miércoles, 30 de mayo de 2007

El islamismo radical es el nuevo fascismo



ENTREVISTA A HERMANN TERTSCH,
por Daniel Muñagorri en ¡Basta ya!, verano del 2006

«El islamismo radical es el nuevo fascismo»

Hermann Tertsch del Valle-Lersundi (Madrid, 1958) es periodista, especializado en temas de política internacional. En 1981 comenzó a trabajar en Viena para la agencia EFE en la cobertura informativa de la Europa central y oriental. En 1983 inició su labor en el diario El País con informaciones y análisis sobre las entonces incipientes reformas en los países socialistas en Europa Central y los Balcanes. Ha sido corresponsal de El País en Bonn y Varsovia y, posteriormente, para toda Europa Oriental. A partir de 1993 y hasta 1996 fue subdirector de El País, responsable de la sección de Opinión. En la actualidad es editorialista y columnista en ese mismo periódico y colabora con otros medios de comunicación, como la emisora Onda Cero. En esta entrevista para Basta Ya entra de lleno en la actualidad bélica de Oriente Medio y en la situación que se está dando en Cuba tras la enfermedad de Castro, así como en el papel que el Gobierno español representa en la comunidad internacional.

P: ¿Suenan demasiados tambores de guerra en este principio del siglo XXI o es que tenemos mala memoria?

R: Suenan de hecho más tambores de guerra. Hemos tenido muchas decenas de guerras en la segunda mitad del siglo XX, pero ninguna de ellas amenazó nunca con tener unas consecuencias con efectos globales. Desde la Segunda Guerra Mundial –mejor aun desde que se implantó pocos años después la idea de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD) en las relaciones entre las dos superpotencias, los EEUU y la URSS- no habíamos tenido un escenario internacional tan explosivo potencialmente y sobre todo tan imprevisible.

¿Oriente Medio es el peor de los escenarios actuales?

Sin duda hoy es en Oriente Medio donde chocan las dos concepciones del mundo y la vida más enfrentadas entre sí y la convicción de los sectores más radicales sobre la incompatibilidad de los mismos. Se trata de una falla religiosa y cultural, pero también de desarrollo y bienestar. Los estados musulmanes bajo creciente influencia radical islamista son a la vez en su inmensa mayoría estados fallidos, incluidos aquellos que han nadado en la opulencia gracias a sus yacimientos petrolíferos.

¿Hasta qué punto los radicales islámicos de Hezbolah o Hamas son controlados por Irán y Siria?

Son financiados por Siria e Irán y han sido entrenados en el caso de Hezbolah desde hace dos décadas por la Guardia Revolucionaria iraní. También tiene campos y constante entrenamiento y formación de cuadros en estos dos Estados. La dirección de Hamás se halla de hecho en Siria. Por supuesto son organizaciones formadas y surgidas de la población libanesa chií en el primer caso y de la palestina en el segundo. Su capacidad de organización, su prestigio social basado en su honradez y solvencia que contrasta con la corrupción e imagen de derrota de los estamentos oficiales libaneses y palestinos, han hecho de estas organizaciones, al margen de sus organizaciones armadas, unas inmensas ONGs con gran poder de influir positivamente en la vida cotidiana y de llevar a cabo labores humanitarias, caritativas y docentes. Dicho esto, sus cuadros y líderes religiosos tienen clara dependencia y obediencia sobre todo hoy a Irán y en menor medida probablemente hoy a Siria en lo que a Hezbola se refiere.

¿Se puede acabar con Hizbulá sin invadir totalmente Líbano?

Se puede si existe voluntad real de parar los pies a Irán en los frentes en los que desafía a toda la comunidad internacional que son:

1. La carrera hacia la bomba atómica

2. La destrucción de Israel

3. La reconstrucción de un imperio persa como califato global.


¿Es posible pensar en la paz para esa zona cuando el Presidente de Irán niega el Holocausto y pide la desaparición de Israel?

El régimen de Irán ha entrado en una deriva con los tres objetivos antes referidos en la que será muy difícil para toda la comunidad internacional frustrar de forma pacífica sus ambiciones que ponen en peligro a todo el mundo y en especial a todas las sociedades libres. La guerra con Irán es cada vez más posible de un tiempo a esta parte.
En el mundo radical islámico, la percepción de que las sociedades libres occidentales son decadentes e incapaces de defenderse, genera un efecto movilizador y triunfal innegable. La división en Occidente es uno de los grandes acicates que además tiende a debilitar a los musulmanes moderados que buscan fórmulas de cooperación con occidente basadas en la idea de que las sociedades libres comparten libertad, democracia y prosperidad. Este es su mejor argumento y quienes ayudan o ceden ante los radicales dejan a los moderados literalmente a los pies de los caballos. El islamismo radical es el nuevo fascismo. Lamentablemente, igual que sucedió con el fascismo y el comunismo del siglo pasado, son mayoría quienes creen que pueden evitar el enfrentamiento con los totalitarismos cediendo en todo o en parte. Se equivocan una vez más.

