domingo, 1 de abril de 2007

La judería cordobesa




EL EDIFICIO DEL SIGLO XIV, UBICADO EN EL CORAZON DE LA JUDERIA, ABRE SUS PUERTAS LA SEMANA QUE VIENE
La Casa de Sefarad rescata el "olvidado" legado judío cordobés
Este centro privado oferta una exposición y actos culturales. Más de un millón de euros ha cubierto la reforma de las seis dependencias.

La Casa de Sefarad surge como una iniciativa privada de carácter museístico-cultural que rescata el legado de la tradición de los judíos que fueron expulsados de España el 31 de marzo de 1492. Justo 514 años más tarde, el recinto ultima su puesta a punto para abrir sus puertas la semana que viene y recibir a turistas y cordobeses curiosos.

Se trata de "un pago a la deuda histórica" ante un pasado que "se ha olvidado en Córdoba" a pesar de "haber sido la capital de Sefarad", poseer "la judería mejor conservada de Europa" y "el mayor porcentaje de poetas, filósofos y escritores judíos", comentó ayer el bibliotecario de la casa y el investigador de música sefardí, Sebastián de la Obra, durante el acto de presentación.

Por su parte, la directora de la casa, Rosana de Aza, señaló que este proyecto "revalora" el casco antiguo con un "rigor histórico y estético" porque en su tienda museo "no hay ningún elemento que distorsione la huella de la ciudad" como los souvenirs del entorno de la Mezquita que "banalizan" la verdadera seña de identidad de los judíos sefardíes.

EDIFICIO DEL SIGLO XIV La Casa de Sefarad se encuentra ubicada en el corazón de la judería de Córdoba y data del siglo XIV.

Antigua casa de vecinos en el siglo XIX, se ha beneficiado de una reforma de más de 1 millón de euros, que ha remozado la totalidad de la casa, "muy deteriorada", y ha dispuesto su interior como exposición permanente, apuntó la directora.

Su planta se distribuye en un patio y cinco habitaciones.

La más antigua, junto con el patio, es la denominada Sala de la vida doméstica , que alberga objetos de tradición artesanal.

La Sala de las mujeres de Al - Andalus compila retratos de poetas, pensadoras y cantoras judías, musulmanas y cristianas, pintados por el joven artista cordobés José Luis Muñoz.

Junto a ésta, en la Sala de los ciclos Festivos se muestra un recorrido por las celebraciones hebreas, desde el Shabat y el Rosh Hasaná (año nuevo) hasta el Pesah (conmemora el éxodo del pueblo hebreo desde Egipto), mientras que la Sala de la Judería de Córdoba disecciona las costumbres sefardíes en torno a la Sinagoga.

Tampoco falta un espacio dedicado a los instrumentos que, fabricados en el siglo XVII, están recogidos en La Sala de la Música .

El eje central de la casa es el patio. La dependencia, que cumplirá la función de salón de actos, conserva las arcadas, las columnas, con capiteles de la etapa fernandina, y el brocal originarios.

OFERTA CULTURAL La Casa de Sefarad se gesta también como un centro de documentación. Un archivo bibliográfico en torno a la religión, la política, el fenómeno de la diáspora y la cultura de Sefarad (la España de los judíos), Al - Andalus y el resto de las regiones judías del Mediterráneo.

Asimismo, investigadores y usuarios podrán hacer uso de los fondos de la fonoteca, que guarda grabaciones de música sefardí.

Este edificio programará actividades culturales públicas entre las que se encuentran seminarios, y debates; representaciones teatrales, cuentacuentos y recitales; conciertos; cursos y jornadas de gastronomía y talleres monográficos sobre la historia y la cultura sefardí.

