RETORNO A ISRAEL
Borges nos relató durante la conferencia en Hebraica, sus vivencias e imágenes y la significación de la visita que hiciera a Israel. He aquí algunos de sus conceptos: ..."Uno no puede imaginarse el mundo, uno no puede imaginarse la historia sin Israel. Sin Israel la historia sería distinta. Por lo pronto, nosotros no existiríamos, o existiríamos de un modo muy distinto.
Alguien dijo que Francia es una idea necesaria a la civilización. Yo digo que Israel no sólo es una idea necesaria a la civilizacion sino que es una idea indispensable. No podemos imaginar la cultura sin Israel, y eso va mucho más allá de nuestras simpatías y diferencias, para repetir esa expresión tan cortés de Alfonso Reyes. Pero Israel, desde luego, existe, y existe, aunque muchos de nosotros no lo sepamos o no pensemos en ello. Es algo tan profundo que no tenemos necesidad de definirlo...
"Cuando fui invitado por el gobierno de Israel, sentí en primer término esa sensación de volver a un manantial, a un manatial sagrado. Esto del manantial, me recuerda aquello de las fuentes del Nilo. Un poeta latino, aludiendo a lo que era entonces misterioso en sus fuentes, dijo que el Nilo no quería que los ojos humanos supieran de su manantial. Yo tuve al principio esa misma convicción de regresar a un manantial cuando supe que iría a Israel, cuando supe que esos nombres, esos sonidos del Antiguo y del Nuevo Testamento ya no serían nombres y sonidos para mí, sino que se convertirían en imágenes, porque aunque soy casi ciego, puedo hablar con imágenes. Se convertirían en memorias, en partes esenciales de nuestra vida."
Borges y el Premio "Jerusalén" (1971)
"Todos de alguna manera, somos griegos o judíos"
La primera figura de las letras argentinas ha recibido el Premio Jerusalén, que la Municipalidad de esa ciudad le adjudica bianualmente en ocasión de la Feria Internacional del Libro a un escritor destacado, por su aporte a la libertad del individuo en la sociedad. En años anteriores recibieron el mismo Premio Bertrand Russell, Ignazio Silone, André Schwartz-Bart y Max Fritsch.
El rostro alargado, de pómulos altos, los ojos glaucos, uno de ellos ligeramente entrecerrado, la piel extrañamente lisa y pálida, con un rosa ligero que aparece de pronto: la conocida máscara escpiritual de Borges. Al principio, seria; después, animada por una pasión de la inteligencia, por un verdadero ardor que lo rejuvenece, pero contenido dentro de fronteras precisas y marcadas por la ironía, de manera que hablar con Borges es, lo mismo que leer, dejarse llevar por el esplendor de una frase, hasta el límite donde la elegancia lo permite.
Le preguntamos:
¿Qué valor, qué significado tiene, para él su premio?
— Un significado íntimo -contesta- porque siempre me he sentido ligado a Israel, desde la infancia. Tuve una abuela inglesa, protestante, que sabía de memoria la Biblia. Después, en el año 16 ó 17, resolví estudiar alemén y lo logré a través de Heine. Fui el primero en traducir una selección de expresionistas alemanes, entre los que había muchos judíos. La lectura de El Golem, de Gustav Meyrinck, me impresionó mucho y, a partir de esa novela y de mi encuentro con Scholem (tengo un poema sobre el tema, en el que rimo Golem con Scholem), intensifiqué mis estudios sobre la Cábala. A Scholem lo conocí durante una visita a Israel, tan programada, que yo sabía con horas y minutos lo que haría cuatro días más tarde. Sin embargo, con Scholem no resultó; nos salimos del programa; teníamos tres cuartos de hora para conversar y nos quedamos hasta el amenecer. Yo aprendí mucho. Espero volver a ver cuando vaya a recibir mi premio. También fui amigo de Gerchunof, soy amigo de Cansinos Assens, y he dado conferencias en la Hebraica sobre la Cábala, Spinoza, Buber y soy amigo de León Dujovne. A propósito de Dujovne, recuerdo que, cuando lo votamos para el premio Nacional, una señora de ilustre apellido se opuso diciendo: "Yo no voy a caer en esa vulgaridad anticuado del antisemitismo, pero a los judíos los fusilaría". Y, bueno, además he dicho a menudo, en varias conferencias, que más allá de las vicisitudes de la sangre (incognoscibles) todos pertenecemos a la mal llamada cultura occidental (medio oriental, porque es medio hebrea), y todos, de alguna manera, somos griegos y judíos.