¿La entrada de potencias militares como Irán o Siria en una guerra contra Israel a qué escenario nos llevaría?

Una guerra abierta de Siria e Irán contra Israel abriría las puertas a todo tipo de escenarios, incluidos por supuesto el uso del armamento nuclear. En todo caso es un hecho que Irán está en guerra con Israel por delegación y que la escalada de las provocaciones desde el sur del Líbano que han desatado la guerra actual emana de una decisión de Teherán. Es hoy perfectamente evidente que en los últimos seis años ha sido una prioridad máxima del régimen iraní crear en el sur del Líbano un sistema muy sofisticado de fortificaciones y resistencia de cara a un momento en el que requiriera usarlo como ha sido ahora el caso, cuando se estrecha el cerco internacional contra Teherán por su desafío con el enriquecimiento de uranio.

¿Cambiaría totalmente la situación que Irán se convierta en una potencia nuclear?

Totalmente. Aunque la no proliferación ha sido uno de los fracasos más terribles de los últimos sesenta años y nadie puede excluir que nos cueste la destrucción parcial del globo, no es lo mismo que tenga la bomba un régimen militar como Pakistán, una democracia como India, ni siquiera una miserable satrapía comunista como Corea del Norte, a que la tenga un antiguo imperio con una ideología fanática de conquista, mito histórico, culto al sufrimiento y exaltación de la muerte como recompensa celestial.

¿Se puede separar esta guerra de lo que ocurre en Irak o Afganistán?

Por supuesto que no se puede separar. Estamos ante un conflicto -en el que sí existen puntos de máximo roce como el problema israelí palestino- pero que se debe ya a una situación general producida por las tensiones arriba referidas que se han agudizado rápidamente con la revolución tecnológica y la visibilidad del fracaso de unas formas de vida frente a la adaptabilidad de otras.

¿Se está jugando Europa su seguridad en el conflicto de El Líbano?

Por supuesto que Europa se está jugando su seguridad. Cualquier resultado del conflicto que pueda ser entendido como una victoria de Hezbolah y por tanto del islamismo radical y de Teherán aumentará su prestigio. Toda reducción de la capacidad de disuasión armada de Israel es una pérdida de seguridad para las democracias occidentales. Todo reforzamiento de las tendencias radicales en el mundo árabe y por extensión en el islámico aumenta también la influencia de éstas en las comunidades musulmanas dentro de nuestras fronteras. Por eso es imprescindible que el terrorismo y los países que lo sustentan sean derrotados y disuadidos. Solo así y no cediendo ante ellos se puede fortalecer a las tendencias moderadas. Es decir exactamente lo contrario de lo que pretenden tantos políticos europeos y en lo que, desde luego, el Gobierno socialista español es triste campeón del apaciguamiento de los radicales que, por supuesto, otorga a estos cartas imbatibles.

¿Han picado el anzuelo desde Israel con una respuesta militar enorme a unos actos concretos de terrorismo?

Eso podría parecer y desde luego y pese a los desmentidos del mando militar sí da la impresión de que les ha sorprendido el inmenso potencial de combate que había logrado amasar Hezbola en el sur del Líbano. Pero en realidad Israel no tenía más remedio que responder y tenía muy pocas opciones que no fueran una operación directa para intentar desmantelar todo lo posible este aparato militar de Hezbolah, al tiempo que intentaba forzar al Líbano a actuar al extender a todo el Estado las consecuencias. Es una estrategia sin duda extremadamente impopular que, si bien intenta minimizar las víctimas civiles, no puede evitarlas totalmente y por tanto no puede prolongarse indefinidamente. Hoy por hoy, está claro que esta estrategia ha unido a los libaneses contra el artífice directo de la destrucción, Israel. Pero cuando se calmen las cosas, muchos libaneses verán que el auténtico responsable de la destrucción ha sido Hezbolah, que inició una guerra sin provocación alguna y siguiendo exclusivamente los intereses de Irán, totalmente contrarios a los del Líbano. Esto conlleva sin duda riesgos de enfrentamiento civil en el Líbano, pero éste siempre se ha dado y, hasta ahora, desde que terminó la guerra civil siempre ha beneficiado a los chiies en detrimento de las demás religiones.
La imagen que recibimos en España de esa guerra es la de los israelíes arrasando Líbano y matando indiscriminadamente a civiles. ¿Han tomado los medios de comunicación españoles un partido claro en el conflicto?

