martes, 20 de marzo de 2007

La tiranía ecologista

Michael Crichton ha concedido varias entrevistas a medios de comunicación españoles para publicitar su última novela Estado de Miedo donde no deja en buen lugar a los ecologistas y demás amantes del apocalipsis . Las entrevistas completas están en ABC, El Periódico, La Razón y La Vanguardia

Entre la gente primitiva existía una tendencia a pensar que todo ocurre por un motivo, y no existe la sensación de que los desastres simplemente suceden -continúa el autor-. En la sociedad occidental siempre hay alguien responsable, el fabricante de coches que no hizo esto, quien construyó la escalera que resbala... en el pasado simplemente decíamos que era cuestión de suerte o un accidente. Ahora todo tiene una causa. Y cuando ocurre un acontecimiento tan grande como el Katrina, y vemos como tanta gente ha quedado en una condición crítica, es como si todos nos hubiéramos vuelto primitivos. No creemos en Dios, ni pensamos que el dios del viento lo envió; es algo pasado de moda. Así que culpamos al calentamiento global a George Bush. Buscamos una razón, y la verdad es que no hay ninguna

Todos los años tenemos cuatro o cinco huracanes que golpean EE UU. Y Nueva Orleans sufrió una inundación hace tres años, no tan grande como esta última, pero había gente caminando con agua hasta la cintura, casas igualmente destruidas. Hace poco mostré algunas diapositivas sobre devastaciones terribles ocurridas en 1900, con ocho mil muertos, en 1926, con tres mil víctimas. Las cosas suceden, no es el calentamiento global.

Los ecologistas no están muy contentos conmigo, porque no están acostumbrados a la crítica. Durante años nadie les ha atacado y creo que el debate sobre el clima siempre es el mismo; es decir, no ha habido nunca un libro que sea popular y rebata visiones políticamente correctas. Las tormentas extremas que padecemos son un buen ejemplo: tenemos estudios meteorológicos teóricos, modelos informáticos sobre el calentamiento mundial y estadísticas acumuladas a lo largo de décadas: todos coinciden en que el número de catástrofes no ha aumentado; se predice, incluso, una reducción en la intensidad de tormentas tropicales. Eso desmiente unas afirmaciones que son de índole política. Otra cosa es que usted crea en los políticos. Allá usted...

Es una paradoja: gozamos de más seguridad, mayor esperanza de vida y menor mortalidad, pero cada vez tenemos más miedo. No sé. Tal vez cuando la gente moría con 25 años era feliz...

En lo referido al clima, lo que está claro es que en cien años la temperatura ha aumentado medio grado. ¡No veo ninguna razón para estar preocupados! La preocupación se refiere al futuro. Y los modelos informáticos no pueden ser verificados. Si te crees esas predicciones estás realizando un acto de fe. Y eso no es Ciencia, sino Religión...

Lo que hago en la novela es criticar a los grupos que forman parte del establishment. En todas partes hay personas que fueron jóvenes idealistas pero que acaban sus vidas haciendo el mal. Una de las vías para llegar a ese final es repetir siempre lo mismo, como si el mundo no cambiara.

Escribo sobre lo que me interesa, no de aquello que pueda darme más dinero. Este libro ha sido importante para mí porque la documentación que utilicé me obligó a modificar mis puntos de vista; paséde ser una persona con ideas convencionales a criticar a esos grupos. Invito al lector a seguir mi viaje; nadie tiene por qué creerme, pero sí a la bibliografía que aporto.

La temperatura aumentó medio grado en el último siglo. Nadie lo notaría. Y la predicción de que en los próximos cien años aumente otro medio grado no hacen que se acabe el mundo. La pregunta es si los modelos informáticos que se usan para predecir el clima son correctos. Si una empresa proyecta sus beneficios a cinco años nadie les cree. Los científicos hablan de la meteorología de los próximos cien y la gente dice: "Lo creo". Increíble.

Los mismos científicos dicen que una predicción a largo plazo del clima no es posible. Esa afirmación forma parte del Tercer Informe de Evaluación de la ONU. Pero parece existir un gran deseo de predecir el fin del mundo, su condena a muerte. Y lo entiendo. Leí el libro de Björn Lomborg y tiene un capítulo que dice "Todo se arreglará, las cosas están mejorando". Y pensé "qué aburrido". Pero creo que tiene razón, las cosas mejorarán.

El clima está cambiando, pero es que siempre está cambiando, del año 40 al 70 hubo más frío, y la gente pensó que vendría una glaciación. Del 70 hasta ahora ha sido más cálido. Existe un efecto invernadero, es verdad. El dióxido de carbono es un gas de efecto invernadero y ha aumentado un 30% en 100 años. Es verdad. El incremento es por la actividad humana. Es verdad. Pero la pregunta es: ¿el dióxido de carbono que produce la actividad humana es la causa principal del calentamiento del planeta?

