad israelí.
Historias de desgaste a través de soldados secuestrados no sobran. Uno de los soldados símbolos de Israel es el copiloto Ron Arad, desaparecido en suelo libanés el 16 de Octubre de 1986. Veinte años más tarde, Israel no sabe cual fue su paradero. La operación "Temperatura del Cuerpo", ordenada por Israel a sus fuerzas de seguridad e inteligencia apenas cayó Ron Arad en manos de terroristas de la organización Amal-Hizballah, fue, sin temor a equivocarnos, la mayor inversión que hizo alguna vez un país para encontrar a un ser humano. Además de esto, sin resultados reales.
Este es el secreto de la herramienta del desgaste a través del secuestro. Si bien la OLP secuestraba aviones en los años `60 y `70, el objetivo era lograr la atención del mundo, titulares en los medios de prensa y luego de un periodo de algunos días, el suceso finalizaba. En general, como sucedió en cada intento de secuestro de la OLP desde1969, Israel rescató a los rehenes, a veces con mayor éxito, otras con menos. Excepto una vez, cuando el 26 de diciembre Israel se rindió al chantaje del terror, la OLP y sus asociados siempre falló en el uso de la herramienta del desgaste a través del secuestro. Memorable será, especialmente, el rescate de Entebbe, así como la liberación de avión secuestrado de la línea Sabena en el aeropuerto de Lod, el 9 de mayo de 1972.

"Secuestro Suicida"
La premisa de trabajo del eje del mal es clara: un intento de secuestro que tenga éxito, se traduce inmediatamente en la imposibilidad de Israel de intentar una operación de rescate. La operación de rescate, incluso, se ve imposibilitada de ser llevada a cabo si Israel reúne la información necesaria acerca del lugar donde es retenida la victima. La razón de esto?. La respuesta se puede encontrar en la ideología misma del eje del mal, traducida en concepción operativa: El martirio como herramienta misma (explosión en un bus) o como elemento secundario en el caso de un secuestro. Los terroristas que retienen a la victima son dueños de la concepción del martirio. No lucharán en caso de un intento de rescate de Tzahal. Simplemente, apretarán el botón que activa el explosivo. Las consecuencias ustedes podrán imaginarlas.
Este es el caso ya sea para Hamàs como para Hizballah. La dificultad operativa de efectuar un intento de rescate que cuente con serias posibilidades de éxito, seria inmediatamente descartado por la cúpula política israelí, ya, desde 1997 [1]. En aquel entonces, quien en aquel momento se desempeñaba como director de Inteligencia Militar del ejercito, general Moshe Yaalòn, luego comandante en jefe del mismo, declararía públicamente: "en caso de secuestros por parte de organizaciones como Hamàs, nuestras posibilidades de efectuar una operación de rescate tienden a cero".
Ahora bien, este punto, así fue interpretado por la cúpula político-militar de Hamàs, en el área palestina, y por parte del liderazgo de Hizballah. Ambas organizaciones entendieron, a mediados de los años `90, que un esfuerzo operativo de gran escala, es decir, de secuestrar, podría generarle a la organización un "beneficio sin precedentes" [2]. El secuestro se convertiría, pues, en una herramienta que poco se puede hacer para combatirla. Intentará revertir éste difícil argumento, que reza que el secuestro suicida no tiene solución operativa, al llegar al fin de nuestra líneas. Analizaremos, primero, cual esel beneficio que goza el "eje del mal" al utilizar esta herramienta.

" Beneficio: Desgaste y Guerra Psicológica"
Ya lo han dicho todos los lideres enemigos que, alguna vez, ha enfrentado al Estado de Israel: La sociedad israelí es sensible a las victimas. Los muertos representan un ancla cargada en la espalda de la sociedad israelí. Teniendo en cuenta esta constante, que caracteriza a la sociedad israelí ya desde su nacimiento en 1948 (de la cual debemos enorgullecernos), enfrentemos el problema. El enemigo interpreta la preocupación de la sociedad israelí ante el problema de las bajas militares civiles como sinónimo de debilidad (recuerden, amigos, la teoría impuesta por Hassan Nassrallah el 25 de mayo de 2000: "la sociedad israelí es como una telaraña, fuerte de lejos, débil y fácilmente de destruir cuando uno se acerca. No soporta bajas, por esta razón, se escapó de Líbano" [1]). En su concepción, Israel Y su sociedad no soporta dos cosas: primero, muertos. Se trate de civiles como soldados. Segundo, secuestros a largo plazo

[1] Para repasar la "teorìa de la telaraña" de Nassrallah, regresar a la primera entrega. En la misma explico cual es la visiòn del eje del mal sobre la democracia israelì y la cuestiòn de la sensibilidad por las vìctimas.
Para entender la estrategia del secuestro, utilizada por Hamàs, Hizballah y sus patrones sirio-iraníes, resulta existencialmente necesario (perdón por el término) entender la concepción operativa del eje del mal. La misma se centra en su visión de la debilidad de Israel que comentamos líneas atrás. La delineamos, entonces:

1- Secuestro es considerado una derrota táctica de Tzahal aún mayor que la muerte de un soldado en combate.

2- Secuestro capta la atención de todos los medios de prensa, aún más, que el asesinato de un soldado

3- Secuestro genera en Israel, su sociedad, gobierno y Tzahal, una sensación de incertidumbre.

4- Secuestro es el comienzo de un evento, no su fin. Caída de soldados en combate con organizaciones terroristas es el fin de un evento, no su comienzo.

5- Secuestro es un evento que no tiene fin conocido. Su finalización puede producirse muchos años más tarde. Un combate puede durar algunas horas. De hecho, los hay a diario, donde terroristas mueren casi todos los días.

5- Secuestro genera sensación de trauma: reina la incertidumbre acerca de la situación del soldado secuestrado

6- Guerra Psicológica: el eje del mal secuestra, sin informar durante años acerca de la situación del soldado secuestrado

7- Secuestro genera daño psicológico continuo en la sociedad, gobierno y ejército

8- Secuestro genera, en especial, debates morales en Israel: liberar terroristas a cambio, cuantos, que calidad de terroristas, etc., son preguntas que pocas respuestas tienen. Por un lado, familias de soldados secuestrados que exigen, justamente, llevar a cabo todos los esfuerzos posibles para recuperar a sus hijos.

Por el otro lado, se encuentran las familias que sufrieron victimas de sus hijos de parte de aquellos terroristas a ser liberados. Dilema poco común entre las sociedades occidentales, màs moneda casi diaria en Israel.

" Concepción Ofensiva de Lucha contra Secuestros"
Es correcto, una vez efectuado el secuestro de soldados israelíes, ya sea de parte de Hizballah, como de parte de Hamàs, la posibilidad de rescate de rehenes a través del uso de la opción militar se convierte en poco probable.
Sin embargo, existen otros medios para resolver el problema de secuestros por parte del eje del mal. Si bien dijimos y explicamos que la herramienta del secuestro desgasta a la sociedad israelí, especialmente a nivel psicológico, es posible generar una concepción militar-operativa de desgaste del enemigo. Que se quiere decir?, lo explicamos, pues, de la siguiente manera. Sin comenzar a desarrollar el argumento que dice que una entidad democrática-occidental posee herramientas para eliminar el problema del terrorismo de cualquier clase, entre otras formas, a través del uso de la fuerza militar [4], se hace necesario convencerse a sì mismos acerca de la posibilidad de generar una sensación de desmoralización y persuasión entre los líderes terroristas.
Israel, país modelo de la lucha contra el terrorismo desde su existencia, ha demostrado que existen modelos de disuasión de grupos terroristas, incluso, de corte fundamentalista islámico. Se pretende argumentar, pues, que Israel cuenta con herramientas militares para persuadir organizaciones de utilizar la herramienta del secuestro. La misma se basa en dos aspectos.
El primer aspecto de disuasión con el que cuenta Israel frente al terrorismo islámico y su herramienta de secuestro es un arma de doble filo, irónicamente, para Hamàs y Hizballah. El secuestro de líderes de toda índole, tanto de Hamàs como de Hizballah, representa una alternativa persuasiva que puede conducir a las cúpulas de ambas a tomar la decisión acerca de la inconveniencia de utilizar la técnica del secuestro. Ustedes se preguntarán, con justa razón, quienes son aquellos terroristas objetivos a ser secuestrados para servir de cartas de cambio, una vez, y para que aleccione a las organizaciones terroristas de no volver a secuestrar. La respuesta es muy clara: "todo aquel líder terrorista, que se involucra de alguna u otra manera en actos de terror, es un objetivo apto para Israel" [5]. Líder terrorista no es aquel que ordena un acto de terror o un secuestro. Líder es todo miembro de Hamàs o Hizballah que cuentan con reconocimiento local como tales.

"Institucionalización de Hamàs o Hizballah: Cierta Ventaja para Israel"
Siempre es necesario observar y analizar las dos caras de la moneda. Por un lado, sin lugar a dudas, Hamàs y Hizballah se fortalecieron los últimos 10 años. Especialmente, a tal punto de lograr convertirse en partidos políticos y llegar a la posición, ambos dos, de "semi-estados". Esto es negativo para Israel. Por un lado, la estrategia de persuasión de Israel frente a estos dos grupos-semi países no funcionó. Por el otro, profundos procesos internos en el mundo árabe-islámico llevó al crecimiento del fundamentalismo islámico. Dejemos esto de lado y concentrémonos en el aspecto positivo del crecimiento de ambas organizaciones del terror.
Hamàs y Hizballah duplicaron, quizás aún mas, sus clases de lideres. Hoy día no sólo se trata de líderes expertos en actos terroristas, sino, incluso, sorpréndanse: de parlamentarios (!!). Correcto, grupos terroristas que tienen primer ministro (Ismail Haniah, en el caso de Hamàs), decenas de diputados, cancilleres, líderes sociales de profunda influencia en sus respectivas sociedades, hombres que sirven de contacto con los regimenes patrocinadores (Siria e Irán), etc. Esto permite desenmascarar al círculo del terror. Más allá del involucramiento directo o indirecto en actos terroristas, lideres políticos como diputados deben ser objeto a ser capturados por Israel por el mismo hecho de pertenecer a organizaciones que buscan destruir al Estado de Israel. La pertenencia social o política es un detalle anecdótico. Decenas de líderes secuestrados por parte de Israel generará la concepción en Hamàs o Hizballah que la herramienta de desgaste a través del secuestro es ineficiente. El líder de ambas organizaciones terroristas predica el paraíso, mas su objetivo es vivir larga vida y por supuesto, no ser eliminado por Israel (o encarcelado).
La actitud ofensiva por parte de Israel y el diseño de una doctrina de iniciativa militar y de inteligencia, junto a la necesidad de reunir coraje político, puede cambiar la imagen de Israel ante el secuestro de soldados: comenzar a deliberar acerca de la liberación de centenares de terroristas a cambio de un soldado israelí.
Quisiera concentrarme en el segundo aspecto de la actitud ofensiva frente a la amenaza de la estrategia del secuestro, propuesta con éxito por el eje del mal.
También basándonos en la necesidad de persuadir al enemigo de abandonar la estrategia del secuestro, Israel debe utilizar su poder frente a la sociedad civil palestina, en caso de Hamàs, y chiita-libanesa en caso del Hizballah.
Israel, como país ejemplar en el respeto por los derechos humanos de sus ciudadanos y de los ciudadanos del enemigo en tiempos de guerra o paz, debe adaptarse a la realidad que le indica la región y los actores que en ella demuestran un comportamiento salvaje.
Lo explicaré de la siguiente manera. El tema de los terroristas capturados en cárceles israelíes representa un punto sensible en la sociedad palestina y chiita-libanesa (si bien Israel casi no tiene en sus cárceles terroristas de Hizballah). Esto quiere decir, que el terrorista preso en Israel representa un punto de debilidad en el enemigo. Hamàs o Hizballah están atentos a este profundo grado de sensibilidad en las sociedades árabes por los terroristas presos. Pues, muy bien, podemos aprovechar la debilidad del enemigo para hacernos más fuertes y, de esta manera, reforzar la imagen disuasiva de Israel. Esta imagen disuasiva de Israel previene guerras, atentados o secuestros.

"Jugar las Reglas de Juego de Medio Oriente, No las de Europa "
Un secreto a voces convertido en realidad poco entendible para muchos: los presos palestinos de Hamàs o de Hizballah cuentan con todos los derechos, propios de democracias ejemplares. Entre aquellos derechos la visita constante de representantes de veedores de la Cruz Roja Internacional, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Amnistía Internacional. Pero esto no es todo. Un derecho especial que reciben los terroristas condenados por la justicia israelí es recibir visitas de familiares periódicas, cartas y obsequios de las mismas. Además, la posibilidad, gratuita, de estudiar una licenciatura en la cárcel en la "Universidad Abierta" de Israel (la única condición es que estudien en hebreo, lo cual no es problema grave). Y si comenzamos a "recortar" los presupuestos y sus derechos, para así presionar a los lideres terroristas cuando secuestran y tienen éxito?.
Imagino que todos conocemos el hecho que los soldados israelíes no reciben ningún beneficio al estar secuestrados por Hamàs o Hizballah. La guerra psicológica, dictada por sus líderes, reza que ni siquiera se puede informar a Israel o sus familias el estado de salud de los soldados. Ni siquiera si están vivos o muertos, como sucedió entre el 8 de Octubre de 2000 hasta el mes de Marzo de 2004. En aquella ocasión los padres de tres soldados israelíes secuestrados dentro de Israel recibieron la noticia del estado de salud de sus hijos luego de efectuado el intercambio. Cuando el avión de Alemania retiró los féretros de Beirut, se informó a Israel que los soldados estaban muertos.

