lunes, 28 de mayo de 2007

La clave del odio


La clave del odio
por César Alonso de los Ríos
(ABC, 25 de mayo de 2007)
Leo en Albert Camus, años de la guerra de Argelia, un texto que me parece aplicable a los españoles de ayer y hoy. Merece la pena la transcripción: «...Hay una perversidad francesa a la cual yo no quiero agregar nada. Conozco demasiado bien el precio que nos costó y que nos cuesta. Particularmente, desde hace veinte años la gente detesta hasta un punto tal al adversario político que termina por preferir cualquier otra cosa, hasta la dictadura extranjera. Aparentemente, los franceses de estos juegos mortales. Constituyen en verdad ese pueblo singular que prefiere salir feo en la foto antes de ser olvidado...» («Problemas de nuestra época. Crónica argelina». 1958) Los esfuerzos del autor de «El extranjero» para reconducir el enfrentamiento de los franceses fueron tan patéticos como inútiles y no habría que tratar de buscar su clave en la cuestión argelina, sino en la división entre derecha e izquierda. Una vez pudo ser Vichy, ahora era Argelia.

En el caso español, los odios se han ido trasladando desde la Guerra de la Independencia hasta hoy. Con trajes diferentes. Por motivaciones muy distintas. Pero siempre la raya de separación entre los dos campos. Siempre el odio separador. La definición a partir del otro. La actualización de las guerras civiles. Pudo haber tiempos en los que la derecha esgrimió el pasado de la guerra civil pero desde hace años ese papel lo está cumpliendo la izquierda. Zapatero, desde los comienzos de su liderazgo con las exhumaciones de cadáveres, la reivindicación de la persecución a la Iglesia y el asesinato como forma revolucionaria de progreso... De hecho, la mala conciencia por haber actuado de esta manera ha sido tal que se han inventado unas palabras de José María Aznar para descargarse del fardo de porquería...

Se decía que las elecciones municipales podrían derivar hacia un ensayo de las legislativas... y así ha sido, pero en la más inquietante de sus versiones: en la actualización de las dos Españas, en la recurrencia al odio como motor político. El destino de Navarra será la prueba de la frescura de la división de los españoles: entre aquellos que prefieren la unidad de España a quienes la quieren rota.

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