¿Qué representa para usted el nombre "Jerusalén", históricamente y ahora?
— ¿Ahora? Es estar en el sitio más antiguo del mundo y, a la vez en el más nuevo y viviente. Un lugar tan abarrotado de tiempo, pasado y actual, que al volver a Buenos Aires tuve la impresión de haber pasado de la vigilia al sueño, no, al sueño es demasiado, a la siesta. Aquel país tan joven, tratando de salvarse; tan vital, tan heroico; esa Guerra de los "Cinco" Días.. y todo ello basado en un tradición antiquísima... Estoy deseando volver. Es inútil decir que me siento honrado y feliz por el premio, pero lo digo lo mismo: no por inútil resulta menos veraz.
(Ni resulta menos claro, a los ojos del periodista, un rasgo curioso: Borges dice "Guerra de los Cinco Días" para marcarse, tal vez inconscientemente, un límite; para no incurrir en una participación total, desenfrenada. Una necesidad de apartarse, de ausentarse, que jamás le ha impedido, en los hechos, demostrarse abierto partidario de las causas justas, y que, sin buscar más lejos el ejemplo, no le impidió ser, junto a Bioy Casares, el primer escritor argentino que se pronunció públicamente a favor de Israel, durante esa misma Guerra de Tan Pocos Días).
Le preguntamos: ¿Conoce usted la nueva literatura israelí?
¿Tiene una impresión formada acerca de ella?
— No conozco el hebreo, pero he hablado con escritores israelíes que me han asombrado. Yo suponía que la tendencia literaria debería ser, naturalmente, un acercamiento a los Salmos, al Cantar de los Cantares, inclusive una épica, por la guerra a pesar de que el relato de las hazañas no se produce durante las guerras sino después (nunca he conocido a un soldado de la Segunda Guerra Mundial que quisiera hablar de eso). Pero no. Me han dicho que no querían copiar al rey David. Que querían ser modernos. Yo les contesté que ser moderno no me parecía obligatorio. Desde el momento en que se nace ahora, se es moderno, quiérase o no. ¿Para qué imponerse una contemporaneidad que, de todas maneras, ya se posee?
Hay un rasgo que persiste en la literatura judía, desde los cuentos jasídicos hasta Heine o Agnón: es la levedad del trazo, la capacidad de traducir una situación dramática con humor y sin recargar la expresión. ¿A qué atribuye esa característica?
— Es cierto, esa caraterística existe. Es muy notable en Heine. Hay pueblos con y pueblos sin humor. Los ingleses lo tienen, los alemanes no. ¿Por qué razón por ejemplo en América Latina, los únicos que tienen humor son los colombianos? Los argentinos, no. A ningún argentino se le ocurriría hacer un chiste sobre San Martín. En Bogotá es muy común que se diga, señalando una estatua: "Será algún prócer, pues Próceres tenemos muchos. Héroes, pocos".
¿Qué piensa usted del doble estereotipo en el que se ha fijado a los judíos: por un lado, personificación de todo mal,
y por otro, idealización extrema? ¿No cree que el judío tiene derecho a no responder ni a uno ni al otro esquema?
— No cabe duda alguna. Por otra parte, un judío es un ser difícil de encasillar en un esquema. El único esquema que lo refleja es el de un chiste que circulaba por Nueva York: "¿Qué es un judío? Un judío puede ser alto, bajo, ñato, narigón, pelirrojo, morocho, simpático, antipático, pecoso, sin pecas, de orejas grandes, de orejas chicas, lo único, que lo singulariza es que no sabe hebreo".
Borges, ¿de dónde viene su atracción por la
mística judía, por la Cábala de la que usted ha hablado y
que está tan presente en su obra?
— En primer lugar, como le dije, vino de la lectura de El Golem. Luego, en casa, tengo una nutrida biblioteca en varios idiomas sobre la Cábala. Lo que me atrae es la impresión de que los cabalistas no escribieron para facilitar la verdad, para darla servida, sino para insinuarla y estimular su búsqueda. De ahí la abundancia de mitos y símbolos en los que sus autores no pudieron haber creído. Y eso no se da sólo en los cabalistas medievales, sino en la Biblia, en le Libro de Job, en Cristo mismo: no hablan en forma lógica, hablan de símbolos y metáforas; no dicen abiertamente, sugieren el camino.