Resumiendo
Israel debe revertir la rueda del secuestro. La estrategia de secuestrar soldados israelíes debe ser respondida con especial fuerza, utilizada de manera inteligente, por parte de Israel. Esto demostrará al enemigo existencial de Israel que el daño que sufrirán Hamàs o Hizballah es mayor que el beneficio a obtener. El cambio de concepción exigido debe ser efectuado en Israel. El cambio de concepción que reza "esperar y negociar", hacia una estrategia de "iniciativa ofensiva puntual" contra lideres terroristas primero, y afectando el punto de equilibrio de la sociedad palestina o chiita libanesa, nos encaminarán a una realidad persuasiva. La misma evitará, como sucedió en los años `70, la renunciación al secuestro como técnica de desgaste contra Israel y su sociedad democrática.
Una situación donde organizaciones terroristas, semi-estados terroristas, impongan las reglas de juego al Estado de Israel es no sólo inaceptable. Es peligrosa.
Los invito a desenmascarar la "Estrategia de la Propaganda y la Desinformaciòn" que hace uso el "Eje del Mal" contra Israel y el Pueblo Judìo. Esta estrategia y sus mitos contra Israel genera, en muchos casos, rechazo al Estado Judìo .


(1) Entendiedo el recordado suceso de Octubre de 1994, cuando una unidad de elite de Tzahal intentò rescatar al soldado secuestrado, sargento Najshon Waxman. En el mismo, los dos terroristas suicidas hicieron estallar una carga explosiva dentro del cuarto donde se hallaba secuestrado el soldado, al escuchar la irrupciòn del comando especial israelì. Ademas, el jefe de la fuerza de rescate, Mayor Nir Poraz, cayò en el intento de rescate. Su padre, Maoz Poraz, fue secuestrado como piloto de aviòn de la aerolinea nacional, El Al, por un comando combinado de OLP y FPLP-CG el 26 de diciembre de 1968. Israel, en aquella ocaciòn, liberò a decenas de terroristas a cambio del aviòn de El Al, que habìa sido desviado a Argelia. Maoz Poraz, piloto del mismo, caerìa en los combates de la guerra de Yom Kipur, 1973, como piloto de combate. Su hijo, Nir, sacrificò su vida intentando salvar la de Najshon Waxman, en 1994.

[2] Respecto a los beneficios de una polìtica planificada de intentos de secuestros, el fundador y planificador de atentados de Hamàs, Jeque Ahjmed Yassin, periòdico Al Aharam, 27 de julio, 1996.

[3] Para repasar la "teorìa de la telaraña" de Nassrallah, regresar a la primera entrega. En la misma explico cual es la visiòn del eje del mal sobre la democracia israelì y la cuestiòn de la sensibilidad por las vìctimas.

[4] Daniel Maoz, 2006: "Puede un Ejèrcito Convencional Vencer en la Lucha contra el Terrorismo", publicado en diversos medios.

[5] General Amnon Shajak, director de inteligencia militar, 8 de Abril, 1988, periòdico del ejèrcito Bamajanè

domingo, 14 de octubre de 2007

Las caras de ZP

Solo ...






.... o en compañía

lunes, 8 de octubre de 2007

Desmontando las mentiras de los adoradores de la intifada

Fabian de http://fabitas.blogspot.com nos permite conocer un poco mejor el desencadenante de la famosa y adulada intifada palestina:
La Guerra Palestina estaba planeada de antes

Me parece que es conveniente traducir al castellano este artículo de Khaled Abu Toameh, periodista palestino, que apareció allá por el 19 de septiembre de 2002. No siempre se dispone de esta información en castellano y la gente que no lee inglés anda repitiendo gansadas por ahí, como que Ariel Sharón "provocó la Intifada", "La Intifada fue espontánea", etc. Nada más lejos de la realidad, como verán. Guarden este post en favoritos, y linkeen a él cuando haga falta. Esta es la primera parte, el artículo es un poco largo y lo voy a postear en dos partes. Para aquellas personas en las que la causa palestina es sólo una máscara con la que cubren el odio contra los judíos, les digo: ustedes nunca cambiarán. Pero este mito se lo pueden guardar ya saben donde. Saludos.

Khaled Abu Toameh
19 de septiembre de 2002.
Jerusalem Post

Cómo empezó la guerra.

Una cronología de movimientos palestinos que llevaron a la irrupción de violencia hace dos años demuestra que fue planeada previamente y encendida con el tema de Jerusalén.
Unos días después del fracaso de la cumbre de Camp David de julio 2000, la revista mensual de la Autoridad Palestina, Al-Shuhada, ("Los Mártires"), publicó la siguiente carta el 25 de julio: "De la delegación de negociadores [en Camp David,] dirigida por el comandante y símbolo, Abu Ammar (Yasser Arafat) al bravo pueblo palestino, estén preparados. La Batalla por Jerusalén ha comenzado."
La carta apareció durante las secuelas de reportes que salían de Camp David sugiriendo que la cumbre había fracasado por la intransigencia de Arafat. Según las fuentes de la AP, la carta fue escrita por un consejero importante de Arafat y previamente aprobada por el jefe de la AP.
La carta fue publicada en una revista distribuida sólo entre personal de seguridad de la AP. No apareció en ninguno de los periódicos diarios publicados en Jerusalem o Ramallah. Por eso, el mensaje que Arafat le estaba enviando a sus hombres armados era claro: "Estén preparados para una confrontación abierta con Israel, porque me niego a aceptar los dictados israelíes y norteamericanos."
Un mes después - mucho después de que Arafat hubiera vuelto a Gaza - el (ex) jefe de la policía de la AP, Gen. Ghazi Jabali, le dijo al diario oficial palestino Al-Hayat Al-Jadida el 14 de agosto: "La Policía palestina va a liderar junto con los nobles hijos del pueblo palestino, cuando la hora de la confrontación llegue."
Freih Abu Middein, el Ministro de Justicia de la AP, dijo que podía ver la escritura en la pared. En una entrevista con el mismo diario publicada el 24 de agosto de 2000, advirtió: "La violencia está cerca y el pueblo palestino está dispuesto a sacrificar incluso 5000 personas." La declaración tuvo lugar luego de una serie de reuniones que Arafat había tenido con sus ministros del gabinete.
Otra publicación oficial de la AP, Al-Sabah ("La Mañana"), el 30 de agosto de 2000, hizo eco del tono de escalada cuando declaró unos pocos días después: "Avanzaremos y declararemos una intifada general por Jerusalem. El tiempo de la Intifada ha llegado, el tiempo de la jihad ha llegado."
La escalada retórica empezó incluso antes de que Arafat y su entorno hubieran dejado Camp David. Un funcionario de la AP que estaba con Arafat dijo que el jefe de la AP estaba furioso con Israel y los Estados Unidos porque lo habían acusado a él de ser responsable por la cumbre estropeada. Sentía que tanto el Primer Ministro Ehud Barak como el Presidente Bill Clinton estaban ahora intentando aislarlo declarando que el pueblo palestino merecía un liderazgo mejor.
A su regreso de Camp David, Arafat recibió una bienvenida de héroe de su gente porque estaba siendo retratado como el líder árabe y musulmán que había rechazado la cesión de sus derechos históricos, nacionales y religiosos. La opinión pública mostró un incremento dramático de su popularidad, e incluso sus rivales religiosos y seculares estaban ahora alabándolo por no ceder. Arafat le dijo a los que vinieron a verlo a Ramallah para desearle buena suerte que había rechazado transformarse en el [Presidente Egipcio Anwar] "Sadat N. 2," quien era denunciado por muchos árabes por firmar un tratado de paz separado con Israel.
"Bienvenido Arafat - el héroe de la guerra y el héroe de la paz," decía un cartel en las calles de Gaza mientras la caravana de automóviles de Arafat recorría el camino desde el aeropuerto hasta su oficina. Otro decía: "Jerusalén está en nuestros ojos, mañana estará en nuestras manos."
Más temprano ese día, cientos de palestinos marcharon en la ciudad demandando un regreso a la Intifada contra Israel. Mantenidos a flote por el fracaso de Camp David, Hamás y la Jihad Islámica emitieron sendos comunicados urgiendo a Arafat a abandonar las charlas de paz con Israel y volver a la lucha armada.
Los dos grupos radicales islámicos consideraban la ruptura de Camp David como otra evidencia de que Israel no era serio en llegar a una paz justa y comprehensiva con los palestinos. Sus voceros también le dijeron a Arafat que si la cumbre probaba algo, era el hecho de que los Estados Unidos permanecían completamente tendenciosos a favor de Israel.
Luego del fracaso de Camp David, Arafat visitó casi todos los estados árabes, excepto Siria e Irak, pidiendo a sus líderes que apoyen su postura. También visitó una cantidad de países europeos en un esfuerzo por explicar su posición.
"Jerusalem y sus lugares santos, especialmente la mezquita Al-Aksa, le pertenecen a mil millones de musulmanes y yo no tengo el derecho de renunciar a ellos en favor de nadie," se reporta que dijo a los reyes árabes y presidentes.
Los líderes árabes le aseguraron a Arafat que estaban con él, pero su tour a otras capitales del mundo luego de Camp David resaltaba el hecho que, por primera vez en años, las simpatías internacionales estaban ahora del lado de Israel. Para Arafat, esto señalaba el comienzo de su aislamiento en la arena internacional.
Por casi tres décadas el líder de la OLP se había acostumbrado a recibir recepciones de carpeta roja de parte de reyes y jefes de estado de todo el mundo. También se había acostumbrado a escuchar palabras amables sobre él y sobre la causa que representaba de parte de sus anfitriones. Ahora las cosas comenzaban a verse diferente para Arafat en Occidente.
El Vice-secretario de Estado de Estados Unidos, Edward Walker fue enviado a un tour regional de 14 estaciones en un intento de última hora para persuadir a los aliados árabes de retirar el apoyo a la postura de Arafat, pero para ese entonces ya era demasiado tarde.
Mientras la presión sobre él aumentaba, Arafat se hizo más desafiante cuando declaró que seguiría con sus planes para anunciar la creación del Estado de Palestina el 13 de septiembre de 2000. En una entrevista con un diario saudita el 1 de agosto, Arafat dijo: "No hay retirada de los plazos fijados para la declaración del estado. Será declarado en el tiempo convenido que es el 13 de septiembre, Dios mediante, sin importar quién esté de acuerdo o en desacuerdo."
Casi todos los estados árabes le dieron su bendición a Arafat por la idea del estado. El jefe de la AP también recibió un compromiso de reconocimiento diplomático del presidente sudafricano Thabo Mbeki, cuyo país tenía entonces un gran impacto en las decisiones de otros estados del Tercer Mundo. Arafat estaba tan confiado de que obtendría un amplio apoyo que le ordenó al Ministerio de Planeamiento y Cooperación Internacional de la AP comenzar a entrenar palestinos para trabajos diplomáticos fuera del país.
Pero el 10 de septiembre Arafat y el comité central de la OLP se vieron forzados a posponer, otra vez, la declaración planeada de estatidad. La decisión sólo incrementó el sentimiento de amargura entre los funcionarios top de la AP que acusaron a Estados Unidos de apoyar ciegamente a Israel y engañar al resto del mundo sobre las razones del fracaso de la cumbre de Camp David.
En conjunción con la ofensiva política, que comenzó casi inmediatamente luego de Camp David, la AP se estaba preparando también para una posible confrontación militar con Israel. Funcionarios de seguridad de la AP entrevistados en los medios locales hablaban abiertamente de una confrontación armada próxima. Algunos incluso advirtieron que las áreas de la AP se transformarían en un "cementerio" para el Ejército de Defensa de Israel si Israel decidía reocupar el Margen Occidental y Gaza. Las declaraciones vinieron en respuesta a dichos del ex Jefe del Ejército de Defensa de Israel Shaul Mofaz, quien advirtió que Israel utilizaría tanques y aviones si los palestinos decidían lanzar una ofensiva armada.
Según reportes de Gaza de mediados de agosto, algunas de las fuerzas paramilitares de la AP estaban manteniendo ejercicios de entrenamiento a nivel de batallón.
Además, muchos funcionarios importantes de seguridad de la AP habían sido enviados a atender cursos de entrenamiento militar en países como Egipto, Yemen, Argelia y Pakistán. En el terreno, los palestinos comenzaron a sentir la tensión cuando miembros de Fuerza 17, la Guardia Presidencial de Elite de Arafat, fueron vistos cavando trincheras y reforzando fuertemente sus posiciones con sacos de arena. En pocos días, la mayor parte de las estaciones de policía y bases de la AP se veían como fortalezas militares.
Mientras se sostenía la cumbre de Camp David, la organización de Fatah de Arafat, la mayor facción dentro de la OLP, comenzó a entrenar a adolescentes palestinos para la violencia próxima en 40 campos de entrenamiento a lo largo del Margen Occidental y la Franja de Gaza.
Algunos funcionarios de la AP y comentaristas de periódicos también comenzaron a llamar a la adopción de la estrategia de Hezbollah, que, ellos creían, había llevado a la retirada del Tzahal del sur del Líbano unos pocos meses antes. Los líderes de Hezbollah, incluyendo al secretario general Hassan Nasrallah, aparecieron en las redes de televisión satelitales árabes para burlarse de Arafat y sus negociadores, arguyendo que Palestina sólo podría ser liberada a través del uso de la fuerza, y no en cumbres como la que había tenido lugar en Camp David.

