miércoles, 23 de mayo de 2007

Tolerar la hipocresía en Jerusalem


Tolerar la hipocresía en Jerusalén
Por Caroline Glick
(Publicado en The Jerusalem Post, 14 de mayo de 2007)

La Unión Europea no sólo está minando el control de Israel de su capital, está minando la seguridad de Israel al permitir la construcción dentro de las líneas de armisticio de 1949.

La semana pasada, la organización financiada por la Unión Europea Paz Ahora celebraba una ceremonia "Día de Jerusalén Alternativo" en la que pedía que Israel renunciase a su soberanía sobre la mitad de la ciudad en aras de la paz.

Porqué alguien va a creerse que una rendición israelí de la capital eterna del pueblo judío a Hamas conducirá a la paz está por verse. Parece particularmente fatuo a la luz de los resultados abiertamente belicistas de,
· la rendición de Gaza a Hamas por parte de Israel en el 2005 apoyada por Paz Ahora,
· la rendición del sur del Líbano a Hezbolá en el 2000 apoyada por Paz Ahora, o
· la oferta del gobierno Barak apoyada por Paz Ahora de entregar el Monte del Templo y demás partes de Jerusalén a Yasser Arafat en el 2000.

También la semana pasada, el financiado por la Unión Europea Jerusalem Institute for Israel Studies publicaba un estudio que afirma que de continuar las presentes tendencias, los dos tercios prevalecientes de mayoría judía en la capital de Israel se reducirán a una mayoría del 60% hacia el 2020. Porqué existe algún motivo para creerse las cifras apocalípticas también está por verse. Parece algo particularmente difícil de entender teniendo en cuenta que las tasas de fertilidad judía y árabe en la ciudad (3,8 y 4,1 respectivamente) son prácticamente idénticas, y que las tendencias económicas que ahora perjudican a la población judía son reversibles.

Esta semana, la Unión Europea reforzaba su trabajo a través de ONGs por dividir la capital anunciando su boicot a la ceremonia del miércoles en la Knesset conmemorando la liberación de Jerusalén. Los Estados Unidos también se ausentaron sonoramente de la ceremonia. Por su parte, el gobierno Olmert-Livni-Peretz no pudo ocultar su estupefacción. Después de que el alcalde de Jerusalén Uri Lupolianski criticase el boicot de Estados Unidos y la Unión Europea argumentando que "quien no reconozca a Jerusalén como capital del estado de Israel no reconoce al estado de Israel", el gobierno pronunció algunas ilusiones repetidas. Con su característica debilidad, la Ministro de Exteriores Tzipi Livni hablaba de manera espasmódica de que la conexión de Israel con Jerusalén es "indivisible". El Primer Ministro Ehud Olmert no dijo nada.

En su ataque contra la soberanía israelí en la capital eterna del pueblo judío en nombre de la paz, la izquierda, la Unión Europea y los americanos no fueron sino consistentes. También lo fue el gobierno en su atropellada respuesta al feroz ataque contra Jerusalén.

A lo largo de los últimos 14 años las políticas de los gobiernos de Israel, la izquierda israelí, la Unión Europea y los Estados Unidos se han predicado constantemente desde la hipocresía. La izquierda afirma estar trabajando por los derechos civiles de los árabes, de los que afirma están siendo discriminados por Israel y el municipio de Jerusalén. La Unión Europea afirma buscar una repartición de la ciudad según las líneas de armisticio de 1949 con el fin de impulsar la causa de la paz. Los Estados Unidos afirman oponerse a cualquier acción que pueda perjudicar el resultado de las negociaciones finales hacia la paz entre Israel y los palestinos. Los gobiernos de Israel afirmaron estar comprometidos con la soberanía israelí sobre la ciudad y respetar el mandato de la ley.

El hecho de que todos estos objetivos declarados son falsos quedaba copiosamente documentado en un informe publicado el año pasado por la Office for Public Inquiries for East Jerusalem. La organización, encabezada por Arieh King, se financia a través de donantes judíos privados.