¿Cree que ya puede hablarse de una literatura argentina de rasgos visibles, discernibles?
— Sí, puede hablarse. En los demás países latinoamericanos hubo siempre una tendecia al realismo, al alegato social, al documento. Ahora han llegado a la literatura fantástica y eso pudo haber partido de aquí, de Bioy Casares o, a lo mejor, también de mí mismo. Es un rasgo diferencial, ¿no cree?, pero no el primero ni el único. En el siglo XIX no se dio nada, en ninguna parte, parecido a nuestra literatura gauchesca. El Oeste norteamericano tenía un paisaje similar, personajes similares, y sin embargo produjo el western, pero no produjo una poesía que reflejara ese paisaje y esos personajes. Además nosotros no podríamos concebir una literatura en la que el comisario fuera el hérue.
Borges se pone de pie. Rodeado por los imponenetes sillones oscuros de la Biblioteca Nacional, por un momento vuelve a asumir el aire de historia que irremediablemente lo acompaña. El periodista no puede evitar un pensamiento intemporal, la sensación de estar hablando con alguien más largo que su vida, con alguien que llegará más allá de su muerte. Una impresión vertiginosa que la conversación caprichosa de Borges, su repentino humor, su fascinante manera de contestar a la vez con valentía y negligencia, convencido y ausente, habían por un momento atenudado.
Jorge Luis Borges y el judaímo:
Un tema permanente
En esta sección, que también es un homenaje a Borges en el séptimo año de su muerte (a él sin duda le hubiese agradado este numeral cabalástico), reproducimos - por primera vez completas desde su edición original, ya agotada hace tiempo - una serie de tres disertaciones exclusivas dictadas por el gran escritor argentino en el Instituto Cultural Argentino-Israelí de Buenos Aires entre 1965 y 1967 ("Conferencias de Jorge Luis Borges", 1967). Esto resulta posible gracias a la valiosa colaboración de la Lic. Inés Radunsky, Directora de Cultura del mencionado Instituto, quien nos remitió una copia de la 'rochure' original, autorizándonos a republicar las conferencias.
También le debemos a su gentileza la espléndida fotografía inédita que ilustra la página siguiente. Esta fue lograda a principios de la década de los '70, durante uno de los ágapes mensuales que solia organizar el instituto porteño en esa época. Junto a Borges, derecha del poeta puede verse parcialmente al 'attaché' cultural de la Embajada de Israel en ese entonces, Sr. Arié Bustón. Las entrevistas a Borges fueron realizadas por dos revistas argentinas "Raíces" y "Hebraica", poco después de haberse enterado Borges del otorgamiento del "Premio Jurusalem" 1971; y ambas fueron tomadas de: "El Asiduo Manuscrito" publicación del CIDIPAL auspiciada por el ICAI, en ocasión de la Feria Interneacional del Libro de Buenos Aires.
Acompaña a estas fuentes borgeanas la traducción de dos de sus poemas al hebreo -"la lengua del paraíso", como él la llamaba - que se debe al poeta israelí Oded Sverdik. Su inclusión forma parte del homenaje, por cuanto el propio Borges manifestó en reiteradas oportunidades que le hubiese gustado ver su obra vertida al idioma de la biblia. Aunque por fortuna alcanzó a ver cumplido en parte su deseo (varios de sus libros fueron traducidos al hebreo, sobre todo despues del "Premio Jerusalén"), esto es una muestra de que se lo sigue traduciendo, y de la indeleble marca que ha dejado en el lector israelí. El poema de Helena Sassone en honor de Borges, "Bibliomanía", pertenece a su libro "Plabras congeladas" ("Paroles Gelees"), edición bilingües español-francés que gentilmente nos ha hecho llegar y cuya traducción a esta última lengua se debe a Marcel Hennart.
Asimismo, se incorporan aquí tres textos inéditos dedicados a su memoria: Un ensayo de Gustavo Perednik "Borges y su Minián", que releva los diez personajes judíos creados por el escritor en sus cuentos; un poema de José Luis Najenson "Homero del Sur", y un relato breve "Querido Borges", autoría de un conocido escritor argentino que nos pidió mantener en reserva su nombre, y del que sólo podemos decir que ha sido distinguindo en un reciente concurso literario de Estados Unidos.