Cómo empezó la guerra (Segunda parte)

Para entonces, la atmósfera en la calle palestina era una de "vísperas de guerra." Los ministros y representantes de la Autoridad Palestina (AP) incrementaron sus críticas contra Israel y Estados Unidos como parte de los esfuerzos de la AP para refutar acusaciones de que ésta había sido la responsable del colapso de las charlas de Camp David y que los palestinos habían perdido otra vez una oportunidad histórica.
Imanes nombrados por la AP en las mezquitas del Margen Occidental y la Franja de Gaza comenzaron a referirse a Israel como "el enemigo sionista" y urgieron a todos los musulmanes a movilizarse para la guerra contra los "infieles." En palabras de un predicador de Gaza, "Todas las armas deben ser apuntadas contra los judíos, a los enemigos de Alá, la nación maldita en el Corán, la que el Corán describe como monos y cerdos, adoradores del becerro y adoradores de ídolos."
Otros imanes hablaron de la necesidad y el deber de liberar Palestina de los agresores sionistas. Esta vez no se hablaba sólo de liberar el Margen Occidental y la Franja de Gaza. Ahora la demanda era por Jerusalén, Haifa y Ashkelon.
Israel estaba siendo acusado también de distribuir drogas entre los jóvenes palestinos, hombres y mujeres para corromperlos y llevar a cabo la desintegración de la sociedad palestina. Además de las drogas, se creía que los israelíes estaban también detrás de cierto chicle afrodisíaco que estaba en los kioskos palestinos. El objetivo supuesto: convertir a las mujeres palestina en prostitutas.
A medida que las tensiones se intensificaban, los funcionarios de la AP ahora acusaban a Israel de distribuir "cinturones radiactivos" que causaban cáncer.
Una encuesta del 3 de agosto llevada a cabo por el Centro Palestino para la Investigación de Políticas y Encuestas indicaba que dos tercios de los palestinos apoyaban una nueva intifada contra Israel. Esta era la primera vez desde los Acuerdos de Oslo en que la mayoría de los palestinos decían que apoyaban violencia contra Israel.
En un intento para impedir el choque inevitable, funcionarios árabes e israelíes, incluyendo el Secretario General de la AP Tayeb Abdel Rahim y el Vice-Ministro de Defensa israelí Ephraim Sneh se encontraron para reducir tensiones y prevenir el estallido de violencia luego de la ruptura de las negociaciones de Camp David. Los encuentros fueron autorizados por Arafat bajo presión de Washington.
Más de un año después, en el primer aniversario de la Intifada, el líder del Margen Occidental Marwan Barghouti dio una entrevista el 22 de octubre al diario en árabe basado en Londres al-Sharq al-Awsat en la que admitió que él había jugado un rol directo en el encendido de la intifada.
Dijo: "yo sabía que a fines de septiembre era el último período [de tiempo] antes de la explosión, pero cuando Sharón se acercó a la Mezquita de Al-Aksa, este fue el momento más apropiado para el comienzo de la intifada... la noche previa a la visita de Sharón, participé en un panel en una estación de televisión local y aproveché la oportunidad para llamar a que el público vaya a la Mezquita Al-Aksa a la mañana, porque no era posible que Sharón se acercara a al-Haram al-Sharif [el Monte del Templo] así como así, y se fuera pacíficamente. Terminé y fui a Al-Aksa a la mañana... tratamos de crear choques sin éxito por las diferencias de opinión que aparecieron con otras personas en el recinto de Al-Aksa en ese momento... Luego de que Sharón se fuera, permanecí como dos horas en presencia de otras personas, discutimos la manera en que sería la respuesta y cómo era posible reaccionar en todas las ciudades y no sólo en Jerusalén. Contactamos a todas las facciones [palestinas]."
Barghouti viajó a la zona del Triángulo, dentro de Israel más tarde ese día donde debía participar en una conferencia. Explicó: "Mientras estábamos en el auto camino al Triángulo, preparé un folleto en nombre del Alto Comité de Fataj, coordinado con los hermanos [se refiere a Hamás], en el que llamábamos a una reacción por lo que había pasado en Jerusalén."
Imad Faluji, el Ministro de Comunicaciones de la AP, admitió el 11 de octubre de 2001, que la violencia había sido planeada en julio, mucho antes de la "provocación" de Sharón. Dijo: "El que piense que esta intifada comenzó por la visita del odiado Sharón a la Mezquita de Al-Aksa está equivocado, incluso si esta visita fue la paja que quebró la espalda del pueblo palestino. La intifada fue planeada con tiempo, ya desde la vuelta del Presidente Arafat de las negociaciones de Camp David, donde le dio vuelta la mesa al Presidente Clinton. [Arafat] permaneció firme y desafió [a Clinton]. Rechazó las condiciones norteamericanas y lo hizo en el corazón de los Estados Unidos."
Sakher Habash, un miembro del Comité Central de Fatah, dijo en una entrevista con el diario de la AP Al-Hayat Al-Jadida el 7 de diciembre de 2000: "luego de la cumbre de Camp David se hizo claro para el movimiento Fatah, como el hermano Abu Ammar [Arafat] había advertido, que la fase siguiente requería que nos preparemos para un conflicto [con Israel], porque el Primer Ministro Barak no es un socio capaz de acceder a las aspiraciones de nuestro pueblo. A la luz de esta evaluación, Fatah fue el movimiento mejor preparado para un conflicto entre todos los otros movimientos nacionales [palestinos]. [En la cumbre de Camp David] pensamos que el Presidente Clinton iba a ser capaz de presionar al gobierno israelí antes de dejar la Casa Blanca para que Barak esté de acuerdo con una solución política aceptable para nosotros. Pero se hizo claro que la posición norteamericana coincide con la posición israelí: compartir la soberanía sobre al-Haram al-Sharif con nosotros, y dividir Jerusalén Oriental en cuatro o cinco partes para poder garantizar el control israelí allí.
"A la luz de esta información, [luego de] analizar las posiciones políticas a continuación de la cumbre de Camp David, y de acuerdo con lo que el hermano Abu Ammar dijo, se hizo claro para el movimiento Fatah que la etapa siguiente necesitaba preparación para la confrontación, porque el Primer Ministro Barak no es un socio que puede responder a las aspiraciones de nuestro pueblo. Basándose en estas evaluaciones, Fatah estaba mejor preparado que los otros movimientos para esta confrontación. Para poder jugar el papel que se le había asignado, Fatah coordinó sus aparatos administrativos, civiles y soberanos, y no fue sorprendido por el inicio de la actual intifada... el movimiento Fatah creía que el fenómeno de una lucha total aparecería al final de la etapa de acuerdos."
En Octubre, casi dos meses luego de que comenzara la intifada, Arafat fue a la cumbre de Sharm e-Sheikh en contra de la voluntad de la mayor parte de las facciones palestinas y de algunos de sus ministros de gabinete. Fuentes de la AP dijeron que la decisión de Arafat de ir a la cumbre vino principalmente en respuesta a presiones de Egipto y Arabia Saudita, quienes temían que una crisis Israelí-Palestina estaba girando fuera de control. Por lo que concernía a Arafat, el primer ministro Ehuda Barak y su gobierno ya no eran socios de paz.
Como se esperaba, el "acuerdo de cese el fuego" llegado en Sharm e-Sheikh recibió protestas de muchos palestinos, que creían que Arafat estaba bajo una presión inmensa de Washington para acceder. Funcionarios de la AP le dijeron a periodistas palestinos que la aceptación de Arafat del acuerdo "fue hecha más como cortesía para el Presidente Clinton y el Presidente Egipcio Hosni Mubarak, que era el anfitrión de la cumbre." Arafat mismo luego negó que había llegado a ningún acuerdo con Barak. Rechazó un pedido israelí y norteamericano de que llamara directa y personalmente a los palestinos en las calles a que demostraran moderación y volvieran a la calma. "Arafat estaba muy ofendido por las acusaciones de que él había sido el responsable del fracaso de las charlas de Camp David," explicó un negociador palestino. "Por eso no estaba preparado para humillarse a sí mismo llamando a un fin a la violencia."
La intifada fue en realidad lo mejor que le podía haber pasado a Arafat. Vino en el momento justo, porque desvió la furia de los palestinos del régimen corrupto e inepto que él había establecido en 1994. Además, la violencia unió a las facciones palestinas contra el enemigo común, Israel, y reunió a la gente tras el liderazgo de Arafat. En un sentido, la intifada salvó a Arafat y a su gobierno dictatorial porque dirigió el enojo y la frustración contra Israel en lugar de contra la AP.
Otra razón por la cual Arafat no se movió rápidamente para parar la violencia en los primeros días de la intifada es el hecho de que él creía que iba a mejorar su posición en cualquier negociación de paz futura. Arafat esperaba usar la intifada, que suponía que duraría por algunos días, o, a lo sumo, por unas semanas, para decirle a Israel y al mundo que este es uno de los resultados de la ruptura de las conversaciones de paz.
Una de las conclusiones de Arafat luego de Camp David era que la mejor forma para extraer concesiones de parte de Israel era involucrar más países en el proceso de paz. Uno de sus principales objetivos ahora es arrastrar a los países árabes al conflicto con Israel. Repetidamente recuerda a los países árabes y musulmanes que Jerusalén y sus lugares santos son su responsabilidad también.
Arafat y los palestinos se desilusionaron enormemente otra vez por la falta de apoyo de la Cumbre de la Liga Arabe, que tuvo lugar en Cairo en octubre de 2000. Hubo mucho bla bla pero falta de voluntad para hacer nada práctico en el terreno.
Es ahora claro que los pasados dos años de violencia fueron desatados como parte de una estrategia para internacionalizar el conflicto y forzar a Israel a hacer más concesiones. Pero las tácticas violentas se fueron completamente de control y tomaron una momento mortal propio. Queda por ver si hay alguna forma de salir de esto.

domingo, 7 de octubre de 2007

Homosexuales en Irán

Fanatismo islámico: la masacre de 4.000 homosexuales
Robert Spencer
(http://www.eldiarioexterior.com)

En la Universidad de Columbia, el Presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad anunciaba: "No tenemos homosexuales como en vuestro país. No sufrimos eso en nuestro país...

El tema no es si tienen, sino si TENÍAN, porque la homosexualidad está en cualquier sociedad, este artículo explicaría la respuesta de Ahmadinejad. Trata sobre las denuncias del Consejo Nacional de la Resistencia de Irán, Human Rights Watch (de homosexuales), qué castigos se aplican, en qué países y qué dice el Corán al respecto y, cualquier cosa que diga, si se aggiornó o no. Es instructivo.

Si hubiera alguna verdad en esto -- y no hay ninguna -- se debería a que el régimen islámico de Irán los habría matado, puesto que la homosexualidad puede ser un crimen capital en ese país. Un caso célebre tenía lugar el 19 de julio de 2005, cuando dos adolescentes, Mahmoud Asgari, de 14 años, y Ayaz Marhoni, de 16, eran ajusticiados de una manera particularmente brutal en Irán por el crimen de actividades homosexuales. Aunque los funcionarios iraníes insistían en que la sentencia de muerte se debía a la violación de un tercer chico, el Consejo Nacional de la Resistencia de Irán se pronunciaba en otro sentido. Asgari y Marhoni no fueron un caso aislado. Según el colectivo iraní de derechos de los homosexuales Homan, el gobierno iraní ha condenado a muerte desde 1980 a alrededor de 4000 homosexuales. Según Scott Long, director del programa de derechos de los homosexuales de Human Rights Watch, los iraníes sospechosos de ser homosexuales afrontan torturas de manera común. Hossein Alizadeh, de la Comisión Internacional de Derechos Humanos Homosexuales, afirmaba que en Irán los homosexuales viven con "el miedo constante a la ejecución y la persecución y también el estigma social asociado a la homosexualidad".
Esto se cumple no solamente en Irán, sino en casi todas las zonas del mundo islámico. El Corán caracteriza a aquellos que "practican sus actos lujuriosos con hombres antes que con mujeres" como "transgresores de cualquier frontera" (7:81). Un hadith lanza "la maldición de Alá" sobre aquellos que se implican en actividades homosexuales. Un escritor musulmán contemporáneo, Shaykh Abdul-Aziz Al-Fawzaan, llamaba "uno de los actos más pecaminosos conocidos de la humanidad" a la homosexualidad y afirmaba que "es prueba de los instintos pervertidos, el total colapso de la vergüenza y el honor, y la extrema podredumbre del carácter y el alma".
Las opiniones legales en materia del castigo varían. Entre las escuelas de jurisprudencia islámica sunita (madhahib), la escuela Hanafi dictamina una severa paliza por la primera ofensa, y la pena capital si el delincuente reincide. La escuela Shafi ´i dictamina 100 latigazos para el homosexual soltero y la pena de muerte por lapidación si está casado. La escuela Hanbali exige la lapidación en cualquier caso. Mahoma, el profeta del islam, ordenaba a sus seguidores "matar al que sodomiza y al que se deja sodomizar" (´Umdar al-Salik, p17.3). En muchas zonas estas ordenanzas son seguidas aún. El Código Penal Islámico de Irán contra los Homosexuales pide la pena capital por sodomía y un centenar de latigazos por prácticas lésbicas en las tres primeras ofensas, con la pena de muerte en caso de una cuarta.
La homosexualidad es la ofensa capital no solamente en Irán, sino también en Arabia Saudí, Sudán, Yemen y Mauritania. En Malasia, puede conllevar una pena de cárcel de 20 años, y también es ilegal en Afganistán, Argelia, Bahrein, Bangladesh, Bosnia, Egipto, Jordania, Kuwait, el Líbano, Libia, Malasia, Marruecos, Omán, Pakistán, Somalia, Siria, Túnez, Turkmenistán, los Emiratos Árabes Unidos y Uzbekistán, entre otros sitios.
Por supuesto, el Afganistán del régimen de los Talibanes atrajo la atención internacional por matar homosexuales derribando muros sobre ellos. El código penal paquistaní dictaminados años de prisión por actividades homosexuales, pero las sentencias islámicas tradicionales de latigazos y lapidaciones siguen siendo tremendamente populares. Cuando las autoridades de los Emiratos Árabes Unidos detenían a 26 varones a los que acusaban de participar en una boda homosexual masiva -- 12 vestidos de novio y 12 vestidos de novia, mas un disc-jockey y un hombre que debía oficiar la ceremonia -- en noviembre de 2005, las autoridades anunciaban planes de someter a los varones no solamente a latigazos y penas de cárcel, sino también a tratamientos hormonales.
A la luz de todo esto, el silencio de los colectivos de derechos de los homosexuales y la izquierda presuntamente "progresista" a propósito de los esfuerzos globales de los jihadistas islámicos por imponer la ley sharia es espantosamente miope. Mientras que atacan a los cristianos, que no son los que piden que los homosexuales sean encarcelados o asesinados con cualquier excusa, no dicen nada sobre la amenaza real a su supervivencia. Mientras que atacan a Israel, un país gay-friendly, permanecen en silencio a propósito de los asesinatos de homosexuales en el Irán islámico.
La difunta columnista Cathy Seipp recordaba un revelador incidente en marzo de 2006 cuando un amigo suyo entró en una librería City Lights de San Francisco y pidió un ejemplar del libro de la difunta y tan echada de menos Oriana Fallaci La fuerza de la razón. "No tenemos libros de fascistas", respondió de malas el cajero, dejando a Seipp musitando: "Lo más extraño de todo es el escenario de una persona así a la que le desagrada una autora por defender a la civilización occidental frente al islam radical -- cuando una de las primeras cosas que harán esos pobres y oprimidos islamistas si alguna vez llegan al poder en Estados Unidos (que Alá lo prohíba) es aplastar bajo muros a los sospechosos de ser homosexuales".