Lo han tomado la mayoría de los medios, una mayoría de la población que por lógica refleja en sentimientos los mensajes que percibe y un Gobierno que cree poder sacar rédito a los sentimientos anti israelíes que las imágenes y el discurso dominante genera.

¿Se atrevería José Blanco y el PSOE a decir que Israel busca el asesinato de civiles en esa guerra si no fuera porque esa es ya la opinión de buena parte de los españoles?

José Blanco y la actual dirección del PSOE se atreve a cualquier cosa que crea le pueda beneficiar en su necesaria estrategia de tener enemigos externos fáciles de identificar con su principal enemigo interno, que es un Partido Popular al que se quiere criminalizar. Si en la oposición fue inmensamente útil la guerra de Irak, hoy lo es esta guerra que se explota de la manera más irresponsable, con el sentimentalismo propio de las peores agitaciones del siglo XX. Blanco y los demás, como ya pedía Santiago Carrillo hace unas semanas, propagan la tesis de que ETA quiere la paz y el Partido Popular la guerra. En este escenario cuadra ese mensaje siempre implícito, cuando no explícito, de que los islamistas son gentes de paz obligados a resistir contra el gran Satán, que es el presidente Bush e Israel.
En realidad todo esto forma parte de un discurso que Hezbolah, Irán, Hamás, Castro y a la postre también Eta y Batasuna, son todos en el fondo entendidos como aliados naturales –más o menos equivocados en sus métodos o argumentos- de la izquierda y de todas las fuerzas comprometidas con la “emancipación”. Todo ello forma parte de un discurso sectario, con los peores resabios de lo que podíamos llamar el autoodio o la fobia antioccidental de cierta izquierda sesentaiochista que, en su vertiente digamos que más pedestre, semiculta o abiertamente inculta, tiene hoy tanta presencia en la cúpula del partido del Gobierno español.

¿Estamos ante un tiempo de antisemitismo o, por el contrario, Israel usa ese fantasma en cuanto se le critica?

Es evidente que en Israel existe una hipersensibilidad ante cualquier crítica, especialmente procedente de los europeos. Esto tiene obviamente razones históricas porque los judíos de Israel supervivientes o descendientes de supervivientes del Holocausto, es decir víctimas todas desde que nacen, saben muy bien lo que hicieron los europeos por defenderlos en aquellos momentos, que es decir nada, salvo honrosos casos individuales y aislados. Por eso los israelíes se indignan cuando reciben recomendaciones de Estados europeos que se dicen todos filosemitas, pero exigen a aquel Estado unos comportamientos que serían demandables si Israel estuviera geográficamente en el Benelux y sus vecinos fueran Luxemburgo y alguna elegante democracia más pero que equivaldrían al suicidio en la región donde se halla.
Se ha convertido en políticamente correcto exigir sacrificios inauditos a las víctimas y en el caso de que estas se nieguen, reprochárselo con acusaciones que resultan intolerables y las tachan prácticamente de culpables de cualquier acto lamentable posterior. Pero aun más perversa y repugnante es la sugerencia, omnipresente en medios izquierdistas europeos, de que protestas o autodefensa de las víctimas vienen a explicar el hecho de que se convirtieran en tales. De esto saben tanto víctimas en el País Vasco como los judíos que oyen una y otra vez cómo intelectuales europeos, árabes o latinoamericanos intentan justificar con hechos actuales el holocausto. En todo caso, existe claramente un antisemitismo tanto en la izquierda como en la derecha europea que reactivada por el conflicto actual viene a decir, como el presidente de Irán, que sin Israel no habría sino paz en Oriente Medio. Como hace cinco siglos decían que sin judíos no habría familias endemoniadas en Toledo o pozos envenenados en Frankfort del Meno o intrigas en Londres. O hace 150 años, durante los pogromos, familias endeudadas entre la población rusa. O deudas de guerra de la Alemania de Weimar. Y esto sí es antisemitismo puro y es al que recurrió José Blanco cuando dijo algo que sólo se podía interpretar como que los judíos estaban matando a civiles a propósito. Tenía el mismo objetivo y utilizó los mismos mecanismos que todos los agitadores antisemitas de la larga historia europea. Que él sea antisemita o no es tan irrelevante como lo sería el hecho de que Goebbels tuviera fobia a los polacos.

¿Qué papel está jugando la diplomacia española en este conflicto?