Borges nos relató durante la conferencia en Hebraica, sus vivencias e imágenes y la significación de la visita que hiciera a Israel. He aquí algunos de sus conceptos: ..."Uno no puede imaginarse el mundo, uno no puede imaginarse la historia sin Israel. Sin Israel la historia sería distinta. Por lo pronto, nosotros no existiríamos, o existiríamos de un modo muy distinto.
Alguien dijo que Francia es una idea necesaria a la civilización. Yo digo que Israel no sólo es una idea necesaria a la civilizacion sino que es una idea indispensable. No podemos imaginar la cultura sin Israel, y eso va mucho más allá de nuestras simpatías y diferencias, para repetir esa expresión tan cortés de Alfonso Reyes. Pero Israel, desde luego, existe, y existe, aunque muchos de nosotros no lo sepamos o no pensemos en ello. Es algo tan profundo que no tenemos necesidad de definirlo...
"Cuando fui invitado por el gobierno de Israel, sentí en primer término esa sensación de volver a un manantial, a un manatial sagrado. Esto del manantial, me recuerda aquello de las fuentes del Nilo. Un poeta latino, aludiendo a lo que era entonces misterioso en sus fuentes, dijo que el Nilo no quería que los ojos humanos supieran de su manantial. Yo tuve al principio esa misma convicción de regresar a un manantial cuando supe que iría a Israel, cuando supe que esos nombres, esos sonidos del Antiguo y del Nuevo Testamento ya no serían nombres y sonidos para mí, sino que se convertirían en imágenes, porque aunque soy casi ciego, puedo hablar con imágenes. Se convertirían en memorias, en partes esenciales de nuestra vida."
Borges y el Premio "Jerusalén" (1971)
"Todos de alguna manera, somos griegos o judíos"
La primera figura de las letras argentinas ha recibido el Premio Jerusalén, que la Municipalidad de esa ciudad le adjudica bianualmente en ocasión de la Feria Internacional del Libro a un escritor destacado, por su aporte a la libertad del individuo en la sociedad. En años anteriores recibieron el mismo Premio Bertrand Russell, Ignazio Silone, André Schwartz-Bart y Max Fritsch.
El rostro alargado, de pómulos altos, los ojos glaucos, uno de ellos ligeramente entrecerrado, la piel extrañamente lisa y pálida, con un rosa ligero que aparece de pronto: la conocida máscara escpiritual de Borges. Al principio, seria; después, animada por una pasión de la inteligencia, por un verdadero ardor que lo rejuvenece, pero contenido dentro de fronteras precisas y marcadas por la ironía, de manera que hablar con Borges es, lo mismo que leer, dejarse llevar por el esplendor de una frase, hasta el límite donde la elegancia lo permite.
Le preguntamos:
¿Qué valor, qué significado tiene, para él su premio?
— Un significado íntimo -contesta- porque siempre me he sentido ligado a Israel, desde la infancia. Tuve una abuela inglesa, protestante, que sabía de memoria la Biblia. Después, en el año 16 ó 17, resolví estudiar alemén y lo logré a través de Heine. Fui el primero en traducir una selección de expresionistas alemanes, entre los que había muchos judíos. La lectura de El Golem, de Gustav Meyrinck, me impresionó mucho y, a partir de esa novela y de mi encuentro con Scholem (tengo un poema sobre el tema, en el que rimo Golem con Scholem), intensifiqué mis estudios sobre la Cábala. A Scholem lo conocí durante una visita a Israel, tan programada, que yo sabía con horas y minutos lo que haría cuatro días más tarde. Sin embargo, con Scholem no resultó; nos salimos del programa; teníamos tres cuartos de hora para conversar y nos quedamos hasta el amenecer. Yo aprendí mucho. Espero volver a ver cuando vaya a recibir mi premio. También fui amigo de Gerchunof, soy amigo de Cansinos Assens, y he dado conferencias en la Hebraica sobre la Cábala, Spinoza, Buber y soy amigo de León Dujovne. A propósito de Dujovne, recuerdo que, cuando lo votamos para el premio Nacional, una señora de ilustre apellido se opuso diciendo: "Yo no voy a caer en esa vulgaridad anticuado del antisemitismo, pero a los judíos los fusilaría". Y, bueno, además he dicho a menudo, en varias conferencias, que más allá de las vicisitudes de la sangre (incognoscibles) todos pertenecemos a la mal llamada cultura occidental (medio oriental, porque es medio hebrea), y todos, de alguna manera, somos griegos y judíos.