sábado, 6 de octubre de 2007

El otro eje del mal

EL OTRO EJE DEL MAL: Antinorteamericanismo, Antiisraelismo y Antisemitismo
JULIAN SCHVINDLERMAN
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Introducción
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La ética del poder y el paraíso post-histórico
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El 11 de septiembre y la ideología de la fantasía
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La reinvención del proletariado
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De víctimas y victimarios
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Del antisemitismo clásico al antiisraelismo moderno
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Reflexión final

Introducción
Nadie puede poner en duda el hecho de que el Estado de Israel es globalmente discriminado.
El sionismo (es decir, el nacionalismo judío) es el único movi­miento de liberación nacional alguna vez tildado de racista por la familia de las naciones. Alrededor de un tercio de todas las resoluciones de condena de las Naciones Unidas han caído sobre un único estado, Israel. La Comisión de Derechos Humanos monitorea a los 191 estados-miembro de la ONU colectivamente, en tanto que Israel es examinada separadamente bajo un ítem especial de la agenda. Cuando los Países Signatarios de las Convenciones de Ginebra se reunieron por primera vez, cincuenta y dos años luego de su establecimiento, lo hicieron para debatir a Israel. AI Magen David Adom (la Estrella de David Roja, en hebreo), la organización de asistencia humanitaria israelí, se le niega membresía a la Federación Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja y el Cuarto Creciente Rojo, donde la Cruz Roja cristiana y el Cuarto Creciente Rojo musulmán son agencias reconocidas. Sólo Israel fue objeto de campañas de desprendimiento empresarial en las universidades occidentales, y sólo los académicos israelíes fueron boicoteados por sus colegas en Occidente.
Ídem para la Corte Internacional de Justicia (la más saliente institución legal de la humanidad para resolver disputas entre países), cuyos 15 jueces ponderaron la legalidad de la valla antiterrorista israelí. La CIJ, que ha emitido solamente 22 opiniones desde 1947, ha juzgado a Israel no por cometer crímenes contra la humanidad, sino por evitar que otros los lleven a cabo, tal como aptamente observó el experto en derecho internacional Alan Stephens.
Ninguna nación es tan cotidianamente catalogada de nazi, fascista, imperialista, colonialista, expansionista, genocida y segregacionista, como Israel lo es. Una encuesta europea del 2003 arrojó el sorprendente dato que el 60% de los europeos considera a Israel la principal amenaza a la paz mundial.
Lo que estamos presenciando aquí es esencialmente un proceso de palestinización del discurso intelectual occidental. Es como si algunos formadores de opinión en Occidente hubieran adoptado la terminología intransigente y ofensiva de la Carta Nacional Palestina, el documento fundacional de la OLP que llama a la destrucción de Israel. Este no es un comentario irónico. El Artículo 22 de la Carta denomina a Israel "una base para el imperialismo mundial" y "una constante fuente de amenaza vis-à-vis la paz en el Medio Oriente y todo el mundo", un punto de vista reflejado en la encuesta europea. El sionismo es descrito como "racista y fanático en su naturaleza, agresivo, expansionista y colonial en sus objetivos, y fascista en sus métodos", una caracterización regularmente asignada a Israel aún en respetables plataformas occidentales. El Articulo 9 afirma que la "lucha armada es el único camino para liberar Palestina", un concepto ya incorporado literalmente en varias resoluciones de la ONU. Y uno debiera ser perdonado por pensar que la CIJ pareciera estar respondiendo al Artículo 18 en el que los palestinos declaran "buscar el apoyo de estados amantes de la paz, la libertad y la justicia para restaurar sus legítimos derechos en Palestina..."
Tal lenguaje escapa del ámbito de lo retórico para ingresar al de la incitación. Pierre-André Taguieff, autor de La Nueva Judeofobia, lo expresó de esta manera: si Israel se ha realmente transformado en una entidad tan fea, peligrosa y amenazadora de la paz comparable a la Alemania nazi y a la Sudáfrica del Apartheid, ¿entonces no debiera la comunidad mundial aislar -sino directamente abolir- la existencia del estado judío?
La demonización de Israel es tan total, la crítica tan dura, y la condena tan maniqueísta, que uno apenas si puede considerar esta actitud no tendenciosa o incluso no maliciosa. ¿Se ha convertido Israel, tal como cada vez se dice más seguido, en el judío entre las naciones? ¿Cómo sabemos exactamente dónde termina el territorio soberano de la crítica razonable y comienza el del ataque odioso?
Obviamente, la crítica de políticas israelíes puntuales es juego limpio. No es solamente legítima sino también necesaria. Israel es una nación perfectible, tal como lo es cada nación del planeta. Y este es precisamente el punto: tomar solamente al estado judío para el juicio moral de entre una pluralidad de naciones imperfectas es un acto discriminatorio. Enfocar tanta atención internacional sobre la democrática y diminuta Israel cuando existen mucho más urgentes, y de hecho intolerables, violaciones a los derechos humanos, guerras y destrucción alrededor del orbe, parecería estar un poco fuera de lugar.
Sería incorrecto atar automáticamente toda crítica de Israel al prejuicio o al odio. Pero sería igualmente equivocado ignorar el hecho de que a veces el nexo realmente existe. Cuando la condena a Israel es tan impiadosa, selectiva, desproporcionada y absoluta como lo es actualmente, cuando el estado judío es discriminado de manera tan injusta y demonizado a escala tan vasta entonces, inadvertidamente o no, se cruza una línea; la línea, "fina como un cabello" en palabras del historiador León Poliakov, entre el antiisraelismo y el antisemitismo.
Análogas aunque no idénticas preguntas podemos realizar respecto de la crítica a Norteamérica. ¿Representa la sanción mundial a la única superpotencia una crítica a políticas específicas, o más bien refleja un desprecio por Norteamérica más general y abarcativo? ¿Hay una diferencia real entre el anti-Bushismo y el antinorteamericanismo, o tal como la férrea condena a Sharon puede englobar una fobia oculta a Israel, el rechazo contemporáneo a Bush pudiera quizás enmascarar un odio de base extemporáneo hacia los Estados Unidos? En otras palabras, ¿es Norteamérica, tal como Israel, criticada por lo que hace o por lo que es?
Naturalmente, el paralelismo entre el anti-Bushismo como antinorteamericanismo, emparentado al anti-Sharonismo como antiisraelismo, no es impecable. La noción de la relación entre el pueblo judío con Israel y el antisemitismo milenario no puede equiparase a la formulación simple del anti-Bushismo=antinorteamericanismo. La fórmula anitsharonismo=antiisraelismo seria harto insuficiente para estudiar de manera integral el fenómeno de la crítica a Israel, pero podría su simétrico constituirse en aproximación respetable para el otro caso en estudio. No obstante las diferencias comparativas, hay trazos comunes y vínculos interesantes entre el antiisraelismo, el antisemitismo y el antinorteamericanismo que este ensayo procurara explorar.
A esta altura cabría introducir la obligatoria y pertinente aclaración de que el presente ensayo no postula que el antiisraelismo necesariamente implica antisemitismo, que el antisemitismo obligatoriamente sugiere antinorteamericanismo, o que el antinorteamericanismo siempre va acompañado de antiisraelismo. Advertencia similar a la ya efectuada cabría insertar aquí y reiterar que sería poco prudente siempre emparentar automáticamente a estos ismos, o suponer que toda crítica de Israel esconde una malicia antisemita o una vinculación inexorable con un desprecio por todo lo nortea­mericano y viceversa. AI mismo tiempo, sería igualmente absurdo ignorar los vínculos -estrechos en muchos casos- que unen en una matriz del odio común a estas tres fobias en la actualidad. Después de todo, los propios detractores de Israel, Estados Unidos y el pueblo judío suelen agrupar sus críticas en un mismo conjunto.
Unos pocos ejemplos ilustrarán el punto. La encuesta europea más arriba referenciada, ubicó a los Estados Unidos como la segunda amenaza a la paz global, después de Israel, en las mentes de la mayoría de los europeos. En varias de las manifestaciones europeas y araboislámicas contra la guerra en Irak, los posters burlescos del presidente norteamericano George W. Bush solían estar acompañados de imágenes nazificadas del premier israelí Ariel Sharon. Irán define a Estados Unidos como "el gran Satán" y a Israel como "el pequeño Satán". En las calles de Egipto, Siria, Pakistán y otras naciones árabes y musulmanas se queman conjuntamente banderas norteamericanas e israelíes. En las zonas palestinas, las mismas donde se aplaudieron los misiles Scud que Saddam Hussein lanzó contra centros civiles israelíes en 1991, se venden hoy en día Torres Gemelas de plástico con aviones incrustándose en ellas. "Procurar matar norteamericanos y judíos en todas las partes del mundo es una de las más grandes obligaciones, y el buen acto más preferido por Alá", afirma el magnate terrorista (ex) saudita Osama bin-Laden. "Estados Unidos quiere convertir a Chile en el Israel de América Latina" explica el líder cocalero boliviano Evo Morales. "Los planes estadounidenses para el futuro de la región tras la intervención contra Irak no dejan lugar a dudas: controlar el suministro petrolífero del mundo industrializado e imponer la inserción económica de Israel en Oriente Medio" anuncia el cineasta español Pedro Almodóvar. El granjero radical francés José Bové ataca un MacDonalds en 1999 en el marco de su lucha contra la globalización; unos años después lo veremos en Ramallah denunciado a Israel y apoyando a Yasser Arafat en la Mukata. En tanto que círculos militares argentinos padecen de una teoría conspirativa según la cual los israelíes intentarán algún día invadir la Patagonia, las fuerzas armadas brasileras, nos informa el corresponsal en San Pablo del diario La Nación, "mantienen en el fondo una casi romántica hipótesis de conflicto en que los Estados Unidos podrían tomar la Amazonia”.
Podríamos continuar con más ejemplos de la vituperación trilliza de Israel, los judíos y Norteamérica pero considero que el punto ya es evidente. Digámoslo de otra manera: no se queman al mismo tiempo banderas de Francia y Perú en Nablus, ni se grita al unísono muerte a los argentinos y a los chinos en Irán, ni se considera a Kim Jong II y Hosni Mubarak las mas urgentes amenazas a la estabilidad del orden mundial. No, la crítica empareja a Estados Unidos con los judíos e Israel, los que se han constituido en objetivos del tiro al blanco; abstracto y dialéctico en Occidente, concreto y físico en Oriente.
Ahora bien, ni el antinorteamericanismo, ni el antiisraelísmo, ni el antisemitismo son fenómenos novedosos; pero la confluencia de los tres en una crítica común de acentuada intensidad sí lo es. Mucho se ha escrito sobre el antisemitismo y su relación con el antisionismo, y quizás no habría mayor originalidad en lo que un nuevo ensayo sobre el tema podría aportar. El enfoque que aquí se propone es el de universalizar relativamente el estudio del fenómeno en cuestión, tomando respetuosa distancia de la tradicional aproximación comprensiblemente particularista respecto de esos gemelos infames que son el antisemitismo y el antiisraelismo, e intentar dilucidar los trazos comunes que pudieran existir con el odio a Norteamérica. En otras palabras, procuraremos demostrar cómo hay un común denominador en la base del antiisraelismo y del antinorteamericanismo, fenómeno este último a primeras vistas enteramente distinto y disociado del otro "anti-ismo". Para lo cual estudiaremos primero las características más distintivas del odio a los Estados Unidos con el propósito de poder exponer de esta manera la comunión filosófico-ideológica de este verdadero eje del mal integrado por el antinorteamericanismo, el antiisraelismo y el antisemitismo.
La ética del poder y el paraíso post-histórico
A nivel fundamental, Israel y Estados Unidos son dos naciones imbuidas de un claro sentido de la misión histórica. El estado judío está íntimamente conectado con promesas divinas, profecías bíblicas y la construcción de un país "Luz entre las naciones", en tanto que la empresa norteamericana fue convocada con el lenguaje de la "tierra prometida", la "nueva Jerusalén" y la constante alusión a lo divino, al punto tal de haber sido considerada por algunos observadores como "la nación mas 'judía' en el mundo cristiano". El ideal igualitario y de justicia judío, fuente inspiradora del movimiento sionista, halla su paralelo en la visión libertaria y democrática de Estados Unidos, cuya revolución independentista comienza a gestarse quince años con anterioridad a la revolución francesa de la igualdad, la fraternidad y la libertad.
Actualmente, Israel y Estados Unidos son las dos potencias militarmente más poderosas y científicamente más desarrolladas en sus respectivas escalas: Israel en el Medio Oriente, Norteamérica en el mundo. Ambas naciones comparten en un nivel básico parecidas percepciones de los desafíos mundiales contemporáneos: desde el terrorismo fundamentalista islámico y los programas de proliferación de armas no convencionales en manos de estados totalitarios hasta la desconfianza de estructuras supranacionales como agentes rectores de la conducta global. Esto obedece en gran medida a que ambos países se encuentran enredados en guerras contra el terror, y en el caso de Israel, en una lucha de supervivencia. Esto hace que en lo relativo a la noción del poder -en su uso, su eficacia y su moralidad- estos dos países se distingan considerablemente del resto de las naciones de occidente, y muy especialmente de Europa.
Tienen, desde ya, serias diferencias en muchísimas áreas, pero a un nivel muy esencial ambas comparten una cosmovisión que contiene más similitudes que disparidades. No por casualidad Israel es el principal y más confiable aliado de Norteamérica en Medio Oriente, ni la comunidad judía más grande e influyente del orbe vive en Estados Unidos. Josef Joffe, editor del semanario alemán Die Zeit, define a ambas naciones como "diferentes del resto de occidente, diferentes de la misma manera".