La Casa de Sefarad, Casa de la Memoria, alberga en sus dependencias "una colección única" de objetos heredados y adquiridos de múltiples ciudades del Mediterráneo como Salónica, Alejandría, Esmirna, Estambul, Argel, Tánger, Tetuán y Fez, informó la directora del edificio Rosana de Aza. Entre ellos, destacan las lámparas de Hanuká, un tocado de bodas, ropas elaboradas con hilo de oro y un mohel , el pequeño instrumento de metal utilizado para la circuncisión masculina. En la cocina, se pueden encontrar cerámicas y utensilios domésticos, así como una inscripción del año 1.100 que revela diversos consejos culinarios y la afición de Maimónides al vino. En la Sala de la Música lo más llamativo son instrumentos fabricados en piel de cordero y madera y entre los que se exhibe una curiosa trompeta "anunciadora" de tres cuerpos y más de un metro y medio de longitud.
El precio de la entrada al itinerario museográfico es de 4 euros y de 3 euros para jubilados, estudiantes y grupos escolares.
A pesar de vivir relativamente cerca de Córdoba no conocí esta ciudad hasta el pasado verano. Me gusto mucho, a pesar del calor agobiante, sobre todo la judería donde destaca la Casa de Sefarad. En ella, con la ayuda de Jaime (gracias paisano), te transportas a la vida de los judíos españoles, a sus costumbres y sufrimientos para continuar viviendo como judíos en un mundo que los perseguía.

