jueves, 15 de marzo de 2007

Un repasito sobre la energía

NUCLEARES, SÍ
Una energía necesaria
Por Natividad Carpintero Santamaría

"La aversión a la energía nuclear, apoyada en la más absoluta ignorancia, es recibida con agrado por millones de personas, que tampoco entienden nada del asunto, y sólo tiene dos explicaciones: o una obcecación que impide el normal funcionamiento de la mente o un oportunismo político que linda con la irresponsabilidad". Así se expresa, muy acertadamente, el profesor Carlos Sánchez del Río, catedrático de Física Atómica y Nuclear, ex presidente del CSIC y de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
El movimiento antinuclear español, que comienza a finales de los años 70, culmina, en una fase trágica, con la colaboración y participación de la banda terrorista ETA. El 17 de marzo de 1978 una bomba en el reactor de la central de Lemóniz mató a dos obreros (Andrés Guerra y Alberto Negro) e hirió a otros dos. El 13 de junio de 1979 otra bomba, en la zona de turbinas de la central, costó la vida al trabajador Ángel Baños. El 29 de enero de 1981 la ETA secuestró al ingeniero-jefe de Lemóniz, José María Ryan, y aunque en un comunicado decía que su vida dependía de la demolición de la central, pocos días después, el 6 de febrero, el cadáver de Ryan apareció con un tiro en la nuca. El 5 de abril de 1982 asesinó a Ángel Pascual Múgica, director de la sociedad mixta público-privada que se encargaría de terminar de construir la central y de su posterior gestión. Poco después, la ETA dejó un paquete bomba a las puertas de un almacén de Iberduero en Rentería que hirió gravemente al pequeño Alberto Muñagorri. Estos asesinatos deberían hacernos pensar que, si miserables del tiro en la nuca están en contra de la energía nuclear, ésta no debe ser tan mala.

Pocos meses después, Felipe González y el PSOE ganaron las elecciones y, aprovechando la coyuntura de los etarras y las manifestaciones de grupos antinucleares que, con la pancarta "ETA mátalos", se paseaban por el país vasco, iniciaron una moratoria que ya habían previsto con anterioridad y que culminó en 1984, cuando se aprobó el Plan Energético Nacional, que oficialmente paralizaba la construcción de cinco centrales nucleares: Lemóniz I y II, Valdecaballeros I y II y Trillo I, que se encontraban en diferentes fases de construcción. Esta moratoria ha supuesto el mayor desastre económico que ha sufrido España desde la Transición.

Desde aquel momento se fue filtrando una campaña antinuclear en la sociedad española, favorecida por el Gobierno socialista, a través de medios sectarios de comunicación que fueron potenciando el rechazo psicológico de la gente hacia este tipo de energía. Sentimiento inherente al hecho de que lo nuclear trasciende por primera vez en la historia a partir del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, en 1945. Esta demagogia cae por su propio peso, pues siendo Japón uno de los países con los sentimientos antinucleares más profundos –por razones obvias–, apostó en su vertiginoso desarrollo industrial –que le ha llevado a ser uno de los siete países más avanzados– por la energía nuclear como fuente energética fundamental, económica y ecológica.

Japón cuenta actualmente con 52 centrales térmicas de uranio; la de Fukushima Daiichi-Daini es una de las más grandes que existen. Se encuentra en un bello paraje situado 250 kilómetros al norte de Tokio.

José María Aznar.Tras 12 años de PSOE en el poder, el Partido Popular tampoco levantó la moratoria. Desaprovechó la oportunidad, sobre todo en su segunda legislatura, de haber promovido campañas de información serias y responsables que pusieran en conocimiento del ciudadano medio cómo funciona verdaderamente la industria nuclear, así como los grandes recursos que se dedican para hacer de ella una de las industrias más seguras del mundo.

El problema que plantea la energía nuclear son los residuos radiactivos. Pero también se ha exagerado esta cuestión. Son materiales en forma sólida, líquida o gaseosa que contienen elementos químicos radiactivos, también llamados isótopos radiactivos o radionucleidos, que deben ser gestionados y controlados de forma segura. Para ello hay una serie de organismos e instituciones internacionales, como la Comisión Internacional de Protección Radiológica, la Organización Internacional de Energía Atómica, la Agencia para la Energía de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico y la Unión Europea.