¿Qué representa para usted el nombre "Jerusalén", históricamente y ahora?
— ¿Ahora? Es estar en el sitio más antiguo del mundo y, a la vez en el más nuevo y viviente. Un lugar tan abarrotado de tiempo, pasado y actual, que al volver a Buenos Aires tuve la impresión de haber pasado de la vigilia al sueño, no, al sueño es demasiado, a la siesta. Aquel país tan joven, tratando de salvarse; tan vital, tan heroico; esa Guerra de los "Cinco" Días.. y todo ello basado en un tradición antiquísima... Estoy deseando volver. Es inútil decir que me siento honrado y feliz por el premio, pero lo digo lo mismo: no por inútil resulta menos veraz.
(Ni resulta menos claro, a los ojos del periodista, un rasgo curioso: Borges dice "Guerra de los Cinco Días" para marcarse, tal vez inconscientemente, un límite; para no incurrir en una participación total, desenfrenada. Una necesidad de apartarse, de ausentarse, que jamás le ha impedido, en los hechos, demostrarse abierto partidario de las causas justas, y que, sin buscar más lejos el ejemplo, no le impidió ser, junto a Bioy Casares, el primer escritor argentino que se pronunció públicamente a favor de Israel, durante esa misma Guerra de Tan Pocos Días).
Le preguntamos: ¿Conoce usted la nueva literatura israelí?
¿Tiene una impresión formada acerca de ella?
— No conozco el hebreo, pero he hablado con escritores israelíes que me han asombrado. Yo suponía que la tendencia literaria debería ser, naturalmente, un acercamiento a los Salmos, al Cantar de los Cantares, inclusive una épica, por la guerra a pesar de que el relato de las hazañas no se produce durante las guerras sino después (nunca he conocido a un soldado de la Segunda Guerra Mundial que quisiera hablar de eso). Pero no. Me han dicho que no querían copiar al rey David. Que querían ser modernos. Yo les contesté que ser moderno no me parecía obligatorio. Desde el momento en que se nace ahora, se es moderno, quiérase o no. ¿Para qué imponerse una contemporaneidad que, de todas maneras, ya se posee?
Hay un rasgo que persiste en la literatura judía, desde los cuentos jasídicos hasta Heine o Agnón: es la levedad del trazo, la capacidad de traducir una situación dramática con humor y sin recargar la expresión. ¿A qué atribuye esa característica?
— Es cierto, esa caraterística existe. Es muy notable en Heine. Hay pueblos con y pueblos sin humor. Los ingleses lo tienen, los alemanes no. ¿Por qué razón por ejemplo en América Latina, los únicos que tienen humor son los colombianos? Los argentinos, no. A ningún argentino se le ocurriría hacer un chiste sobre San Martín. En Bogotá es muy común que se diga, señalando una estatua: "Será algún prócer, pues Próceres tenemos muchos. Héroes, pocos".
¿Qué piensa usted del doble estereotipo en el que se ha fijado a los judíos: por un lado, personificación de todo mal,
y por otro, idealización extrema? ¿No cree que el judío tiene derecho a no responder ni a uno ni al otro esquema?
— No cabe duda alguna. Por otra parte, un judío es un ser difícil de encasillar en un esquema. El único esquema que lo refleja es el de un chiste que circulaba por Nueva York: "¿Qué es un judío? Un judío puede ser alto, bajo, ñato, narigón, pelirrojo, morocho, simpático, antipático, pecoso, sin pecas, de orejas grandes, de orejas chicas, lo único, que lo singulariza es que no sabe hebreo".
Borges, ¿de dónde viene su atracción por la
mística judía, por la Cábala de la que usted ha hablado y
que está tan presente en su obra?
— En primer lugar, como le dije, vino de la lectura de El Golem. Luego, en casa, tengo una nutrida biblioteca en varios idiomas sobre la Cábala. Lo que me atrae es la impresión de que los cabalistas no escribieron para facilitar la verdad, para darla servida, sino para insinuarla y estimular su búsqueda. De ahí la abundancia de mitos y símbolos en los que sus autores no pudieron haber creído. Y eso no se da sólo en los cabalistas medievales, sino en la Biblia, en le Libro de Job, en Cristo mismo: no hablan en forma lógica, hablan de símbolos y metáforas; no dicen abiertamente, sugieren el camino.