La judería de Córdoba

Los judíos cordobeses estaban establecidos en la ciudad desde tiempos muy remotos. Hubo hebreos en la Córdoba romana y en la ciudad visigoda. Y en los siglos IX y X, en pleno auge del Califato, fue la metrópoli más próspera de Al Andalus, gracias en gran parte a la presencia del gran ministro judio Hasdai Ibn Shaprut, en la corte de Abd al-Rahman III. La influencia judia en la ciudad experimentó un cierto decaimiento con el fin del poderio califal, pero volvió a recuperarse cuando, conquistada por Fernando III, se promulgó un fuero de Córdoba que daba el mismo trato a cristianos, musulmanes y judios. Este rey dio permiso para la construcción de una sinagoga más y los judios lo aprovecharon, a pesar de la oposición del cabildo catedralicio, que llegó incluso a apelar a Roma para que la obra fuera interrumpida.
Si la historia de los judios cordobeses durante la dominación musulmana es la historia misma del Califato, la historia y las vicisitudes judias desde la Reconquista cristiana corren parejas con la aventura de su sinagoga. Porque estaoposición del cabildo a su construcción se basaba en la excesiva altura que los judios pretendían dar a la sinagoga, lo cual ocasionaria Agrave escándalo de los fieles cristianos@, al decir del arzobispo. Esto daba cuenta, en el fondo, de la real importancia de la comunidad judía cordobesa, a despecho de los deseos de la Iglesia. Efectivamente, si contemplamos sobre un plano las dimensiones de la aljama, veremos que ocupaba un lugar no sólo muy grande, sino realmente importante. Comenzaba el barrio -y comienza hoy- en la puerta de Almodóvar, que fue conocida en los siglos IX y X como Bab al-Yahud -puerta de los Judíos-, porque daba paso directo a la aljama. La calle de Fernández Ruano, que comienza en la misma puerta, era el mercado judío y el 1ugar de máximo tráfico comercial del barrio, junto con las calles adyacentes llamadas de la Ropería, Curtiduría, Alcaicería y Platerías.
A partir de aquí la juderia cordobesa se expande hacia el sur, alcanzando su límite meridional en la Mezquita y en el antiguo alcázar de los Califas, convertido en sede episcopal. Por el lado este sobrepasaba probablemente la actual calle de Rey Heredia, mientras que por el oeste la aljama quedaba limitada por la muralla de la ciudad. Recorrer el barrio judío de Córdoba sobrepasa cualquier recuerdo, precisamente por la vida que respira por encima del tiempo. Calles y patios han desafiado con éxito a la historia y la han vencido, porque siguen transpirando una vida inmediata matizada de todo el ambiente que ha quedado fijado a través de los siglos. Confieso que es inútil intentar una descripción de la juderia cordobesa. Hay que respirarla, oírla y verla. Porque, con todo lo que significan, importan posiblemente menos sus monumentos que la presencia misma del barrio entero.
De todos modos, hay un par de enclaves en los que debemos detenernos desde el punto de vista de nuestro itinerario hebreo. El Primero de ellos es la plazuela de Maimónides, donde podremos contemplar, además de una bella escultura del gran filósofo judío cordobés, levantada en 1964, una casa restaurada con extraño gusto que lleva su nombre: la Casa de Maimónides la llaman. Si vivió allí el sabio no podemos saberlo con certeza, ni siquiera con una cierta aproximación. Pero se trata de una casa judía muy bien restaurada y eso ya merece nuestra atención. En cualquier caso, no deja de constituir un homenaje, siempre digno de alabanza, a este gran hombre de la cultura española y universal, que abandonó Córdoba cuando la invasión almohade obligaba a la conversión islámica de todos los hebreos de AlAndalus. Parece ser que también allí -en esa misma casa o en sus proximidades- estaba la sinagoga objeto del pleito entre el rey y el cabildo, de la que hemos hablado anteriormente.
Otra curiosidad -un poco difícil de ver, porque se encuentra dentro de una casa particular- son los baños árabes de esa misma juderia, empleados como tales por los judíos después de la conquista cristiana. Están situados entre la calle de Céspedes y la de las Comedias y tienen entrada -aunque sea difícil su acceso- por cualquiera de las dos.
Pero sobre todos los demás recuerdos judíos sobresale el de la sinagoga.
Se trata, posiblemente, de la más pura entre las que podemos encontrar en toda España, porque jamás llegó a verse afectada por las adaptaciones. Se construyó hacia 1315, siendo ya la ciudad cristiana desde sesenta y cinco años antes. Su constructor debió de ser Ishaq Mohab ben Efraín. Con motivo de la expulsión, la convirtieron primero en iglesia cristiana bajo la advocación de san Crispín y, poco después, en hospital para víctimas de la hidrofobia, bajo el patronazgo de santa Quiteria.
Posteriormente fue cofradía de zapateros y en el siglo XVIII se le cambió el artesonado primitivo por una bóveda de cañón, porque el techo amenazaba un inmediato desplome y nadie pensaba entonces en la posibilidad de que se restaurase de manera conveniente. En 1884 se descubrieron importantes yeserías en las paredes y volvió a centrarse la atención en el edificio abandonado. Un año después fue calificado de Monumento Nacional y se inició la época de su restauración.
La sinagoga no tiene acceso directo desde la calle. Una puertecilla sin importancia da a un patio desde el cual se accede a ella. La puerta no se abre -tal como es costumbre en otras sinagogas- frente al tabernáculo. Al entrar nos encontramos con una primera impresión negativa: la ausencia de yesería hasta cerca de dos metros del suelo; la restauración prefirió no suplir su falta antes que hacer una obra falsa. Sin embargo, a partir de esos dos metros puede ya adivinarse el aspecto casi deslumbrante que debió de tener cuando se construyó. Hay fragmentos de inscripciones por todas partes, muchas de ellas pintadas en rojo sobre fondo azul. Y sobre la puerta se conserva la galeria de las mujeres -ausente en las sinagogas toledanas después de sus adaptaciones-, no muy amplia, pero suficientemente cómoda, con tres balconcillos que dan sobre la sala casi cuadrada -6,95 x 6,37-, donde se encuentra el nicho litúrgico en el muro correspondiente al lado este.
La decoración es muy abundante en la parte que queda todavia completa. Se compone de atauriques formando estrellas de 4, 6 y 8 puntas, mezclados con abundantes motivos vegetales de perfecta estilización morisca. Las inscripciones son numerosas y, aparte aquellas que hablan de la fundación de la sinagoga, corresponden en su mayor parte a fragmentos del Salterio.
El recinto está hoy incompleto, porque la sinagoga tenia una serie de dependencias que correspondian a servicios y, sobre todo, a la escuela talmúdica. No hace mucho tiempo se descubrieron, en la casa adosada a la sinagoga, algunas arquerías y restos de un antiguo edificio que casi con seguridad correspondían a estas instalaciones desaparecidas.
Probablemente lo mejor conservado de la sinagoga es el arco lobulado del lado oeste, apoyado en ménsulas con mocárabes y con un excelente paño de yesería formando figuras romboidales.
Caminos de Sefarad. Guía judía de España. Juan G. Atienza. Ediciones Robinbook. Barcelona 1994.

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