A diferencia de otros residuos tóxicos que se generan en otras actividades industriales, por ejemplo el mercurio, la toxicidad de los residuos radiactivos decrece con el tiempo, a medida que se van desintegrando los isótopos presentes y se van transformando en elementos químicos estables. Dentro de los residuos radiactivos hay dos grupos: los de alta y los de media o baja actividad. Los primeros incluyen los restos del combustible irradiado o quemado y tienen una vida media de miles o millones de años. Los elementos combustibles irradiados se almacenan dentro de las piscinas de las centrales nucleares, donde el agua sirve como refrigerante y blindaje de la radiación. Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos) está estudiando la posibilidad de centralizar el almacenamiento de todos ellos en unos contenedores de acero sellados y refrigerados por aire.

Los residuos de media o baja actividad son emisores beta de vida media corta: filtros, herramientas, jeringuillas, guantes, fluidos humanos, lodos del proceso de purificación que se utilizan en las centrales nucleares, hospitales, industrias, centros de investigación, laboratorios de bioquímica, etc... En España, estos residuos se entierran en El Cabril (Córdoba), donde se almacenan en bidones de acero sellado que se compactan dentro de unos contenedores de hormigón de alta calidad y se introducen, a su vez, en estructuras de un hormigón especial. Estos últimos contenedores se van sellando, cerrando y cubriendo de tierra, y hay un control para evitar las filtraciones.

La cuestión fundamental de cara a la opinión pública es la de resolver cómo proceder con los residuos de alta actividad y su almacenamiento geológico profundo (AGP), puesto que la cuestión técnica real está resuelta hace ya mucho tiempo. En los años 90, a través de un programa de investigación de la Pangea Resources Australia Ltd., una compañía con importantes accionistas en el sector nuclear de Gran Bretaña y Suiza, se identificaron en Australia, África del Sur, Argentina y el oeste de China sitios geológicamente apropiados para un almacenamiento definitivo de residuos radiactivos. Otra posibilidad surgió en julio de 2001, cuando el presidente Vladimir Putin aprobó una ley que permite la importación a territorio ruso de residuos nucleares, que se almacenarían posiblemente en Krasnokamensk, un gran complejo de minas de uranio situado en el distrito jurisdiccional de Chita, en Siberia.

Por otro lado, se está investigando el desarrollo de técnicas de transmutación de elementos radiactivos de vida larga, cuyo objetivo es transformar estos isótopos en otros de vida más corta. Aunque seguiría siendo necesario el aislamiento de los residuos en instalaciones geológicas profundas.

De todos los países industrializados, España es el que menos centrales nucleares tiene en funcionamiento: 9; frente las 59 de Francia, las 11 de Suecia, las 23 del Reino Unido, las 104 de Estados Unidos, las 10 de Rusia, las 17 de Alemania y las 52 de Japón, según datos actualizados a diciembre de 2005. Con respecto al ejemplo francés, el profesor Juan Velarde, uno de los más brillantes economistas de nuestro país, publicaba un artículo en el que, entre otras cosas, decía:

"Al señalar los activos importantes que son capaces de ligar la economía francesa con la de los países más dinámicos, sacándola del estancamiento actual, señala con orgullo el Informe Camdessus que uno de ellos es la apuesta por la energía nuclear (...) Hemos caído [en España] en el terreno energético, hay que decirlo claro, en manos de demagogos e ignorantes y no sabemos reaccionar".

Zapatero y Chirac.Nuestra vecina Francia podría servir de ejemplo al Gobierno actual, dada la buenísima relación entre sus dos mandatarios; así podríamos aprovechar esta coyuntura histórica para sacar un partido inteligente que beneficie a todos y hablar de las grandes ventajas de la energía nuclear, que no sólo es la más económica en coste por kilovatio hora producido: además, no produce gases de efecto invernadero, en un momento en que el Protocolo de Kioto, que España firmó de manera ignorante y posteriormente ratificó de manera igualmente ignorante, va a suponer una sangría en las arcas del Estado que, tarde o temprano, tendremos que pagar todos los contribuyentes.

Alberto Recarte, otro de nuestros más prestigiosos economistas, dice al respecto:

"El país que más perjudicado sale de la aplicación del Tratado de Kioto es precisamente España (...) Entre los 155 países no comprometidos por Kioto concentran la mayor parte de la población, del PIB y de las emisiones de gases con efecto invernadero (...) No hay una clara vinculación entre el Protocolo, su aplicación y su incidencia en la emisión de gases de efecto invernadero (...) Es confuso, estéril e innecesario".