Uno de los grandes vectores que distinguen en la actualidad a la filosofía política de las naciones es, según Robert Kagan, la determinación de dónde "exactamente se encuentra la humanidad en el continuo entre las leyes de la jungla y las leyes de la razón". Estados Unidos e Israel viven en un mundo anárquico hobbesiano en el cual el uso del poder es esencial. Europa (y hasta cierto punto aunque en mucho menor medida Latinoamérica) reside en lo que Kagan denomina "un paraíso post-histórico de paz y relativa prosperidad" en donde el poder es visto como algo maligno y la fe en la negociación y la conciliación es casi absoluta. Razón por la cual, nos explica Victor Davis Hanson, el poder se transforma en el principal medidor de virtuosidad:
"Aquellos sin él merecen la aprobación ética en virtud de su status de víctima; aquellos con él, al menos si son occidentales, y especialmente si son norteamericanos, son ipso facto opresores. Israel podría entregar la totalidad del Margen Occidental, sufrir 10.000 muertes en atentados suicidas, y disculparse formalmente por su existencia, y aún sería despreciada por intelectuales norteamericanos y europeos por ser lo que es: occidental, próspera, segura de sí misma, y exitosa en un mar de abyecto fracaso autoinducido".
Esto explica en gran medida el resentimiento a Norteamérica en occidente, y especialmente en los sectores progresistas, pacifistas y posmodernos que tipifican a gran parte del establishment diplomático y cultural europeo en los que Estados Unidos es visto como un Gulliver descontrolado e irresponsable que ejercita el poder por doquier. En su libro Of Paradise and Power, Robert Kagan describe con brillantez las diferencias transatlánticas en lo relativo a la noción del poder, mostrándonos cómo, habiendo sufrido en su propio suelo las calamidades de dos guerras mundiales en menos de medio siglo, Europa se ha tornado a rechazar la idea del poder y a restringir su uso al mínimo indispensable, mientras que Norteamérica -que desconoce esa perspectiva derivada de una experiencia formativa histórica diferente y habida cuenta de su papel en el mundo como la única superpotencia global- posee una menor aprehensión al concepto del poder y una mayor predisposición al uso del mismo.
¿Cómo una Europa prisionera de un sentimiento de aversión al poder podría no temer a los Estados Unidos cuando con sólo el 5% de la población mundial concentra el 44% del gasto militar del mundo? ¿Cómo cuando esta superpotencia tiene un presupuesto militar que supera al de los diez países que lo siguen y dobla al de la propia Unión Europea ya conformada por 25 países? ¿Cómo no podría aumentar la ansiedad europea cuando ve a Norteamérica en menos de quince años invadir Panamá, liberar militarmente a Kuwait, enviar tropas a Somalía, a Haití, a Bosnia y a Kosovo, y verla derrocar los regímenes afgano e iraquí?
Nótese que de estas intervenciones militares, solamente las dos últimas ocurrieron bajo la administración de George W. Bush. Las dos primeras acontecieron bajo el gobierno de Bush padre y las restantes cuatro durante el mandato de Bill Clinton. Cuando el entonces canciller francés Hubert Vedrine tildó a Norteamérica de "hiperpotencia" (el término superpotencia era insuficiente para describir a un megagigante como USA) lo hizo cuando Clinton era presidente. Y los ataques del 11 de septiembre fueron también planeados cuando el demócrata Clinton estaba en el poder. ¿Porqué? "Porque la bronca extremista contra los Estados Unidos", indica Charles Krauthammer, "es generada por la propia estructura del sistema internacional, no por los detalles de nuestra administración del mismo". Este sea quizás un claro ejemplo de cómo el odio en unos casos, y la suspicacia en otros, hacia Estados Unidos, no debe confundirse con, pues de hecho trasciende, el desprecio a George W. Bush. De la misma manera que la demonización de Ariel Sharon suele ser un sendero indirecto para la denostación de Israel, o de la distinción que el filósofo francés Alan Finkielkraut realiza de la critica política a Sharon de la critica antisemita a Sharon; una incuestionablemente legítima, la otra obviamente no.
Kagan sugiere que la psicología del poder y la debilidad tienen un rol importante en la conformación de percepciones en torno a qué constituye un riesgo cierto o los niveles de tolerancia frente a una amenaza concreta. No es que Europa y Estados Unidos coinciden en la identificación de las amenazas mundiales y discrepan en cuanto a las respuestas; pareciera no haber siquiera consenso en lo relativo a la definición de las amenazas a la seguridad internacional, tal como la guerra en Irak ampliamente demuestra. Este analista ejemplifica el caso con la siguiente ilustración: Imagine a un hombre en un bosque en el que un oso enorme habita, armado sólo con un puñal. Para él, convivir con el peligro que representa la posibilidad de que el oso lo ataque es un riesgo tolerable, dado que enfrentarse a la bestia con un puñal no le da altas chances de éxito. Para un hombre armado con una escopeta, sin embargo, el cálculo de lo que representa un peligro tolerable será distinto. ¿Para qué exponerse a ser devorado por el oso cuando no tiene porque hacerlo? Esto lo podemos apreciar en los datos de una encuesta germano-americana del año 2002 en la que se les preguntó a norteamericanos y europeos que definieran a cuáles de las siguientes amenazas consideraban "extremadamente importante" (las cifras muestran los porcentajes de estadounidenses y europeos en ese orden): terrorismo internacional (91-65), que Irak desarrolle armas de destrucción masiva (86-58), el fundamentalismo islámico (61­49), el conflicto militar entre Israel y vecinos árabes (67-43), las tensiones entre India y Pakistán (54-32), China como potencia mundial (56-19), el caos político en Rusia (27-15).
Como es sabido, con el colapso de la ex Unión Soviética, Estados Unidos se consolidó como la única superpotencia del orbe. Quiera ella o no, y quieran sus críticos o no, recae sobre Norteamérica la responsabilidad de velar por el orden mundial, y es de hecho a ella a quien recurren todos cuando una crisis de envergadura estalla entre cristianos y musulmanes en los Balcanes, entre hindúes y paquistaníes en Asia, entre israelíes y palestinos en Medio Oriente entre partidarios y opositores en Haití. (Oh si, también se recurre a la ONU, una de las organizaciones mas inútiles en la historia de las instituciones multinacionales). Recordemos que Estados Unidos salvó dos veces el siglo pasado a Europa de sí misma, en las francas palabras de Oriana Fallaci: "...y nunca olvido que, si [Estados Unidos] no hubiese ganado la guerra contra Hitler y Mussolini, hoy hablaría alemán. Nunca olvido que si no se hubiese enfrentado a la Unión Soviética, hoy hablaría ruso".
Con una Europa que ha ingresado al estadio de la "paz perpetua" kantiana, en la que las supraestructuras internacionales, las leyes y los tratados marcan el rumbo para la humanidad, y en la que las guerras y las confrontaciones son manifestaciones poco civilizadas de tiempos pasados, con una Europa cada vez más decidida a no actuar militarmente y a mostrarse siempre confiable en la perfectibilidad del alma humana, Estados Unidos no tendrá otra opción mas que continuar siendo ese sheriff despreciado, ese policía global detestado obligado a actuar unilateralmente, no por pasión por el unilateralismo, sino porque Europa simplemente no esta dispuesta a hacer lo que debe hacerse para proteger el orden mundial. Una gran paradoja de las relaciones transatlánticas radica en el hecho de que, como Kagan propone, el pasaje hacia el paraíso post-histórico de los europeos ha dependido en que Estados Unidos no hiciera lo mismo:
"Lo que esto significa es que aunque Estados Unidos ha jugado un rol crítico en traer a Europa a este paraíso kantiano, y aún juega un papel central en hacer posible ese paraíso, no puede ingresar al paraíso. Custodia las murallas pero no puede cruzar el portón. Estados Unidos, con todo su vasto poder, permanece atascado en la historia, pronto a enfrentar a los Sadams y los ayatollas, los Kim Jong IIs y Jiang Zemins, dejando los beneficios para otros".
Esto a su vez hace que Norteamérica deba disponer de los medios necesarios para enfrentar los numerosos desafíos actuales globales y nacionales (más de la mitad de los atentados terroristas de los últimos tres años fueron contra objetivos estadounidenses). Krauthammer así lo explica: "En tanto poder unipolar y en consecuencia el garante de la paz en lugares a los que los suecos no deben ir, necesitamos armas que otros no necesitan. Al estar tan especialmente ubicados en el mundo, no podemos darnos el lujo de tolerar los eslóganes vacíos de aliados que no son lo suficientemente cándidos para admitir que viven bajo el paraguas del poder norteamericano”.
Históricamente, no siempre ha sido este el caso. Cuando Europa era una potencia imperial que dominaba las tierras y los mares, creía en el poder y la gloria marcial. Tal como Samuel Huntington señala en su obra El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, en la última mitad del silgo XIX, Europa extendió su autoridad sobre África, en el subcontinente asiático y otros lugares de Asia. Para principios del siglo XX controlaba directa o indirectamente prácticamente todo Oriente Próximo y Oriente Medio, salvo Turquía. Los europeos o las antiguas colonias europeas (en las Américas) controlaban el 35% de la tierra firme del planeta en 1800, el 67% en 1878 y el 84% en 1914. En 1920, el porcentaje llegó a ser aún mayor, cuando el imperio otomano fue dividido entre Gran Bretaña, Francia e Italia. Que esta Europa condene hoy el "imperialismo" norteamericano, o, para el caso, el "expansionismo" israelí, es poco menos que irónico.
Al contrario de Europa, Estados Unidos hace el trabajo que debe hacerse y luego se retira. Tal como destaca Krauthammer, no pretende imponer una gran visión de un nuevo mundo, un Reich de mil años, o un nuevo hombre soviético, ni de conquistar para extraer recursos naturales, o gobernar por puro placer de dominio. Su propósito es resguardar cierta estabilidad y tranquilidad en el mundo. Debe hacerlo porque otros no lo hacen. O como cierta vez escribió este comentarista: dejaremos a los europeos que nos tengan el saco mientras peleamos, pero no que nos aten las manos.
Las diferencias entre Europa y Estados Unidos han quedado especialmente reveladas luego del atentado terrorista del 11 de marzo del presente año en Madrid, donde el fundamentalismo islámico mato a 201 civiles e hirió a otros 1500. Acontecido durante la ronda final de un proceso de elecciones nacionales, el mismo provocó un cambio de actitud en la sociedad española, la que desplazó sus preferencias políticas hacia el PSOE, partido opositor al gobierno de José Maria Aznar. Matando civiles, Al-Qaida logró derrocar a un gobierno aliado a Norteamérica en su lucha contra el terror. La respuesta del electorado español ha dado lugar al escenario inquietante de que los terroristas musulmanes decidan de ahora en mas repetir atroces ataques contra civiles durante períodos electorales con el objeto de hacer pendular a la opinión pública de las democracias en la dirección por ellos deseada. Otros aliados de Estados Unidos tendrán de ahora en más genuinos motivos de preocupación. Si algunos de ellos fueran a ver un distanciamiento político de Estados Unidos como una medida defensiva frente a potenciales atentados, la brecha transatlántica se ampliaría peligrosamente.
El fenómeno del antinorteamericanismo, sin embargo, no es explicable solamente por la psicología del poder y la debilidad, o por el papel histórico que a Europa y a él le tocan jugar en la actualidad. Este tipo de antinorteamericanismo es de índole nacionalista, definido por una Europa nostálgica de la gloria perdida, frustrada por su irrelevancia geopolítica, y profundamente celosa de la consolidación y el uso del poder norteamericano. En cierto sentido, el proyecto de unificación europea apunta a la conformación de un bloque de poder (fundamentalmente económico) como contrapeso a Estados Unidos. Alvin Toffler encuentra curioso el hecho de que al mismo tiempo que acusan a Norteamérica de pretender homogeneizar el mundo, los europeos creen unidades únicas para el té, el queso, la educación, y el transporte entre otras áreas. Pero hay otra Europa, ya no nacionalista sino de extracción marxista, para la que la norteamericanofobia es parte y parcela de su definición identitaria. Ciertamente, para aquellos que deambulan los senderos del fanatismo religioso o secular, el asunto es distinto. El 11 de septiembre de 2001 cristalizó claramente el sentimiento de antipatía antinorteamericana en tales movimientos.
El 11 de septiembre y la ideología de la fantasía
Cuando el líder tribal azteca Moctezuma vio al navegante español Hernán Cortés y sus hombres por primera vez en las costas mexicanas, la curiosidad y la incomprensión seguramente azotaron su mente con interrogantes en torno a quiénes eran esos sujetos de piel blanca y ropas extrañas, de dónde provenían y qué querían. Moctezuma debió imaginar las respuestas en función a su propia cosmovisión y entendimiento del mundo; es decir, de su mundo. Tomando como referencia la mitología azteca, Moctezuma concluyó que Cortes era el dios Quetzalcoatl. Enfrentado a un acontecimiento fenomenalmente exógeno a su mundo habitual, Moctezuma redujo el evento extraño a las dimensiones por él entendibles. La historia ya nos ha permitido verificar cuán trágico fue para los aztecas ese error comprensible.
Mediante este ejemplo, el filósofo norteamericano Lee Harris explica que el 11 de septiembre de 2001 dejó a los norteamericanos y a occidente enfrentados a un enigma similar al que se le presentó a los aztecas oportunamente, un enigma tan total que incluso cuestiones de nomenclatura se convirtieron en desafíos: ¿había acontecido una tragedia, una calamidad, un acto criminal o un acto de guerra? "Eventualmente la sabiduría colectiva e inconsciente que gobierna tales asuntos prevaleció. Las palabras fallaron, luego cayeron completamente, y todo lo que quedó fue el frío y monumentalmente emotivo set de números, 9/11" escribió Harris (*). Amoldando el episodio a un contexto de racionalidad occidental, muchos buscaron en las motivaciones de los terroristas islámicos la explicación del atroz incidente. Una masacre de civiles tan colosal sólo podía deberse a la desesperación personal, o la pobreza abyecta, o al imperialismo opresor de Norteamérica, o a su apoyo a Israel, o a la presencia de tropas yanquis en Arabia Saudita o a una combinación de estas cuestiones. La conocida alusión a las "raíces causales" del terrorismo cobró una nueva magnitud a partir de aquel fatídico 11 de septiembre.