Titulado "La construcción ilegal en Jerusalén este como herramienta estratégica de la Autoridad Palestina en su lucha por el futuro de Jerusalén", el informe de 61 páginas y sus varios cientos de documentos anexos proporcionan una revisión manzana a manzana de las construcciones árabes ilegales en la ciudad. Al contrario de la repetida provisión de la izquierda de que los árabes de Jerusalén se ven obligados a construir ilegalmente porque el municipio rechaza concederles permisos de obra, la ciudad aprobaba un plan de urbanismo que proporciona terreno a la construcción de 32.500 nuevas unidades habitacionales en vecindarios árabes. Esto se añade a las 24.000 unidades en diversas etapas ya del proceso de construcción, y otras 20.000 estructuras ilegales levantadas por los árabes de Jerusalén en los últimos 20 años.

El objetivo político de la construcción ilegal queda claro a través de sus fuentes de financiación. Desde el establecimiento de la Autoridad Palestina en 1994, la AP, Arabia Saudí y la Unión Europea han dedicado millones de dólares a financiar las construcciones árabes ilegales en los vecindarios de Jerusalén, a menudo sobre espacios y terrenos de propiedad privada.

En un esfuerzo por degradar el carácter judío de la Ciudad, por ejemplo, los árabes han construido residencias en tierras propiedad del gobierno junto al cementerio judío del Monte de los Olivos, destinadas a la expansión futura del cementerio. El objetivo estratégico de la construcción es obvio desde su ubicación. Gran parte de la edificación se ha llevado a cabo a metros de las arterias estratégicas del tráfico, incluyendo las autopistas 60, 1, 4 y 443. Adicionalmente, las construcciones ilegales han dejado inseguro el aeropuerto de Atarot. Israel no ha hecho casi nada por destruir las estructuras ilegales levantadas junto al único aeropuerto al este del Aeropuerto Internacional Ben-Gurion.

Las construcciones ilegales árabes, que han colocado la mayor parte de los vecindarios de Jerusalén y las entradas a las autopistas de la ciudad dentro del radio de tiro de los rifles de milicianos hostiles, se han encontrado con la indiferencia por parte de la burocracia gubernamental israelí. Los sucesivos gobiernos han anunciado de manera hipócrita su compromiso con Jerusalén. Pero el informe King demuestra que las decisiones gubernamentales aprobadas en 1998, 2002 y 2003 que ordenan a las agencias gubernamentales derruir las construcciones árabes ilegales nunca se implementaron eficazmente.

King envió su informe a docenas de sedes gubernamentales y comités de la Knesset. Al margen de una reunión con un funcionario del Ministerio de Justicia, nadie respondió a su trabajo.

Como observa el informe King, la izquierda juega un papel clave a la hora de permitir la construcción árabe ilegal en Jerusalén empleando a organizaciones fachada como Paz Ahora, Bimkom o el Comité Internacional contra las Demoliciones de Casas. Los izquierdistas afirman estar comprometidos con los derechos civiles y la paz, pero su trabajo elimina los derechos civiles de los propietarios israelíes y mina la paz, al dotar de poder a un régimen abiertamente contrario a todos los ideales que la izquierda predica.
La Autoridad Palestina insiste en que su territorio esté vacío de judíos. De la misma manera, la primera ley que promulgó convierte en delito capital que los árabes vendan terrenos a judíos. Docenas de habitantes árabes de Jerusalén han sido asesinados por la Autoridad Palestina desde 1994 por el "crimen" de vender propiedades a judíos.
Por su parte, Israel mantiene la ciudad abierta a todos los credos y facilita la construcción árabe.

La Unión Europea afirma que su apoyo a la división de la ciudad se deriva de su compromiso con una paz en la que Israel esté seguro dentro de fronteras reconocidas. Pero, al financiar a organizaciones de presión y construcciones ilegales, la Unión Europea no sólo está minando el control de Israel de su capital, está minando la seguridad de Israel al permitir la construcción junto a arterias del tráfico estratégicas dentro del radio de francotiradores en vecindarios que se encuentran dentro de las líneas de armisticio de 1949, como Sanhedria, Romema o Har Nof.