Alberto Recarte está del todo en lo cierto. El hecho de que China, uno de los países más contaminadores del planeta, donde se encuentran ocho de las diez ciudades más irrespirables del mundo –según datos de la Organización Mundial de la Salud de 1999– (los niños de Lanzhou van al colegio con mascarillas), no haya suscrito el Protocolo de Kioto suscita serias dudas en cuanto a la verdadera razón de su existencia.

La energía nuclear es la energía del futuro a corto y medio plazo, si queremos evitar entrar en una crisis energética, como consecuencia del grave desajuste entre oferta y demanda, que nos haga importar energía de Francia, varios de cuyos reactores nucleares están, por cierto, mucho más cerca de España que de París.

Actualmente se encuentra en vías de desarrollo un proyecto multinacional, conocido como Generación IV, para el desarrollo de distintos sistemas nucleares avanzados, que tienen como ventaja una reducción de costes y una seguridad intrínseca no dependiente de sistemas auxiliares de emergencia. Con ellos se pretende también reducir la proliferación nuclear y la cantidad de residuos generados. Estarían operativos en 2020.

El profesor Guillermo Velarde, uno de los científicos nucleares españoles más reconocidos internacionalmente, escribía en una reciente monografía:

"Se puede decir que desgraciadamente en España no hay carbón aceptable, ni petróleo, ni gas natural, ni muchas regiones de potencial eólico adecuado (de más de dos meses y medio de funcionamiento al año), por lo que la energía de fisión nuclear se hace necesaria. En iguales circunstancias se encuentra Francia, que ha sabido resolver el problema energético haciendo del mismo una razón de Estado y prescindiendo de cuestiones demagógicas y partidistas que tanto han dañado los intereses españoles".


Natividad Carpintero Santamaría, profesora titular de la Universidad Politécnica de Madrid y miembro de la Academia Europea de Ciencias.


RECURSOS
Energía e impacto ambiental
Por Natividad Carpintero Santamaría

La cuestión energética, uno de los problemas más importantes que existen hoy en día en el mundo, ha pasado a ser en España un asunto de trascendencia social, pues contemplamos, cada vez más alarmantemente, la mala gestión en la materia realizada hasta la fecha.
Esta gestión, que se ha ido envenenando paulatinamente debido a las posiciones tendenciosas de unos y poco realistas de otros, ha culminado con la última propuesta del Gobierno: continuar con la moratoria nuclear y realizar fuertes inversiones en energías renovables (solar y eólica), costosas y de bajo rendimiento.

Cualquier tipo de explotación de combustibles fósiles tiene como resultado irreversible la emisión de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. El carbón es el más contaminante de todos ellos, y sus reservas son limitadas. En el caso español, el carbón es escaso y tiene un alto contenido en azufre. En la producción de 1 kilovatio/hora de electricidad se emite 1 kg de CO2, cuya vida media en la atmósfera es de unos 100 años. Debido al contenido variable de azufre, se producen óxidos de azufre y, con temperaturas superiores a los 1.000 grados, surgen los óxidos de nitrógeno. Ambos se precipitan en forma de lluvia ácida sobre extensas regiones, que, lentamente, se van desertizando. El coste de generación de esta energía es de unos 4 ó 5 céntimos de euro por kilovatio hora, y el ecológico, otro tanto, por lo cual el coste económico real se duplica.

Lo más grave del uso de este recurso energético es un hecho que supera el concepto de impacto ambiental: el número de víctimas que anualmente se cobran las minas de carbón en todo el mundo. Estas cifras son preocupantes en el caso de China y, en un grado menor pero no menos importante, en Ucrania, Siberia y el Gran Norte ruso. La siniestralidad de la minería china es escalofriante. Se calcula unos 6.027 muertos en sus minas durante el año 2004 (hay fuentes que hablan de 4.153, o de muchos más), y otros 6.300 en 2003. Las cifras precisas no se sabrán nunca. En 2005 son ya numerosos los fallecidos a consecuencia de los accidentes en Xinhua, Hongqi, Jixi, Shanxi, Jiangyuan, Wuhai, Dongfeng, etcétera.

Durante la visita a España del presidente chino, Hu Jintao, el 13 de noviembre, eché de menos alguna manifestación en favor de estos trabajadores por parte de esos grupos de ecologistas que reivindican ruidosamente protección para las ballenas. He sido una ingenua: a los mineros chinos no los defiende nadie.

No obstante, el alto precio en vidas no sólo es una cuestión de países en vías de desarrollo. El promedio de muerte en los mineros norteamericanos es de unos 80 cada año, aparte de los múltiples pacientes de enfermedades pulmonares, como la silicosis.