¿Cree que ya puede hablarse de una literatura argentina de rasgos visibles, discernibles?
— Sí, puede hablarse. En los demás países latinoamericanos hubo siempre una tendecia al realismo, al alegato social, al documento. Ahora han llegado a la literatura fantástica y eso pudo haber partido de aquí, de Bioy Casares o, a lo mejor, también de mí mismo. Es un rasgo diferencial, ¿no cree?, pero no el primero ni el único. En el siglo XIX no se dio nada, en ninguna parte, parecido a nuestra literatura gauchesca. El Oeste norteamericano tenía un paisaje similar, personajes similares, y sin embargo produjo el western, pero no produjo una poesía que reflejara ese paisaje y esos personajes. Además nosotros no podríamos concebir una literatura en la que el comisario fuera el hérue.
Borges se pone de pie. Rodeado por los imponenetes sillones oscuros de la Biblioteca Nacional, por un momento vuelve a asumir el aire de historia que irremediablemente lo acompaña. El periodista no puede evitar un pensamiento intemporal, la sensación de estar hablando con alguien más largo que su vida, con alguien que llegará más allá de su muerte. Una impresión vertiginosa que la conversación caprichosa de Borges, su repentino humor, su fascinante manera de contestar a la vez con valentía y negligencia, convencido y ausente, habían por un momento atenudado.
Jorge Luis Borges y el judaímo:
Un tema permanente
En esta sección, que también es un homenaje a Borges en el séptimo año de su muerte (a él sin duda le hubiese agradado este numeral cabalástico), reproducimos - por primera vez completas desde su edición original, ya agotada hace tiempo - una serie de tres disertaciones exclusivas dictadas por el gran escritor argentino en el Instituto Cultural Argentino-Israelí de Buenos Aires entre 1965 y 1967 ("Conferencias de Jorge Luis Borges", 1967). Esto resulta posible gracias a la valiosa colaboración de la Lic. Inés Radunsky, Directora de Cultura del mencionado Instituto, quien nos remitió una copia de la 'rochure' original, autorizándonos a republicar las conferencias.
También le debemos a su gentileza la espléndida fotografía inédita que ilustra la página siguiente. Esta fue lograda a principios de la década de los '70, durante uno de los ágapes mensuales que solia organizar el instituto porteño en esa época. Junto a Borges, derecha del poeta puede verse parcialmente al 'attaché' cultural de la Embajada de Israel en ese entonces, Sr. Arié Bustón. Las entrevistas a Borges fueron realizadas por dos revistas argentinas "Raíces" y "Hebraica", poco después de haberse enterado Borges del otorgamiento del "Premio Jurusalem" 1971; y ambas fueron tomadas de: "El Asiduo Manuscrito" publicación del CIDIPAL auspiciada por el ICAI, en ocasión de la Feria Interneacional del Libro de Buenos Aires.
Acompaña a estas fuentes borgeanas la traducción de dos de sus poemas al hebreo -"la lengua del paraíso", como él la llamaba - que se debe al poeta israelí Oded Sverdik. Su inclusión forma parte del homenaje, por cuanto el propio Borges manifestó en reiteradas oportunidades que le hubiese gustado ver su obra vertida al idioma de la biblia. Aunque por fortuna alcanzó a ver cumplido en parte su deseo (varios de sus libros fueron traducidos al hebreo, sobre todo despues del "Premio Jerusalén"), esto es una muestra de que se lo sigue traduciendo, y de la indeleble marca que ha dejado en el lector israelí. El poema de Helena Sassone en honor de Borges, "Bibliomanía", pertenece a su libro "Plabras congeladas" ("Paroles Gelees"), edición bilingües español-francés que gentilmente nos ha hecho llegar y cuya traducción a esta última lengua se debe a Marcel Hennart.
Asimismo, se incorporan aquí tres textos inéditos dedicados a su memoria: Un ensayo de Gustavo Perednik "Borges y su Minián", que releva los diez personajes judíos creados por el escritor en sus cuentos; un poema de José Luis Najenson "Homero del Sur", y un relato breve "Querido Borges", autoría de un conocido escritor argentino que nos pidió mantener en reserva su nombre, y del que sólo podemos decir que ha sido distinguindo en un reciente concurso literario de Estados Unidos.
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