Lo cual era entendible. Tal como Moctezuma en el siglo XVI, los perplejos observadores del siglo XXI debieron recurrir a su propio entendimiento del mundo para explicar un evento de considerable extrañeza. No que el terrorismo internacional en general, ni el de la variante musulmana en particular, fueran poco conocidos en occidente. Pero la audacia y originalidad de la planificación, la simpleza y efectividad de la ejecución, la singular elección de los objetivos, y la envergadura y letalidad de la conclusión, indudablemente posicionaron a dicho atentado en una nueva y hasta entonces no vista escala de espectacularidad en la historia del terrorismo mundial.
Es por esto que en su libro Civilization and its Enemies: The Next Stage of History, Harris invita a sus compatriotas a recordarse a sí mismos una y otra vez que el mismo evento puede no tener la misma significancia para ellos que la que pudiera tener para los seguidores del Islam radical. Tómese el caso del terrorista suicida. En occidente el fenómeno es visto como una técnica, un medio para obtener un fin mayor: la independencia o la gloria. En los países extremistas de Medio Oriente, sin embargo, el lugar que ocupa el suicido por una causa santa, es decir, el martirio, es un fin en sí mismo: la santificación y exaltación de Ala. ("Los norteamericanos aman Pepsi-Cola, nosotros amamos la muerte" explicó un integrante de Al-Qaida).
Este escritor introduce el concepto de "ideología de la fantasía" para describir el estado mental de quienes idearon y perpetraron el atentado así como de quienes lo aplaudieron y aún aplauden en el mundo musulmán. Para Harris, los extremistas islámicos operan influenciados por una peligrosa seducción a la fantasía colectiva, similar -conceptualmente, no en contenido- a la que aqueja a los movimientos del fin de los tiempos, esos grupos apocalípticos presas de frenesís sobre la inminencia del armagedón, o a varias de las grandiosas y criminales ideologías del siglo XX, como ser el nazismo alemán o el comunismo estalinista, cautivos de falsas utopías. En estos movimientos, el concepto de la creencia adopta una valoración singular. En palabras de Harris: "Decir que Mussolini, por ejemplo, creía que la Italia fascista haría revivir el Imperio Romano no implica que el realizó una examinación cuidadosa de la evidencia y luego llegó a esa conclusión. Mas bien quiere decir que Mussolini tenía la voluntad para creer que la Italia fascista haría renacer al Imperio Romano".
Harris postula que en la cosmovisión musulmana fanática, el propósito del ataque descomunal del 11 de septiembre no fue provocar un cambio de política estadounidense, ni procurar destruir a la única superpotencia mundial, ni socavar el poder de occidente, sino que se trató de una obra de teatro espectacular para consumo interno en el mundo árabe/musulmán. El 9/11 no fue entonces un acto de terror tendiente a debilitar psicológicamente a los norteamericanos o a lograr cualquier otro impacto sobre la sociedad norteamericana. Fue, más bien, un despliegue de "drama simbólico, un gran ritual que demuestra el poder de Ala, una ostentación diseñada para trasladar el mensaje no al pueblo norteamericano sino al mundo árabe". ¿Qué mensaje? Que el Islam es superior a Occidente a pesar de sus falencias actuales, o como decía un póster impreso en 1999 en Pakistán que incluía una foto de Bin-Laden, que "Alá es la única superpotencia". Puesto que el Islam es "una civilización diferente cuya gente esta convencida de la superioridad de su cultura y esta obsesionada con la inferioridad de su poder" en palabras de Samuel Huntington. Y hay un gran resentimiento por los Estados Unidos de América que define la cultura global en el siglo XXI de la manera en que el Islam definió el "orden mundial" catorce siglos atrás, como sugiriera Robert Satloff. (Especialmente elocuente fue esta editorial del periódico marroquí L'Opinion: "Es la espada contra el Tomahawk, un combate a priori desproporcionado. Sin embargo, en este caso la espada se halla preñada de 14 siglos de historia, está cargada de victorias, de derrotas, de frustraciones, de humillaciones y del deseo de vengar una dignidad que se considera escarnecida").
Bajo esta óptica, Norteamérica no fue más que el conejillo de indias para "el gran psicodrama que Al-Qaida y sus seguidores habían ideado para su propio consumo" según Lee Harris. En resumidas cuentas, "el puro David islámico necesitaba un Goliat" y Estados Unidos con todo su chauvinismo cultural, su egocentrismo nacional, su poderío militar, y su hegemonismo económico cumpliría ese rol ideal. Este filósofo norteamericano sustenta su tesis, entre otras cosas, con la evidencia de la ausencia de demandas políticas por parte de Al-Qaida pre o post atentado, por el hecho asombroso que la organización fundamentalista ni siquiera clamó la autoría del ataque en primer lugar, dejando a Norteamérica durante las primeras semanas posteriores al atentado especulando sobre la identi­dad del agresor, y por la ausencia de nuevos atentados terroristas en suelo norteamericano en los años siguientes, puesto que estos carecerían del glamour y la grandiosidad que Al-Qaida buscaba en sus objetivos; un glamour y una grandiosidad indispensables para que la compensación psicológica colectiva fuera efectiva.
La reinvención del proletariado
La propuesta de Harris consistente en intentar ver los eventos, no bajo nuestra propia cosmovisión intelectual, sino bajo la óptica cultural de "los otros" (para usar terminología en boga en la academia), nos permitiría también comenzar a dilucidar el común denominador en el antinorteamericanismo que agrupa a anticapitalistas, antiglobalistas, medioambientalistas radicales, e "izquierdistas todoterreno" -conforme a la caracterización de Pierre-André Taguieff- en occidente, grupos que apoyan con visible entusiasmo al enemigo de turno de Estados Unidos, sea este Osama Bin-Laden, Sadam Husein, o Fidel Castro.
Cuando el compositor alemán Karlheinz Stockausen tildó al 9/11 como "la más grande obra de arte de todos los tiempos" ilustró hasta que niveles de disparidad puede un mismo evento ser interpretado por diferentes actores. Es dable asumir que para el común de la gente en occidente, el atentado representó un ataque terrorista no provocado sobre una nación en tiempos de paz. Para los islamistas significó la puesta en escena de un show criminal para consumo masivo en el mundo árabe/musulmán y además tipificó la proeza musulmana frente a la inmoralidad del infiel. Una democracia fue golpeada, y no cualquier democracia, sino la más robusta y añeja de nuestra contemporaneidad; se trató de un ataque contra el líder del mundo libre, el guardián de los valores mas preciados de occidente.
Y para los habitués legendarios de la izquierda radical, aquellos que ven en Estados Unidos la raíz de todo mal, el país causante de todo lo que esta errado en este mundo, para esa izquierda en la que Norteamérica -o más bien, el odio a Norteamérica- se ha consolidado como el hilo conductor de su propia existencia ideológica, su punto nodal intelectual, para esa izquierda extremista nostálgica de la revolución proletaria, del determinismo histórico materialista, de la lucha de clases y de la pseudoigualdad, para esa izquierda "con ingredientes de Marx y Mao, un poco de Fanon, y quizás un toque de Jean-Paul Sartre" (Harris), el 9/11 reivindicó en sus mentes la lucha de liberación de los oprimidos del mundo, un golpe espectacular de los débiles y los desposeídos. Pues aquella mañana de septiembre, un golpe descomunal fue arrojado sobre una superpotencia, y no cualquier superpotencia sino la única superpotencia. La poderosa Norteamérica había sido golpeada, y no por un estado bien armado sino por una agrupación musulmana clandestina usando el único medio posible del marginado, el arma de los débiles, la misma que los anarquistas de antaño empleaban contra el tirano: el terror. El renombrado lingüista Noam Chomsky fue uno de los primeros en contextualizar el atentado como una instancia de lucha renovada contra el capitalismo mundial. Por su parte, en un ensayo publicado en el journal Policy Review, Harris lo explica así: "Aquí, por primera vez, el mundo había presenciado al oprimido finalmente golpear al opresor; un golpe políticamente inmaduro, quizás, comparable a la toma de la Bastilla por la masa parisina en su furiosa desconsideración de todas las leyes de la humanidad, pero aún un acto igualmente meta-histórico en su significancia: el amanecer de una nueva era revolucionaria”.
El terrorista marxista venezolano/palestino converso al Islam "Carlos el Jackal" declaró al mes siguiente de los atentados que los musulmanes de Al-Qaida "han golpeado los centros de mando de la agresión imperialista yanqui contra los pueblos del mundo: militar en el Pentágono y de especulación financiera en Nueva York… prácticamente todos los muertos son soldados enemigos, de uniforme en el Pentágono y con corbata en Nueva York". Tal como Pierre-André Taguieff señala en La Nueva Judeofobia, la de Carlos es básicamente una postulación leninista y trotskista según la cual está justificada toda acción que acerque la revolución. En uno de sus mensajes Trotsky sentenció: "Sólo es moral lo que prepara el derrocamiento total y definitivo de la bestialidad capitalista, y nada más". Agrega Taguieff en torno a los neoizquierdistas antiestadounidenses: "Vuelven a andar los caminos del ensalzamiento del odio total que ya se observaban en la tradición revolucionaria, como atestigua este párrafo lleno de arrojo que le debemos al Che Guevara: “El odio como factor de lucha. El odio intransigente al enemigo, que arraiga más allá de los límites naturales del ser humano y hace de él una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados deben ser así'."
Vista como una desigual lucha de los desheredados del orbe contra el capitalista opresor, es entonces inevitable y hasta comprensible que el despojado recurra a métodos non-sanctos pero siempre bien justificados, como Trotsky nos recordaría. Al reducir los atentados del 11 de septiembre a sus "causas" (humillación, pobreza, opresión, desigualdad, etc.), al catalogar a los Estados Unidos como el mal absoluto mas allá de toda redención, y al ungir al pobre musulmán despojado y desesperanzado como el nuevo arquetipo portador de la promesa reivindicadora del proletariado, la nueva/vieja izquierda radical materializa, en efecto, lo que Taguieff denomina el "Eterno retorno alucinatorio del Che Guevara... un residuo de guerrillero, una brizna de Robin Hood, un aire de mártir islámico". Así queda entonces edificada la posmoderna, nihilista, e inmoral reinvención del proletariado. Es el colgar un pasacalle en el inconsciente colectivo con el eslogan de una falsa promesa para el porvenir de la humanidad: el aggiornamiento del anarquista de otrora ahora reformulado en el packaging del terrorista islamista radical. Muy acertado estuvo Olivier Roy al afirmar que Bin-Laden ha islamizado el sentimiento antiestadounidense latente. Sería una suerte de islamización del marxismo, donde la lucha de clases se desdibuja en una guerra santa. Si antes hablamos de la palestinización del discurso intelectual en torno a Israel, bien podríamos ahora postular la islamización de la ideología neomarxista actual en relación a los Estados Unidos de América.
¿Que irónico, no? que estos neoizquierdistas que siempre han visto a la religión como el opio del pueblo, ahora se alíen a su manifestación mas fundamentalista y oscurantista.
Demás está indicar que esta visión rosada de los terroristas binladenistas como combatientes cheguevaristas es pura tontería. Ver a un grupo de dementes consumidos por el fanatismo coma la vanguardia de la revolución social es un buen ejemplo de la ideología de la fantasía introducida por Lee Harris ya enunciada. Y en este caso especialmente, la denotación de la palabra fantasía es doble. Primeramente en el sentido ya descrito, en querer creer algo y aferrarse a ello al margen de la realidad objetiva. Y en segundo término en lo relativo a un hecho que la propia doctrina marxista ha enunciado como condición para el éxito de la revolución: la supremacía del realismo político por sobre la utopía deseada.
Al-Qaida no puede provocar la caída de Norteamérica ni menos aún del sistema capitalista o del libremercado, efectúe uno o treinta atentados más como los del 11 de septiembre. Atentados del tipo sin lugar a dudas crearían un sentimiento de psicosis en la sociedad norteamericana, afectarían su economía y estándar de vida, y dañarían sus prioridades nacionales. Pero al mismo tiempo, acentuarían el etnocentrismo nacionalista estadounidense, convertirían a Norteamérica en una nación cerrada sobre sí misma y más unilateralista y militarista que nunca, más dispuesta que nunca a derrocar entidades esponsoreadoras del terror, y por sobre todo más unida que nunca a nivel popular. Este es el punto justo donde Lee Harris encuentra la paradoja de la noeizquierda revolucionaria:
"Pero esta condición, recordemos, es precisamente lo opuesto a las condiciones políticas objetivas que, según Marx, deben estar presentes para que el capitalismo sea derrocado. Puesto que el Marxismo clásico requiere, con bastante realismo, un estado que esté siendo literalmente partido por el disenso interno. La revolución, en síntesis, demanda una guerra civil completa dentro del propio orden social capitalista, dado que nada que se aleje de eso puede lograr el objetivo que la revolución persigue. Entonces, ataques al estilo 9/11 que sólo sirven para reforzar la ya considerable solidaridad entre clases en los Estados Unidos son, desde la perspectiva del Marxismo clásico, fatalmente errados... las únicas masas que fueron motivadas por la puesta en escena de esta fantasía fueron las que habitan las calles árabes; una población patéticamente incapacitada de controlar incluso los aspectos mas elementales de su propio destino político, y en consecuencia apenas el material del cual un revolucionario verdadero podría tener la esperanza de dar forma a un instrumento de transformación histórico-mundial."
Es una deshonra para lo que pudiera haber de virtuoso en la teoría marxista que quienes se consideran sus fieles herederos ideológicos pretendan forzarla para encasillar un acto político criminal en el marco teórico del marxismo tradicional y malusarlo de esta manera como justificativo de su sentimiento antiestadounidense. Pertenecen a la misma caña de los pseudopacifistas europeos y latinoamericanos que nos explicaban, durante la guerra en Afganistánn, y después en Irak, que la democracia no se exporta, que debíamos entender y respetar la diversidad cultural de otras zonas del planeta y de otros sistemas de gobierno, aún cuando esos sistemas fueran políticamente totalitarios, religiosamente fundamentalistas, socialmente retrógrados, y policíacamente represivos. Como señalara un analista, a los talibanes afganos y a los baatistas iraquíes había que comprenderlos en el marco del relativismo cultural, sólo los norteamericanos debían ser juzgados absoluta e inmisericordiosamente.