Las reservas de petróleo son asimismo limitadas, y Arabia Saudí posee el 24%. También está su potencial accidentalidad, y los accidentes habidos hasta la fecha, provocados por el transporte de este crudo en buques-cisterna monocasco, han sido gravísimos en cuanto a contaminación terrestre. El peor de todos fue el vertido del Exxon Valdes, que derramó más de 40 millones de litros de crudo frente a Prince William Sound, en la costa de Alaska, el 24 de marzo de 1989, provocando una marea negra que se extendió a lo largo de más de 2.500 kilómetros de costa, lo que provocó una auténtica catástrofe para la fauna de aquellas latitudes. También podemos citar el vertido del Erika frente a las costas de la Bretaña francesa, en diciembre de 1999, y la mala suerte de nuestro país, con dos desgraciados accidentes: el del Mar Egeo, ocurrido el 3 de diciembre de 1992 frente a la entrada del puerto de La Coruña, y el del Prestige, el 14 de noviembre de 2002. Este último fue un ejemplo de solidaridad española ante el drama de la querida Galicia.

El gas natural es el menos contaminante de los combustibles fósiles. Las reservas son mayores que las de petróleo, pero también limitadas, y Rusia posee el 36%. En la producción de 1 kilovatio/hora se emiten 0,5 kg de CO2, la mitad que en el caso del carbón, y su coste de generación es de unos 3 ó 4 céntimos de euro por kWh. El coste ecológico es de aproximadamente la mitad, por lo que el coste real es aproximadamente la mitad del correspondiente al carbón. Sin embargo, la otra cara es el número de víctimas que causan anualmente las explosiones de gas en todo el mundo y, en particular, en nuestro país. Ahí están los dos accidentes de Repsol YPF en Puertollano, en 1996 y 2003, con un total de 13 muertos y varios heridos, etcétera. Otro problema del gas es la posibilidad de un atentado terrorista a un butanero durante su descarga en un muelle próximo a un núcleo importante de población, pues produciría un daño previsible mayor que un ataque a cualquier otro tipo de instalación energética (presa, central nuclear, etcétera).

La energía solar, que científicamente es energía nuclear, ya que el sol es un inmenso reactor de fusión nuclear, es muy útil para calentar agua y puede ser utilizada en pequeñas empresas y casas unifamiliares. La energía solar fotovoltaica puede utilizarse en casos específicos que requieran poco consumo energético, por ejemplo, en las balizas o señales luminosas nocturnas de carretera.

La energía eólica es la más limpia de las consideradas en la actualidad y la más aceptada popularmente, debido a la manipulación de la información, llevada a cabo de distintas formas. Una de ellas se practica, de modo subliminal, en algunas cadenas de televisión, donde a cada rato sale un fondo de aerogeneradores y niños jugando al balón agradablemente. El problema de esta energía es que en España existen pocas zonas de interés eólico (con más de 2.000 horas de utilización o funcionamiento al año); son, principalmente, el Estrecho de Gibraltar, Galicia, el Prepirineo y el Macizo Ibérico.

Se prevé que en 2012 puede haber instalados aerogeneradores con una potencia total de 23.000 megavatios eléctricos, y, extrapolando las horas de utilización de los últimos años, se prevé que no alcancen las 1.500 horas de utilización o funcionamiento al año.

Teniendo en cuenta que una central nuclear tiene un factor de utilización de unas 8.300 horas al año, la energía total generada por todos estos aerogeneradores que se pretenden instalar en 2012 es análoga a la que producirían únicamente tres centrales nucleares de 1.400 megavatios eléctricos cada una. Aquí viene parte del problema, pues, aparte de lo ineficaz que resulta su uso en países como España, suponiendo que las horas de utilización al año sean 1.500, su coste de generación, igual al total (suponiendo nulo su coste ecológico) sería de unos 10-12 céntimos de euro por kilovatio/hora. Además del otro grave problema que suponen las fuertes oscilaciones de la energía producida.

La energía hidroeléctrica tiene la ventaja de ser una energía limpia con un coste muy competitivo. No obstante, lleva asociado un gran impacto social, pues conlleva la inundación de valles y tierras, estas últimas, en general, de regadío. La pérdida de dichas tierras y el desplazamiento forzoso de pueblos enteros, por muy compensados que estén económicamente, suponen una inversión de capital que en muchos casos es prohibitivo. Las presas se han cobrado también sus víctimas. Quizá el accidente más significativo en España fue la rotura de la de Tous, en Valencia, ocurrido el 23 de octubre de 1982 y que provocó la muerte de 40 personas; y miles se quedaron sin hogar.