Por su parte, Estados Unidos afirma tener objeciones a cualquier maniobra por parte de Israel y los palestinos que ponga en peligro las conversaciones de un acuerdo de paz final. Pero al rechazar reconocer el derecho de Israel a su capital, en violación del Derecho norteamericano que lo hace, la Administración Bush, al igual que sus predecesoras, está perjudicando el resultado de esas deliberaciones futuras en contra de Israel. Los Estados Unidos exigen en público que las comunidades judías completamente legales de Judea y Samaria, como Migron, sean destruidas, y tiene objeciones a la construcción legal israelí en Ma'aleh Adumim. Todo al mismo tiempo que apoya activamente las construcciones ilegales palestinas en Jerusalén oponiéndose a cualquier examen de la soberanía israelí a través de la implementación sin prejuicios de sus leyes.

La hipocresía de todas estas partes se queda corta por supuesto junto a la hipocresía de los sucesivos gobiernos israelíes. Con la excepción del gobierno Netanyahu, todo gobierno israelí desde 1993 ha permitido a los árabes minar el control de Jerusalén por parte del estado. Mientras se presta servicio de boquilla a la unidad de la ciudad, por errores de omisión u obra, los gobiernos de Israel no han defendido los derechos de propiedad de los propietarios públicos y privados en Jerusalén. Han permitido que la Autoridad Palestina, estados enemigos como Arabia Saudí o la Unión Europea respalden abiertamente proyectos de construcciones ilegales en la ciudad.

Además, han utilizado la ley para justificar la expulsión de judíos de sus comunidades en Judea y Samaria, mientras los sucesivos gobiernos vienen ignorando tanto la redacción como el contenido de la ley a la hora de rehusar tomar alguna acción concertada para implementar las leyes del estado bloqueando la construcción ilegal en la capital.

Por tanto, esta misma semana, mientras el gobierno lleva a cabo sus huecas celebraciones de la reunificación de la capital eterna del pueblo judío que hace tan poco por defender, y mientras la izquierda, la Unión Europea y los Estados Unidos hablan vacuamente de "políticas de paz", el pueblo judío debe dejar de tolerar este juego sucio. Cuando Barak ofreció a Arafat el Monte del Templo en Camp David en el 2000, Ariel Sharon reaccionó afirmando que Jerusalén es un conglomerado externo concedido al pueblo judío, y que nadie tiene derecho a dividir ese conglomerado.

40 años después de la reunificación de la ciudad, es la responsabilidad de los judíos en Israel y en todo el mundo defender Jerusalén. Tenemos que trabajar para denunciar que en su apoyo a la división de la ciudad, la izquierda pretende dotar de poder a un régimen racista que representa todo aquello a lo que la izquierda afirma oponerse, frente a Israel, que representa el mandato mismo de la ley y los derechos civiles por los que la izquierda simula preocuparse. De igual manera, los judíos debemos llamar la atención a nuestros supuestos amigos en Washington y Bruselas para llamar a cuentas a su apoyo discriminatorio y perverso a los supremacistas raciales violadores de los derechos humanos en la Autoridad Palestina en lugar de a los judíos que respetan los derechos humanos y que mantienen Jerusalén abierta a todos los credos y todos los pueblos.

Finalmente, tenemos que exigir que los líderes del estado de Israel desempeñen su deber con la posteridad manteniendo y reforzando Sión. Si ellos no están dispuestos a hacerlo, el pueblo judío en conjunto debe plantar cara y exigir que dimitan para dejar espacio a un gobierno que defienda nuestra capital eterna.
http://www.gees.org
Caroline Glick es periodista por la Universidad de Columbia y editor jefe en funciones de The Jerusalem Post. Tras finalizar sus estudios, ingresó en el ejército y alcanzó una consejería en las negociaciones de Oslo junto al ex primer ministro Rabin. Tras abandonar la esfera política, Glick pasó al periodismo con una columna semanal de portada en el diario. Durante el reciente conflicto de Irak, fue la periodista empotrada del medio, estando en el primer escuadrón americano que entró en Bagdad y siendo la primera mujer en poner el pie en la capital durante el conflicto.

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