De víctimas y victimarios
La irracionalidad y la contradicción son, en este esquema multiculturalista, una constante intelectual, al igual que lo son la teoría conspirativa y las acusaciones infundadas. El peor ataque contra Estados Unidos sobre su propio suelo en los últimos casi doscientos años no despertó empatía con los sobrevivientes, simpatía con la nación, o comprensión por su necesaria defensa preventiva. Muy al contrario, generó la que posiblemente sea la mas furiosa alzada de sentimiento antiestadounidense a escala global desde la guerra de Vietnam, si no peor. Libros que afirmaban que la CIA provocó los atentados del 11 de septiembre y sus casi 3000 muertes norteamericanas se convirtieron en best-sellers en Francia y Alemania. (¿Convierte esto a George Tenet, el titular de la CIA, en un bolchevique de la avantgarde revolucionaria?).
Cuando las autoridades norteamericanas tomaron la decisión de fotografiar y tomar huellas dactilares de ciudadanos de muchos países del mundo, incluyendo a los brasileros, que ingresaran al territorio estadounidense, Julier Sebastiao da Silva, un juez brasilero dijo: "Considero el acto absolutamente brutal, amenazador de los derechos humanos, violador de la dignidad humana, xenofóbico y digno de los peores horrores cometidos por los nazis" y decidió adoptar la infantil "represalia" de replicar la medida norteamericana, convirtiéndose así en un nazi bajo sus propios estándares, tal como acotó James Taranto del Wall Street Journal. (Además, agregó el columnista, "uno pensaría que los niños del Brasil serían especialmente cautos en arrojar analogías nazis"). Luego de que el presidente Bush anunciara el objetivo espacial de poner un astronauta en Marte, Sebastián Dozo Moreno, escritor y profesor de literatura, publicó una nota de opinión con una insólita hipótesis en La Nación:
"George W. Bush, el mismo que atacó Afganistán e inició la guerra contra Irak, acaba de anunciar el plan de una misión tripulada a Marte. ¿Existe alguna relación simbólica entre estos hechos?... No parece una simple casualidad que el belicoso presidente de los Estados Unidos se interese hoy por el planeta de la guerra. Mas bien, los hechos insinúan una coincidencia alarmante y significativa: alarmante porque el deseo de Bush de llevar a cabo esa hazaña espacial no parece tener otra intención última que la guerra y su mayor eficacia destructiva: quien conquiste primero el Espacio podrá conquistar, ante todo, nuestro planeta... Decimos que Bush, por su pasión bélica y planes espaciales, 'parecería' estar bajo la nefasta y poderosa influencia del planeta de la guerra, y esto le confiere a los hechos un carácter simbólico muy sugestivo".
Por momentos, la crítica a Estados Unidos es efectuada mediante una defensa de sus enemigos. De esta forma se expresó el cardenal Renato Martino del Vaticano, luego de la difusión de las imágenes de la captura del dictador de Bagdad: “Lo que dio lástima fue ver a este hombre destruido, tratado como una vaca a la que le controlan los dientes. Nos podrían haber ahorrado esas imágenes". (¿Realmente, no? Qué brutos estos norteamericanos, tratar de esa manera a un genocida). Para el docente universitario Ruben Dri, “el terrorismo y la violación fundamental de los derechos humanos se encuentra al norte de Cuba, en los Estados Unidos, y la nación que lucha contra eso es precisamente el pueblo cubano". En líneas similares, una solicitada publicada en Pagina12, titulada “Judíos con Cuba", expresaba “solidaridad con la Revolución Cubana que, en una lucha de 45 años tan férrea como desigual, ha sabido enfrentar con dignidad a las fuerzas hegemónicas mundiales...". Y recordemos a Hebe de Bonafini y su notorio aplauso a Al-Qaeda luego del colapso del World Trade Center.
Los críticos del Tío Sam protestan además su imperialismo cultural, estereotipado en la Mcmundialización del orbe, prototipo del engendro materialista que está agobiando al mundo y a sus habitantes. Se quejan de la globalización uniformizante de la MTV, la Coca-Cola, Hollywood y Madona, sin comprender que la ideología de la Jihad fundamentalista es al menos igual de globalizadora y definitivamente más peligrosa. Después de todo, lo peor que le puede pasar a un occidentalista enfadado es tener que abstenerse de tomar Coke, ir al Village Recoleta a ver Titanic, o comprar un CD de Michael Jackson en Musimundo. Pero en donde reinan la Jihad y la Sha'aria, a uno le cortan las manos por robar, lo apedrean a muerte por ser infiel, lo arrestan por manejar sola o quitarse la burka de uso obligatorio bajo un sol de 40 grados si es mujer, y lo encarcelan o lo matan por disentir.
Esto sucede porque quienes odian a Estados Unidos (e Israel) son impermeables a la evidencia. Son prejuiciosos en el sentido estricto del término. El juicioso deja que sea la realidad la conformadora de la propia óptica; el prejuicioso forma su opinión y luego no tiene más que desconsiderar a la realidad. Sólo de esta manera puede uno estar convencido de que el programa espacial norteamericano obedece a una “poderosa y nefasta influencia" marciana sobre el presidente Bush, que Norteamérica es un estado nazi por tomar huellas dactilares a algunos visitantes extranjeros, o que el totalitarismo comunista del régimen cubano es digno, (o creer que Israel pretende expandirse del Nilo al Éufrates o que exporta caramelos afrodisíacos, etc.). Y en cuanto a la acusación de odio estadounidense contra los musulmanes (ataca a Afganistán e Irak, se opone a Irán, apoya a Israel, etc.) tiene mucho de teoría conspirativa pero nada de asidero. En palabras de Víctor Davis Hanson:
"El supuesto odio estadounidense a los musulmanes apenas encaja con nuestro record de salvar a kuwaitíes de Iraquíes fascistas, musulmanes en Kosovo y Bosnia de serbios cristianos, o afganos de comunistas rusos y luego de sus propios amos islamistas, todo esto mientras proveemos miles de millones de dólares en asistencia a Egipto, Jordania y la Autoridad Palestina. Fueron los jordanos y los kuwaitíes, no nosotros y no los israelíes, quienes limpiaron étnicamente a los palestinos; iraquíes y egipcios, no nosotros, quienes gasearon a poblaciones musulmanas. Y es a nuestras costas a donde musulmanes agotados del despotismo mesooriental están desesperados por emigrar."
La reversión de víctima y victimario es imperativa para el sostenimiento de la caricatura antinorteamericana. El imán de Bolonia ejemplifica con estas palabras el punto: "Fue la derecha norteamericana la que abatió las dos Torres Gemelas y ahora utiliza a Bin-Laden como tapadera. Si no fue la derecha norteamericana, fue Israel. En cualquier caso, Bin-Laden es inocente y el peligro no es Bin-La­den: es Estados Unidos". Al imán le preocupa una sola cosa, y no es la verdad, sino que quede bien claro que el peligro es Estados Unidos. (Al autor de este ensayo le tocó presenciar en Ginebra a una periodista palestina que, a los gritos, decía a un auditorio de periodistas y diplomáticos que Osama Bin-Laden no era musulmán... sino judío).
Ahora bien, para que ese sea el caso, vale decir, para que Estados Unidos sea el genuino peligro mundial, Bin-Laden y su séquito de terroristas musulmanes deben ser descartados como amenaza o al menos la magnitud de la misma minimizada. El primer paso consiste en diferenciar entre el Islam y la minoría fundamentalista islámica. ¿Se recuerda como de la noche a la mañana, inmediatamente después del 9/11, periodistas que hasta hacía apenas 24 hs. atrás jamás habían si quiera tocado un libro sobre el Islam, nos explicaban con autoridad clerical que el Islam es una religión bondadosa y tolerante? ¿Cómo, pecando de arrogancia, se atribuían a sí mismos los títulos de mejores conocedores del canon islámico que el propio Bin-Laden y lo desmentían cuando el sostenía que era una obligación de todo musulmán unirse a la Jihad? ¿Cómo ignoraban lo que Fallaci denunciaba frustrada, “¿Simples grupos de extremistas? ¿Simples minorías de fanáticos? Son millones y millones, los fanáticos. Son millones y millones, los extremistas"?
Hecha esta distinción se procede a la construcción del mito del fundamentalista islámico como víctima, en donde su acción nunca es motivada por una ideología fanática, el fervor religioso o un odio ciego a la modernidad, sino que es mera consecuencia de sus condiciones sociales de existencia, tales como la humillación y la pobreza (y así, de paso y muy convenientemente, el principio marxista del determinismo socioeconómico queda a salvo, en la apta observación de Taguieff). El escritor francés denomina a esto "una retórica autoprotectora, como un cinturón de seguridad, véase como un mecanismo inmunitario (o autoinmunitario) que viene a prohibir toda critica del Islam o de la conducta de los musulmanes. Se trata de la puesta en marcha de un terrorismo intelectual que desemboca en una conducta 'islámicamente correcta'."
En menor escala y fuera del entorno político al que aquí se alude, una de todas maneras singular manifestación del fenómeno en discusión aconteció en octubre de 2001 durante los disturbios en un partido de fútbol entre Francia y Argelia. Luego de haber recibido el impacto directo de una botella vacía en pleno rostro, la ministra comunista de la juventud y los deportes, Marie-George Buffet, declaró: "No es grave. Por supuesto, no es nada malintencionado, invaden el campo para expresar algo... es preciso comprender a estos jóvenes”.
Es esta misma actitud mental la que explica la devoción en algunos sectores occidentales por racionalizar, proporcionar, contextualizar, entender o directamente justificar cualquier atrocidad terrorista islámica. Para estas almas nobles los musulmanes siempre son víctimas, aún cuando casi la totalidad de las dictaduras del globo estén en su reinado, aún cuando lleven a cabo el 80% de las ejecuciones anuales del mundo, aún cuando en sus cárceles se pudran 2/3 de los prisioneros políticos que hay en todo el planeta. Niegan la tesis de choque de civilizaciones de Samuel Huntington pero aún no logran explicar por qué los musulmanes han estado o aún están enfrentados con serbios ortodoxos en los Balcanes, con rusos en Chechenia, con chinos en Asia Central, con hindúes en India, con judíos en Israel, con budistas en Burma y Afganistán, y con cristianos en las Filipinas, Egipto, Indonesia, Timor Oriental, Sudan y Mauritania. O por qué razón el número de conflictos dentro del Islam es el más alto que en cualquier otra civilización, incluidos los conflictos tribales en África, o el motivo por el cual la década pasada han librado más guerras que los pueblos de otras civilizaciones, o por qué es el Islam la única religión del planeta en fabricar hordas de asesinos suicidas que van gustosos a sus muertes y cuyos padres en muchos casos los aplauden post-mortem. O sencillamente, por qué motivo todo el terrorismo mortal desde el 9/11 -en contra de trenes en Madrid, contra la ONU y Estados Unidos en Irak, contra pizzerías y autobuses en Israel, contra sinagogas en Túnez, contra soldados franceses en Pakistán, contra norteamericanos en Karachi, turistas en Bali, israelíes en Kenya, rusos en Moscú y Chechenia, extranjeros en Arabia Saudita, el consulado británico en Turquía, el hotel Marriot en Indonesia, etc., etc., etc.- fue llevado a cabo por devotos seguidores de ese Islam bondadoso y tolerante.
Ídem para el terrorista palestino y su "lucha de liberación" frente a Israel. No pareciera haber crimen posible merecedor de sanción moral por parte de las elites progresistas y sofisticadas en occidente que un palestino pudiera cometer. Él puede disparar a matar a una beba de meses, hacer estallar en mil pedazos a estudiantes en una universidad, transportar explosivos en ambulancias, ocultar bombas en mochilas de escolares, apedrear a conductores en plena ruta, linchar a reservistas, asesinar a un ministro en plena capital, aplaudir misiles que aterrizan en Tel-Aviv declarar a los cuatro vientos que él exige Palestina desde el río al mar, y puede estar seguro de que las almas nobles de occidente siempre encontrarán una explicación apologista para su acción. Es lo que Taguieff califica como el "neo y seudo palestinismo, condiciones en las que la denominación étnica 'palestino' funciona como un epónimo o seudónimo de toda víctima a la que se supone (o que se supone a ella misma) inocente". El confortable rol de víctima le da el derecho a odiar, matar y destruir, porque él es un desposeído, un oprimido, un humillado, y en consecuencia tiene derecho, es merecedor del buen trato de todos los corazones sensibles y de las buenas conciencias.
Este es el "pietismo hipócrita" de las elites snobs europeas que Oriana Fallaci critica con dureza en su magistral libro La Rabia y el Orgullo. Es el falso pietismo que el escritor francés Jean Genet epitomizó con su "todos somos palestinos" como muestra de afecto por los palestinos, al escribir:
"La elección que uno hace de una comunidad privilegiada... es una elección que se verifica por medio de una adhesión no razonada, no porque la justicia no tenga en ella su lugar, sino porque esa justicia y toda la defensa de esa comunidad se realizan en virtud de una atracción sentimental, tal vez incluso sensible, sensual; soy francés y, sin embargo, por entero, sin crítica, defiendo a los palestinos. Tienen el derecho de su parte, dado que les amo."
¡Cuánto ha evolucionado el "todos somos palestinos" de Golda Meir a Jean Genet! Cuando Golda Meir lo pronunció, lo hizo presa del fastidio frente a una emergente identidad palestina inventada por necesidades políticas. Su "todos somos palestinos" aludía e incluía a los judíos israelíes que vivían en Israel, zona previamente al año 1948 llamada Palestina. Era una protesta frente a lo absurdo de la situación de pretender manufacturar una identidad árabe separada. El "todos somos palestinos" de Jean Genet también contiene un elemento de lo irracional, sólo que en sentido inverso. No es el repudio al "nuevo y mejorado" pueblo, sino una declaración publica de amor incondicional por quienes a esta altura ya se han convertido en el pueblo elegido de la neoizquierda fundamentalista.
Del antisemitismo clásico al antiisraelismo moderno
¿Quién podía haber imaginado que a comienzos del siglo XXI los judíos estarían enredados en una guerra de religión con el Islam, en donde sus seguidores cometerían un microgenocidio gradual en cámara lenta contra los ciudadanos del estado judío, inmolándose al grito de "Ala es grande" y llevándose consigo al paraíso infernal preciosas vidas humanas? ¿O que volvamos a encontrar, según Taguieff, la dimensión redentora en la judeofobia islamista radical, que da a entender que el mundo musulmán sólo puede salvarse mediante el exterminio de los judíos?