La energía de fisión nuclear no produce gases de efecto invernadero y tiene pendiente la respuesta sobre qué hacer definitivamente con los residuos radiactivos. Las posibilidades planteadas implican su enterramiento profundo en lugares sísmicamente estables y de humedad reducida o, preferentemente, transmutarlos en isótopos estables o de baja actividad, empleando un acelerador de partículas. El coste de generación es de unos 2 céntimos de euro por kilovatio/hora, y el total, un 10-15% más, por lo que resulta la energía más barata que puede producirse actualmente, y en un futuro próximo y medio.

Así quedó el reactor de Chernobyl.La vecina Francia, que ha demostrado tener una gran responsabilidad histórica, aunque ahora esté bajo mínimos, como nosotros, apostó hace tiempo por la energía nuclear y le va bastante mejor.

En los 55 años de uso de esta energía, el único accidente relevante ha sido el de Chernobyl, el 23 de abril de 1986. Para entender este accidente hay que conocer cómo se hacían las cosas en la antigua Unión Soviética, un país gangrenado por un sistema político altamente corrupto que sucumbió por descomposición interna en 1991. Chernobyl fue el resultado de la utilización de un reactor nuclear moderado por grafito y refrigerado por agua que se desarrolló durante la Segunda Guerra Mundial en los Estados Unidos y la Unión Soviética para la producción de plutonio para las bombas. Era un reactor no apto para fines comerciales, ya que era inestable durante el arranque (el coeficiente de reactividad por temperatura es positivo).

Estados Unidos lo desmanteló durante la posguerra, mientras que la URSS lo transformó en reactores productores de energía eléctrica, los cuales nunca habrían sido autorizados en países occidentales. Para compensar esta grave inestabilidad, la URSS instaló en cada uno de ellos un sistema de control electrónico. El accidente se produjo cuando el jefe de operación de la central nuclear realizó un experimento no permitido, desconectando el sistema electrónico y arrancando la central manualmente. Ocurrió lo que tenía que ocurrir: se fundió el núcleo del reactor, liberándose a la atmósfera gran cantidad de aerosoles radiactivos. Aquello de "los experimentos, con gaseosa" no era conocido por allí.

Tras varios informes emitidos hasta la fecha, finalmente la Organización Mundial de la Salud (WHO/IAEA/UNDP) ha hecho público un comunicado, fechado el 5 de septiembre de 2005 en Ginebra, en el que se hace referencia al último informe de las Naciones Unidas, en el que, veinte años más tarde, se informa con precisión de que han sido menos de 50 personas las fallecidas como consecuencia del accidente: 30 en el mismo momento de la explosión, algunas de ellas bomberos que acudieron a sofocar el incendio, y el resto durante estos 20 años. Esperemos que este informe, emitido por el organismo internacional más solvente en la materia, sirva para que todas esas organizaciones de ecologistas y algunas ONG, que abyectamente han hablado de cientos de miles de muertos para denostar el sector nuclear, vean que su demagogia cada vez convence a menos gente y que a nosotros nos aburre.

El problema energético se resolverá cuando pueda comercializarse la energía de fusión nuclear, que es la energía de las estrellas y, en particular, de nuestro sol. Es posible que para mediados o finales de este siglo estén ya operativos los primeros reactores.


NATIVIDAD CARPINTERO SANTAMARIA
Licenciada en Filología Semítica. Doctora en Filología Inglesa. Profesora Titular de la Universidad Politécnica de Madrid y Secretaria General del Instituto de Fusión Nuclear. Ha publicado 27 artículos en revistas nacionales y extranjeras. Asimismo es coautora de 4 diccionarios español-inglés/inglés-español de términos técnicos correspondientes a las especialidades de Construcción, Mecánica Máquinas, Organización Industrial y Técnicas Energéticas y ha presentado hasta la fecha 15 ponencias en congresos internacionales y 17 en congresos nacionales.

En 1991 recibió el Premio Alfonso XIII de historia de la ciencia aplicada concedido por la Real Academia de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales el 16 de Octubre de 1991 por su trabajo de investigación El descubrimiento de la energía nuclear y sus primeras aplicaciones: Un análisis histórico.

En 1994 la Universidad Complutense de Madrid le otorgó el Premio Extraordinario de Doctorado del curso académico 1992-93 a la mejor tesis doctoral.

El 25 Junio de 2005 ha sido nombrada miembro correspondiente de la European Academy of Sciences.

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