El Gobierno español, pese a las buenas intenciones del ministro Miguel Angel Moratinos, es del todo irrelevante en el escenario político internacional actual. Lo que a principios de la legislatura fue primero sorpresa, después estupefacción, se ha tornado en desprecio, especialmente hacia el presidente del Gobierno, al que se ve como un excéntrico más o menos iluminado y por supuesto carente de toda profesionalidad, seriedad y fiabilidad. Esto no quiere decir que muchos países no crean provechoso tratar bien al Gobierno español en provecho propio o por coincidencia de intereses. Entre los países árabes el Gobierno de Madrid goza de simpatías como colaborador y apoyo más o menos seguro, pero carece de valor más allá como mediador o valor añadido porque se le sabe desactivado como interlocutor de otras partes. En Europa oriental se le desprecia abiertamente al actual Gobierno. Y en Europa occidental se le toma poco en serio.

¿Cuando desde Al-Qaeda se nombra a Al Andalus como territorio a conquistar es un brindis al sol o van en serio?

No es ni mucho menos un brindis al sol. Yo he estado con Hezbolah en el Valle de la Bekaa y en Baalbeck en los colegios donde les hablan a los niños del califato, de Córdoba, de Sevilla y Al Andalus con total normalidad. La educación en general invoca al califato continuamente y forma a los niños como creyentes y soldados de un renacer del Islam tras las humillaciones de siete siglos en los que la expulsión de España juega un papel tan capital como las cruzadas.

¿Qué opinión tiene sobre la actualidad cubana?

Pese a todos los buenos deseos a la dictadura y al régimen exótico del terrarium comunista que sólo disfrutan los cínicos del aparato y sus camaradas y cómplices en el exterior de la isla y especialmente en España, con la muerte de Castro el castrismo irá al basurero de la historia, donde debía estar hace tiempo y los políticos y periodistas españoles que se han beneficiado de la explotación, la miseria y la falta de libertad de los cubanos.

¿Ve alguna similitud entra la Cuba actual y el final de la España franquista?

Si, muerto el perro se acabó la rabia.

¿Seguirá la izquierda europea embelesada por el castrismo después de Castro?

Todavía no han digerido muchos de ellos el disgusto por la caída del muro y por el éxito de la democracia en el este de Europa. Buscan denodadamente fallos y errores para reivindicar aquellos regímenes criminales y seguirán defendiendo al criminal de Castro e insultando a los millones de víctimas de su régimen. Las contradicciones no importan. Mil veces saldrá Zerolo a la calle a insultar a Israel y a defender a la resistencia de Hezbolah antes de salir una para defender a los miles de homosexuales que ha ahorcado Irán, patrón de Hezbolah. Saldrán todos los Truebas de España a pedir soberanía para Cuba, pero nunca libertad; como saldrán para pedir paz y acuerdo con ETA, pero nunca justicia y libertad para todos en Euskadi. Hay que acostumbrarse a este entorno.

¿Que España negocie con terroristas le importa a alguien en los gobiernos occidentales?

Los Gobiernos occidentales tienen cosas más urgentes que hacer. En los países que se tienen respeto a sí mismos, las grandes democracias occidentales y las democracias surgidas de la lucha contra el fascismo, el nazismo y el comunismo, ningún Gobierno sobreviviría la oferta de pactos políticos con una organización criminal. Por eso la mayoría quiere creer la versión beatífica de aquellos que, convencidos sinceramente o arteramente motivados, aseguran que no hay precios políticos y todo es la gestión de la rendición de los terroristas al Estado de Derecho. Están por supuesto espantados quienes saben que esto es sencillamente mentira y son conscientes de que el relativismo moral del actual Gobierno, su cortoplacismo, su sectarismo político, su ignorancia histórica y su osadía indocumentada los está llevando a acuerdos políticos que dan de forma irreversible rédito al terrorismo, al tiempo que dividen otra vez a la sociedad española en dos campos. En todo caso, nadie va a impedir a los españoles que se hagan todo el daño que ellos quieran infligirse. De alguna forma hemos vuelto al detestado exotismo aquel que con los primeros Gobiernos de la democracia y con la transición creíamos haber desterrado para siempre. La gran mentira del actual Gobierno y, especialmente, de su presidente José Luis Rodríguez Zapatero está en su pretensión de creer en la transición. Es la gran falsedad sobre la que ha construido todo un proyecto político. Es una aventura personal, jaleada por un entorno mediocre y hecha posible por una terrible constelación, yo diría que una maldita concatenación de factores políticos, que deseo no acabe en una inmensa catástrofe, pero que desde luego estoy seguro que costará cara a la sociedad española.

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