¿Quien podía haber anticipado que en el inicio del tercer milenio la acusación cristiana del crimen del deicidio sería reavivada y mundialmente distribuida en DVD? ¿Que de la progresista Hollywood surgiría una película como La Pasión de Cristo? ¿Que incluso la prensa secular de la que es parte el diario italiano La Stampa, publicaría una caricatura del bebé Jesús rodeado de tanques israelíes con el titulo "No me digan que quieren matarme de nuevo"? ¿Que las comunidades judías una vez más vivirían a la sombra de una acusación tan diabólica? Y decimos diabólica porque ¿cómo podrían seres humanos matar a un dios? Solamente si, más que humanos, fueran satánicos, podrían haber hecho semejante cosa, ¿o no?
¿Quién podía haber concebido la noción de que unas pocas décadas después del Holocausto se le recomendaría a los judíos de Europa (puntualmente, en Francia, Bélgica y Alemania) no usar kippot en público, que seríamos testigos de profanaciones de cementerios judíos, golpizas a rabinos, incendios a sinagogas, que graffitis judeófobos serían pintarrajeados sobre las paredes de instituciones hebreas y que la demonización medieval del judío reemergería en la mismísima Europa de la ilustración y de la Shoá; una suerte de Shylock estafador de buenos cristianos reencarnado en Terminator asesino de inocentes palestinos?
No siempre es fácil discernir cuando ha sido cruzada la frontera entre antiisraelismo o antisionismo y antisemitismo. Pero otras veces, determinar eso es evidente. El uso de demonología antisemita clásica para tipificar la conducta israelí presente descubre el antifaz del rostro judeófobo. ¿"Es necesario", pregunta el académico de Oxford Emanuele Ottolenghi, "evocar la conspiración judía o describir a los israelíes como asesinos de Cristo para denunciar las políticas israelíes?" ¿Se equivocó Martin Luther King cuando afirmó que "Cuando la gente critica a los sionistas, ellos quieren decir judíos"? ¿O Franklin Littell al escribir "Teóricamente uno puede ser tolerante de los católicos romanos y trabajar día y noche por la destrucción del papado... En lo concreto y específico, sin embargo, tales distinciones no tienen diferencia. Nadie puede ser un enemigo del sionismo y amigo del pueblo judío hoy"? Ni uno ni otro se equivocaron. En la actualidad estamos siendo testigos de una nueva metamorfosis de lo que Robert Wistrich famosamente tildó el odio más prolongado de la historia.
Le debemos al filósofo judío Emil Fackenheim la asignación de tres etapas a la evolución de la judeofobia. En la primera, el mensaje es “Uds. no pueden vivir entre nosotros como judíos”. En la segunda es “Uds. no pueden vivir entre nosotros”. Y en la tercera es “Uds. no pueden vivir”. El académico y político israelí Amnon Rubinstein agrega la cuarta fase actual: Uds. no pueden tener su estado propio, o Uds. no pueden vivir con nosotros como miembro de la familia de las naciones. Podemos vislumbrar la evolución histórica del antisemitismo como un desplazamiento de foco de lo religioso desde los inicios hasta y durante el medioevo, a lo individual durante la ilustración, a lo racial durante la segunda guerra mundial, y a la dimensión estatal o de la autodeterminación nacional en la actualidad. Si antes se cuestionaba la legitimidad de la religión judía, de la individualidad judía, o de la etnicidad judía, ahora es la legitimidad de la soberanía judía lo que está en el tapete. Ella queda manifestada mediante la discriminación, la selectividad y la demonización. Conforme a la caracterización de Irwin Cotler, académico, activista y actual ministro de justicia canadiense, es la transformación de Israel en el judío entre las naciones, el único país pasible de ser juzgado por estándares utópicos de moralidad; es el estado judío convertido en el Salman Rushdie de las naciones, el país sobre el que recaen continuamente fatwas religiosas genocidas; es el nuevo anticristo para la religión secular de los derechos humanos, el supuesto violador serial de las normas más elementales de coexistencia humana.
"Estaba convencido de que el antisemitismo había muerto en Auschwitz, pero en cambio he debido constatar con estupor que sólo los judíos murieron en ese lugar, mientras que el antisemitismo está mas sano y vigoroso que nunca" se lamentaba hace poco Elie Wiesel ante un periodista del Corriere della Sera. La Shoá y su lugar en la memoria europea. ¿Podría ser que el inconsciente colectivo europeo busque autoexpiarse al revertir a víctimas israelíes y victimarios palestinos para satisfacerse con la respuesta de que los judíos, después de todo, son unos opresores que se lo tenían merecido, y ellos, los culpables de ayer entonces más inocentes hoy? O será como dice Finkielkraut, "Nos acordamos tan bien de los crímenes de Hitler que a partir de ese modelo interpretamos la realidad palestino-israelí. Los israelíes se convierten entonces en los nazis". Ambas nos permiten entender la fuerza de esta reflexión maestra del psiquiatra israelí Zvi Rex: "Los alemanes nunca perdonaran a los judíos por Auschwitz".
La periodista italiana Fiamma Nirenstein ha sugerido que la conmemoración del Holocausto como herramienta educativa contra el antisemitismo ha fallado. Personalidades europeas visitan Yad Vashem y no sienten la menor inhibición de tildar a Israel de estado apartheid a la mañana siguiente. Y las comunidades judías diaspóricas se autoengañan al creer que porque un dignatario participó en un homenaje por la Shoá o del aniversario de un atentado están inmunizados del antiisraelismo judeofóbico contemporáneo y en consecuencia sus programas de lucha contra el antisemitismo a resguardo.
Una de las principales dificultades en reconocer la nueva judeofobia radica en que sus más usuales y celosos promotores en la actualidad pertenecen al campo de la izquierda progresista. Tradicionalmente, bastaba que un Le Pen o un Haider minimizaran el Holocausto, celebraran a Hitler, o vituperaran a algún judío, para que la judería global reaccionara con justa indignación. Hoy, sin embargo, uno no tiene que ser un neonazi para evocar el fantasma del antisemitismo. Uno puede ser un intelectual renombrado, un distinguido profesor universitario, un comentarista respetado, un compositor conocido, y un marxista declarado y aún así ser un enemigo acérrimo del estado de Israel y del pueblo judío. ¿Pero pueden intelectuales ilustres, pensadores bien educados, personalidades refinadas cultural y políticamente, albergar hostilidad hacia los judíos? Pueden, y el antisemitismo de la ilustración demuestra el punto, con el propio padre fundador -Voltaire- un judeófobo rabioso. Y así nos topamos con una de las grandes ironías del presente, donde la izquierda, legendaria defensora de los derechos de los judíos, adopta el socialismo de los tontos de la derecha xenófoba. Según George Will del Washington Post:
"Todas las prescripciones de la izquierda para curar las enfermedades de la sociedad -socialismo, comunismo, psicoanálisis, educación “progresiva”, etc.- han sido descartadas, por ende ahora la izquierda se ve reducida a adaptar esa permanente resistente de la derecha, el antisemitismo. Este es un nuevo giro para la receta izquierdista de la salvación mediante la eliminación: Todo estará bien si eliminamos a los capitalistas, o a la propiedad privada, o a las clases gobernantes, o a los “intereses especiales”, o a la neurosis o a las inhibiciones. Ahora, tratemos de eliminar a un pueblo, comenzando por su nación, la que es detestablemente pronorteamericana e insufriblemente espartana".
Con su repudio a la legitimidad de la autoderminación nacional judía en la Tierra de Israel, el mundo árabe/musulmán primero, y la extrema izquierda ahora, han convertido a Israel en el país mas anormal del planeta al sentar su acusación sobre la existencia misma del estado. Al visualizar un estado judío, los padres fundadores del sionismo político del siglo XIX imaginaron el remedio al antisemitismo. Era la falta de un estado propio lo que explicaba el odio al judío, pensaron. Hoy pareciera ser que fuera la existencia del estado judío lo que explica tal odio. "En lugar de cambiar el destino de los judíos, Israel ha asumido el destino de los judíos" escribió la profesora de Harvard Ruth Wisse. Desde ya, la judeofobia no es función ni de la existencia actual de Israel ni de su ausencia anterior. Tal como escribió Natan Sharansky, "Obviamente, el estado de Israel no puede ser la causa de un fenómeno que lo precede en mas de 2000 años".
El abandono de la izquierda progresista de la causa judía y su ácida condena de Israel, podrían estar basados en la imposibilidad en modificar su cosmovisión optimista de las relaciones humanas. Wisse elabora esta teoría en su libro If I Am Not For Myself... The Liberal Betrayal of the Jews (aclaremos que "liberal" en inglés equivale a “progresista" en español). Ella sostiene que una premisa central del progresismo es la creencia en la racionalidad, la tolerancia y hasta quizás la bondad de los hombres, donde la historia de la experiencia humana es un récord de progreso, de evolución de barbarie a civilización, donde las disputas siempre pueden ser negociadas y la razón invocada. La hostilidad irracional de árabes y musulmanes hacia Israel, la magnitud de su odio tan visceral, y la terquedad en torno a la no aceptación de la existencia judía en el Dar al­ Islam, desafían muchas de las premisas más centrales de la cosmovisión intelectual progresista. Enfrentados a una disonancia cognitiva tan marcada, recurren subliminalmente a la negación como mecanismo de protección del mundo imaginado. Así lo describe Wisse:
"Cuando el optimismo progresista es confrontado por la agresión decidida, o bien admite la realidad de la agresión y suspende su creencia de que el mundo es progresista por cierto tiempo para ayudar a que éste sea el caso, o bien mantiene su optimismo progresista y niega la realidad de la agresión... El progresista fundamentalista... es uno tal para el que el progresismo no es tanto una preferencia política si no un principio ontológico. Él debe por lo tanto negar la agresión que contradice su creencia".
De ahí la necesidad de negar el cuestionamiento existencialista árabe/musulmán hacia Israel. Debe haber otras razones para una oposición tan fenomenal a la empresa sionista. Los sionistas deben de haber hecho mal las cosas, han de haber truncado los derechos de otro pueblo, usurpado sus tierras, oprimido a sus habitantes o alguna vejación del tipo para despertar semejante animosidad. Vale decir, ha de haber causas racionales para esta hostilidad. La realidad es que no las hay. Que las podamos explicar racionalmente no las convierte en racionales; lo racional es el método de la explicación, no el objeto explicado. Y la ausencia de racionalidad en la raíz del conflicto árabe/israelí es una fuente de irritación muy grande para los creyentes en la hermandad entre los hombres. Su moderación es en realidad reflejo de debilidad ideológica y titubeo intelectual. Quienes han ingresado al paraíso post-histórico mencionado al principio de este ensayo, quienes desean residir en ese soñado estadio de paz perpetua, tendrán inevitablemente menor predisposición a cuestionar los pilares de la utopía que pudieran provocar su derrumbamiento. "Nadie le está agradecido a los judíos por recordarles la realidad del odio" escribe Wisse. Muchos eligen ir a pasear a lo que Charles Krauthammer definió como la Disneylandia Moral, un espacio ideal al que las almas sensibles y las nobles conciencias van a expresar toda su indignación por la supuesta inconducta israelí, para sentirse en elitista y confortable oposición a la representación del mal actual. Así, el Eje del Mal de Bush es una banalidad, sino una inmoralidad. El Eje del Mal de la izquierda radical -la trilogía antinorteamericana, judeófoba y antiisraelí- es, al contrario, fashionable en los círculos del pensar politically correct.
Reflexión final
Elie Wiesel ha escrito: "Supongamos que nuestro pueblo no hubiera transmitido la Ley a otras naciones. Olvidemos a Abraham y su ejemplo, a Moisés y su justicia, a los profetas y su mensaje. Supongamos que nuestras contribuciones a la filosofía, a la ciencia, a la literatura, son despreciables o incluso inexistentes. Maimonides, Nahmaniades, Rashi: nada. Spinoza, Bergson, Einstein, Freud: nada. Supongamos que de ninguna manera hemos añadido nada al progreso, al bienestar de la humanidad. Una cosa no puede ser impugnada: los grandes verdugos, los grandes asesinos de la historia -el Faraón, Nerón, Chmelnitzky, Hitler- ni uno solo se formó en nuestro seno". Uno podría humildemente agregar que no sólo que ninguno de los genocidas de la historia fue judío, sino que estos han hecho de los judíos sus mortales enemigos. Razón por la cual, según postula Ruth Wisse, estar con los judíos significó estar contra el zarismo y el estalinismo, contra el fascismo y el nazismo, y es estar hoy contra el despotismo del ya derrocado Sadam Hussein y el terrorismo de Yasser Arafat y el fanatismo de Osama Bin-Laden. Estar con los judíos es estar del lado moral de la historia.
Hasta hace poco más de treinta años atrás, luchar contra el racismo significaba estar a favor de los judíos. Hoy, producto de una indecente corrupción del lenguaje -donde el sionismo es racista, los israelíes nazis, y los judíos cómplices del crimen que es Israel­ la lucha contra el racismo engloba, absurdamente, la oposición al estado judío. Por supuesto, los verdaderos racistas son aquellos demagogos en el mundo árabe y musulmán que inescrupulosamente envenenan el discurso junto a sus fans en occidente, esos tontos útiles de siempre cuya complicidad converge imperdonablemente en una matriz de errores e ingenuidad.
Posiblemente haya sido Yossi Klein Halevi quien mejor tipificó la antedicha cooperación indigna al hacernos recordar el secuestro de Entebbe de 1976, durante el cual terroristas palestinos y alemanes marxistas separaron a los pasajeros judíos de los no judíos, en una "separación" propia de Dachau. La insensatez de esos jóvenes secuestradores alemanes -los cuales para Halevi intentaron probar cuán diferentes eran de la generación de sus padres al elegir la defensa de los "oprimidos" y terminaron atacando a los judíos- constituyen hoy "un símbolo apto para aquellos que afirmarían su humanidad demonizando a Norteamérica y los judíos". Recordemos que comandos israelíes liberaron a los rehenes el mismo día del bicentenario de la independencia norteamericana -un inolvidable 4 de julio- dotando quizás de un simbolismo elocuente a la unión de los destinos de esas dos grandes naciones en su lucha en pos de la justicia y de la libertad.