La situación desde un punto de vista científico es muy complicada. Los modelos predicen un mayor calentamiento del que se ha producido. Siempre. En los 90 predecían un incremento entre uno y tres grados para el 2000. El incremento real fue de dos décimas. Una pregunta sería por qué los modelos predicen mayor calentamiento. Algunos piensan que los aerosoles están reduciendo el calentamiento. Otros creen que la respuesta estáen el vapor de agua. Para otros hay tantas incertidumbres que no se deben hacer modelos.

El DDT era la mejor protección hallada contra la malaria. Era seguro, se podía comer. Se prohibió en EE. UU. por la presión ecologista, permitiendo su uso médico. Luego, se condicionó la ayuda al desarrollo a los países pobres a que prohibieran el DDT. La malaria volvió a ser rampante. Voy a ser muy cínico: el año pasado un artículo de The New York Times decía que quizá fue prematuro prohibirlo. Hay gente del Gobierno de EE. UU. que teme que la malaria vuelva, pero mientras esté sólo en África matando a niños negros, no importa.

La tiranía ecologista
Por Gorka Echevarría Zubeldia


“La amenaza del calentamiento del planeta no existe. Incluso si fuese un fenómeno real, seguramente redundaría en un beneficio neto para la mayor parte del mundo”. Con citas como ésta, Michael Crichton se ha puesto en el punto de mira de los ecologistas. Su novela, Estado de Miedo, ha causado un maremoto de reacciones histéricas bastante similares a las que en su día suscitó Lomborg.

Esta novela se centra en la obsesión de los ecologistas por implantar su agenda como sea. En Estado de Miedo, una asociación tipo Greenpeace decide atemorizar a la gente haciendo coincidir un congreso sobre cambio climático con una serie de atentados ecoterroristas. Ante esa situación caótica, el profesor Kenner, con la ayuda de su asistente y otros personajes, intenta impedir que la barbarie terrorista acabe con la vida de inocentes.

Pero esta obra no se limita a desarrollar una historia trepidante, también ofrece una refutación detallada de las ideas comúnmente aceptadas acerca del medio ambiente.

Entre las cuestiones que se abordan en el libro, la principal es el calentamiento de la Tierra. Crichton reconoce que la temperatura media del planeta ha experimentado un leve incremento desde 1978 del 0,08ºC por década. Asimismo, explica que no se ha producido ninguno de los efectos que los promotores del Protocolo de Kioto y los ecologistas en general predecían. Por ejemplo, la Antártida y Groenlandia no se están calentando, sino todo lo contrario (el descenso ha sido de 2,2ºC). Y el número de especies animales tampoco ha sufrido una reducción sustancial, máxime porque no hay forma de calcular cuántas existen.

Ante estas revelaciones, el lector se siente realmente engañado. Si no hay que preocuparse por el calentamiento de la Tierra, más de uno se preguntará para qué sirve Kioto. Como recuerda el autor de Parque Jurásico, dicho protocolo se basa en modelos de simulación matemáticos que hacen predicciones que no se han cumplido. En cualquier caso, su éxito es más que dudoso porque, a lo sumo, en cincuenta años la temperatura del planeta únicamente se reduciría en un 0,02ºC.

Junto con este provocativo análisis, el autor se adentra en otros asuntos, entre los que destacan los perjuicios causados por la prohibición del DDT; al decir de Crichton, "ha matado más personas que Hitler, y el movimiento ecologista presionó mucho para conseguirla".

Entiendo que cuesta digerir estas ideas, pero es preferible salir de la caverna a permanecer en ella por no contrariar al pensamiento único. La lección que nos depara esta novela podría ser ésta: "La actual preocupación casi histérica por la seguridad es, en el mejor de los casos, un derroche de recursos y un obstáculo para el espíritu humano y, en el peor de los casos, una invitación al totalitarismo".
Evidentemente, el medio ambiente es un bien que debemos proteger, pero en ningún caso podemos olvidar que nuestro deber es preservar la vida del hombre. Si nos dedicamos a aceptar acríticamente cualquier mensaje procedente de medios ecologistas es probable que estemos poniendo en peligro el bienestar social. En cualquier caso, jugar a ser dioses y a controlar el medio ambiente es tanto como creer que se puede crear un hombre nuevo o desterrar definitivamente el crimen. La utopía ecologista, como la socialista, es un paso atrás en la civilización.

Y tanto es así que, no hace mucho, un famoso ecologista tuvo el coraje de desvelar la agenda oculta del ecologismo: "Hasta el momento en que el homo sapiens decida reintegrarse a la naturaleza, algunos de nosotros sólo podemos esperar que aparezca el virus adecuado".

Si usted es de esas personas sensatas que no quieren que los cocodrilos lo devoren o que la malaria acabe con su vida, entonces nada más recomendable que inocularse contra el endiosamiento de la naturaleza. Para lo cual puede empezar leyendo Estado de Miedo. No le defraudará.

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